Brasil sigue siendo importador central
A pesar de la diversificación de mercados y de las elevadas cifras de exportaciones de commodities con destinos diferentes al Mercosur, si nos ubicamos en los sectores metal mecánicos y petroquímicos, Brasil es un importador central de los productos argentinos. El futuro sólo se puede imaginar como un intercambio de bienes industriales, el único sector dinámico en el comercio con Brasil y el único que se puede imaginar como plataforma de un crecimiento industrial en la región, señaló el investigador Jorge Schvarzer en su charla con MABC.
Según qué se mire. Si hablamos de la exportación de soja, la mayor exportación de Argentina, no le podemos vender a Brasil porque también exporta. Si se miran los totales exportados, aparecen grandes cifras de venta a China, pero se trata esencialmente de soja. Si nos concentramos en el acero, Brasil no compra acero porque tiene, vendemos en el mundo. Pero si nos ubicamos en los sectores metal mecánicos y petroquímicos, Brasil es un importador central de los productos argentinos. O sea, le vendemos a Brasil mucho MOI (manufacturas de origen industrial) y ciertos productos agrarios donde tenemos ventajas comparativas, como la malta.
El tema por lo tanto no es lo que se está comerciando en este momento sino lo que ocurrirá en el futuro. Y el futuro sólo se puede imaginar como un intercambio de bienes industriales, que es el único sector dinámico en el comercio con Brasil y el único que uno puede imaginar como plataforma de un crecimiento industrial en la región.
Además, apareció una asimetría muy fuerte en estos años, y es que a partir de la devaluación del peso argentino, Brasil expandió sus exportaciones de una manera espectacular. Estaba exportando cincuenta mil millones de dólares en el ´98, el año pasado llegó a 75.000 y este año se habla de alcanzar los 100.000. El incremento de exportaciones en Brasil en estos seis años equivale a todas las exportaciones argentinas. Por ende, esto hizo que para Brasil ahora la Argentina sea un socio comercial relativamente más pequeño por el aumento de sus ventas al mundo.
Por lo tanto, que la Argentina se plantee una política de crecimiento es un elemento estructural para generar una alianza con Brasil que tenga algún sentido económico en el mediano plazo.
Brasil exporta cada vez a países más diversificados y cada vez más diversificación de productos. La Argentina, que antes era un socio comercial importante, ahora es cuarto o quinto.
Tampoco se soluciona sólo con más integración, porque hay que rever la política industrial interna...
El problema es que el Mercosur es un nombre que esconde distintos contenidos. Para algunos, es un área de libre comercio; para otros es la forma de generar un área en América Latina que responda a las órdenes de los organismos financieros internacionales de una manera más amplia que cada país por separado. Esto es asimilable a la idea de hacer una moneda común en el Mercosur, que no es más que generar restricciones monetarias en todo el mercado común en lugar de que las haya en cada país del bloque. Es una política financiera que no tiene nada que ver con una política de desarrollo. Pero diría que para otros, el Mercosur es la base para hacer una política de desarrollo económico como lo fue la Unión Europea (UE) en su momento. La UE no se hizo con una moneda, sino con una política industrial común. Entonces, estamos discutiendo si hacemos un área de libre comercio, si hacemos una moneda o si hacemos una política industrial en la región. Son tres proyectos que conviven de manera muy confusa. La moneda común es una consecuencia y no un origen, porque puede convertirse en una restricción financiera.
El problema es que con esos tres proyectos distintos hay que avanzar en las negociaciones con la UE y el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA)...
La Secretaría de Comercio norteamericana dijo hace un par de años que cuando se firme el ALCA el Mercosur desaparece. No se trata de “Mercosur en el ALCA” sino de ALCA o Mercosur. El Mercosur puede ser un proyecto de integración y desarrollo regional; el ALCA es un proyecto de integración con EEUU que a la Argentina no le brinda ningún beneficio, porque lo que la Argentina produce no se puede vender en EEUU, y porque la Argentina no va a poder poner barreras a la importación norteamericana, con lo cual no podrá generar un proceso de desarrollo productivo propio. Las empresas estadounidenses vendrán a invertir el día que la Argentina crezca; el capital productivo va a los países que crecen. Y no es que los países crecen porque ingresa el capital productivo, sino que la inversión extranjera directa se dirige a los países que crecen. Por eso en este momento, la mitad de las inversiones del mundo de los países desarrollados va a China, porque crece.
¿El Acuerdo con la UE es de distinto tipo?
Sí, es diferente. Pero lo que mejor le puede vender Argentina a la UE son productos agrarios de clima templado, y la UE tiene una política restriccionista muy fuerte en relación con esos productos. Por otra parte, este año hubo un cambio muy importante, y es que la UE se abrió hacia el este, e incorporó todos los países de Europa del este, que tienen una actividad económica esencialmente agrícola, sobre todo Polonia. De este modo, estamos negociando con la UE como si se tratara de la vieja Europa de los seis cuando ya se convirtió en una Europa de los 25, con un enorme patio trasero de mano de obra barata con la expectativa de incorporar otros más como Bulgaria o Rumania. No sé hasta qué punto a Europa le seguirán interesando estos acuerdos con el Mercosur como hace cuatro años, cuando se manejaba con otra lógica.
La inversión extranjera, cuando ingresa a un país, espera obtener ganancias y recuperar el capital, pero si no produce bienes exportables genera presiones sobre el sector externo de la economía. Esto quiere decir que necesitamos inversiones exportadoras para pagar la entrada de inversiones extranjeras que no se dedican a la exportación. Esto es lo que ocurre con las empresas de servicios en la Argentina. Tuvimos una inversión externa masiva en empresas de servicios que no exportan, y por lo tanto una enorme presión sobre el sector externo de la economía.