Ausencia de liderazgo global y búsqueda de un nuevo paradigma

La pandemia global pone en evidencia que se necesita una cooperación mundial en la producción y distribución de suministros. Urgen reformas estructurales, en favor de resolver la crisis de salud y económica, las deudas soberanas de los países pobres y emergentes, subsidios a la producción, con medidas expansivas de los Estados en favor del empleo y de cooperación científico inmunológica y apoyo a la OMS. Fragmento del trabajo de Daniel García Delgado, director área Estado y Políticas Públicas de FLACSO Argentina.


Hasta la aparición de los dos cisnes negros, la pandemia global y la crisis económica, la situación internacional mantenía una tensión creciente entre el antiguo hegemón, los Estados Unidos, y China como ascendente potencia mundial. El conflicto no era sólo comercial, sino económico, tecnológico y geopolítico. La tensión llegó a un punto tal que algunos especialistas hablaban del “dilema de Tucídides”, es decir, el que ocurrió entre Esparta y Atenas cuando la primera ciudad vió que Atenas crecía indefinidamente, y decide atacarla antes de que la relación de fuerzas fuera demasiado asimétrica. Este enfrentamiento en ciernes no ocurrió porque lo intempestivo e imponderable de Covid-19 y la crisis económica global cambiaron el escenario. No sólo lo transformaron, sino generaron un dilema aún peor. Porque la pandemia global se expande inclementemente y sin barreras (cifras de 2.000.000 de infectados. N del E), junto a una crisis económica mundial que puede ser, incluso, más grave que la del ´30, porque ahora es, a la vez, de oferta y de demanda y donde mil doscientos cincuenta millones podrían perder su trabajo o sus ingresos se verán seriamente reducidos, donde la Organización Mundial del Comercio (OMC), el intercambio global se contraerá en 2020 en niveles de dos cifras y mucho más que por la crisis financiera de 2008.

Lo cierto es que la incapacidad o falta de voluntad de los principales líderes mundiales para concertar una salida colectiva a la crisis desatada por la pandemia del Covid-19 ofreciendo una solución global a un problema de naturaleza también global, terminó por confirmar los pronósticos que vienen anunciando el eclipse del orden internacional liberal.

El cierre de fronteras y el aislamiento nacionalista o pragmático han estado a la orden del día ante la rápida propagación de la pandemia, imponiéndose sobre las soluciones que apuestan a la cooperación y la solidaridad global. Ahora bien, al inicio del gobierno del Presidente de la Argentina, Alberto Fernández, se consideró la necesidad de un nuevo contrato social para superar el modelo especulativo de financiarización predominante durante el gobierno de Mauricio Macri. Pero la situación a dos meses de iniciado el mismo, cambió tan rápido e intempestivamente que debemos pensar no sólo en el nuevo rol del Estado activo en la salud pública, lo social y lo económico, sino también en un nuevo paradigma y contrato social, pero a la vez, que sea global para poder luchar contra la pandemia y la crisis.

Paralelamente comienzan a escucharse pedidos en favor de mayor cooperación o de un renovado y progresivo multilateralismo, en pos de evitar una probable Gran Depresión que se avecina si las tendencias de caídas de las economías y el empleo continúan como hasta ahora (Roubini, 2019), y encontrar soluciones a la pandemia a través de alguna vacuna o tratamiento eficaz.

Como por otra parte la crisis pone en evidencia que se necesita una cooperación mundial en la producción y distribución de suministros de la manera más efectiva posible. Es decir, el unilateralismo en favor de los Estados Unidos (ejemplificado hasta el paroxismo en el gobierno de Trump) con sanciones comerciales para aquellos países que no cumplían sus mandatos; y el multilateralismo regresivo previo a éste (el de la Organización Mundial del Comercio la OMC y la gobernanza del G-7), que sólo servían a las grandes corporaciones de los países centrales, pone en evidencia la necesidad de otro modelo de relación estado mercado y sociedad, y de un multilateralismo progresista.

La cooperación que se requiere ahora es distinta a la del libre comercio, de la austeridad y reformas estructurales, debe ser en favor de las posibilidades de resolver la crisis de salud y económica, las deudas soberanas de los países pobres y emergentes, generar subsidios a la producción, con medidas expansivas de los Estados en favor del empleo y de cooperación científico inmunológica y apoyo a la OMS.

Tal como lo indica la trayectoria de la crisis de COVID-19, se impone un keynesianismo de guerra, de más Estado y solidaridad.

Una América Latina fragmentada ante el doble desafío

La región está fragmentada y sin respuesta común a la pandemia y crisis económica. La economía de América Latina caería este año entre 1,8 y 5.5 por ciento, estima el BID. Meses atrás la entidad anticipaba un crecimiento de la región del orden del 1,6 por ciento. La región aparece gobernada en su mayoría por gobiernos de derecha que apuestan más a mantener la agenda dominante, que a preocuparse por la salud de sus poblaciones. Sin UNASUR, sin instituciones propias que la representen, con la adversariedad panamericanista de la OEA, la mayoría de los gobiernos intentan una vía de despreocupación de la salud, más autoritaria, más fundamentalista como Bolsonaro, Piñeira y Lenin Moreno. Y con apoyo al bloqueo de Venezuela y Cuba aun en estas difíciles circunstancias. La región tiene problemas de deudas soberanas, falta de demanda, desigualdad y un sector creciente de la economía informal que es fuertemente impactada por cualquier política de aislamiento social o decrecimiento de la economía.

A partir de esto podemos sacar algunas conclusiones sobre el actual proceso global donde está inserta la Argentina y la región y la doble crisis mundial y las posibilidades de promover un multilateralismo progresivo o un nuevo contrato social global que modifique relaciones norte sur, en particular sobre la remisión de las deudas externas, y que permita mejor vida para sus poblaciones.

García Delgado invita a pugnar por respuestas globales y regionales más amplias.

Tal vez no se pueda esperar demasiado de instituciones multilaterales como el G-20 en la próxima reunión de Quatar, pero hay signos de cambios en FMI, el BID, entre otros que pueden empezar a reconstruir un multilateralismo progresivo y adoptar medidas de peso económico sobre condonación de deudas soberanas y apoyo a reestructuración sustentable con acreedores privados, replanteo de elusión y paraísos fiscales. Asimismo, está claro que el rol clave que está jugando la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que la autoridad de este organismo debe verse reforzada.

La Argentina, el Estado activo en una nueva etapa

Esta lucha encarada por el Estado y la política aquí y en muchos países del mundo contra los dos “cisnes negros” de la región es decisiva para salvar vidas y para pasar de un modelo especulativo a otro productivo con mayor valor agregado. Salir del mundo unipolar y unilateral y tender a otro multipolar y a una multilateralidad progresiva. Pero se requiere, en un país -donde que ya éramos un país desfinanciado y endeudado-, que le llega la pandemia, con la caída de la actividad y de la recaudación y las demandas más diversas, más recursos y políticas. Por eso, junto con el aislamiento social de la actual cuarentena, el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y la postergación o reducción de cargas patronales de las PyMEs, es necesario modificar el anterior paradigma de financiarización, especulativo y de elites, de avanzar tanto en el fortalecimiento del sistema de salud, en la apuesta a la vida, como en el salvataje del sistema productivo existente.

Con más solidaridad, los que más tienen, tienen que aportar a los que menos. No es un problema de filantropía o donaciones altruistas. Es más profundo, la progresividad de los impuestos, frente a una situación en que los ricos han pagado siempre muy poco. Esto es lo que se intenta con el tributo extraordinario que apunta a los contribuyentes con una gran capacidad de formación de riqueza, por ejemplo, los argentinos incluidos en el ranking de Forbes. En ese sentido, los ricos -señala el economista Branko Milanovic- “deberían darse cuenta de que no sólo están pagando para compensar a los pobres por los ingresos que pierden, sino que también están pagando para evitar un colapso social”.

Menos elusión impositiva y fuga de capitales. El trienio a 2018 fue particularmente intenso en materia de fuga de capitales, marcando un record histórico en la formación de activos externos registrados, pero también en operaciones de “shadow banking” o banca en las sombras fuera de registro y de otras obligaciones locales. La fuga de divisas constituye uno de los mayores condicionamientos para el desarrollo. La AFIP, en este momento analiza 950 cuentas de argentinos en el exterior no declaradas por un monto tal que supera los 2600 millones de dólares.

Más crédito para la producción, con la consigna de que los bancos presten a lo productivo y menos a lo especulativo y al estado. A tasas cero o muy bajas, para poder salvar las pymes, destaca García Delgado.

Más poder público en la relación capital-trabajo. Con otra relación del Estado con los grandes empresarios y empresas multinacionales respecto de despidos o descuentos en formas indiscriminadas, con sanciones ejemplares de modo de desalentar esas prácticas, apunta.

Creación de conciencia ecológica, y replantear el abuso de ‘la casa común’. Este es un tiempo de oportunidad para profundizar el rumbo del desarrollo productivo-inclusivo cuando arribemos a tiempos de post-pandemia, señala el académico.

Y el momento para hacerlo es ahora, en el tiempo de la emergencia, en el que nadie puede desentenderse, explica. Al respecto, Alberto Fernández en la última reunión del Grupo de Puebla, convocó a “pensar de otra manera en construir el mundo que viene. Todo se pone en tela de juicio cuando vemos lo que le pasa al mundo. Una sociedad donde algunos ganan y muchos pierden es una estafa.” Aquí y en todas partes bajo la fiebre y las resistencias del sector concentrado estamos yendo hacia otro paradigma, a otra relación Estado, mercado y sociedad, y es eso es en parte lo trágico y lo fascinante del momento actual, donde ya nada va a ser igual, concluye el catedrático.

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