La Unasur no es una apuesta como alternativa al Mercosur
En un seminario convocado por el CEFIR, en Montevideo, en el que discurrieron sobre el Mercosur especialistas y el propio presidente uruguayo, el profesor Gerardo Caetano hizo una lúcida lectura de las conclusiones y compartió ideas del ex alto representante Guimarães en cuanto a las asimetrías y la tensión Unasur-Mercosur.
Ha habido oportunidades en las que, apenas en diez años, hemos vivido transformaciones que no
vislumbrábamos. Lo cual, también en un ejercicio de retrospectiva, nos plantea el gran desafío de
saber hasta qué punto las tendencias están sometidas en este contexto de incertidumbres y de
cambio vertiginoso; a inflexiones de cambio que produce estar revisando las tendencias, no cada
mes, pero sí en cortos periodos.
También la necesidad de tener un nuevo pensamiento: estratégico, de reflexión político
intelectual para prefigurar un rumbo, algo que nos está faltando y que, de alguna manera, la crisis
internacional y resuelta (o puede ser irresuelta) y este proceso de rebalanceo del poder mundial,
nos está planteando.
Fernando Porta, centrado en un tema Mercosur, avanzó en uno de los puntos
insoslayables de la agenda. El ha planteado algo sobre lo que, creo, que hubo coincidencia
respecto a la necesidad de una redefinición del Mercosur. En ésta, habló de rediseño, de nuevas
reglas claras y viables en materia comercial, habló de flexibilización de normas sobre todo
pensando en las asimetrías y en los pequeños países; incluso planteó algo que, a mi juicio, es muy
importante que es que, tal vez, cuando hemos realizado ejercicios prospectivos en términos de
profundización del Mercosur, siempre hemos tenido como pauta el Tratado de Asunción, incluso
el incumplimiento de la agenda original. Si ustedes recuerdan, este tratado establecía que en
diciembre del 94’ tendríamos una zona de libre comercio plena y en enero del 95’ tendríamos una
unión aduanera plena con arancel externo común universal y establecido, y que luego seguiríamos
la ruta hacia el mercado común.
Obviamente que ese Mercosur no fue. Le voy a robar una idea a un colega (Álvaro): el presidente uruguayo que firmó el Tratado de Asunción y que, de algún modo, ha transferido la idea que el Mercosur es como su hijo.
Él ha dicho que no reconoce en este Mercosur a su hijo del 91’. Y yo creo que hay que tomarle la palabra. Efectivamente este Mercosur del 2012 no es el del 91’, no podría serlo. Sin embargo, el tratado es el mismo. De alguna manera, las reglas han ido incorporando, por agregación, nuevas reglas pero el tratado es el mismo. Y de alguna manera la pauta para el ejercicio prospectivo sigue teniendo las reglas y los objetivos de aquel Mercosur del 91’, lo cual, como decía Fernando Porta, lleva muchas veces a agendas inviables y callejones sin salida. Acá hay un punto de sinceramiento.
Jorge Lara Castro (ex canciller de Paraguay), planteó tres transiciones y yo quiero plantear de manera muy clara que el Mercosur sin Paraguay no es legítimo, no es Mercosur. Hay una demanda histórica que tiene que ver con un desafío histórico de luchar para que el Mercosur vuelva a tener a Paraguay entre
sus filas. Pero un Mercosur con un Paraguay no democrático, con un Paraguay que ha vivido una
interrupción institucional tampoco es Mercosur. No se reconocería. Los procesos de integración
son entre democracias. Esa es la fórmula de la clausula democrática.
En Mercosur y la Unasur nos hemos dado una definición fundamental de que la integración es
entre democracias. Lo cual, en una historia como lo es la de América Latina, es una definición
sustantiva. Entonces, en este contexto de transiciones, él hablaba de estados aparentes, no
pueden combinar políticas de integración. Este retorno al estado que nos hace pensar en políticas
públicas regionales, pero que de alguna manera entre las asimetrías está ésta: la debilidad de
algunos estados que genera la imposibilidad para coordinar políticas.
Y Sebastián Torres (representante del Ministerio de Industria de Uruguay, coordnador del GIP de ese país) también entró en esta senda del sinceramiento, planteando hasta qué punto es bueno hoy insertarse en el mundo. Implica insertarse en cadenas globales y regionales de valor,
parcial o totalmente, y que en definitiva esa era una de las claves fundamentales para pensar
integración-región.
El presidente José Mujica, también fue en la misma línea. Habló de las dificultades para respetar, a rajatabla, un mandamiento jurídico y dijo textualmente: “No lo respetamos porque no nos sirve”.
Desde un país como Uruguay, el norte de toda la política exterior a lo largo de toda su historia ha
sido, como siempre ocurre en países pequeños, el apego irrestricto al derecho internacional. Pero
si se advierte que hay un ordenamiento jurídico, hay reglas de la integración que no responden,
que no pueden cumplirse entre otras cosas porque no es viable cumplirlas o porque la realidad es
otra, bueno, hay una pauta de sinceramiento en la que debemos discutir si es necesario redefinir
reglas de juego. Porque no hay nada peor que mantener un objetivo y reglas de juego que no se
pueden cumplir.
El presidente también habló de la necesidad de la centralidad de la política, en esta redefinición.
Todas las intervenciones nos llevaron a una pauta de sinceramiento en las cuales, si
ustedes leen nuestras publicaciones (CEFIR), nosotros hemos pedido y reclamado enfáticamente, porque creemos en la integración de manera no retórica y creemos que hay una oportunidad histórica para la integración regional. También creemos que la integración no se afirma desde la lógica de
gobiernos afines ideológicamente. No hay históricamente procesos de integración que se asocien
a la afinidad ideológica de los gobiernos porque los gobiernos cambian en las democracias.
Entonces hay que construir instituciones, hay que construir acumulaciones irreversibles e
históricas que hagan lo que un cambio de gobierno no genera.
Quienes reivindican esta pauta, por ejemplo para afirmar la vigencia del Mercosur del 91’, se
olvidan de algo: el Mercosur del 91’ era un Mercosur construido desde la afinidad ideológica
de los gobiernos y de los presidentes, que eran todos coincidentes en la moda ultra liberal de
la época y que tenían el formato intergubernamental que le dieron el origen de un Mercosur
comercialista. Y aquí hay que ser muy enfáticos cuando denunciamos en su momento, y hoy
planteamos que la integración es más que un comercio, no es que querramos un Mercosur que no discuta comercio. No. Pero que discuta integración en otras perspectivas, si hoy discute mercado, discute producción. Discutamos complementación productiva y discutámosla en serio.
En esta perspectiva nos equivocaríamos si dijéramos que hoy en nuestros países reina una plena
satisfacción con los procesos de integración realmente existentes. Hay un malestar respecto a
los procesos de integración existentes, y creo que hay que tomar la premisa de ese malestar, que
no es sólo aquel manipulado por la prensa, sino que es un malestar en donde la batalla cultural
por la integración regional pasa momentos difíciles. Jorge Lara lo decía, hoy en Paraguay defender
la integración regional es remar a contraviento. En Uruguay en magno sentido también. Y esa batalla cultural es absolutamente central.
El malestar puede estar vinculado, por ejemplo, con que no estamos contribuyendo a pensar
bien la perspectiva, lo señalaba Fernando Porta, si planteamos que en esa triple dinámica
permanente de flexibilización y ampliación del Mercosur, la profundización pasa por, la llegada
a la unión aduanera y dejar ese eufemismo de la unión aduanera imperfecta y consolidar una
unión aduanera, tal vez nos estemos enfrentando en discutir una agenda que no es viable. Claro,
la unión aduanera no es solamente la unión aduanera tal como se pensó en el Mercosur, no es
solamente un acuerdo comercial ni un acuerdo arancelario. Es también la construcción de una
unidad de desarrollo compartido. Tenemos que producir pensamiento, entre otras cosas, para
redefinir reglas y una agenda de futuro. En esta perspectiva, reconocer el malestar y bucear entre
sus causas me parece buena pauta.
El relatorio de Pinheiro Guimarães
En la cumbre de Mendoza, casi desapercibido por los grandes temas en discusión, Samuel
Pinheiro Guimarães, presentó un relatorio con un diagnóstico muy crítico de la situación del
Mercosur, donde planteaba problemas que habían estado sobre la mesa: la desindustrialización,
el desafío de la reprimarización de nuestras exportaciones, las implicaciones sociales de esa
desindustrialización, la tensión entre Mercosur y Unasur. Incluso los problemas de pensar a la
Unasur como una fuga para salirse del Mercosur desde una visión alternativa del bloque del Cono Sur. Cosa a juicio de Pinheiro, y también a mi juicio, es un horizonte equívoco: la Unasur es un
Horizonte al que hay que apostar, pero no como alternativa al Mercosur, ni a América Latina. Aun
cuando sea difícil vincular a esas dos Américas latinas.
Planteaba el tema central para los países pequeños de las asimetrías, planteaba cómo el FOCEM
era una muy buena idea, pero las dimensiones del FOCEM estaban muy lejos de las exigencias de
responder esas asimetrías. Planteaba que el Mercosur del año 91’ ya no puede ser el rumbo, lo
dice de manera enfática. Planteaba cómo esta definición implicaba repensar supuestos teóricos y
planteaba un programa. Luego de plantear esto, en una carta muy escueta, renunció. Las razones
de esa decisión, según él, eran de naturaleza política. Samuel Pinheiro Guimarães pudo haberse
equivocado, dentro del terreno de las hipótesis. Seguramente los gobiernos quedaron un poco
sorprendidos, incluso el gobierno brasileño ante esta decisión. Sin embargo, la fuerza de su
diagnóstico, por lo menos no puede ser fácilmente eludida.
Yo quiero abrir la discusión convocando a esa dimensión de sinceramiento, franqueza de exigencia
reciproca y a esta dimensión de partir, no eludiendo el malestar, ni menoscabándolo, sino
asumiéndolo como desafío para la integración, como filtro conceptual, concluyó Caetano.