Entre la cautela y el escepticismo
Una exposición del profesor Juan Tokatlian puso en cuestión algunos lugares comunes del discurso corriente en materia de política internacional, a la vez que presentó un panorama de características complejas para el escenario posterior a la crisis.
El 1 de junio tuvo lugar en la Escuela de Defensa Nacional el primer taller de “Defensa Nacional: cooperación e integración regional” organizado por el Ministerio de Defensa, con el objeto de aportar elementos para la construcción del Libro Blanco de la Defensa 2010, en el marco del Libro Blanco del Bicentenario. La actividad tuvo entre sus momentos de mayor interés la exposición de Juan Tokatlian, profesor titular e investigador de la UTDT.
Lejos de la aceptación complaciente de la extendida idea de que el mundo avanza hacia la multipolaridad, el profesor Juan Tokatlian expresó sus dudas en un doble aspecto, manifestando que ello debe tomarse con extrema cautela. Por un lado, no resulta razonable desconocer el hecho de que EE.UU. sigue siendo la mayor superpotencia militar del mundo, al punto que su presupuesto en el área supera al del conjunto de los países miembros de las Naciones Unidas. Este hecho debería ser, cuanto menos, una prueba elocuente de la voluntad del país del norte de no resignar gratuitamente su situación de dominio en el concierto de las naciones. En este sentido, Estados Unidos constituye un actor que aporta tanto orden como desorden en el sistema político internacional, razón por la cual, antes que percibírselo como un socio o como un enemigo, más bien se lo debe considerar como un gran problema al que hay que saber tratar en beneficio de los intereses nacionales.
Pero además de este elemento estructural, la noción de que la multipolaridad es necesariamente un fin a perseguir debido a sus bondades intrínsecas, es algo que la historia tiende a desmentir. Siempre siguiendo a Tokatlian, la multipolaridad no garantiza, por sí misma, paz ni estabilidad en el sistema político. De hecho, la multiplicación de los centros de poder bien puede aportar mayor grado de conflictividad al sistema.
Teniendo presentes los escenarios políticos mundiales que surgieron de la gran crisis del 30 y la posterior crisis del petróleo en los 70, no hay motivos para suponer una superación progresista de la actual coyuntura. La crisis financiera internacional es concebida por Tokatlian como un acontecimiento negativo para las perspectivas de integración, en la medida en que tiene como consecuencia la reafirmación y aceleración de tendencias desequilibrantes que preexistían a su desencadenamiento. Entre estas tendencias asociadas a la crisis, el investigador pone de resalto el grado de pugnacidad entre las clases sociales, que se ha agravado a nivel global como consecuencia del aumento de la desigualdad social. También han crecido y se han exacerbado los fenómenos asociados con el nacionalismo, como forma de protección y resguardo frente a la globalización, respecto de los cuales no se hallaría exenta América Latina, aun cuando en esta región el nacionalismo pueda adquirir tintes indigenistas como ocurre en Bolivia. Asimismo, otra tendencia previa a la crisis es la relativa al creciente daño ambiental, que ni Kyoto ni Copenhague han logrado encauzar a través de la fijación de limitaciones razonables en los niveles de emisión de gases nocivos. El conjunto de estos y otros factores, en la medida en que tienden a generar conflictividad y aumentar los desequilibrios del sistema político, configuran un panorama complejo, cuando no adverso, capaz de contradecir las intenciones de integración y cooperación que puedan proponerse los gobiernos.
Con respecto a la situación específica de la Argentina, el experto pone de resalto la necesidad de establecer una efectiva política de defensa basada en consensos ampliados, puesto que ninguna política de alianza puede resultar útil sino como complemento de una buena política interna.
* Profesor titular e investigador de la UTDT
Lejos de la aceptación complaciente de la extendida idea de que el mundo avanza hacia la multipolaridad, el profesor Juan Tokatlian expresó sus dudas en un doble aspecto, manifestando que ello debe tomarse con extrema cautela. Por un lado, no resulta razonable desconocer el hecho de que EE.UU. sigue siendo la mayor superpotencia militar del mundo, al punto que su presupuesto en el área supera al del conjunto de los países miembros de las Naciones Unidas. Este hecho debería ser, cuanto menos, una prueba elocuente de la voluntad del país del norte de no resignar gratuitamente su situación de dominio en el concierto de las naciones. En este sentido, Estados Unidos constituye un actor que aporta tanto orden como desorden en el sistema político internacional, razón por la cual, antes que percibírselo como un socio o como un enemigo, más bien se lo debe considerar como un gran problema al que hay que saber tratar en beneficio de los intereses nacionales.
Pero además de este elemento estructural, la noción de que la multipolaridad es necesariamente un fin a perseguir debido a sus bondades intrínsecas, es algo que la historia tiende a desmentir. Siempre siguiendo a Tokatlian, la multipolaridad no garantiza, por sí misma, paz ni estabilidad en el sistema político. De hecho, la multiplicación de los centros de poder bien puede aportar mayor grado de conflictividad al sistema.
Teniendo presentes los escenarios políticos mundiales que surgieron de la gran crisis del 30 y la posterior crisis del petróleo en los 70, no hay motivos para suponer una superación progresista de la actual coyuntura. La crisis financiera internacional es concebida por Tokatlian como un acontecimiento negativo para las perspectivas de integración, en la medida en que tiene como consecuencia la reafirmación y aceleración de tendencias desequilibrantes que preexistían a su desencadenamiento. Entre estas tendencias asociadas a la crisis, el investigador pone de resalto el grado de pugnacidad entre las clases sociales, que se ha agravado a nivel global como consecuencia del aumento de la desigualdad social. También han crecido y se han exacerbado los fenómenos asociados con el nacionalismo, como forma de protección y resguardo frente a la globalización, respecto de los cuales no se hallaría exenta América Latina, aun cuando en esta región el nacionalismo pueda adquirir tintes indigenistas como ocurre en Bolivia. Asimismo, otra tendencia previa a la crisis es la relativa al creciente daño ambiental, que ni Kyoto ni Copenhague han logrado encauzar a través de la fijación de limitaciones razonables en los niveles de emisión de gases nocivos. El conjunto de estos y otros factores, en la medida en que tienden a generar conflictividad y aumentar los desequilibrios del sistema político, configuran un panorama complejo, cuando no adverso, capaz de contradecir las intenciones de integración y cooperación que puedan proponerse los gobiernos.
Con respecto a la situación específica de la Argentina, el experto pone de resalto la necesidad de establecer una efectiva política de defensa basada en consensos ampliados, puesto que ninguna política de alianza puede resultar útil sino como complemento de una buena política interna.
* Profesor titular e investigador de la UTDT
Gustavo Sánchez