El acuerdo Mercosur-CAN
Con la firma del Tratado de Libre Comercio entre el Mercosur y los países de la Comunidad Andina del 16 de diciembre de 2003, la Cumbre de Montevideo logró dar impulso a una herramienta estratégica de cara a las negociaciones internacionales en que está embarcado el bloque del Cono Sur. Una zona de libre comercio sudamericana, que llevará incluida una garantía de protección para los productos sensibles de la región: la salvaguardia agrícola.
El acuerdo se alcanzó después de varios días de duras negociaciones, en las que los representantes uruguayos fueron reticentes a la admisión de los socios andinos, argumentando que esta ampliación podría ocasionar la pérdida de ventajas históricas por parte de las economías más débiles del Mercosur.
Si bien penden de discusión la lista de bienes que serán alcanzados por los beneficios arancelarios –que deberán alcanzar al 80% de los productos en cuestión para encuadrarse en la definición de tratado de libre comercio, en períodos de 4, 10 o 15 años-, y los efectos económicos tardarán en comprobarse, el acuerdo con la CAN deja sentadas las bases de un compromiso que beneficiará las negociaciones del Mercosur en el ámbito del ALCA. Obliga a los países andinos a comunicar a bloque del Cono Sur cualquier concesión que hagan a otros países, y determina que las ventajas concedidas a terceros deban ser extendidas a los socios de la unión aduanera.
Herramienta invalorable en el marco de las negociaciones hacia el área americana, cuando Estados Unidos despliega una política basada en la firma de acuerdos bilaterales con los países del continente, en un marco en el que las duras negociaciones hemisféricas arrojan dudas sobre el cumplimiento de la agenda del ALCA hacia 2005.
La aplicación de la clásula de salvaguarda agrícola ayudó a disolver las resistencias de uno de los países claves en la región, como es Colombia. La salvaguardia opera automáticamente, suspendiendo el margen de preferencia otorgado al exportador, cuando el crecimiento de las importaciones supere el 20% (del total de importaciones), o cuando la caída de los precios de importación sea mayor a 15% y 20% después del quinto año de vigencia del acuerdo.
El interlocutor brasileño
El consenso logrado en el Mercosur acerca de la ampliación a la comunidad andina (Perú y Bolivia contaban con acuerdos con el Mercosur, a los que se suma el reciente firmado por Colombia, Venezuela y Ecuador) coincidió con un avance en la superación de contradicciones internas que habían recrudecido en los últimos meses. Itamaraty, junto a la Cancillería argentina, trabajó en el impulso del plan de trabajo 2004-2006 (presentado en la reunión presidencial de junio de 2003 como Objetivos 2006), con la meta básica de llegar a la total liberación arancelaria con la conclusión de ese período.
Será un factor de cohesión comercial que ayudará a impulsar las negociaciones con la Unión Europea, según lo manifestara el propio comisario de comercio Pascal Lamy, que en su intervención como invitado a la cumbre de Montevideo, advirtió que el bloque debe escapar a “la tentación de ceder a excepciones y compromisos ambiguos”, como forma de garantizar el cumplimiento de los acuerdos a los que se arriben entre Europa y el Cono sur.
Con el impulso de la unión aduanera y la ampliación a la CAN, reflejados en la extensa Declaración de Montevideo, el gobierno de Lula da Silva consolida a Brasil en el Mercosur en su rol de unificador sudamericano. Al mismo tiempo, lo ubica como sólido interlocutor regional en los escenarios internacionales. Brasil es miembro clave del G20 de países en desarrollo que opera en el ámbito de la Organización Mundial de Comercio contra la política de subsidios agrícolas de la Unión Europea y Estados Unidos. El procedimiento especial de cooperación con Argentina –a la que el canciller Amorim declaró como socio estratégico de Brasil-, para integrar en forma compartida las delegaciones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, creando un precedente significativo en la diplomacia conjunta, apunta en el mismo sentido.