Temas de Integración: Alianza Estratégica

Nos ha visitado la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff, quien puso de relieve el carácter “estratégico” de la alianza brasileño argentina. Como toda estrategia es diseñada, necesariamente, para alcanzar un objetivo, y en este caso se trataría de un objetivo de la más alta política de estado, resulta oportuno recordar que en la Declaración Conjunta suscripta por la visitante y la presidenta Cristina Fernández el 31 de enero de 2011 se coincide en que es objetivo de aquella alianza que ambos países conformen “el eje constitutivo de la integración a nivel regional”, lo cual, como puede advertirse, no es poca cosa.


Nos ha visitado la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff, quien puso de relieve el carácter “estratégico” de la alianza brasileño argentina, expresión utilizada también con frecuencia entre nosotros.

Como toda estrategia es diseñada, necesariamente, para alcanzar un objetivo, y en este caso se trataría de un objetivo de la más alta política de estado (1), resulta oportuno recordar que en la Declaración Conjunta suscripta por la visitante y la presidenta Cristina Fernández el 31 de enero de 2011 se coincide en que es objetivo de aquella alianza que ambos países conformen “el eje constitutivo de la integración a nivel regional”, lo cual, como puede advertirse, no es poca cosa.

Los acuerdos existentes en este momento colocan como principal ámbito regional de integración a la Unión de Naciones de la América del Sur (UNASUR), asentada sobre una formidable masa continental abierta a los dos mayores océanos, dentro de la cual coexisten procesos integradores menores que ambos países integran:
- ALADI, lo que nos mantiene cerca de México, y MERCOSUR; y uno del que están ausentes, la CAN, Comunidad Andina de Naciones.

Como novedad encontramos dos países y un territorio sin origen ibérico: Guyana y Surinam, incorporados también a la UNASUR, y Guayana, departamento de la República Francesa en el exterior, respecto del cual existen convenios de colaboración suscriptos entre el gobierno francés y el Brasil.

De aquella Declaración Conjunta presidencial surge además que el objetivo continental es independiente respecto del proceso de integración bilateral argentino-brasileño, reconocido también como política de estado por ambos países.

La relación y el compromiso creados entre los gobiernos de Argentina y Brasil implican una responsabilidad mutua hacia el futuro de la cual los argentinos debemos tener una conciencia mayor, no sólo por el papel que nos toca frente a los países hispano hablantes, sino porque los hemos asumido con el que ya es uno de los principales países del mundo y que, según todo lo anuncia, será una potencia no mucho más adelante.

Claro está que hace setenta años, cuando se firmó el primer acuerdo de unión aduanera entre Argentina y Brasil, durante los gobiernos de Ramón Castillo y Getúlio Dornelles Vargas, Argentina tenía un PBI equivalente al 45% de toda América del Sur, incluido Brasil (2), pero no parece que el Brasil actual vaya a sufrir un deterioro feroz como lo tuvo nuestro país en poco más de tres generaciones.

En 1992, a un año de la firma del Tratado de Asunción que crea el MERCOSUR, Alieto Aldo Guadagni, entonces Secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería argentina, se preguntaba, en una publicación oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores: ¿por qué le conviene a Argentina la integración económica con Brasil?, y ¿por qué le conviene a Brasil la integración económica con Argentina?
A la primera cuestión responde: “por el tamaño de la economía (del Brasil) y, en consecuencia de su mercado (el PBI brasileño ronda los 350 mil millones de dólares con 150 millones de habitantes que serán 180 millones a fin de esta década); porque es vecino; porque en muchos aspectos importantes ambas economías son complementarias; porque ellos nos perciben como el principal socio posible para la integración; porque su sostenido crecimiento puede contribuir a generar un efecto “locomotora” sobre la economía argentina, pues bien se ha dicho que Brasil evidencia una tozuda vocación por crecer; porque los acuerdos de integración significan una garantía de seguro acceso a un amplio mercado.”
A la segunda, responde que Brasil lo hace: “en general, para lograr el espacio geopolítico y la masa crítica necesaria que les permitan acceder al club de los países industrializados. Argentina y Brasil juntos, por tamaño de mercado, sumatoria del PBI, espacio geoeconómico, dotación de factores y recursos, y aliados políticamente, pueden aspirar con posibilidades de éxito a convertirse en el nuevo socio del club de los países desarrollados. Brasil cree que una buena asociación con Argentina y con los otros países del MERCOSUR, le facilitará enormemente sus posibilidades de acceder a dicho club …” (3)
Claro está que en el momento en que Guadagni describía lúcidamente las perspectivas anteriores no conocía la devastación que el propio gobierno argentino de la época produciría en la economía nacional y la producción en particular. Veinte años después Brasil ya es miembro del club al que aspiraba, pero Argentina aún no ha podido garantizarse el “seguro acceso a un amplio mercado” y, debemos reconocerlo, no encuentra la manera adecuada de recrear una industria competitiva.

Por lo demás, la integración suramericana tiene por delante un complejo panorama del que no pueden eliminarse las lógicas influencias externas, como lo muestra una crónica de la Revista Dinero.Com de Colombia, del 3 de enero de 2011, según la cual ese país, Perú y Chile (estos dos últimos miembros de ALADI y UNASUR, y asociados al MERCOSUR por tratados de libre comercio) avanzan hacia un Área de Integración Profunda (AIP) que incluye a México, para lo que están definiendo la hoja de ruta que seguirá tras la propuesta inicial hecha en octubre de 2010 por el presidente del Perú, Alan García, a la que se sumó la invitación del Presidente de Chile, Sebastián Piñera, a los de Perú, Colombia y México, durante la Cumbre Iberoamericana de Mar del Plata, para realizar una reunión tendiente a discutir cómo fortalecer su relación.
Según lo explicó el ministro de Comercio, Industria y Turismo de Colombia, Sergio Díaz-Granados, “el concepto de AIP apunta a asegurar la plena libertad para la circulación de bienes, servicios, capitales y personas, es decir, algo similar a un
mercado común, pero con la posibilidad e interés expresado por los Presidentes de incorporarle otras dimensiones”, dijo. En su concepto, “esta es una excelente oportunidad, tanto para mejorar el relacionamiento en comercio, inversión y finanzas, entre nuestras naciones, como para seguir avanzando hacia el objetivo de acercarnos cada vez más a las economías de los países del Asia-Pacífico”.
Los cuatro países constituyen un mercado de más de 200 millones de habitantes y representan más de un tercio del PIB y más de la mitad de las exportaciones de América Latina, aunque estas dimensiones están muy influidas por la participación de México integrante, a su vez, del Tratado de Libre Comercio de Norte América junto con los Estados Unidos y Canadá.

Por otra parte, los Ministros acordaron que este proyecto estará abierto, en particular, a los países que conforman el Foro del Arco del Pacífico Latinoamericano: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Ecuador (éste último también miembro de ALADI y UNASUR).

No sería razonable separar totalmente este proyecto del viaje que en marzo realizará el presidente Barack Obama, en el que visitará a Brasil, cuya importancia en la región lo hace destino inexcusable y que tiene una antigua relación con los Estados Unidos, en la cual es nota emblemática la contribución de soldados brasileños en la batalla de Montecassino; a Chile, aliado democrático y ordenado, con un gobierno cercano ideológicamente e interlocutor en el tema asiático; y a El Salvador, ubicado en el mismo centro del Arco del Pacífico.

Este movimiento puede determinar una organización con un posicionamiento físico volcado fuertemente a la relación con Asia y Asia Pacífico, y con un epicentro de decisión y operativo ubicado en el hemisferio norte, con natural incidencia en los servicios de comunicaciones, transporte, y comercio exterior en general, susceptible de descolocar a los países atlánticos de América del Sur, Argentina y Uruguay en particular.

En el próximo informe comenzaremos a ver algo de lo firmado por las presidentas Rousseff y Fernández.

Notas
(1) Beaufre, Gral. André, Estrategia de la acción, ed. Pleamar, Buenos Aires, 1973; Disuasión y Estrategia, ed. Rioplatense, Buenos Aires, 1980.
(2) Bunge, Alejandro E. Una Nueva Argentina. Ed. Kraft. Buenos Aires. 1940. Reedición Hyspamérica. Madrid. 1984.
(3) Guadagni, Alieto Aldo. “Mercosur: Una Herramienta de Desarrollo”. En “El Mercado Común del Cono Sur”. Centro de Economía Internacional, Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales. Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Buenos Aires. 1992.

* Sixto Portela es abogado, con posgrados en Análisis Estratégico, especialización en Geopolítica y Estrategia, y especialización en Política y Administración Aduanera. Profesor en instituciones especializadas y universidades, participó como asesor en la redacción de numerosos Proyectos de Legislación, realizó tareas de investigación para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, y lo hace para publicaciones especializadas en integración y comercio internacional.
Sixto Portela