Cumbre UE-CELAC noviembre 2025

La cuarta cumbre UE–CELAC, que tuvo lugar los días 9 y 10 de noviembre de 2025, se celebró en Santa Marta, Colombia, y su importancia radica, entre muchos temas, en que este espacio reúne a los 27 países de la Unión Europea y los 33 de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), lo que significa una masa crítica enorme desde lo político, económico y simbólico. 


Bogotá y Bruselas llevan años usando este espacio como un foro clave para consolidar la cooperación birregional, especialmente ante desafíos globales como el cambio climático, la seguridad o la desigualdad, entre otros.

Así, el hecho de que el presidente Gustavo Petro (presidente de Colombia y presidente pro tempore de la CELAC) y António Costa (presidente del Consejo Europeo) copresidieran la cumbre le dio aún más peso, pues el mundo se está moviendo en clave multipolar, y tanto América Latina como Europa tienen interés en reforzar su papel conjunto frente a otros bloques.

Principales temas abordados en la reunión


1. Transición energética

Para empezar, uno de los temas más fuertes fue la transición energética. Había un interés

claro por promover fuentes renovables, por construir redes eléctricas más modernas y

sostenibles, y por diseñar estructuras de cooperación para que América Latina y el Caribe

puedan aprovechar mejor su potencial en energía limpia. La idea no es solo un diálogo

teórico, sino traducirlo en proyectos a través de interconexión eléctrica regional, por ejemplo,

lo que suena como una apuesta para que no solo un país produzca, sino que toda la región se

conecte energéticamente.

La acción climática también estuvo en el centro de la conversación, pues la urgencia de

mecanismos financieros para enfrentar crisis climática, proteger ecosistemas vulnerables y

promover resiliencia quedó plasmada en la hoja de ruta que prepararon para el futuro.

Por otro lado, el tema digital no fue secundario pues se habló mucho de digitalización

inclusiva, de cómo mejorar la conectividad, de promover la inteligencia artificial con

regulaciones éticas. Para muchos en la CELAC, esto es clave pues no basta con tener internet,

es necesario pensar en tecnología que empodere, que incluya, y que no genere nuevas

desigualdades.

Dentro de esa agenda digital aparece también el intercambio técnico, esto teniendo en cuenta

que Europa tiene experiencia, recursos y estándares, mientras que América Latina tiene

urgencias de inclusión y transformaciones. El concierto entre ambas puede ser poderoso si se

maneja bien.

En el ámbito de la ciencia y la salud, hubo voluntad de avanzar hacia una cooperación más

profunda teniendo como objetivo el fortalecer la investigación, producir localmente ciertas

tecnologías médicas y llevar adelante cadenas de valor sustentables (biotecnología, agua,

agricultura). Esa parte no es solo “desarrollo”, también es soberanía, pues depender menos

de importaciones para medicamentos estratégicos y, en cambio, construir capacidades

propias puede generar una gran diferencia en el acceso primario a salud y mejor calidad de

vida.

En seguridad, la cumbre incluyó un capítulo para tratar crimen organizado, trata de personas

y tráfico ilícito. Lo anterior no sorprende partiendo de que el crimen es transnacional, y el

juego oferta-demanda no conoce de fronteras, por lo tanto, este tema es uno de los que más

requiere coordinación entre policías, fiscales, sistemas judiciales. Lo interesante es que se

habló de combinar la cooperación más tradicional con un enfoque de derechos humanos,

evitando caer solo en una lógica de represión.

Como punto a destacar por su “originalidad” fue el Pacto por los Cuidados, una iniciativa

que no se ve tan seguido en estos espacios birregionales. Básicamente, la cumbre debatió

cómo visibilizar el trabajo de cuidado (no solo el pagado, sino también el no remunerado), y

cómo las políticas públicas pueden asumir parte de esta carga y cómo esto es clave para la

igualdad de género y la justicia social.

2. Ausencias, tensiones y brechas

Quizás el punto más delicado de la cumbre está en lo que no ocurrió, pues en la reunión hubo

muchas ausencias que debilitaron la fuerza simbólica del encuentro. Esto no fue solo un

detalle logístico, sino un tema político de fondo como se va a evidenciar a continuación.

Para empezar, varios líderes europeos de peso decidieron no asistir. Entre ellos, la presidenta

de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, canceló su viaje y delegó su participación en

Kaja Kallas. También el canciller alemán decidió no asistir argumentando “baja presencia de

otros jefes de Estado”.

Lo anterior y más ausencias tiene algunas interpretaciones o justificaciones que pueden tener

cierto grado de realidad pero que son difíciles de afirmar con vehemencia, pero entre lo más

sonado y coherente con el contexto internacional actual se señala que está la presión

estadounidense. Esto anterior se puede entender al pensar que, en medio de la cumbre, la

sombra de Donald Trump pesa fuerte y más con las recientes sanciones contra Gustavo Petro

y además acciones militares en el Caribe que irritan profundamente al mandatario

colombiano, quien ha sido crítico de las mismas, así, algunos líderes europeos aparentemente

no quieren complicarse con ese fuego cruzado.

Además, el clima diplomático está “tenso”, y es que no es solo una cumbre de cooperación

unida, sino un foro donde conviven muchas sensibilidades. Hay países latinoamericanos con

posiciones muy distintas sobre Venezuela, sobre Rusia, sobre la soberanía digital, lo que hace

más difícil lograr un consenso potente y valiente. Según algunos análisis, la declaración

conjunta quedó con muchos acuerdos mínimos y declaraciones genéricas, “mosaico de

consensos "más que grandes compromisos contundentes.

También se ha dicho que, para algunos, la cumbre funcionó como un instrumento de política

interna. En Colombia, por ejemplo, organizar la cumbre en Santa Marta es una jugada

simbólica muy fuerte para el gobierno de Petro, pues se puede interpretar como un mensaje

de protagonismo internacional y también de proyección local, lo cual ha sido una constante

durante el actual periodo presidencial.

Por otro lado, algunos analistas critican la elección de Santa Marta como sede, pues, aunque

es un lugar con peso histórico y cultural, algunos medios locales señalaron que logísticamente

no estaba tan preparada para recibir delegaciones masivas. Esto podría haber sido una barrera

adicional para que algunos jefes de Estado cancelaran, además del riesgo político, aunque

quizás esto nunca se sepa a fondo.

En resumen: las ausencias no son solo “gente que no vino”, sino una señal política con cierto

peso, que indica que, para algunos, seguir la ruta birregional es útil, pero no lo

suficientemente priorizada cuando hay riesgos geopolíticos o costos simbólicos.

3. Balance y miradas al futuro

Como resumen, iniciando con las cosas buenas que dejó la cumbre, se encuentra la creación

de una agenda ambiciosa, con temas de futuro (energía, tecnología, cuidado), y con la

voluntad de usar la cooperación más allá del clásico comercio-inversión. Así, los acuerdos

alcanzados pueden servir como hoja de ruta para proyectos más concretos en los próximos

años.

Pero también hay una advertencia real para este tipo de espacios en general, y es que sin

liderazgos fuertes y sin una implicación política profunda, muchos de esos compromisos

pueden quedarse en promesas o documentos bienintencionados (como tantas veces a ocurrido

en la historia). Además, las ausencias estratégicas ponen en evidencia que no todos los actores

birregionales están dispuestos a apostarle con todo, especialmente si hay tensiones externas

(como las relaciones con Estados Unidos).

Si la cumbre funciona realmente, los siguientes pasos dependerán de que se creen

mecanismos de seguimiento, de financiación clara y de estructuras que permitan que los

temas como la digitalización, la justicia social y el cuidado no queden en el papel. También

será clave que la CELAC y la UE mantengan el diálogo, incluso cuando la coyuntura

internacional se complique.

Por último, más allá de lo técnico, el valor simbólico sigue siendo muy potente, pues el

señalar que Europa y América Latina siguen hablando con seriedad y con aspiraciones

comunes, en un momento en el que muchos otros espacios globales se fragmentan, es por sí

mismo un hecho relevante.

Fabián Parra. Politólogo colombiano. Candidato a Maestría en Procesos de Integración regional en la Universidad de Buenos Aires

Fabian Parra