La Cumbre de Bariloche y la construcción de confianza recíproca

La Cumbre reflejó la persistencia de una voluntad colectiva dirigida a lograr que la paz y estabilidad política predominen en la región, reflexiona Félix Peña en su último trabajo, en relación con la reunión presidencial de Unasur.


Sin ella es difícil avanzar en una integración productiva basada en reglas que se cumplan. De ahí que se deba resaltar el acierto de una diplomacia presidencial orientada a construir gradualmente un clima más apropiado a la convivencia razonable de las múltiples diversidades existentes. El papel desempeñado esta vez por Argentina debe ser, en tal sentido, resaltado. Pero en realidad, la Cumbre permitió observar – al igual que antes las Cumbres de Santo Domingo y de la Moneda – la importancia de una diplomacia presidencial que refleje la vocación y capacidad de liderazgo colectivo de, al menos, un núcleo duro de países que privilegian la estabilidad política de la región.

La esencia de Bariloche ha sido entonces el reconocimiento, al más alto nivel y en público, de la necesidad de construir confianza recíproca entre los países de la región. No será tarea fácil ya que las diferencias existentes son por momento muy pronunciadas y a veces tienen raíces profundas. Pero se ha dado un paso importante que consiste en reconocer que los problemas deben ser abordados a través del diálogo y con la participación de todos los países de la región. Siguiendo el precedente de la Cumbre de la Moneda, se ha enviado una señal clara sobre la disposición de una región de encarar sus propios problemas.

Una visión optimista impone una lectura positiva de los resultados de una Cumbre que quizás permita, de traducirse luego en hechos concretos, dotar a los procesos de integración regional, cualesquiera que sean sus modalidades, de una base política más sólida – la de la confianza recíproca - para su futuro desarrollo.
Pero si la confianza recíproca es una condición necesaria para la gobernabilidad regional, parece existir consenso que no es suficiente para lograr el predominio de la paz, la democracia y la estabilidad política en el espacio geográfico sudamericano.

De ahí que impulsar una cooperación regional renovada es un segundo curso de acción necesario. Tiene sentido político y no sólo económico. Si es encarada con sentido práctico, de ella puede resultar una mayor densidad en el tejido de múltiples intereses cruzados que sustenten, a su vez, el clima de confianza recíproca. Tal tejido tiene entre sus protagonistas centrales a las empresas que internacionalizan sus operaciones a escala transnacional – especialmente articulando cadenas productivas - y que contribuyen a la conectividad física de los respectivos mercados. Pero también se nutre de redes en campos diversos, tales como la energía, la innovación y el desarrollo tecnológico, la educación y la solidaridad social.

Precisamente la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha dedicado a la cuestión de la cooperación regional renovada una parte sustancial de su reciente informe “Panorama de la Inserción Internacional de América Latina y el Caribe. Crisis y espacios de cooperación regional – 2008-2009” (ver la referencia más abajo en la Sección Lecturas Recomendadas).

El informe refuerza la idea que el impulso a una cooperación regional renovada implica construir sobre lo ya adquirido, y de aprovechar todo lo disponible en materia de acuerdos y mecanismos regionales. Más que objetivos ambiciosos difíciles de concertar y de alcanzar en las actuales circunstancias, la realidad parece imponer la necesidad de reconocer diversidades y diferencias, incluso las disonancias conceptuales – utilizando a tal fin una amplia variedad de aproximaciones de geometría variable y de múltiples velocidades -; de capitalizar experiencias y activos provenientes de cincuenta años de experiencias de integración regional – incluyendo al Mercosur -, y de poner el acento en algunos ejes prioritarios tales como los que enuncia la CEPAL en su informe.

Una idea central del informe es que “el nuevo contexto internacional exige una mayor cooperación entre los países de la región, no solo por la necesidad de limitar los efectos de la crisis, sino también por la urgencia de mejorar su inserción en la economía mundial”. En tal sentido se reitera una idea ya avanzada por la CEPAL con anterioridad, en el sentido que “las consecuencias de perder la carrera de la competitividad global serían mucho más graves que los efectos de la crisis actual, puesto que por duros que sean, estos últimos serán transitorios. Por el contrario, los rezagos en competitividad, innovación y productividad constituyen un obstáculo permanente para avanzar en la estrategia de crecimiento con equidad”.

En sus recomendaciones, el informe parte de la base que el nuevo contexto regional exige una mayor cooperación regional; que la integración puede y debe renovarse, pero mediante compromisos realistas, y que en la actualidad la cooperación regional es más importante que avanzar en la liberalización comercial. En parte esto último se debe al hecho que los costos de la conectividad física tienden hoy a superar – a veces en forma significativa - a los originados en los aranceles aduaneros que inciden en el comercio sudamericano.

Las propuestas concretas se refieren a: conservar y estimular la inversión en infraestructura; un programa para fomentar el comercio intrarregional; aumentar la cooperación regional en innovación y competitividad; reforzar el tratamiento de las asimetrías; fortalecer el ámbito social de la integración; aprovechar el vínculo con la región de Asia y el Pacífico para profundizar la integración regional, y abordar conjuntamente los desafíos del medio ambiente y el cambio climático. Como señala el informe “todas ellas son elementos determinantes de la competitividad, la innovación y la productividad de la región a mediano y largo plazo”.

El informe de la CEPAL brinda la base técnica para lo que debería ser un intenso debate sobre el futuro de la cooperación regional. Tal debate intenso, con la participación de múltiples protagonistas y en particular de los empresarios, puede contribuir ahora a traducir las recomendaciones de la CEPAL en acciones concretas (ver al respecto los planteado en este Newsletter del mes de julio pasado y en nuestro artículo “Para el día después”, en la revista AméricaEconomía de agosto 2009 – en http://www.americaeconomia.com/revista/ y en www.felixpena.com.ar).

La concreción de los cursos de acción recomendados involucrará, por lo demás, a los distintos ámbitos institucionales regionales y sub-regionales ya existentes. Precisamente su geometría variable permite contemplar las diversidades y diferencias existentes hoy, no solo en el espacio sudamericano, pero también en el más amplio de América Latina y el Caribe.
Félix Peña