Los macrodesafíos en la transición Mercosur- Estado Continental

La integración del Mercosur y la Comunidad Andina, hace del futuro Estado continental sudamericano una potencia mundial con una masa económica mayor que la de Alemania y muy superior a la suma del producto bruto interno de México y Canadá. Pero hay macrodesafíos que el Estado continental industrial deberá enfrentar en los próximos cincuenta años.


En la vida política de los Estados, el debate sobre la construcción de un orden político internacional es uno de los asuntos más complejos y espinosos desde el punto de vista práctico y teórico. La propia construcción del concepto de orden internacional no es unidimensional y se halla inmersa en una amplia diversificación de interpretaciones y subinterpretaciones.

Desde un sentido funcional podemos encontrar dos grandes definiciones generales: "El orden político internacional concebido como un patrón de actividad estatal orientado a la gestión del sistema internacional en función de determinadas metas o como un conjunto de suposiciones y acuerdos, formales o informales, mediante los cuales se conduce la política internacional" (Russell, 2004:15).

En los dos casos entran en juego la distribución simétrica o asimétrica del poder, el papel de la diplomacia, el derecho, el rol de la fuerza, las organizaciones internacionales, la cooperación y el conflicto.

Para el neorrealismo, el "orden" político internacional consiste en la construcción auto-interesada de los grandes poderes, por lo cual no es resultado de una acción sumatoria de todos los Estados en búsqueda de la paz. Otros asocian la idea de orden con cooperación y, por lo tanto, con ausencia de guerras.

Siguiendo el esquema de Russell podemos afirmar que se pueden identificar tres tipos ideales de orden político internacional: el equilibrio de poderes, la solidaridad de las naciones y el hegemónico.

El "orden" de equilibrio de poder se armoniza a partir del concepto de anarquía y se categoriza por la existencia de dos o más poderes que se contraequilibran con el objeto de evitar que uno de ellos domine a los demás. La Guerra Fría fue un equilibrio de poderes de variante bipolar.

El tipo ideal de solidaridad de las naciones posee como principio ordenador el "imperio de la ley". A lo largo de la historia, esta concepción ha sido más una aspiración que una realidad.

Por último, el tipo hegemónico remite a un sistema jerárquico y traduce subtipos. Se puede ir de un hegemonismo extremo –imperio formal- a una hegemonía benevolente –mecanismos más flexibles e informales de dominación. En la práctica el tipo hegemónico fue el que más prevaleció en la historia, si bien nunca alcanzó un dominio absoluto global, en el sentido de la globalización territorial del mundo a partir de un centro unilateral sin igual.

El siglo XXI con las grandes tendencias que empiezan a dibujarse –si bien todavía no en forma nítida– se debatirá en los próximos veinte años entre un "orden" sustentado en el equilibrio de poderes y un orden hegemónico. Ello nos permite señalar, aunque sea en forma provisoria, que resulta difícil la emergencia de un "orden" basado bien sobre el pilar del "imperio de la ley" o sobre la "solidaridad de las naciones".

La primera posibilidad es que el orden hegemónico nos conduzca a una era histórica de fuerte globalización pero impregnada de un significativo unilateralismo arraigado en el poder militar. Situación actualmente en ciernes puesto que, no obstante al obvio predominio de EEUU, hasta ahora no se ha llegado a configurar una hegemonía estable y universal (los ejemplos de Irak y Afganistán son elocuentes).

Además de factores externos de contención de una hegemonía universal, en sentido contrario, operan factores decisivos, internos de EEUU. En última instancia se trata del hecho de que a partir de la guerra de Vietnam se rompió el consenso nacional estadounidense para ejercer hegemonía en el mundo. Existe una crisis de redefinición cultural entre el ethos fundante calvinista anglosajón y un fuerte multiculturalismo cada vez más crítico que se advierte, por ejemplo, en el rol de la inmigración hispánica (Huntington, 2004:40-41).

Sin embargo, no podemos dejar de señalar que EEUU está desarrollando con avances y retrocesos una política dirigida a consolidar y expandir su preponderancia mundial.

La segunda posibilidad pasa por construir un "orden" sostenido en el "equilibrio" de poderes, única alternativa conducente a recrear un sistema mundial autorregulado capaz de comenzar a buscar caminos concretos de paz, y de brindarle un humanismo real a la globalización, como proceso histórico de alcance planetario.

Esta posibilidad sólo será efectiva si se producen cauces de respuestas exitosas a los procesos de integración regional a la globalización, en lo cual no hay incompatibilidad, dado que regionalización es un fenómeno concomitante con la globalización.

Esto quiere decir que no estamos ante el fin del Estado –afirmación convertida en slogan del neoliberalismo– sino en presencia del nacimiento de un nuevo tipo de Estado: el Estado continental industrial. Éste, resultante de los procesos de integración regional, será el único protagonista real del siglo XXI en la construcción de un "orden", sea unipolar o multipolar. Nos parece vital subrayarlo porque a veces los conceptos se pierden en la dinámica de la política real y se generan confusiones.

Los actuales tiempos turbulentos nos exigen formas inéditas de repensarnos para estar a la altura de los acontecimientos históricos, como afirmaba Raymond Aron. Desde este axioma nos parece que el Mercosur obliga a replantearnos caminos que vayan, más allá de los necesarios pasos intermedios de un mercado común, hacia la materialización del Estado continental latinoamericano.

Ahora bien, el Mercosur, como proceso de integración hacia un Estado continental, supone la conformación de nuevas lógicas culturales que reconstruyan la identidad frente a los desafíos del siglo XXI. La necesidad de viabilizar el Estado continental industrial suramericano nos permite repensarnos desde una nueva lógica histórica.


América Latina en el siglo XX

El siglo XX significa la crisis de las repúblicas agroexportadoras. Se inician los ciclos de los movimientos nacionales populares.

El ciclo populista es una ruptura con el pasado. Sus características incluyen la nacionalización de los sectores claves de la economía, la industrialización, la distribución de la riqueza, los liderazgos carismáticos, el nacionalismo, la defensa del Estado y el antiimperialismo. Sólo en América Latina llegó a ser régimen de gobierno. Desde un primer plano descartamos aquellas interpretaciones cargadas de un valor previo y peyorativo, tendiente a identificar el populismo como una "ideología del resentimiento" o "dictaduras de tipo demagógicas".

El siglo XIX abrió la era de los Estados-Nación industriales, cuyo paradigma fue Inglaterra en primer lugar y después Francia. Estos mostraban a todos el modelo o "paradigma" para ser actor protagónico del escenario internacional. A ese modelo nacional–industrializador se sumaron posteriormente Alemania, Italia y Japón. Ningún otro Estado-Nación alcanzó ese modelo. No avanzó más allá de la variada aparición de monoetnias, y quedó reducido para nuevas nacionalidades que no llegaban a la condición de los Estados-Nación clásicos.

En el siglo XX irrumpió un nuevo actor internacional que superó el modelo anterior y, por lo tanto, implicó un "nuevo paradigma": Estados Unidos de América, primer Estado continental industrial bioceánico de la historia.

El surgimiento del nuevo paradigma movilizó e inspiró a la generación del 900 y a Manuel Ugarte a rescatar la Patria grande latinoamericana a través de la búsqueda de la instauración de los Estados Unidos del Sur. El latinoamericanismo del siglo XX constituyó la respuesta paralela al paradigma predominante en Estados Unidos. Este nacionalismo latinoamericano recupera a Bolívar, integra a Brasil en los marcos de la Patria grande y se mueve en función de tres exigencias: democracia, industrialización e integración.

Los movimientos nacionales–populares traducen los más importantes pensamientos políticos dinamizadores y movilizadores del pueblo latinoamericano del siglo XX. Despliegan su accionar en tres dimensiones mutuas hegemonizantes de sus otras propiedades y que son las mismas que ya señalamos en el punto anterior: democracia, industrialización e integración.

El nacionalismo latinoamericanista de Manuel Ugarte irradió en el continentalismo sudamericano de Juan Perón, y se constituyó en el nexo programático entre el bolivarismo hispanoamericano del siglo XIX y el nacionalismo industrializador continentalista de los movimientos nacional-populares del continente.


El escenario del nuevo Estado continental industrial

Los macrodesafíos que enfrentará el Estado continental industrial en los próximos cincuenta años son:
Pérdida de habitabilidad en el planeta debido a los daños irreversibles en la biosfera.

Ausencia de institución, en el primer tercio del siglo, de un orden internacional satisfactoriamente nacional, lo cual llevará a la alternativa indeseable de: a) formación de un imperio americano mundial que someterá a todos los pueblos al arbitro de un único país o b) formación de una nueva bipolaridad (EEUU – China) dentro de la cual eventualmente se incluiría a Rusia, que establecería el riesgo de un holocausto nuclear tal vez inevitable.

Agravamiento de la asimetría Norte–Sur y en muchos países diferencias abismales entre sectores ricos y sectores miserables, lo cual generaría conflictos sociales insanables e incontrolables formas de terrorismo.

Insostenibilidad material de la civilización industrial ultrapasando las reservas de diversos minerales y de otros insumos de los cuales depende el proceso industrial.

Hoy podemos sostener que el programa de Bolívar, San Martín y Perón constituye el único camino para rediseñar el espacio de nuestra soberanía en la era de la globalización. La confirmación más contundente, desde el polo opuesto, de la vigencia del continentalismo de Perón en la globalización son las declaraciones que en noviembre de 2005 emitió ante el Senado de los Estados Unidos, la Secretaria de Estado de ese país, Condolezza Rice, quien advirtió: "Para que el Sur del continente pueda ser asimilado debe alejarse de Perón. Sí, de aquel desprestigiado demagogo seminazi argentino llamado Juan Domingo Perón".

 

Fragmento. Texto completo en Dossier Temas del Cono Sur Nº 52


* Miguel Angel Barrios es Diplomado Superior en Relaciones Internacionales Escuela Complutense Latinoamericana. Universidad Complutense de Madrid, España. Doctor en Ciencia Política Universidad del Salvador. Bs. As
Actual Director Académico de la Diplomatura en Relaciones Internacionales del Instituto de Estudios Estratégicos y Relaciones Internacionales de la Fundación Democracia del Círculo de Legisladores del Congreso de la Nación Argentina, que se dicta bajo el auspicio del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina.



Miguel Angel Barrios