¿La hora de los bio-combustibles?
El viaje del primer mandatario estadounidense a Latinoamérica, produjo varios resultados. Por un lado, podría reflejar una nueva visión de Washington sobre sus relaciones con la región, más allá de la frustrada – y quizás frustrante – experiencia del ALCA. Por otro, quedó claro que la región está fuera de la agenda prioritaria de seguridad internacional y de la economía de EEUU. Quizás haya sido el Memorando de Entendimiento entre Brasil y los Estados Unidos para avanzar en la cooperación en bio-combustibles, el producto más tangible de la visita del mandatario estadounidense a la región. El Memorando avanza sobre una estrategia a nivel bilateral, referido a la investigación y al desarrollo de tecnologías para bio-combustibles de nueva generación. Un segundo nivel de acción conjunta en terceros países, para estímulo de la inversión privada – comenzando por los de Centroamérica y el Caribe. Y el tercero es global, referido al objetivo de expandir el mercado de bio-combustibles a través del establecimiento de patrones uniformes y de normas. Son algunas de las ideas reflejadas por Félix Peña en un artículo recientemente editado en su propio sitio.
Sin perjuicio de otros, tres resultados se destacan de la reciente visita del Presidente Bush, en buena medida debido al hecho que incluyera en su gira a varios países de la región.
El primero, es que Washington y no sólo el Presidente, puede tener más clara ahora la existencia de una amplia gama de situaciones diferenciadas en el espacio geográfico denominado América Latina, tanto en los planos político, como económico y social. No es fácil encuadrar a una región de tantas diversidades y matices en un enfoque estratégico homogéneo. Esto que parece tan evidente, no siempre es percibido así en sectores influyentes de los Estados Unidos y de países europeos, muy concentrados en otras prioridades y propensos a visualizar la región con conceptos y paradigmas de múltiples pasados.
El Presidente Bush no visitó toda la región. No era posible y quizá tampoco necesario. Pero sí tuvo oportunidad de recorrer, en pocos días y por pocas horas en cada lugar, un muestrario representativo de la diversidad latinoamericana y, especialmente, sudamericana. Debería haber podido apreciar así las diferencias existentes y, quizás también, la importancia que ellas no terminen dando lugar a una región dominada por la lógica de la fragmentación y del conflicto.
Si así ha sido, ello podría contribuir a una debida valoración de los esfuerzos por preservar el sentido estratégico de los múltiples esquemas de integración regional existentes. En una visión optimista, se podría incluso imaginar que junto con sus colaboradores, el Presidente americano tenga ahora un cuadro más completo de argumentos por los cuales es conveniente, además, fortalecer tales esfuerzos a pesar de muchas de sus contradicciones y debilidades.
Ello implicaría que Washington pueda finalmente superar una visión sobre sus relaciones con la región, excesivamente concentrada en los últimos años en lo que fuera el planteamiento del libre comercio hemisférico a través de la frustrada – y quizás frustrante – experiencia del ALCA.
A su vez, el segundo resultado de la visita, es que también ahora puede quedar muy claro en la región, el hecho que las prioridades de Washington en este momento son otras. Su agenda de seguridad internacional, pero también la de su economía, orientan los radares de la Casa Blanca – en lenguaje simbólico, por cierto - hacia cuestiones a veces más relevantes y, sobre todo más preocupantes, vinculadas con otros países y regiones. No significa caer en el error de subestimar el valor de América Latina para los Estados Unidos. Significa simplemente, que para Washington hay otras prioridades mucho más apremiantes y a veces, incluso, más atractivas.
Pero es precisamente por ello, que toda oportunidad que se tenga de captar la atención de Washington, al más alto nivel, debe ser considerada como positiva para cualquier gobierno que valore las relaciones con los Estados Unidos. Esto es válido también, en el caso de las relaciones de cada país latinoamericano con las otras potencias principales de la actual competencia por los mercados, por los recursos naturales y por el poder en el mundo. Las visitas al más alto nivel, especialmente las bilaterales, permiten presentar puntos de vista, explicar perspectivas, llamar la atención sobre cuestiones que si bien son relevantes pueden estar desplazadas, sin embargo, por otras más relevantes aún. Sobre todo, permiten desarrollar un clima de confianza entre los respectivos Presidentes, que puede ser esencial luego en momentos de crisis.
Y es eso lo que probablemente ha tenido presente el Presidente Lula al mantener, a pesar del encuentro del 8 y 9 de marzo en San Pablo, su visita al Presidente Bush el 31 de marzo, en Camp David. Cabe tener presente que casi al mismo tiempo que llegaba el Presidente Bush, Lula recibía la visita de Horst Köhler, el Presidente de Alemania – quien estuvo en Brasil entre el 7 y el 11 de marzo - y que los días 26 y 27 de marzo recibirá la de Romano Prodi, Presidente del Consejo de Ministros de Italia – acompañado por la Ministro de Comercio, así como por empresarios y periodistas italianos -. Son visitas presidenciales que simbolizan el hecho que las políticas externas de muchos países tienden a tener, en la actualidad más que nunca, un alcance multipolar orientado a concretar, a la vez, múltiples alianzas tanto en el plano global como en el regional. Es como si se hubiera generalizado en diversas capitales del mundo, la conocida frase de Deng Shiao Ping sobre “qué más da el color del gato mientras cace ratones", que es otra forma de reconocer que los países se mueven básicamente en función de sus intereses nacionales y no necesariamente, de visiones filosóficas o ideológicas.
Un tercer resultado de la visita presidencial, es el de haber colocado en la agenda de cuestiones prioritarias en las relaciones entre países de la región y los Estados Unidos, la cooperación en el desarrollo de los bio-combustibles. Fue un tema central en la visita al Brasil. No fue por cierto el único. El propio Canciller Celso Amorim señaló luego, que los principales asuntos conversados fueron los bio-combustibles y la OMC (entrevista el 11 de marzo en el diario O Globo, de Río de Janeiro).
Todo indica que los bio-combustibles han entrado fuerte en la agenda internacional. Más allá del debate que genera la cuestión – tanto en una perspectiva económica, como en la de la energía y del medio ambiente -, ella puede estar reflejando una ventana de oportunidad en la inserción internacional de los países sudamericanos – incluyendo por cierto a la Argentina, con un gran potencial a desarrollar -. Pero no necesariamente desplaza las principales prioridades que actualmente existen en los dos principales frentes de negociaciones comerciales en los que participa la Argentina, tanto en la Organización Mundial del Comercio, como en el propio Mercosur y en el espacio sudamericano.
Quizás haya sido el Memorando de Entendimiento entre Brasil y los Estados Unidos para avanzar en la cooperación en bio-combustibles, el producto más tangible de la visita del Presidente Bush a países latinoamericanos (ver el texto del Memorando en la página Web de Itamaraty, nota a la prensa nº 97 del 9 de marzo de 2007, www.mre.gov.br).
Ese instrumento potencia la cooperación estratégica entre los dos países que se desarrolla en el ámbito de distintos mecanismos, incluyendo entre otros, el de consultas periódicas entre el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio del Brasil y el Departamento de Comercio de los Estados Unidos. Su relevancia está determinada por la producción actual y el potencial de desarrollo que ambos países tienen, especialmente en etanol (en un caso en base a la caña de azúcar, en el otro en el maíz).
El Memorando de Entendimiento, expresa la intención de cooperar en el desarrollo y la difusión de los bio-combustibles a través de una estrategia a ejecutarse en tres niveles complementarios. El primero es el bilateral, referido a la investigación y al desarrollo de tecnologías para bio-combustibles de nueva generación. El segundo nivel es el de la acción conjunta en terceros países, referido a la idea de llevar los beneficios de los bio-combustibles a terceros países seleccionados – comenzando por los de Centroamérica y el Caribe -, por medio de estudios de factibilidad y asistencia técnica con el objetivo de estimular al sector privado a invertir en bio-combustibles. Y el tercero es el global, referido al objetivo de expandir el mercado de bio-combustibles a través del establecimiento de patrones uniformes y de normas. La cuestión de las restricciones arancelarias que inciden en las exportaciones de etanol del Brasil al mercado americano no fue incluida, aunque sí fue mencionada por el Presidente Lula en la conferencia de prensa conjunta celebrada al concluir la reunión bilateral de San Pablo.
Dos otras cuestiones relevantes deben ser resaltadas de la entrevista entre los Presidentes Lula y Bush en San Pablo. La primera es el hecho que el Presidente Lula dejó bien claro la importancia estratégica del Mercosur y de la integración sudamericana (ver el texto de sus palabras en la ya mencionada conferencia de prensa, en la página web antes citada, así como en www.mre.gov.br). Es relevante como mensaje, teniendo en cuenta la cuestión planteada en el Uruguay – el otro país del Mercosur que visitó el Presidente Bush - sobre un eventual Tratado de Libre Comercio bilateral con los Estados Unidos. Como en su momento lo hiciera el Presidente Fernando Henrique Cardoso con el Presidente Clinton, el recordar la importancia estratégica del Mercosur en el espacio sudamericano, no sólo por cierto en su dimensión económica - no siempre reconocida en Washington –, es un factor clave a la hora de evitar toda tendencia a su debilitamiento y fragmentación (sobre las dificultades americanas de entender el Mercosur e, incluso sobre errores de hecho que se producen en los análisis, ver el artículo de Joanna Klonsky, titulado “Mercosur: South America’s Fractious Trade Bloc”, en el diario New York Times, del 1º de marzo de 2007, donde se señala que para poder autorizar al Uruguay a celebrar un TLC con los Estados Unidos, sería necesario modificar el Tratado de Asunción, lo que por cierto no es así, como hemos señalado en anteriores artículos).
La segunda cuestión se vincula con las referencias de ambos Presidentes a la necesidad de concluir pronto la actual Rueda Doha. Fue un tema objeto de las conversaciones bilaterales que mantuvieron el 10 de marzo, también en San Pablo, el Canciller del Brasil con Susane Schwab, la Representante Comercial de los Estados Unidos. El mensaje fue claro del lado del Brasil. Sin una reducción efectiva de los subsidios a la producción agrícola por parte de los Estados Unidos, será difícil avanzar. Pero también dependerá de lo que se avance con la Unión Europea en materia de acceso de los productos agrícolas a sus mercados y de las contrapartidas efectivas que, especialmente en materia de productos industriales, ofrezcan los países en desarrollo. El Presidente Lula hizo referencia expresa a este triángulo de cuestiones que traban los avances en la Rueda Doha.
Las negociaciones de la Rueda Doha siguen signadas por incertidumbres y múltiples interrogantes. La acción sigue siendo canalizada en múltiples reuniones informales y muy centradas en la negociación sobre diversas sensibilidades y las excepciones que las protejan.
Sin perjuicio de lo que se pueda avanzar antes y durante la reunión bilateral ya mencionada de Camp David, existe la impresión que el futuro de las negociaciones multilaterales globales sólo quedará develado luego de las elecciones francesas del mes de abril y, muy probablemente, en ocasión de la reunión del G8 en Heiligendamm, Bad Doberan, Alemania, los días 7 al 9 de junio próximo. Brasil participará en dicha reunión al más alto nivel, junto con China, África del Sur y México.
La evolución que se produzca en las negociaciones de la Rueda Doha tendrá también sus impactos en el Mercosur. Algunos de ellos son analizados en el reciente informe del INTAL sobre la evolución reciente del bloque regional (ver Informe Mercosur nº 11, de enero de 2007, en www.iadb.org/intal). Tales impactos podrían reflejarse en eventuales diferencias en tres planos. El primero es el de la apreciación del valor real de las ofertas de los países desarrollados – especialmente de los Estados Unidos y de la Unión Europea – en la cuestión agrícola - ayuda interna y acceso a los mercados -. El segundo es el del coeficiente a aplicar en la desgravación de productos industriales (NAMA). Y el tercero es el de las flexibilidades a obtener en relación a los productos sensibles de los respectivos sectores industriales. El hecho que exista un arancel externo común, explica que en los dos últimos planos se requiere que exista un consenso entre los socios del Mercosur.
(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación BankBoston y del Núcleo Interdisciplinario de Estudios Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).
Texto completo en www.felixpena.com.ar
El primero, es que Washington y no sólo el Presidente, puede tener más clara ahora la existencia de una amplia gama de situaciones diferenciadas en el espacio geográfico denominado América Latina, tanto en los planos político, como económico y social. No es fácil encuadrar a una región de tantas diversidades y matices en un enfoque estratégico homogéneo. Esto que parece tan evidente, no siempre es percibido así en sectores influyentes de los Estados Unidos y de países europeos, muy concentrados en otras prioridades y propensos a visualizar la región con conceptos y paradigmas de múltiples pasados.
El Presidente Bush no visitó toda la región. No era posible y quizá tampoco necesario. Pero sí tuvo oportunidad de recorrer, en pocos días y por pocas horas en cada lugar, un muestrario representativo de la diversidad latinoamericana y, especialmente, sudamericana. Debería haber podido apreciar así las diferencias existentes y, quizás también, la importancia que ellas no terminen dando lugar a una región dominada por la lógica de la fragmentación y del conflicto.
Si así ha sido, ello podría contribuir a una debida valoración de los esfuerzos por preservar el sentido estratégico de los múltiples esquemas de integración regional existentes. En una visión optimista, se podría incluso imaginar que junto con sus colaboradores, el Presidente americano tenga ahora un cuadro más completo de argumentos por los cuales es conveniente, además, fortalecer tales esfuerzos a pesar de muchas de sus contradicciones y debilidades.
Ello implicaría que Washington pueda finalmente superar una visión sobre sus relaciones con la región, excesivamente concentrada en los últimos años en lo que fuera el planteamiento del libre comercio hemisférico a través de la frustrada – y quizás frustrante – experiencia del ALCA.
A su vez, el segundo resultado de la visita, es que también ahora puede quedar muy claro en la región, el hecho que las prioridades de Washington en este momento son otras. Su agenda de seguridad internacional, pero también la de su economía, orientan los radares de la Casa Blanca – en lenguaje simbólico, por cierto - hacia cuestiones a veces más relevantes y, sobre todo más preocupantes, vinculadas con otros países y regiones. No significa caer en el error de subestimar el valor de América Latina para los Estados Unidos. Significa simplemente, que para Washington hay otras prioridades mucho más apremiantes y a veces, incluso, más atractivas.
Pero es precisamente por ello, que toda oportunidad que se tenga de captar la atención de Washington, al más alto nivel, debe ser considerada como positiva para cualquier gobierno que valore las relaciones con los Estados Unidos. Esto es válido también, en el caso de las relaciones de cada país latinoamericano con las otras potencias principales de la actual competencia por los mercados, por los recursos naturales y por el poder en el mundo. Las visitas al más alto nivel, especialmente las bilaterales, permiten presentar puntos de vista, explicar perspectivas, llamar la atención sobre cuestiones que si bien son relevantes pueden estar desplazadas, sin embargo, por otras más relevantes aún. Sobre todo, permiten desarrollar un clima de confianza entre los respectivos Presidentes, que puede ser esencial luego en momentos de crisis.
Y es eso lo que probablemente ha tenido presente el Presidente Lula al mantener, a pesar del encuentro del 8 y 9 de marzo en San Pablo, su visita al Presidente Bush el 31 de marzo, en Camp David. Cabe tener presente que casi al mismo tiempo que llegaba el Presidente Bush, Lula recibía la visita de Horst Köhler, el Presidente de Alemania – quien estuvo en Brasil entre el 7 y el 11 de marzo - y que los días 26 y 27 de marzo recibirá la de Romano Prodi, Presidente del Consejo de Ministros de Italia – acompañado por la Ministro de Comercio, así como por empresarios y periodistas italianos -. Son visitas presidenciales que simbolizan el hecho que las políticas externas de muchos países tienden a tener, en la actualidad más que nunca, un alcance multipolar orientado a concretar, a la vez, múltiples alianzas tanto en el plano global como en el regional. Es como si se hubiera generalizado en diversas capitales del mundo, la conocida frase de Deng Shiao Ping sobre “qué más da el color del gato mientras cace ratones", que es otra forma de reconocer que los países se mueven básicamente en función de sus intereses nacionales y no necesariamente, de visiones filosóficas o ideológicas.
Un tercer resultado de la visita presidencial, es el de haber colocado en la agenda de cuestiones prioritarias en las relaciones entre países de la región y los Estados Unidos, la cooperación en el desarrollo de los bio-combustibles. Fue un tema central en la visita al Brasil. No fue por cierto el único. El propio Canciller Celso Amorim señaló luego, que los principales asuntos conversados fueron los bio-combustibles y la OMC (entrevista el 11 de marzo en el diario O Globo, de Río de Janeiro).
Todo indica que los bio-combustibles han entrado fuerte en la agenda internacional. Más allá del debate que genera la cuestión – tanto en una perspectiva económica, como en la de la energía y del medio ambiente -, ella puede estar reflejando una ventana de oportunidad en la inserción internacional de los países sudamericanos – incluyendo por cierto a la Argentina, con un gran potencial a desarrollar -. Pero no necesariamente desplaza las principales prioridades que actualmente existen en los dos principales frentes de negociaciones comerciales en los que participa la Argentina, tanto en la Organización Mundial del Comercio, como en el propio Mercosur y en el espacio sudamericano.
Quizás haya sido el Memorando de Entendimiento entre Brasil y los Estados Unidos para avanzar en la cooperación en bio-combustibles, el producto más tangible de la visita del Presidente Bush a países latinoamericanos (ver el texto del Memorando en la página Web de Itamaraty, nota a la prensa nº 97 del 9 de marzo de 2007, www.mre.gov.br).
Ese instrumento potencia la cooperación estratégica entre los dos países que se desarrolla en el ámbito de distintos mecanismos, incluyendo entre otros, el de consultas periódicas entre el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio del Brasil y el Departamento de Comercio de los Estados Unidos. Su relevancia está determinada por la producción actual y el potencial de desarrollo que ambos países tienen, especialmente en etanol (en un caso en base a la caña de azúcar, en el otro en el maíz).
El Memorando de Entendimiento, expresa la intención de cooperar en el desarrollo y la difusión de los bio-combustibles a través de una estrategia a ejecutarse en tres niveles complementarios. El primero es el bilateral, referido a la investigación y al desarrollo de tecnologías para bio-combustibles de nueva generación. El segundo nivel es el de la acción conjunta en terceros países, referido a la idea de llevar los beneficios de los bio-combustibles a terceros países seleccionados – comenzando por los de Centroamérica y el Caribe -, por medio de estudios de factibilidad y asistencia técnica con el objetivo de estimular al sector privado a invertir en bio-combustibles. Y el tercero es el global, referido al objetivo de expandir el mercado de bio-combustibles a través del establecimiento de patrones uniformes y de normas. La cuestión de las restricciones arancelarias que inciden en las exportaciones de etanol del Brasil al mercado americano no fue incluida, aunque sí fue mencionada por el Presidente Lula en la conferencia de prensa conjunta celebrada al concluir la reunión bilateral de San Pablo.
Dos otras cuestiones relevantes deben ser resaltadas de la entrevista entre los Presidentes Lula y Bush en San Pablo. La primera es el hecho que el Presidente Lula dejó bien claro la importancia estratégica del Mercosur y de la integración sudamericana (ver el texto de sus palabras en la ya mencionada conferencia de prensa, en la página web antes citada, así como en www.mre.gov.br). Es relevante como mensaje, teniendo en cuenta la cuestión planteada en el Uruguay – el otro país del Mercosur que visitó el Presidente Bush - sobre un eventual Tratado de Libre Comercio bilateral con los Estados Unidos. Como en su momento lo hiciera el Presidente Fernando Henrique Cardoso con el Presidente Clinton, el recordar la importancia estratégica del Mercosur en el espacio sudamericano, no sólo por cierto en su dimensión económica - no siempre reconocida en Washington –, es un factor clave a la hora de evitar toda tendencia a su debilitamiento y fragmentación (sobre las dificultades americanas de entender el Mercosur e, incluso sobre errores de hecho que se producen en los análisis, ver el artículo de Joanna Klonsky, titulado “Mercosur: South America’s Fractious Trade Bloc”, en el diario New York Times, del 1º de marzo de 2007, donde se señala que para poder autorizar al Uruguay a celebrar un TLC con los Estados Unidos, sería necesario modificar el Tratado de Asunción, lo que por cierto no es así, como hemos señalado en anteriores artículos).
La segunda cuestión se vincula con las referencias de ambos Presidentes a la necesidad de concluir pronto la actual Rueda Doha. Fue un tema objeto de las conversaciones bilaterales que mantuvieron el 10 de marzo, también en San Pablo, el Canciller del Brasil con Susane Schwab, la Representante Comercial de los Estados Unidos. El mensaje fue claro del lado del Brasil. Sin una reducción efectiva de los subsidios a la producción agrícola por parte de los Estados Unidos, será difícil avanzar. Pero también dependerá de lo que se avance con la Unión Europea en materia de acceso de los productos agrícolas a sus mercados y de las contrapartidas efectivas que, especialmente en materia de productos industriales, ofrezcan los países en desarrollo. El Presidente Lula hizo referencia expresa a este triángulo de cuestiones que traban los avances en la Rueda Doha.
Las negociaciones de la Rueda Doha siguen signadas por incertidumbres y múltiples interrogantes. La acción sigue siendo canalizada en múltiples reuniones informales y muy centradas en la negociación sobre diversas sensibilidades y las excepciones que las protejan.
Sin perjuicio de lo que se pueda avanzar antes y durante la reunión bilateral ya mencionada de Camp David, existe la impresión que el futuro de las negociaciones multilaterales globales sólo quedará develado luego de las elecciones francesas del mes de abril y, muy probablemente, en ocasión de la reunión del G8 en Heiligendamm, Bad Doberan, Alemania, los días 7 al 9 de junio próximo. Brasil participará en dicha reunión al más alto nivel, junto con China, África del Sur y México.
La evolución que se produzca en las negociaciones de la Rueda Doha tendrá también sus impactos en el Mercosur. Algunos de ellos son analizados en el reciente informe del INTAL sobre la evolución reciente del bloque regional (ver Informe Mercosur nº 11, de enero de 2007, en www.iadb.org/intal). Tales impactos podrían reflejarse en eventuales diferencias en tres planos. El primero es el de la apreciación del valor real de las ofertas de los países desarrollados – especialmente de los Estados Unidos y de la Unión Europea – en la cuestión agrícola - ayuda interna y acceso a los mercados -. El segundo es el del coeficiente a aplicar en la desgravación de productos industriales (NAMA). Y el tercero es el de las flexibilidades a obtener en relación a los productos sensibles de los respectivos sectores industriales. El hecho que exista un arancel externo común, explica que en los dos últimos planos se requiere que exista un consenso entre los socios del Mercosur.
(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación BankBoston y del Núcleo Interdisciplinario de Estudios Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).
Texto completo en www.felixpena.com.ar
Félix Peña