El Corredor Bioceánico del MERCOSUR: integración física para una nueva geografía económica regional
La consolidación del Corredor Bioceánico vial que une Brasil, Paraguay, Argentina y Chile representa uno de los proyectos de infraestructura más ambiciosos del Cono Sur en las últimas décadas. Con más de 2.400 kilómetros de extensión, el Corredor no es simplemente una ruta de transporte, sino un instrumento geopolítico que busca reducir los costos logísticos, facilitar el acceso a los mercados de Asia-Pacífico y fortalecer las cadenas de valor dentro del Mercosur.

Su trazado, que conecta el puerto brasileño de Santos con los puertos chilenos de Antofagasta, Iquique y Mejillones, atravesando territorios históricamente relegados del desarrollo económico, tiene el potencial de reconfigurar la lógica del comercio regional e internacional y contribuir significativamente al fortalecimiento de la integración sudamericana.
La articulación entre las economías de los cuatro países involucrados se da en un contexto de creciente interés por la diversificación de exportaciones y por el desarrollo de regiones periféricas como el norte argentino o el Chaco paraguayo. Además, se inscribe en un proceso más amplio de consolidación de ejes de conectividad física impulsados desde organismos como la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA).
A nivel técnico, el avance de obras es significativo. En Paraguay, el puente internacional que unirá Carmelo Peralta con Porto Murtinho (Brasil) ya cuenta con un 68% de avance, constituyéndose como un punto clave del eje vial. Esta estructura, financiada a través de cooperación con Brasil, permitirá mejorar la conectividad terrestre con el estado de Mato Grosso do Sul, un polo agroindustrial estratégico (Portal Portuario, 2025). En Argentina, las provincias de Salta y Jujuy han iniciado mejoras en rutas provinciales y nacionales que permitirán la conexión directa con los pasos fronterizos hacia Chile, especialmente a través de los pasos de Jama y Sico.
Por su parte, el gobierno chileno ha presentado un ambicioso plan de obras complementarias que incluye la modernización de 22 tramos viales, además de mejoras en pasos fronterizos y accesos portuarios en el norte del país (Infobae, 2025).
La relevancia estratégica del Corredor radica en su capacidad para generar un cambio estructural en la competitividad regional.
Según estimaciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), este eje podría incrementar en un 30% el volumen de comercio intrazona y promover un crecimiento sostenido del PIB regional, especialmente en sectores como la agroindustria, la minería, la forestoindustria y el turismo (BID, 2021). La reducción de tiempos de traslado hacia puertos del Pacífico también permitiría abrir nuevos mercados para productos sudamericanos, reduciendo la dependencia histórica de rutas atlánticas y fomentando una lógica de desarrollo más equilibrada.
El acuerdo alcanzado recientemente entre los gobiernos de Argentina y Paraguay, a través de sus respectivos Ministerios de Obras Públicas y Cancillerías, refleja un renovado compromiso político con el avance de este proyecto. En la última reunión bilateral celebrada en abril, se establecieron líneas de acción para la agilización de trámites aduaneros, la implementación de tecnología de control fronterizo y la articulación de inversiones en logística y servicios conexos (Escenario Mundial, 2025).
Este tipo de coordinación intergubernamental resulta crucial para evitar cuellos de botella normativos y consolidar una gobernanza eficaz del corredor.
En términos de impacto económico local, el Corredor Bioceánico tiene el potencial de revitalizar zonas tradicionalmente excluidas del comercio internacional. En el norte argentino, se espera que el flujo de mercancías impulse nuevas inversiones en infraestructura logística, parques industriales y zonas francas, además de generar empleo y fomentar el desarrollo de proveedores locales.
En Paraguay, la pavimentación de la Ruta Bioceánica (PY-15) a lo largo del Chaco permitirá el tránsito continuo de camiones y productos, integrando por primera vez de forma efectiva esta región con mercados internacionales. De acuerdo con informes técnicos, el proyecto podría incrementar hasta en un 4,2% el PIB de regiones como Mato Grosso do Sul (Aduana News, 2023).
Sin embargo, a pesar de los avances, el proyecto enfrenta desafíos importantes. La sostenibilidad del Corredor dependerá de una planificación integral que contemple no solo la infraestructura física, sino también la inclusión de comunidades locales, la protección ambiental de los territorios atravesados y la creación de marcos regulatorios eficientes para el tránsito de bienes y personas.
La armonización normativa en materia aduanera, sanitaria y ambiental sigue siendo una tarea pendiente, que requerirá cooperación técnica y voluntad política.
Además, será fundamental fomentar mecanismos de participación público-privada, especialmente para atraer inversión extranjera directa en sectores complementarios como la logística, el transporte multimodal y los servicios portuarios. En este sentido, el BID ha señalado la necesidad de integrar plataformas tecnológicas comunes que mejoren la trazabilidad, el monitoreo y la eficiencia de las operaciones logísticas en todo el trazado del corredor (BID, 2021).
En un contexto global caracterizado por la disputa por rutas comerciales estratégicas, el Corredor Bioceánico aparece como una oportunidad concreta para que el Mercosur fortalezca su autonomía, potencie sus capacidades logísticas y consolide un perfil exportador más dinámico y competitivo. Más que una obra vial, se trata de un nuevo mapa económico para Sudamérica, con el potencial de redefinir el papel de la región en el escenario internacional.
Camila Peralta es lic en ciencias políticas por la UCLA y candidata a la Maestría en Procesos de Integración Regional - UBA