Competitividad y tipo de cambio en el comercio entre Brasil y Argentina

Las licencias no automáticas aplicadas por Argentina sólo involucran al 10% del volumen de bienes procedentes de Brasil, que mantiene un amplio saldo favorable en el comercio bilateral. El reducido universo de bienes afectados y el saldo comercial favorable a Brasil en el comercio bilateral son motivos suficientes para que el vecino del norte haya evitado responder con medidas recíprocas. Mientras Argentina recurre, entre otros instrumentos, a la aplicación de licencias no automáticas para conservar el saldo positivo general de su balanza comercial, la administración de Dilma Rousseff también enfrenta dificultades en materia de comercio exterior, aunque la magnitud y solidez de la economía brasileña ubican al país en una situación más holgada. Así lo manifestó el economista y consultor del Center Group Int. Gustavo Segre, en el marco de un seminario organizado por la Cámara de Comercio Argentino-Brasileña, Cambras.



Las reservas internacionales de Brasil alcanzan los US$ 300.000 millones, cifra que representa un 13,6% del PBI y está a tono con el panorama de la mayoría de los países de la región, entre los que sobresale Argentina, cuya relación reservas/PBI es del 14,5%. Brasil es actualmente la 7ª economía del mundo, y cuenta con grandes posibilidades de superar a Gran Bretaña en un futuro cercano. Proyecta crecer un 5,5% en 2011 y el desempleo es del 6,1%. Otro dato significativo es el aumento del 73% que experimentó el salario real en los últimos cinco años, un elemento que aunque desde el punto de vista empresarial afecta la competitividad del país no puede dejar de ser considerado como un rasgo de solidez económica. La balanza comercial de Brasil alcanza los US$ 8.4000 millones, y si bien se proyecta que podría ser deficitaria para 2012 como consecuencia del aumento de las importaciones que requiere su industria, lo cierto es que pronósticos similares han venido fallando en los últimos años, según reconoce Gustavo Segre respecto de sus propias proyecciones en períodos anteriores.

Entre los principales desafíos de la nueva administración brasileña, que busca desarrollar un perfil propio dentro de una línea de continuidad, se cuentan el alto nivel de gasto público y la pérdida de competitividad de la economía. En relación con el frente fiscal, la administración de Rousseff pretende encarar una reforma tributaria e impulsa cambios en el deficitario régimen jubilatorio, como complementos de la anunciada reducción del gasto público con la intención manifiesta de morigerar las presiones inflacionarias, objetivo que el gobierno ha definido como central en la actual coyuntura.

A diferencia de lo que ocurre en Argentina, donde la gestión económica rechaza la alternativa del ajuste y el enfriamiento de su economía, Brasil está decidido a enfrentar los síntomas de su recalentamiento, por lo que ha aumentado las tasas de interés, al punto de que se espera para 2011 una tasa de interés real –descontada la inflación– de entre 4,5% y 5%. Pero las elevadas tasas alientan el ingreso de capitales especulativos, con la consecuente apreciación del real, por lo que la utilización de este instrumento para frenar la inflación tiene consecuencias negativas en otro aspecto central del funcionamiento económico: la competitividad de la producción.

Justamente en relación con la pérdida de competitividad por el tipo de cambio, Brasil ha intentado por todos los medios desvalorizar su moneda, apelando a diversas herramientas, como la compra de divisas, la fijación de restricciones impositivas para los capitales especulativos y el establecimiento de encajes ante las “posiciones vendidas” de las entidades financieras. Aún así, la situación cambiaria no se ha modificado y los pronósticos de todos los actores del sistema financiero coinciden en que la tendencia es hacia la estabilidad del dólar. Sobre este punto, Gustavo Segre expresa un matiz al señalar un elemento que podría alterar la ecuación: el aumento de la tasa de interés norteamericana –esperable en la medida en que comienza a despuntar la demanda interna en ese país– podría dar lugar a una fuga de capitales especulativos que operan en Brasil, lo que necesariamente impactaría en el mercado cambiario.

Frente a este panorama, el gobierno de Brasil parece haber adoptado como punto de vista estratégico la necesidad de mejorar la competitividad de sus exportaciones no a través del tipo de cambio sino incluso “a pesar” de él. Las principales medidas tendientes a mejorar la competitividad externa tienen que ver con incentivos fiscales y financieros y con el proyecto de reducir la carga tributaria para las empresas, que actualmente se ubica en el 40%, eliminando cargas sociales. Para fortalecer la actividad exportadora, Brasil ha decidido concentrar esta actividad en un solo organismo, la Camex. Por otra parte, se otorgan beneficios para los exportadores que utilizan insumos nacionales y se excluye a las exportaciones del SIMPLES –la menor de las categorías tributarias. A ello se suman las amplias facilidades de financiación con que cuentan las nuevas industrias que quieren instalarse en el país, sobre todo en las zonas menos desarrolladas.

Como contrapartida, se presentan una serie de dificultades conexas, que afectan el funcionamiento de la economía alterando los costos internos, como la creciente saturación de algunos sectores, el aumento del precio de las propiedades, las carencias a nivel de infraestructura (al punto de que, por ejemplo, la falta de camiones ha hecho subir significativamente los costos del flete) y el déficit de la cuenta corriente –ello pese al mencionado ingreso de capitales especulativos–.

Mientras que Brasil aumentó sus exportaciones a Argentina en un 41,14% durante 2010, de US$ 204 a 572 millones, Argentina exportó a Brasil un 26,40% más que en el anterior período. Es en este marco de asimetría donde se inscribe la decisión argentina de establecer licencias no automáticas para algunos productos de origen brasileño. Sin embargo, desde el punto de vista de Segre, antes que recurrir a medidas restrictivas del comercio, el país debería seguir el ejemplo de Brasil en materia de promoción de exportaciones. En esa dirección, el economista del Center Group presentó algunas propuestas, tales como la creación de una secretaría específica encargada del comercio con Brasil, la centralización de las acciones de promoción en un solo organismo –que podría ser la Fundación Exportar–, la designación de agregados comerciales entrenados en materia de comercio internacional antes que en cuestiones diplomáticas, mantener actualizada la página web de la Embajada Argentina en Brasil y capacitar a los empresarios que viajen al vecino país para hacer negocios. Y a nivel estructural, la generación de un programa de industrialización de largo plazo, con objetivos mensurables, y de un plan de sustitución de importaciones que no apele a trabas que transgredan las normas de la Organización Mundial del Comercio.

Gustavo Sánchez