El MERCOSUR, más político que nunca

El MERCOSUR decidió aplicar la cláusula democrática a Venezuela porque según se afirma no tiene un régimen democrático de gobierno. En este punto se sigue la regla de aplicar la cláusula democrática al más débil, porque es justo destacar la abismal diferencia entre lo ocurrido en Paraguay en 2012 con Fernando Lugo o lo no ocurrido en Brasil con la destitución a Dilma Rousseff, pero aún así a ningún integrante del MERCOSUR se le ocurrió pedir la aplicación de la cláusula democrática a Brasil.


Tomando en consideración las diferentes definiciones acerca del concepto de integración regional, podemos afirmar que las más tradicionales, utilizan los aspectos económicos y los aspectos más relacionados con las cuestiones políticas, entendiendo que para que exista la integración política deben haberse transitado antes los caminos de la integración económica en sus diversas fases. Siguiendo los modelos de integración o bien cooperación en América Latina ambas definiciones fueron tomando protagonismo según el momento histórico en los que se analicen. Así, en sus inicios, el perfil económico fue el que lideró la agenda mientras que con el nacimiento del MERCOSUR los países fundadores además de la faceta económica impulsaron las bases de la integración política. Años más tarde, en una suerte de pleamar y bajamar política, el aspecto político propiamente dicho volvió a ocupar el centro de la escena y se cristalizó en una serie de acuerdos que primaron esa perspectiva.  Lo curioso es que con la llegada a los gobiernos del bloque de fuerzas menos progresistas (en términos teóricos al menos) se preveía un renacer de las posiciones más economicistas en desmedro de las políticas, sobre todo considerando primero el amanecer del bloque de la Alianza del Pacífico en el 2011 sin agenda política pero con un perfil comercial por lo menos interesante y segundo por el perfil de los nuevos gobiernos electos. Todo parecía virar en ese sentido,  pero lo que ocurrió fue lo contrario.

 

El Regionalismo en América Latina

Para los estudiosos en la materia, las experiencias de integración en América Latina pueden estudiarse en función de diferentes etapas clasificadas como olas de integración, donde cada una está marcada por diversos condicionantes del momento histórico y por las características que las instancias adquirieron para encaminar la integración hacia los modelos de desarrollo pergeñados por los países participantes del o de los acuerdos vigentes.

Tal es así como la primera etapa del conocido Regionalismo Cerrado o Viejo Regionalismo que se sitúa entre los años cincuenta y setenta promovía en plena guerra fría los modelos de integración como un instrumento más en la política económica de los países servil a la superación de las limitaciones de los mercados nacionales con el fin de generar nuevos espacios económicos en la promoción de la creación de las industrias con mayor escala.

La segunda etapa que abarca las décadas de los ochenta, noventa y principios del dos mil, conocida como Regionalismo Abierto, estuvo caracterizada por la proliferación de acuerdos de libre comercio, uniones aduaneras y propuestas para la creación de acuerdos que tenían como objetivo la consecución de un mercado común como el MERCOSUR, en el marco de la implementación de las políticas de tinte neoliberal en toda la región pero así también la recuperación del régimen democrático en países como Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay. Las condiciones endebles de la situación política en la región, además de la profunda crisis económica de los años ochenta, obligaron a los países a encontrar una manera de resolverla. Para ello fue necesario abandonar cualquier tipo de rivalidad y así lo entendieron Argentina y Brasil en principio dando paso a la cooperación de la mano de los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney. La integración plasmada en el MERCOSUR, siguió el camino de la defensa de la democracia como condición indiscutida para el desarrollo en la región.

Por último la reciente etapa del llamado Regionalismo postliberal que coincide con la llegada de los gobiernos populistas de varios de los países latinoamericanos con un diseño basado en la centralidad de los asuntos políticos y la centralidad del Estado a la cabeza del desenvolvimiento de un nuevo modelo de desarrollo concentrado en la ampliación de los mercados internos, la explotación indiscriminada de los recursos naturales, y la incorporación institucionales de los temas sociales y de participación colectiva en detrimento de los debates por los temas estrictamente comerciales, por lo menos en el relato.

Los cambios de gobierno en la región, sobre todo en Argentina y Brasil luego de la destitución de Dilma Rousseff, y sumado a la irrupción de la Alianza del Pacífico-año 2011- como proceso de integración de los modelos denominados,de alguna manera, de países exitosos -menos México- que no sienten la crisis económica como el resto de sus vecinos debido en líneas generales a sus diseños de inserción internacional, dejaron el escenario preparado para la oposición ahora fuera del poder y su amenaza constante sobre el fin de la integración latinoamericana como relato romántico de doscientos años de historia.

Entonces, nuestra pregunta para este escueto artículo es, ¿podemos afirmar que el MERCOSUR vira a un revival del regionalismo abierto de los años noventa? ¿Podemos afirmar que el MERCOSUR ha echado por tierra la integración o cooperación política?

 

El MERCOSUR político

Nosotros creemos que el MERCOSUR político está más vivo que nunca. Durante la etapa del pensamiento único de los gobiernos denominados populistas -2000/2015- no hubo debate político entre los miembros, si por política tomamos la definición de Nicolás Maquiavelo y la denominamos como el arte de la negociación y la persuasión. En esos años de populismo renovado en todo su esplendor, a través de una decisión arbitraria se decidió sin contemplar la institucionalidad del caso, suspender a Paraguay para incluir inmediatamente a Venezuela, dejando sin palabras a Uruguay. A partir de ese hito es que el MERCOSUR se desnaturalizó y no supo a dónde ir más que a fagocitar los discursos vacíos de medidas concretas para el desarrollo de los países en un mundo globalizado y con el multilateralismo en crisis.

En la misma línea se optó por utilizar al MERCOSUR como caja de resonancia regional de propuestas políticas internas que redundarán, de manera dialéctica, en un reforzamiento interno de las posiciones asumidas por su respaldo regional.

Pero este juego discursivo no tenía sustento en la realidad y así fue como se anunciaron numerosas medidas y líneas de acción que según sus promotores generarían el desarrollo socio económico de la región y sin embargo, según datos estadísticos internacionales, la distribución de la riqueza no mejoró en términos sustanciales. Lo único que mejoró, aunque de manera ficticia, fue la reputación de los líderes nacionales que encontraron entre sus pares de la región el ámbito propicio para su autoelogio. Y Brasil, el ganador indiscutido, logró plasmarse como un líder mundial trascendiendo el liderazgo regional utilizado para aquel fin.

Ahora bien, la situación cambió de plano cuando cambiaron los gobernantes de las dos principales potencias del bloque, y lo que hasta ahí se toleraba o se compraba con petrodólares dejó de tolerarse o de ser vendido, y empezó a exigirse un comportamiento que hasta entonces ni siquiera se promovía. Entre otras cosas, y dada la falta de consenso entre los Estados Parte (no hay que olvidarse que las decisiones en MERCOSUR se adoptan por unanimidad), para evitar la vía de la exclusión directa de Venezuela del bloque por violación de derechos humanos tal como pretendía Mauricio Macri desde antes de ser electo Presidente de la República, se abrió un impasse de negociación política bajo el paraguas de la incorporación de la normativa mercosureña al acervo bolivariano. Esta exigencia, que por cierto no cumple ninguno de los países que la exigen, es un claro ejemplo de cómo se puso la política, en el sentido de negociación y acuerdo, por encima de cualquier otra lógica de funcionamiento interno, incluso la jurídica, con Argentina liderando el proceso.

Así pues, en abril de este año el bloque decidió suspender provisoriamente a la República Bolivariana de Venezuela por no haber cumplido con la internalización de normas comprometida al momento de haberse incorporado al bloque.

Cuatro meses después, el MERCOSUR decidió aplicar de manera unánime(que como dijimos es la única posible) la cláusula democrática a Venezuela porque según se afirma no tiene un régimen democrático de gobierno. En este punto se sigue la regla de aplicar la cláusula democrática al más débil, porque es justo destacar la abismal diferencia entre lo ocurrido en Paraguay en 2012 con Fernando Lugo o lo no ocurrido en Brasil con la destitución a Dilma Rousseff, pero aún así a ningún integrante del MERCOSUR se le ocurrió pedir la aplicación de la cláusula democrática a Brasil tras los sucesos que culminaron con el arribo al poder del actual Presidente y ex Vicepresidente de Rousseff (prohibido olvidar) Michel Temer. Durante el proceso de destitución de la presidenta brasileña afirmaba en cada declaración que era víctima de un Golpe Parlamentario.

En Venezuela, sin embargo, la situación es más delicada, puesto que la violación de derechos humanos es constante desde hace varios años con el recrudecimiento de la violencia en el último tramo. Ante esto, el MERCOSUR decidió privilegiar la negociación y el accionar diplomático por encima de la aplicación de la fría norma.

El MERCOSUR lejos de abandonar su faceta política, la ha manifestado más que nunca. La suspensión reciente de Venezuela por “cuestiones políticas” deja a los agoreros del discurso peyorativo sobre la supuesta vuelta al MERCOSUR de la agenda negativa o económica en un cien por ciento, en un lugar incómodo, aunque no difícil para justificar lo imposible, siendo esa su mayor virtud y desvirtud a la vez, en este caso un auto golpe anunciado.

La clave ahora es la construcción del futuro. Hubo acuerdo político sobre qué no se quería en el MERCOSUR y Argentina tomó la posta de liderar el proceso de la negociación y persuasión sobre todo con Uruguay teniendo en cuenta cómo el tema Venezuela tiene dividido al Frente Amplio. El desafío ahora es lograr los mismos consensos para diseñar el futuro común que se quiere y trabajar mancomunadamente para alcanzarlo más temprano que tarde.

 

* Licenciada en Ciencia Política | florenciadeich@hotmail.com | @flordeich

** Licenciado en Ciencia Política | eduardorivas07@gmail.com | @eduardorivas07

Florencia Deich/ Eduardo Rivas