¿Hacia una nueva etapa en las relaciones comerciales internacionales?

El hecho que en la Conferencia de Buenos Aires no se hayan logrado aprobar decisiones significativas para encarar algunos de los principales problemas que están incidiendo en el desarrollo del comercio mundial, confirma la impresión ya generalizada en el sentido que una etapa del actual sistema comercial internacional está llegando a su fin, explica el académico Félix Peña en su newsletter de Diciembre 2017.


La Conferencia Ministerial de la OMC (diciembre de 2017) en Buenos Aires, ha confirmado la impresión de que se está transitando hacia una nueva etapa del sistema internacional del comercio mundial. Difícil es hoy prever cuánto tiempo demandará tal transición ni sobre cuáles serán sus resultados. El hecho que en la Conferencia de Buenos Aires no se hayan logrado aprobar decisiones significativas para encarar algunos de los principales problemas que están incidiendo en el desarrollo del comercio mundial, confirma la impresión ya generalizada en el sentido que una etapa del actual sistema comercial internacional, está llegando a su fin.

Es la iniciada al concluir la Segunda Guerra Mundial y que diera origen, con la creación del GATT y luego de la OMC, a las actuales instituciones y reglas del juego multilaterales de alcance global. Es también la que se inició con distintas modalidades de experiencias regionales con incidencia en el comercio y las inversiones transnacionales, tales como la de la integración europea y luego la latinoamericana, entre otras.

Al menos tres factores explican la actual transición hacia una nueva etapa del sistema internacional del comercio mundial. Uno es el poblacional. No sólo el mundo tiene más gente, sino que el crecimiento demográfico y las pirámides de edades, generan un mapeo poblacional con diferencias a los del pasado.

Es ello claro en el caso de Asia, pero también de África y de América Latina. Las tres regiones tienden a adquirir un protagonismo creciente en las relaciones comerciales internacionales. Se destacan, por lo demás, por un fenómeno con incidencia en comportamientos sociales, expectativas de vida, y niveles de consumo. Es el del crecimiento de la clase media urbana, con una capacidad de consumo, un nivel de información sobre sus opciones y, por ende, un empoderamiento relativo, imposibles de ignorar en las estrategias de inserción en el mundo de un país, cualquiera que sea su dimensión y su grado de desarrollo.

Otro factor es el de la conectividad entre naciones y mercados. Por los cambios tecnológicos el mundo está más conectado. La conexión es física y digital, pero también económica y cultural. Bienes y servicios, ideas y valores, costumbres y pautas de consumo, tienden a asimilarse pero a la vez a diferenciarse. Es el actual un mundo más similar en muchos aspectos, y más diferenciado en prioridades y expectativas. Entenderlo es una necesidad creciente para quienes intenten competir por los mercados mundiales.

Y un tercer factor es el que todos los protagonistas -naciones o regiones, consumidores o productores, empresas o ciudadanos- tienen múltiples opciones para lograr los objetivos que se fijan en sus estrategias de inserción en el comercio mundial.

Entender la dinámica de tales opciones será en adelante una condición necesaria para competir y negociar con éxito. Implica saber qué quiere obtener un país en su inserción comercial en el mundo, pero sobre todo saber qué puede obtener. Y esto depende del conocimiento que un país tenga de su valor relativo para aquellos con los cuáles le interesa interactuar.

Es posible prever que el mundo de los próximos años será dinámico, complejo e impredecible. Quizás más que en los últimos años. Ello repercutirá en las relaciones comerciales internacionales. Todos los países, incluso la Argentina, tendrán que tener la habilidad de identificar y valorar todas las opciones factibles para su estrategia de inserción comercial internacional. Requerirá algo que no siempre ha abundado en nuestra forma de imaginar la inserción internacional del país. Esto es, la necesidad de conciliar, en forma simultánea, visiones e intereses de corto plazo con los del muy largo plazo.

Pero también requerirá la capacidad de prever y captar a tiempo, los que probablemente serán continuos desplazamientos de ventajas competitivas entre naciones y empresas, originados en cambios tecnológicos, en variaciones del poder relativo de los protagonistas, o en transformaciones culturales que incidan en valores y prioridades de los consumidores.

Al menos en tres planos el 2018 plantea desafíos para una estrategia comercial internacional inteligente de la Argentina. Requerirán acentuar la eficiencia de diagnósticos de calidad sobre los cambios profundos, y no sólo los coyunturales, que se operen en los distintos países que participan de la competencia económica global.

Uno es el plano del sistema multilateral del comercio mundial. Las instituciones y reglas existentes -que provienen de iniciativas impulsadas en su momento por los EEUU- y que algunos consideran hoy que están quedando obsoletas, requerirán de un esfuerzo de rediseño no fácil de concretar.

Que no es ni será fácil, lo ha puesto de manifiesto precisamente la XI Conferencia Ministerial de Buenos Aires. Nuestro país, por presidir a partir de este mes de diciembre el G20, cuya Cumbre se realizará al finalizar noviembre del 2018, tendrá la oportunidad -y la responsabilidad- de poner de manifiesto una capacidad para facilitar la concertación de intereses y visiones, por momentos divergentes, que se observan entre los muchos países con capacidad de incidir en el diseño de reglas de la gobernanza comercial global que aspiren a tener efectividad, eficacia y legitimidad.

Otro es el plano inter-regional. En la etapa que ha comenzado a desarrollarse en las relaciones comerciales entre las naciones, la inserción asertiva en la creciente red de acuerdos inter-regionales será fundamental para la proyección al mundo de lo que la Argentina pueda ofrecer a los otros mercados.

Lo que se ha observado este año en algunos de los principales nodos de esta red, indica la necesidad de abordar con una estrategia asertiva y eficaz la cuestión de las negociaciones inter-regionales que, a partir del Mercosur, se puedan desarrollar con otros países y con otros acuerdos regionales. Al respecto cabe tener presente que tanto el NAFTA como la UE -especialmente como consecuencia del Brexit- enfrentan crisis metodológicas, que por momentos parecen ser existenciales. Se encuentran entonces en una transición hacia algo que probablemente será diferente con respecto a lo que ha existido hasta ahora.

Y el tercero es el plano regional latinoamericano. Tras sesenta años de distintas iniciativas orientadas a la integración económica, a la conexión física y a la articulación productiva entre países de la región, se observa un reconocimiento de que se requieren enfoques y métodos de trabajo diferentes a los empleados hasta el presente.

El propio Mercosur está necesitando una puesta al día, que puede implicar cambios metodológicos significativos, sin perjuicio de preservar las razones fundamentales que llevaron a sus países fundadores a optar por trabajar juntos en el plano de sus objetivos de desarrollo económico y social, en un contexto de paz y estabilidad política del "barrio".

Sus relaciones con los países de la Alianza del Pacífico -que en algunos casos son intensas y en todos son muy necesarias-, como con los otros países de la región, requerirán en el año 2018, seguir impulsando la iniciativa del Chacho Álvarez -su anterior Secretario General- de sacar el máximo beneficio al no siempre aprovechado marco institucional de la ALADI, a fin de acrecentar la conectividad comercial y económica entre sus países miembros, y al menos entre los más interesados. Cuba y Panamá son países miembros, y otros países Centroamericanos y del Caribe pueden tener en el futuro la oportunidad de incorporarse. Son hechos que acrecientan el valor que la ALADI tiene para llevar a la práctica los sueños que líderes latinoamericanos -entre otros Arturo Frondizi-, tuvieron en el pasado sobre el trabajo conjunto entre países de la región.

Un reciente "hecho cargado de futuro" ilustra sobre los cambios que se están produciendo en el comercio de bienes y de servicios. Es lo que ocurrió en la celebración del "Día del Soltero" en China. Este 11 de noviembre, en sólo 24 hs las compras "on-line" de consumidores chinos fueron del orden de los 23.000 millones de dólares. Comercio digital, estrategias de "internacionalización de nicho", generalización del "exporta simple", conexión directa transfronteriza entre productores y consumidores, son conceptos que tal hecho está indicando como factibles y que la estrategia argentina de inserción internacional inteligente deberá tomar en cuenta en el 2018.

Ello implicará acentuar mucho los esfuerzos de renovación de conceptos, paradigmas, diagnósticos e instrumentos con los cuales los argentinos procuremos acrecentar y diversificar la proyección al mundo de lo que podemos hacer, entre otros factores, por nuestra creatividad, dotación de recursos y entorno regional.

 

 

Texto completo: www.fpena.com.ar

(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales - Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group.

 

 

Félix Peña