Evo Morales en el universo místico boliviano

Evo Morales, de origen amerindio y hablante materno del aymará, ganó sus primeras elecciones en diciembre de 2005, con la sencilla pero novedosa formula de integrar en el sistema a los indígenas, que representan alrededor del 80% de la población.


Hasta entonces, la minoría blanca había dominado el establishment, sin prestar suficiente atención a las necesidades básicas de una mayoría de piel más oscura. Morales ha ganado ahora por tercera vez y ha logrado la mayoría en departamentos donde antiguamente no lograba pasear sin ser abucheado. Desde Europa, observar a un dirigente cuya popularidad crece en el ejercicio del poder invita a la reflexión.

El discurso del presidente boliviano se mantiene ideológico, trufado de retórica anticolonialista y antiimperialista, pero Morales se ha vuelto pragmático en el ejercicio del poder. Ha llegado a acuerdos con las elites empresariales del país y ha reducido notablemente la pobreza (del 60% de la población en 2006 al 45% en 2011). La economía creció al 5,1% en 2013 y lo hará este año al 5,2%, según el Banco Mundial. Bolivia tiene recursos naturales, gas, minerales y petróleo, y el alza de los precios ha situado el viento a favor. Su dependencia abrumadora de estos recursos limitados invita, no obstante, a cierta cautela. La oposición, muy dividida, no puede vencer a quien la mayoría visualizan como el padre de una Bolivia que les ha devuelto una dignidad que la historia tradicionalmente les ha robado.

Es un misterio saber todavía si el "Estado Plurinacional de Bolivia" y su "democracia representativa, participativa y comunitaria" -en donde prevalecen a veces los derechos y costumbres de colectivos indígenas sobre los derechos individuales- se asentará como un modelo de referencia para compatibilizar la democracia con la cultura autóctona en los pueblos más diversos. En Bolivia se mantienen vivas decenas de pueblos minoritarios y lenguas originarias.

 

Carlos Carnicero Urabayen, politólogo y analista  político español. Fragmento

 

Las elecciones del 12 de octubre analizadas por El País

Evo Morales será presidente de Bolivia por tercera vez consecutiva, en lo que constituye el mayor periodo de estabilidad democrática del país andino en el último siglo. Hay que destacar que el país lleva eligiendo a sus gobernantes de manera ininterrumpida desde 1982. Y aunque el triunfo de Morales fue reconocido inmediatamente por sus rivales, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha advertido de que en el futuro será mejor esperar a los resultados.

En cualquier caso, la población ha respaldado mayoritariamente el proyecto de un Morales que se ha ido alejando —aunque en la forma lo mantenga— del discurso revolucionario para ir incorporando a sus filas de simpatizantes a cada vez más sectores que vieron con recelo, y en ocasiones abierta hostilidad, su llegada al poder en 2005. A pesar de su agresividad con la inversión extranjera —que plasmó en numerosas nacionalizaciones durante su primer mandato— Morales puede presumir de una gestión económica más que correcta. La economía creció el 5,1% en 2013, por encima de las tasas de países como Perú o Colombia. Además, ha tendido puentes con el poderoso sector empresarial del Este del país, lo que ha desactivado las tensiones territoriales que amenazaban con desgarrar el país. En paralelo, los programas sociales finalmente han despegado y Bolivia se ha marcado el objetivo de ser considerado a medio plazo un país emergente.

 

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