Ejes temáticos instalados por el Presidente Mujica, útiles para navegar el futuro
¿Podrá ser el Mercosur percibido en el futuro como un espacio económico regional que se exprese con una sola voz –al menos en cuestiones relevantes de la agenda económica internacional, incluyendo las negociaciones comerciales internacionales? ¿Podrá incluso reflejar los intereses de un espacio regional sudamericano más amplio, de concretarse la anunciada incorporación como miembros plenos de países como Bolivia, Ecuador, eventualmente Colombia, además de consumarse la aún pendiente de Venezuela?, se pregunta el profesor Félix Peña(*) en su último trabajo.
La tendencia hacia un mundo de grandes espacios económicos interconectados, se está acentuando con las transformaciones observadas en el escenario internacional en los últimos años. Está introduciendo cambios graduales pero significativos en el mapa de la competencia económica mundial. Probablemente también lo hará en la arquitectura institucional del orden económico global del futuro.
Por su dimensión económica relativa, tales espacios podrían movilizar suficiente masa crítica de poder como para tener una mayor incidencia en la definición de las reglas de juego de las relaciones económicas internacionales y en el funcionamiento de las principales instituciones multilaterales globales. Podrán tener entonces comportamientos propios de los “rule makers” en el sistema del comercio mundial, entendido éste en el sentido más amplio de flujos de bienes, servicios, tecnologías e inversiones.
Algunos de tales espacios económicos son actualmente países individuales de dimensión continental. Y todo indica que lo seguirán siendo. En efecto, hacia el año 2050, tres grandes espacios económicos podrían sumar alrededor del 66% del producto bruto mundial (en PPA). Corresponden a China, los Estados Unidos e India (en ese orden y con marcada distancia entre China y los otros dos). Representaron el 51,8% en el 2010. Los cuatro países que siguen (Brasil, México, la Federación Rusa e Indonesia), sumados, alcanzarían sólo el 13,7% del total. Alemania y el Reino Unido representarían cada uno el 2.1% (son todos ellos aportes, basados en datos del FMI y con proyecciones propias de los autores, presentados por Uri Dadush y William Shaw, en la página 3 de un libro recientemente publicado con el sugestivo título “Juggernaut”; ver la referencia en la Sección Lecturas Recomendadas de este Newsletter).
Otros grandes espacios económicos, en cambio, podrían ser la resultante de regiones geográficas organizadas por grupos de países. Su institucionalización les permitiría, en tal caso, expresarse –especialmente en muchos temas relevantes de la competencia económica mundial- con una sola voz. Sería ésta quizás, una expresión máxima del hecho político y económico que significa el que un grupo de naciones soberanas pertenecientes a un determinado espacio geográfico, decidan por propia voluntad construir a través del tiempo –y con modalidades y metodologías que pueden ser muy diferentes en cada caso concreto- una región institucionalizada, en la que comparten mercados, recursos y estrategias. Se expresaría en una construcción con la que se identifican sus ciudadanos, surgiendo entonces el “nosotros” y “ellos” que constituye un elemento fundamental de la legitimidad social y, por ende, de la sustentabilidad en el tiempo de este tipo de emprendimiento regional conjunto.
Es el caso de la Unión Europea –al menos hasta la actualidad-. En realidad es, por el momento, la única región geográfica organizada que tiene una dimensión económica destacada. En la medida que pueda continuar expresándose como una sumatoria de países, que a la vez que se asocian preservan sus respectivas soberanías, es posible prever que Europa como espacio regional seguirá siendo un interlocutor relevante en el escenario económico mundial de las próximas décadas. Sin embargo, la crisis actual de su proceso de integración -¿sólo una crisis del Euro? o quizás también ¿una crisis de gobernabilidad? y, peor aún ¿una crisis de identidad y de legitimidad social de la propia idea de región institucionalizada?- abre interrogantes, incluso serios, sobre su papel futuro como gran espacio económico organizado, al menos equivalente en magnitud y relevancia a lo que significan cada uno de los tres países antes mencionados. El hecho que no parecería que todos los ciudadanos de otros países miembros de la Unión Europea consideren que los problemas de Grecia (o quizás también de otros países miembros con fuertes dificultades financieras) son “su problema”, podría estar revelando una crisis existencial de consecuencias más profundas.
Pero podrían ser también en el futuro, los casos de otras regiones geográficas de grandes dimensiones tales como, por ejemplo, la del Sudeste Asiático, la de África del Norte y también la Sub-Sahariana y la del Medio Oriente. Y por cierto que también podría ser el caso de América del Sur.
Por el momento, sin embargo, es difícil prever cuándo es que esos otros espacios geográficos podrán expresarse con una sola voz, con todo lo que ello implica en términos de densidad y sustentabilidad en la construcción de una región. No parece suficiente atribuir a los países de mayor dimensión del respectivo espacio geográfico regional –o que ellos se la auto-atribuyan- la cualidad de poder expresarse en nombre del resto de los países que lo conforman. En la actualidad, por ejemplo, ni Brasil o Argentina en Sudamérica, ni Sudáfrica en el África Sub-sahariana, ni Arabia Saudita o Turquía en el Medio Oriente, ni Indonesia en el Sudeste Asiático, podrían aspirar a reflejar per-se, formal y sistemáticamente en el marco del G20, los puntos de vista y las expectativas de los otros países de su respectiva región. Tampoco pueden hacerlo en Europa e individualmente Alemania, Francia, Italia o el Reino Unido. De allí que en el G20 también participa la Unión Europea.
En el caso específico del Mercosur, cabe formular las siguientes preguntas: ¿podrá ser percibido en el futuro como un espacio económico regional que se exprese con una sola voz –al menos en cuestiones relevantes de la agenda económica internacional, incluyendo las negociaciones comerciales internacionales?, y ¿podrá incluso reflejar los intereses del espacio regional sudamericano más amplio, de concretarse la anunciada incorporación como miembros plenos de países como Bolivia, Ecuador, eventualmente Colombia, además de consumarse la incorporación aún pendiente de Venezuela?
Son ellos sólo algunos de los interrogantes que se pueden formular dado el hecho, por un lado, que el espacio regional sudamericano reúne el requisito de gran dimensión económica y de significativa masa crítica de poder –al menos potencial- y, por el otro lado, que dos países de esta región geográfica –Argentina y Brasil- participan hoy del G20, el que aspira a transformarse en un núcleo institucional relevante para la construcción de una nueva arquitectura económica mundial. Pero sobre todo, dado el hecho que aquello que se pactó en el momento fundacional, fue precisamente crear, a través de pasos incrementales, un espacio económico común abierto a la participación de otros países sudamericanos.
Son las Cumbres Presidenciales semestrales del Mercosur, una oportunidad para ir respondiendo a tales interrogantes al más alto nivel político. Cabe precisamente a las Cumbres el introducir nuevas energías y orientaciones al proceso de construcción de un espacio regional de alcance sudamericano. Renovar el necesario impulso político, simbolizar el valor estratégico del proyecto común, y brindar el espacio para diálogos francos al más alto nivel, son tres funciones que se puede esperar de este sistema de Cumbres Presidenciales. Incluso puede sostener que, en cierta forma, son su razón de ser.
En tal sentido, la última Cumbre celebrada recientemente en Asunción ha sido la ocasión para otorgar impulso político al inicio del proceso que debería conducir a la incorporación de Bolivia y Ecuador como nuevos miembros. Se sumarían así a Venezuela, una vez que culmine la formalización de sus membrecía, que sigue pendiente de la aprobación del Protocolo de Caracas por el Congreso del Paraguay. A su vez Chile tiene una relación especial con el Mercosur que implica un fuerte grado de integración económica. Y también se ha mencionado la eventual incorporación de Colombia.
Un papel relevante en el necesario impulso político a la construcción del espacio regional expresado en el Mercosur, le corresponde a quien preside el país que ejerce en el respectivo semestre la presidencia pro-tempore. En este segundo semestre del año, es al Presidente del Uruguay a quien le toca la oportunidad de plantear iniciativas que puedan aspirar a lograr el consenso de los otros socios y luego, a penetrar en la realidad.
Pueden ser iniciativas vinculadas a la agenda prioritaria que en cada semestre tenga el Mercosur. En la actualidad ellas son, entre otras, las del perfeccionamiento de la unión aduanera, el tratamiento de las asimetrías, la integración productiva y las negociaciones comerciales externas (ver al respecto el Comunicado Conjunto de los Presidentes de los países miembros del Mercosur y el acta de la reunión del Consejo del Mercado Común, en www.mercosur.int).
O pueden ser iniciativas dirigidas a introducir enfoques orientados a una renovación del proceso de integración, adaptándolo a nuevas realidades globales y regionales.
En la reciente Cumbre de Asunción, lo que trascendió de las reflexiones del Presidente José Mujica ante sus colegas, nos permite avanzar una visión sobre algunos ejes temáticos en los que podría concentrarse el ejercicio de su función temporal de este semestre (sobre las reflexiones del Presidente del Uruguay, ver
http://www.presidencia.gub.uy/wps/wcm/connect/presidencia/portalpresidencia/comunicacion/comunicacionnoticias/mujica-abogo-garantizar-institucionalidad-mercosur).
En nuestra interpretación, de lo que habría señalizado Mujica sería posible destacar tres ejes temáticos que, sin ser los únicos, se destacan por su potencial trascendencia.
Un primer eje se refiere a la necesidad de interpretar “la época que nos toca vivir y hacia dónde vamos”. Implicaría desarrollar a escala del Mercosur esfuerzos orientados a “decodificar” el mundo que nos rodea y entender los efectos de las fuerzas profundas que en él operan, todo ello desde una perspectiva de nuestra propia región.
Ello requeriría encarar la elaboración de diagnósticos compartidos sobre oportunidades y desafíos que plantean a nuestros países algunas tendencias que se están poniendo en evidencia en el escenario internacional. Energía y alimentos; creatividad, progreso técnico e innovación, y capacidad de consumo y de producción, son algunas cuestiones centrales que podrían nutrir una agenda estratégica conjunta de los países del Mercosur, en un mundo de grandes espacios económicos interconectados, y con fuertes desplazamientos del poder económico relativo y de las capacidades para competir a escala global.
La capacidad instalada en los países socios para elaborar diagnósticos que ayuden a entender la realidad internacional desde una perspectiva de la región del Mercosur, es muy amplia y puede ser articulada en una red de inteligencia competitiva. Un ejemplo es lo que significa en el Brasil, el Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada (IPEA).
Un segundo eje temático se refiere al plano institucional. Tiene múltiples desdoblamientos posibles, entre otros los orientados a dotar a los métodos de trabajo que se emplean en el Mercosur, de una mayor racionalidad, efectividad y eficacia.
Pero un aspecto prioritario a la luz de lo planteado más arriba, sería precisamente el poder avanzar en la capacidad de los socios de tener una sola voz en cuestiones relevantes de la agenda externa del Mercosur. Requeriría responder a la pregunta: ¿quién y por qué puede decir que habla por todos los socios? Tanto el ámbito de la Rueda Doha como el del G20, son los apropiados para avanzar en una expresión conjunta, previamente acordada, de los socios del Mercosur. Ello parece más importante aún, precisamente si se concreta la incorporación de nuevos países miembros.
Y el tercer eje, quizás el más provocativo, es la idea de avanzar en modalidades de “democracia digital”. Propuestas orientadas a un Mercosur 2.0, con fuerte énfasis en la transparencia y en el acceso efectivo a la información relevante para los ciudadanos, contribuiría a acrecentar la credibilidad y legitimidad social del proceso de integración.
Un avance significativo podría producirse en relación a la calidad informativa de las páginas Web de los órganos del Mercosur. Teniendo en cuenta la situación actual, es mucho lo que se puede progresar en cuanto a la información que en ellas se incluyen y en cuanto a su carácter interactivo.
Uruguay en su momento impulsó la iniciativa Somos Mercosur (ver http://www.somosmercosur.net/). Quizás ella pueda ser ahora profundizada en la dirección del concepto de “democracia digital”, incluyendo toda la información relevante, incluso la de alcance económico, para que los ciudadanos de los países miembros puedan seguir bien de cerca la construcción del espacio regional, en todo aquello que de una forma u otra pueda afectar su vida diaria, sea como ciudadanos, trabajadores, emprendedores, consumidores o desde otras facetas de la actividad social.
En tal sentido, un foco principal podría ser todo lo relacionado con los múltiples desdoblamientos de los impactos actuales y potenciales del Mercosur y de sus instrumentos, en la creación de empleo productivo.
Texto completo: www.felixpena.com.ar
(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank; Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales - Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group.