El Mercosur en un nuevo contexto global

¿Qué pasó a partir de los 30 años del Pacto Alfonsín-Sarney?, se preguntó Félix Peña al comenzar su exposición del 15 de julio en la Embajada de Brasil, patrocinada por el Grupo de las mayores empresas de ese origen en Argentina.


En su ponencia, Félix Peña se refirió a los cambios en el mundo a partir de la creación del Mercosur, y la necesidad de aggiornar el bloque, simplemente recorriendo el camino original pactado, que no se respetó, expresó.

Sin necesidad de renegociar el tratado, se trata de completar el operativo limpieza de medidas que no acuerdan con lo pactado, especialmente en temas de servicios e inversión.

Enfocando nuestra mirada –y en especial referencia a la relación Argentina-Brasil, que fue el tema convocante- encontraremos que el problema se localiza en pocos sectores. Pero en la práctica, se hace necesario trabajar sector por sector.

En consonancia con su último trabajo publicado en el sitio www.felixpena.com.ar,

el economista planteó el problema de la tendencia recurrente al deterioro de las realidades y de las expectativas que, por momentos, generan los denominados procesos de integración económica entre países que comparten una misma región.

Son procesos que han comenzado planteando objetivos ambiciosos y que, por ende, han generado fuertes expectativas en las respectivas ciudadanías. Han abierto horizontes futuros positivos y proyectados al largo plazo. Además de lograr el apoyo de las ciudadanías, han apuntado a impactar a inversores potenciales y a terceros países, por su capacidad para incidir en el desarrollo de los países participantes. En parte todo ello se ha acrecentado por el esfuerzo mediático que se suele emplear en acreditar la solidez futura de los compromisos asumidos por las naciones participantes.

Sin embargo, tarde y a veces también temprano, las ilusiones y las expectativas suelen diluirse. Ello ha sido así por diversos motivos, entre los cuales pueden mencionarse los cambios en las circunstancias - exógenas y endógenas - que originaron la voluntad y el compromiso al trabajo conjunto entre las naciones participantes, como también las múltiples deficiencias en los enfoques y en los métodos de trabajo empleados en cada caso concreto.

Lo antes mencionado se observa en la trayectoria histórica de la integración económica en América Latina. Cabe recordar al respecto, que un primer esfuerzo de integración regional se encaró a través de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALALC). Fue creada en 1960. Su deterioro gradual se produjo a partir del momento en que estuvo claro que no podrían cumplirse las metas ambiciosas de desgravación arancelaria resultantes del pacto fundacional del Tratado de Montevideo. Por presiones externas -especialmente de los Estados Unidos- fue necesario adoptar la fórmula de una zona de libre comercio, sobre la cual no había experiencia previa en la región. Se consideraba que tal fórmula era la única que permitía compatibilizar un área de preferencias comerciales sectoriales de alcance regional -que era el real objetivo perseguido- con las disposiciones del GATT. Fue necesario luego transformar la ALALC en la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), introduciendo mecanismos y plazos más flexibles. Tal flexibilidad – que no siempre ha sido suficientemente aprovechada - se legitimó en el GATT en el marco de la Cláusula de Habilitación, negociada especialmente por los países latinoamericanos que Partes Contratantes en la Rueda Tokio, concluida casi simultáneamente con la firma del Tratado de Montevideo de 1980.

Tampoco pudo sostenerse a través del tiempo el proceso subregional del denominado Grupo Andino, transformado luego en la Comunidad Andina de Naciones. En sus comienzos, ambos generaron fuertes expectativas y contaron con el liderazgo de algunos de los países que impulsaron luego la actual Alianza del Pacífico.

Y hoy se observa un creciente debate sobre cuán sustentable puede ser en el tiempo el Mercosur, al menos con sus alcances y metodologías actuales. Es el mencionado un debate que no se presenta sólo en América Latina, como lo pone de manifiesto la evolución más reciente de la Unión Europea, y los dilemas planteados, entre otros, por el denominado “Brexit” y por la tendencia a un creciente “euro-escepticismo” en la ciudadanía europea.

En nuestra región, incluso, es demasiado temprano para considerar que la Alianza del Pacífico será una excepción a la “curva del desencanto”. Tiene mucho impulso político y fuerte presencia empresaria. Pero su principal instrumento comercial, el Protocolo Adicional al Acuerdo Marco de la Alianza del Pacífico, firmado el 10 de febrero del 2014, recién ha entrado en vigencia en mayo de este año.

La metodología de integración económica desarrollada en América Latina ha estado caracterizada entonces por ser impulsada de arriba hacia abajo. Por lo general se ha originado en decisiones gubernamentales con objetivos, a la vez, políticos y económicos. Cambios en las políticas gubernamentales, a veces producto de los que se observaban en el contexto internacional de la región, sumados al hecho que la calidad institucional no siempre ha sido sólida, contribuyen a explicar las frecuentes discontinuidades en el desarrollo de los diferentes procesos de integración económica de la región.

Las experiencias de otras regiones y en especial la del sudeste asiático y la europea, ponen de manifiesto la importancia que tiene en una mayor sustentabilidad en el largo plazo de los procesos de integración, lo que en su momento Jean Monnet denominó las “solidaridades de hecho”. Esto es, el desarrollo de un tejido de intereses sociales entre los países de una misma región que, al ser profundos y no fáciles de desatar, tornan difícil - nunca imposible - el retroceder a cuadros de situación caracterizados por la fragmentación y más aún por la confrontación.

Tales tejidos se desarrollan a medida que crece la conectividad física y cultural entre los distintos países, la que facilita entre otros efectos, el desarrollo de redes productivas transnacionales y, en particular, el comercio y mayor conocimiento recíproco derivado del intercambio de bienes y de personas, incluyendo sobre todo profesionales y estudiantes. 

De allí la importancia creciente que ellos tienen para el futuro desarrollo de una integración y cooperación más intensa entre los países de la región, especialmente en el plano de la producción, de la innovación y de la creatividad. Sus efectos trascienden lo económico. Contribuyen a tornar menos reversible la vocación de trabajo conjunto impulsado desde el plano gubernamental.

En su inserción internacional, la Argentina tiene fuertes desafíos por delante a fin de desarrollar estrategias que permitan una proyección sostenida hacia los mercados del mundo y, especialmente, de la región, de su capacidad para producir bienes y servicios competitivos. Son estrategias que, para ser eficaces, conviene que cuenten con una activa participación de las instituciones representativas de los intereses productivos y, en especial, de los de las pequeñas y medianas empresas.

Por ser un país federal, para ser plenamente eficaces, tales estrategias deberán potenciar la estructura institucional que a nivel gubernamental y de los sectores productivos tienen o puedan desarrollar las distintas provincias del país. Es el país en su conjunto el que debe movilizarse para proyectar al mundo el talento de los argentinos, traducido en capacidad de producir bienes y servicios inteligentes que sean competitivos y, por ende, valorados en el resto del mundo.

Ello implicará intensificar las sinergias público-privadas-académicas en todo el país, tanto en el plano de la capacidad de diagnóstico, como en el de la presencia sostenida y de largo plazo de sus empresas, en los distintos mercados a los que se aspira a llegar con bienes y servicios que sean resultantes de esfuerzos de innovación y de creatividad.

Implica asimismo desarrollar capacidades de asociación con otras empresas del propio país y de otros países y, por cierto, capacidades para incidir en las negociaciones comerciales internacionales en las que participa el país junto con sus asociados del Mercosur.

 

 

(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales - Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group.

 

Félix Peña