La errática política de Brasil

Brasil será el país en la región con mayor impacto en términos absolutos y relativos de víctimas e infectados por el nuevo coronavirus, concluye un análisis de Mónica Hirst. Información adicional: Bolsonaro retoma iniciativa y busca salida de la cuarentena: la “asesina de empleos”.


Buenos Aires, abril 2020.- Brasil será el país en la región con mayor impacto en términos absolutos y relativos de víctimas e infectados por el nuevo coronavirus. Además de los motivos demográficos, las razones se vinculan a los problemas causados por la morosidad, la fragmentación y la persistente confusión transmitida por las autoridades públicas a la población en cuanto a recomendaciones oficiales, de alcance colectivo e individual, para frenar la pandemia. Todas las medidas de prevención del coronavirus han sido parciales, con impacto diferenciado en las diferentes unidades federativas del país. Autoridades municipales y provinciales han actuado a partir de decisiones propias basadas en la disponibilidad de recursos económicos y profesionales. Las medidas de carácter federal se han trabado casi todas en Brasilia, donde los embates entre los poderes Legislativo y Judicial contra el Ejecutivo –sumadas a la inercia de la burocracia estatal– impiden una acción veloz y responsable que enfrente la llegada y rápida expansión de la pandemia en todo el territorio nacional.

Seguramente Brasil será el país latinoamericano en el cual el coronavirus tendrá mayor impacto político-institucional. La crisis política interna generada por el estilo y el contenido negligente y sanitariamente irresponsable por parte del presidente Jair Bolsonaro ha llevado a rupturas en las principales alianzas de apoyo del gobierno, ya sea en los ámbitos partidarios, estaduales e incluso en el de las Fuerzas Armadas.

Los canales de entendimiento y diálogo entre el Planalto y el Parlamento han pasado de una etapa de estremecimiento y discordias a una de pública ruptura. Las fisuras dentro de la propia base de apoyo del gobierno ganaron importancia a partir de la desavenencia entre el gobernador del estado de Goiás, Ronaldo Caiado, jefe del grupo ruralista en el Parlamento, y el presidente Bolsonaro. El aislamiento político del jefe de Estado ha sido acompañado por la construcción de un cerco de protección por parte de su séquito más fiel. Rotulado en la prensa como el «gabinete del odio», este grupo palaciego está formado por varios ministros y los hijos del presidente. Autoridades ministeriales otrora centrales como Sérgio Moro y Paulo Guedes parecen ya no pertenecer al núcleo duro del bolsonarismo.

Dos puntos son claves para acompañar el proceso: el protagonismo del ministro de Salud, Luis Henrique Mandetta, dispuesto a defender el aislamiento social colectivo hasta que lo saquen de su cargo (el trabajo fue editado antes de conocerse la renuncia del ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta. N del E), y la determinación ya claramente asumida por el mandatario de dar a su gestión presidencial una forma autocrática y militarizada. Las variadas manifestaciones celebrando, el pasado 31 de marzo, del golpe de Estado de 1964 contribuyen a asegurar el apoyo de las Fuerzas Armadas. Ya es fuente de preocupación compartida por analistas y líderes locales que esta forma de gobernar pueda transformarse en una fórmula de funcionamiento acotado del Estado de derecho, justificada por una realidad de cuerpos apilados, caos social y depresión económica.

La actual crisis política conduce a dos universos de caos, marcados por la ineficiencia, la precariedad y la incertidumbre. El primero es el de la salud pública y el segundo, el de la gestión de políticas económicas y de ayuda social, ambos bajo las condiciones de excepcionalidad impuestas por el estado de calamidad oficialmente declarado el 18 de marzo. Doce días después, los números oficiales informaban 165 muertos y 4.561 infectados por el Covid-19 en todo el país, con más de 70% de los casos concentrados en la ciudad de San Pablo (al 2 de abril, los casos ascendían a 7.910 y los muertos a casi 300, según datos de la OMS).

La reacción de diversas unidades de la federación frente a tal realidad ha sido redoblar sus capacidades reactivas y proactivas para lidiar con la veloz expansión del virus en sus regiones. Sin embargo, la parálisis de los sectores productivos y comerciales con consecuencias sociales inmediatas, especialmente para el amplio segmento de la población que vive de la economía informal, genera demandas de necesidades básicas que solo pueden ser atendidas por el fortalecimiento de la provisión del gobierno federal. No obstante, no han sido pocas las trabas burocráticas y la falta de orientación de la administración pública para poner en acción las medidas de alivio que poco a poco se aprueban en el Congreso.

En verdad, no ha sido posible en Brasil construir un consenso sobre la secuencia de prioridades entre el derecho universal a la vida, y por lo tanto la obligación estatal de asegurar las condiciones sanitarias necesarias para garantizar protección en contextos de pandemia, y el funcionamiento de las actividades económicas que generan riqueza y condiciones de sostén de la población.

La resistencia de las autoridades económicas a moverse de sus dogmas fiscales para formular políticas de asistencia inmediata al conjunto de la sociedad, con especial atención a sus sectores vulnerables, ha generado críticas aprensivas por parte del establishment económico y sus más reconocidos asesores en cuanto a los costos sociales a corto y mediano plazos de que esta obstinación siga prevaleciendo.

El gobierno de Bolsonaro ha descartado taxativamente la opción de suspensión total de la actividad económica nacional (el lockdown) y el presidente viene negando la gravedad de la pandemia. Habrá que vincular la tensión entre prioridades a las percepciones diferenciadas, los intereses y las expectativas generados en los planos interno e internacional. La fuerza del axioma liberal en quienes conducen el Ministerio de Economía se apoya en recetas en las que el combate a la pandemia deberá siempre subordinarse al funcionamiento del mercado.

Desde el prisma regional, Brasil ha sido el país con respuestas más tímidas y erráticas en el movimiento de protección de sus fronteras terrestres y aéreas. El gobierno brasileño retardó hasta el 19 de marzo la determinación de cierre total de las fronteras terrestres con sus vecinos, con la excepción de Uruguay, y mantuvo un control parcial de la llegada de vuelos internacionales al país. Esta forma de proceder subrayó aún más el contraste entre Brasil y los demás países sudamericanos en cuanto a medidas de protección y prevención sanitaria. En este mismo sentido, Brasilia se ha aislado políticamente de la región, mostrando coherencia con su decisión ya tomada en enero del corriente año de retirarse de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Desde el prisma internacional, la reacción presidencial a la pandemia exacerba una lógica ya conocida de las visiones de mundo del gobierno de Bolsonaro aplicadas por su canciller, Ernesto Araújo. Es posible encontrar un hilo de continuidad y coherencia entre las posiciones asumidas de cuestionamiento y descalificación de la agenda medioambiental y cambio climático, de derechos humanos y protección y plena igualdad de género y costumbres sexuales, y ahora de combate global a la pandemia causada por el coronavirus. Visiones del mundo autoritarias, que se distancian de valores y compromisos alineados con la defensa del Estado de derecho, se caracterizan por refutar agendas de gobernanza global apoyadas en respuestas multilaterales. No tomar en cuenta las orientaciones de la OMS para combatir el Covid-19 es parte de esa postura.

Así, la determinación del actual gobierno brasileño de rechazar el aislamiento social colectivo representa la contracara de la opción de su aislamiento político internacional. En el corto plazo, no parece poco probable que el grupo gobernante maneje el cálculo de que la condición de paria internacional sea un mal menor, remediable y hasta necesario para lograr sus objetivos políticos internos.

Mónica Hirst. Doctora en Estudios Estratégicos, profesora visitante del IESP y docente de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Este trabajo fue editado por Nueva Sociedad, antes de conocerse la renuncia del ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta. N del E.

Información adicional: Bolsonaro retoma iniciativa y busca salida de la cuarentena: la “asesina de empleos”

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, expresó ante un grupo de partidarios, que espera esta sea la última semana con medidas de aislamiento social para frenar la propagación del coronavirus. En una salida del corte de la elegida por Donald Trump en Estados Unidos, donde la situación sanitaria se agravó en niveles sin precedentes, con miles de muertos diarios, el mandatario de derecha se refirió a la política sanitaria de su ex ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, respetuoso de las medidas sanitarias de la OMS y con ascendencia sobre los gobernadores, como ya que su deseo es “asesina de empleos”.

Incluso hace unos días, Bolsonaro planteó la reapertura de las fronteras, en especial con Paraguay y Uruguay a fin de retomar la actividad del comercio exterior.

El domingo, Bolsonaro arengó frente al Cuartel General del Ejército en Brasilia a manifestantes que pedían una “intervención militar ya”, así como el cierre del Congreso y de la Corte Suprema. “Estoy aquí porque creo en ustedes y ustedes están aquí porque creen en Brasil”, dijo Bolsonaro ante varios centenares de personas. Los manifestantes pedían el cierre del Congreso y la vuelta del llamado Acto Institucional 5 (AI-5), una iniciativa adoptada en 1968 por la dictadura militar (1964-1985) que dio carta blanca a la represión.
Más tarde, el primer mandatario se manifestó a favor “de la democracia”y respetuoso del Poder Judicial y del Congreso.

Después de la renuncia de Luiz Henrique Mandetta al Ministerio de Salud, a instancias de las presiones del presidente Jair Bolsonaro, el oncólogo Nelson Teich se hizo cargo de la cartera, lo que constituyó un giro aún más dramático a la situación epidemiológica de Brasil, que registró en las últimas 24 horas 113 nuevos decesos por el COVID-19, hasta alcanzar los 2.575 fallecimientos, mientras los casos confirmados llegan a 40.581, según informaciones del Ministerio de Salud, reproducidas por El País de Uruguay.

El nuevo ministro de Salud contó con el apoyo del jefe de la Secretaría Especial de Comunicación Social (Secom), Fabio Wajngarten . El empresario Meyer Nigri, propietario de la empresa constructora Tecnisa, también actuaría para que Teich asumiera el puesto ocupado hasta este jueves por Mandetta, según Brasil 247.

Consultor informal en la campaña de Bolsonaro en las elecciones de 2018, Nelson Teich ha publicado, en las últimas semanas, artículos en la red profesional LinkedIn sobre el coronavirus. En uno de ellos, titulado "COVID-19: Histeria ou Wisdom?", Comenta sobre la polarización que se ha apoderado en Brasil en este momento y afirmó que la salud y la economía deben ir juntas.

La propuesta del presidente brasileño fue rechazada por los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, por la mayor parte de los gobernadores, que seguirán aplicando la cuarentena obligatoria, así como de los partidos opositores. Mientras Fernando Henrique Cardoso (Partido de la Social Democracia Brasileña, PSDB) llamó a defender la Constitución, y definió que “estamos ante una crisis institucional de consecuencias gravísimas, en la que callar sería concordar", en relación con las manifestaciones de seguidores del presidente de ultraderecha contra el Congreso.

Mientras tanto, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores, PT), propone apoyarse en el Congreso y en todos los gobernadores, para articular una alianza contra la política que intenta impulsar Bolsonaro.

mercosurabc