Pymes argentinas proponen estrategia coordinada con Brasil
Las claves para afrontar las repercusiones de la crisis externa en el sector productivo de Argentina fue el tema del debate propuesto por Fundación Garantizar el Desarrollo. Los expositores coincidieron en que las pymes son la llave del crecimiento y reclamaron un trabajo mancomunado con Brasil. Recomendaron evitar los “maquillajes” de las estructuras económicas que ya colapsaron, y abogaron por un cambio sustancial que permita recuperar la confianza.
Los años dorados de la globalización parecen haber quedado atrás definitivamente. Es lo que piensan muchos economistas y financistas de todo el mundo a la luz de las lecciones que está dejando la crisis internacional, y hasta hay quien asegura que es el principio del fin del capitalismo. Si bien muchos otros confían en que sólo cabe esperar una reforma, hay un punto en común en el abanico de posturas y es que la irrupción de los gobiernos como accionistas mayoritarios de grandes bancos y empresas plantea un cambio sustancial en la estructura económica y financiera mundial, y permite percibir que el capitalismo no será el mismo. Así lo advirtió Mariano de Miguel, economista jefe de la Fundación Garantizar el Desarrollo, quien disertó en el debate “La posición argentina frente a la crisis”, del que participaron también el presidente y el director ejecutivo de esa institución, José Ignancio de Mendiguren y Fernando Zack, y el presidente de Garantizar S.G.R., Aníbal Stella.
Entre esas enseñanzas que está dejando la debacle financiera, que desembocó en la recesión mundial más grave desde la Gran Depresión de 1930, se puede resaltar la necesidad de restituir a las pymes el rol protagónico del que fueron desplazadas en los años en que la globalización gozó de prestigio. Otra lección es el desafío que se plantea para Argentina en cuanto a acercarse a Brasil y buscar consensos y una estrategia coordinada para negociar en los distintos foros mundiales, para proteger mejor a sus industrias y producciones locales. El diseño de un pensamiento y una posición común fue, de hecho, el mensaje central que trajo hace algunas semanas a Buenos Aires el ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil, Roberto Mangabeira Unger. De Mendiguren señaló que el rol de las pymes en la estrategia brasileña es un punto central y recordó que “Mangabeira fue el primero que dijo ante medios locales que hay que salvar a la producción y no a los bancos, y creemos que por ahí va el enfoque correcto: Argentina y Brasil tienen que ir hacia un proyecto común”, definió.
Distintas cámaras empresarias e instituciones privadas en Argentina, como es el caso de Fundación Garantizar el Desarrollo, ya están trabajando en esa estrategia conjunta que tiene a las pymes como uno de los pilares del desarrollo económico y social. Pero la realidad es que la debacle financiera internacional puso un freno a todos los planes porque es un hecho que las empresas están sufriendo los efectos del deterioro del escenario nacional, no sólo por factores del exterior sino en particular por cuestiones internas.
Tampoco los números más recientes permiten soñar con una pronta salida de la recesión global porque los números que llegan de la Unión Europea y de Estados Unidos no pueden ser más contundentes. De Miguel mencionó durante su presentación que la estimación de caída del PBI mundial es de 0,5% para este año –que por otra parte, sigue estando sujeto a permanentes revisiones a la baja-, en tanto se espera un retroceso de 3,4% para EE.UU., con todo lo que implica esta mala noticia en la principal economía del planeta.
El escenario argentino
Este cuadro de situación externa, aunque minimizada meses atrás por las autoridades apelando a la “teoría del desacople” de Argentina de los mercados de crédito, ya está impactando en la economía argentina. Mariano de Miguel hizo un resumen de los principales indicadores a tener en cuenta:
• Salida de capitales. Durante el año 2008 se fugaron del país u$s 23.098 millones, principalmente por la crisis con el agro, que significó un drenaje de 10.393 millones. La reestatización de las AFJPs, sumada al estallido de la crisis mundial, se llevó otros 4.335 millones.
• Depreciación del peso. Según datos de Fundación Garantizar en base a información difundida por los distintos bancos centrales, el peso argentino acumula a mediados de marzo una depreciación respecto al dólar de 21,4% frente al 45,6% del real brasileño y al 46,9% de la moneda mexicana. Otro parámetro significativo es el peso chileno, que muestra una depreciación de 35,9%.
• Política monetaria. La esencia contractiva de la política monetaria que se viene aplicando en Argentina ha derivado en problemas de liquidez y altas tasas. De Miguel se refirió a tasas activas de primera línea casi “prohibitivas” para cualquier proyecto de inversión, que a fines del año pasado alcanzaban el 33%. Si bien ese promedio bajó en febrero pasado a alrededor de 23%, continúan en niveles altos.
• Actividad industrial. Las estadísticas conocidas hasta el momento indican que la tendencia negativa se mantendrá. El año 2008 concluyó con un alza de 3,8% pero en enero la caída interanual alcanzó a 8,1%, y sin miras –por ahora- de una reversión de la tendencia.
• Exportaciones. En enero el derrumbe se registró tanto en cantidades (-25%) como precios (-14%), y lo sintieron sobre todo los productos primarios (-56%) y combustibles y energía (-35%).
• Inversión. Fuentes privadas citadas por De Miguel indican que esta variable sufrió una baja interanual de 16% en enero con respecto a igual mes de 2008. Este dato se relaciona con la baja de las importaciones, que evidencia sobre todo fuertes recortes en ítems vitales para la inversión: 47% en Bienes de Capital y 34% en Piezas y Accesorios. Si bien muchos analistas ven con alivio el hecho de que se mantenga el excedente comercial ya que la baja se dio en las exportaciones y las importaciones casi en la misma proporción, De Miguel enfatizó que esto “no es negocio para nadie porque indica que el ciclo económico entró en una fase descendente”.
• Recaudación tributaria. De Miguel advierte que este escenario repercute a su vez en la recaudación, que muestra una tendencia a la desaceleración desde noviembre pasado. Esto ocurre aún cuando la presión tributaria creció 10 puntos del PBI entre 2001 y 2008. “En este marco, los recursos por distribución automática, que venían creciendo a una tasa anual promedio de 30%, cayeron a 5% en el primer bimestre del año”, explicó, comprometiendo la situación de las provincias.
En resumen, De Miguel señaló que a partir de la combinación de factores ajenos y propios, en la economía argentina se perciben tensiones en el balance de pagos, menos liquidez, tasas más altas, y mayores dificultades para financiar el gasto público con ahorro nacional o con créditos internacionales. Estos efectos sobre la economía del país fácilmente pueden traspolarse a las variables de las empresas, y comprender así que el impacto de la crisis mundial en las pymes es inevitable. Datos como el nivel de inventarios, las ventas –que podría equipararse al producto bruto interno-, y los gastos operativos son los que permiten tener parámetros reales de lo mucho que pegó la debacle.
En relación a la política monetaria, De Miguel llamó la atención acerca de la estrategia argentina, que parece ir por carriles distintos de los habituales en estos casos. “Aunque lo esperable en un marco de crisis es que el Estado se expanda en lo fiscal con una política monetaria progresivamente laxa, destinando fondos para fomentar la actividad económica, se está llevando adelante una política monetaria contractiva con manejo de liquidez hacia la baja y tasas de interés hacia arriba, lo que plantea problemas adicionales para el desempeño económico”, sintetizó. La justificación de esta política desplegada por el Banco Central (BCRA) es la necesidad de defender el valor de la moneda nacional para no correr el riesgo de una mayor fuga de capitales, pero De Miguel advirtió que esa estrategia no es garantía. “Pensamos que la fuga de divisas no se va a evitar por el hecho de defender el valor de la moneda nacional a cualquier precio; no es la mejor decisión llevar adelante una política monetaria contractiva”, opinó.
Un aparte mereció el tipo de cambio competitivo, sin duda uno de los pilares fundamentales del modelo implementado desde la salida de la convertibilidad. No obstante los beneficios que pudo haber traído, De Miguel afirmó que la paulatina apreciación de la economía argentina en términos reales suma un elemento de complejización al panorama presente, y esto ocurre a pesar de que se devalúe unos centavos en términos nominales, “sobre todo si nos venimos apreciendo respecto a nuestros competidores”. Por otra parte, tampoco la devaluación asegura el éxito en términos de intercambio porque si bien suele ser un elemento que da competitividad a la economía porque la abarata, no es en sí misma la panacea. De Miguel explicó que si se analiza el intercambio comercial de la manera más simple, se concluye en que la Argentina mejoró en el comercio exterior en los últimos años. Pero si se analiza en función de términos factoriales, donde además del precio unitario se considera el desgaste y el esfuerzo para producir un determinado bien, se observa que Argentina se benefició con un doble efecto positivo en parte porque llevó el dólar a términos más razonables y competitivos que los que planteaba la convertibilidad, pero también por un hecho externo, que fue el aumento de los precios internacionales de las materias primas. Hoy, aclaró De Miguel, se está dando el doble efecto negativo porque el país se empieza a apreciar en términos reales mientras que el intercambio se empieza a deteriorar de la mano de la retracción del comercio mundial, tanto en cantidades como en precios.
Entre esas enseñanzas que está dejando la debacle financiera, que desembocó en la recesión mundial más grave desde la Gran Depresión de 1930, se puede resaltar la necesidad de restituir a las pymes el rol protagónico del que fueron desplazadas en los años en que la globalización gozó de prestigio. Otra lección es el desafío que se plantea para Argentina en cuanto a acercarse a Brasil y buscar consensos y una estrategia coordinada para negociar en los distintos foros mundiales, para proteger mejor a sus industrias y producciones locales. El diseño de un pensamiento y una posición común fue, de hecho, el mensaje central que trajo hace algunas semanas a Buenos Aires el ministro de Asuntos Estratégicos de Brasil, Roberto Mangabeira Unger. De Mendiguren señaló que el rol de las pymes en la estrategia brasileña es un punto central y recordó que “Mangabeira fue el primero que dijo ante medios locales que hay que salvar a la producción y no a los bancos, y creemos que por ahí va el enfoque correcto: Argentina y Brasil tienen que ir hacia un proyecto común”, definió.
Distintas cámaras empresarias e instituciones privadas en Argentina, como es el caso de Fundación Garantizar el Desarrollo, ya están trabajando en esa estrategia conjunta que tiene a las pymes como uno de los pilares del desarrollo económico y social. Pero la realidad es que la debacle financiera internacional puso un freno a todos los planes porque es un hecho que las empresas están sufriendo los efectos del deterioro del escenario nacional, no sólo por factores del exterior sino en particular por cuestiones internas.
Tampoco los números más recientes permiten soñar con una pronta salida de la recesión global porque los números que llegan de la Unión Europea y de Estados Unidos no pueden ser más contundentes. De Miguel mencionó durante su presentación que la estimación de caída del PBI mundial es de 0,5% para este año –que por otra parte, sigue estando sujeto a permanentes revisiones a la baja-, en tanto se espera un retroceso de 3,4% para EE.UU., con todo lo que implica esta mala noticia en la principal economía del planeta.
El escenario argentino
Este cuadro de situación externa, aunque minimizada meses atrás por las autoridades apelando a la “teoría del desacople” de Argentina de los mercados de crédito, ya está impactando en la economía argentina. Mariano de Miguel hizo un resumen de los principales indicadores a tener en cuenta:
• Salida de capitales. Durante el año 2008 se fugaron del país u$s 23.098 millones, principalmente por la crisis con el agro, que significó un drenaje de 10.393 millones. La reestatización de las AFJPs, sumada al estallido de la crisis mundial, se llevó otros 4.335 millones.
• Depreciación del peso. Según datos de Fundación Garantizar en base a información difundida por los distintos bancos centrales, el peso argentino acumula a mediados de marzo una depreciación respecto al dólar de 21,4% frente al 45,6% del real brasileño y al 46,9% de la moneda mexicana. Otro parámetro significativo es el peso chileno, que muestra una depreciación de 35,9%.
• Política monetaria. La esencia contractiva de la política monetaria que se viene aplicando en Argentina ha derivado en problemas de liquidez y altas tasas. De Miguel se refirió a tasas activas de primera línea casi “prohibitivas” para cualquier proyecto de inversión, que a fines del año pasado alcanzaban el 33%. Si bien ese promedio bajó en febrero pasado a alrededor de 23%, continúan en niveles altos.
• Actividad industrial. Las estadísticas conocidas hasta el momento indican que la tendencia negativa se mantendrá. El año 2008 concluyó con un alza de 3,8% pero en enero la caída interanual alcanzó a 8,1%, y sin miras –por ahora- de una reversión de la tendencia.
• Exportaciones. En enero el derrumbe se registró tanto en cantidades (-25%) como precios (-14%), y lo sintieron sobre todo los productos primarios (-56%) y combustibles y energía (-35%).
• Inversión. Fuentes privadas citadas por De Miguel indican que esta variable sufrió una baja interanual de 16% en enero con respecto a igual mes de 2008. Este dato se relaciona con la baja de las importaciones, que evidencia sobre todo fuertes recortes en ítems vitales para la inversión: 47% en Bienes de Capital y 34% en Piezas y Accesorios. Si bien muchos analistas ven con alivio el hecho de que se mantenga el excedente comercial ya que la baja se dio en las exportaciones y las importaciones casi en la misma proporción, De Miguel enfatizó que esto “no es negocio para nadie porque indica que el ciclo económico entró en una fase descendente”.
• Recaudación tributaria. De Miguel advierte que este escenario repercute a su vez en la recaudación, que muestra una tendencia a la desaceleración desde noviembre pasado. Esto ocurre aún cuando la presión tributaria creció 10 puntos del PBI entre 2001 y 2008. “En este marco, los recursos por distribución automática, que venían creciendo a una tasa anual promedio de 30%, cayeron a 5% en el primer bimestre del año”, explicó, comprometiendo la situación de las provincias.
En resumen, De Miguel señaló que a partir de la combinación de factores ajenos y propios, en la economía argentina se perciben tensiones en el balance de pagos, menos liquidez, tasas más altas, y mayores dificultades para financiar el gasto público con ahorro nacional o con créditos internacionales. Estos efectos sobre la economía del país fácilmente pueden traspolarse a las variables de las empresas, y comprender así que el impacto de la crisis mundial en las pymes es inevitable. Datos como el nivel de inventarios, las ventas –que podría equipararse al producto bruto interno-, y los gastos operativos son los que permiten tener parámetros reales de lo mucho que pegó la debacle.
En relación a la política monetaria, De Miguel llamó la atención acerca de la estrategia argentina, que parece ir por carriles distintos de los habituales en estos casos. “Aunque lo esperable en un marco de crisis es que el Estado se expanda en lo fiscal con una política monetaria progresivamente laxa, destinando fondos para fomentar la actividad económica, se está llevando adelante una política monetaria contractiva con manejo de liquidez hacia la baja y tasas de interés hacia arriba, lo que plantea problemas adicionales para el desempeño económico”, sintetizó. La justificación de esta política desplegada por el Banco Central (BCRA) es la necesidad de defender el valor de la moneda nacional para no correr el riesgo de una mayor fuga de capitales, pero De Miguel advirtió que esa estrategia no es garantía. “Pensamos que la fuga de divisas no se va a evitar por el hecho de defender el valor de la moneda nacional a cualquier precio; no es la mejor decisión llevar adelante una política monetaria contractiva”, opinó.
Un aparte mereció el tipo de cambio competitivo, sin duda uno de los pilares fundamentales del modelo implementado desde la salida de la convertibilidad. No obstante los beneficios que pudo haber traído, De Miguel afirmó que la paulatina apreciación de la economía argentina en términos reales suma un elemento de complejización al panorama presente, y esto ocurre a pesar de que se devalúe unos centavos en términos nominales, “sobre todo si nos venimos apreciendo respecto a nuestros competidores”. Por otra parte, tampoco la devaluación asegura el éxito en términos de intercambio porque si bien suele ser un elemento que da competitividad a la economía porque la abarata, no es en sí misma la panacea. De Miguel explicó que si se analiza el intercambio comercial de la manera más simple, se concluye en que la Argentina mejoró en el comercio exterior en los últimos años. Pero si se analiza en función de términos factoriales, donde además del precio unitario se considera el desgaste y el esfuerzo para producir un determinado bien, se observa que Argentina se benefició con un doble efecto positivo en parte porque llevó el dólar a términos más razonables y competitivos que los que planteaba la convertibilidad, pero también por un hecho externo, que fue el aumento de los precios internacionales de las materias primas. Hoy, aclaró De Miguel, se está dando el doble efecto negativo porque el país se empieza a apreciar en términos reales mientras que el intercambio se empieza a deteriorar de la mano de la retracción del comercio mundial, tanto en cantidades como en precios.
Silvia Martínez