Salir de la impronta del viejo concepto de integración
En su ponencia Cecilia Nahón* se refirió al contexto internacional, a lo que esto nos dice de los modelos de integración y cómo se relaciona con el proceso de integración del Mercosur.
“En cuanto al contexto internacional, no es una novedad decirlo, pero siempre es bueno tenerlo muy presente, estamos en un momento de reconfiguración a nivel global histórico, donde no sólo a nivel económico, sino también a nivel político y la discusión de las ideas, donde estamos teniendo unas transformaciones que probablemente hace 10 o 15 años eran impensadas.
“Quienes nos educamos y recibimos prácticamente de las universidades, pero ante todo nos formamos bajo el pensamiento hegemónico del neoliberalismo y bajo la visión de que en el mundo, en todo, está básicamente concentrado el Atlántico Norte; no deja de ser una sorpresa ver hoy esta reconfiguración, donde el poder se dispersa y empiezan a surgir otros actores relevantes. No sólo China que ya es la segunda economía mundial, sino también en el sur, en diversos continentes (por ejemplo el nuestro) donde ya han empezado a aparecer y a disputar espacios de poder a nivel internacional, países y regiones que antes nos conformábamos -o eso parecía ser- con mirar cómo los otros ejercían el poder global.
“Esta reconfiguración de poder, sin duda, refleja una reconfiguración de poder económico. Claramente, en la actualidad, el proceso de crecimiento a nivel global, con una crisis de cuatro años, que no termina de resolverse, es mucho tiempo. Una crisis internacional profunda y además estructural, que desde nuestra perspectiva está marcando el final de la etapa de la sociedad capitalista, el final de la especulación financiera como un eje ordenador del capitalismo neoglobal. Y el inicio potencial o la posibilidad de pensar en una etapa en donde la producción capitalista esté mucho menos aplicada a la especulación financiera, y más orientada al servicio de la comunidad real como posibilidad potencial. Porque está muy abierto el final y el resultado de esta crisis.
“Pero sin duda, en este contexto internacional, lo que tenemos es un liderazgo indiscutido de las economías emergentes en cuanto a sus tasas de crecimiento. El ritmo de crecimiento global hoy está siendo sostenido por países que, hasta hace algunos años, crecían a tasas mucho más modestas. Las perspectivas de crecimiento que se vienen para el año próximo, según el FMI, son las de que las economías ricas del mundo crecerán al 1,9% y las emergentes, esperamos, que al 5,9%. Es una diferencia enorme que marca dónde se está construyendo hoy a nivel global.
“Pero lo que es más interesante es que esto se refleja de manera gradual en diversos organismos internacionales y en diversas discusiones que están teniendo lugar a nivel internacional. Porque no sólo tenemos un cambio de poder, sino también de ideas. En esta crisis se está reflejando un gran fracaso de un pensamiento ortodoxo en todas sus dimensiones, no sólo en su forma de pensar, sino también en su forma de concebir las economías nacionales pero también el sistema económico internacional.
“No somos enteramente optimistas porque, si bien la discusión es profunda y el fracaso de las ideas neoliberales es contundente por sus resultados, todavía sabemos que resta mucho para llevar adelante en los organismos internacionales. El FMI nos debe aún una reforma profunda en su forma de funcionamiento.
La OMC sigue siendo un guardián inescrupuloso, por momentos, de los intereses de los países desarrollados y de la voluntad liberalizadora de ampliar y profundizar el libre comercio en el mundo, con independencia de la disolución de los proteccionismos validados dentro de organizaciones como la OMC.
“Todavía nos falta mucho por seguir discutiendo y profundizando. Pero está claro que el mundo como se pensaba, hoy está haciendo agua por todos lados. Incluso en la última región del G20 en Los Cabos, empezaron a aparecer algunos resquebrajamientos de este sistema de pensamiento único, que parecía hasta hace algunos años infranqueable. Y vemos en la declaración final de los presidentes, que así como se insiste en una manera que choca con la realidad en las recetas del ajuste y la reforma estructural como forma de salir de la crisis en algunos países, notablemente con la UE , empieza a aparecer como alternativa el impulso al crecimiento económico, a la demanda agregada, a la inversión en infraestructura, por lo menos como algo pensado y validado para las economías emergentes y aquellas que tengan capacidad de financiar y sostener, tanto en términos fiscales como en términos de sus cuentas corrientes, procesos de una intervención y conducción estatal más activa. Pero esto es también un arma de doble filo, porque si bien las economías emergentes sostenemos el proceso de crecimiento mundial, estamos siendo permanentemente víctimas y estamos amenazadas porque este proceso global implique mayor cantidad de bienes absorbidos por nuestras economías y mercados muy apetecibles, como los nuestros, utilizados y usufructuados por productores, vendedores y proveedores de otras latitudes. Por tal, es una excelente noticia estar creciendo a este ritmo alto, incluyente y que cada vez incorpora a más de nuestros millones de habitantes, en particular en América Latina. Pero cuidado, esto nos transforma en una región muy codiciada y más que nunca tenemos que tener como región una estrategia común de acción, pensamiento y actuación. Creemos también en estos organismos y foros internacionales.
“El primer fracaso que está claro, es el fracaso del modo de acumulación capitalista en su fase anterior, muy dominada por la especulación financiera en su eje pero también el fracaso de la teoría ortodoxa y sus soluciones. Para salir de la crisis claramente las recetas que insisten en llevar a cabo los líderes europeos y que insiste el G20 también en validar, están probando ser absolutamente inefectivas. El fracaso que estas políticas están teniendo, nos muestra que hay una necesidad clara de nuevas ideas y nuevos horizontes.
“Por otra parte, este pensamiento no sólo no está pudiendo dar respuestas para salir de la crisis, sino que tampoco ha podido anticiparla, no ha podido preverla, ni explicarla. Para la economía neoclásica ortodoxa, la crisis es directamente imposible. Es un concepto y un estado que sólo podría darse de una manera muy fugaz, muy transitoria, y que debería ser automáticamente corregido por las propias fuerzas del sistema capitalista. O sea, para la visión ortodoxa, el sistema capitalista vive básicamente en un equilibrio: equilibrio microeconómico, equilibrio macroeconómico, equilibrio social, equilibrio del mercado del trabajo, etc. Y lo que estamos viendo hoy es un mundo en desequilibrio en su núcleo central, que todavía sigue siendo donde está hoy colocado este inicio de la crisis: hace unos años fue en EE.UU, hoy en Europa. Hay desequilibrios estructurales sumamente importantes: 25 millones de desocupados en Europa son la evidencia social de estos desequilibrios.
“La teoría neoeconómica neoclásica no tiene mucho para decir al respecto, de hecho tiene bastante poco, porque el desequilibrio en general está asociado con la intervención estatal o la intervención de los sindicatos o con cualquier tipo de barrera que se considera antinatural, que impide que las fuerzas sanadoras del mercado lleguen a su completo equilibrio. Entonces tenemos hoy un mundo que no se puede explicar por las formas tradicionales que se han impuesto en las últimas décadas del pensamiento, y donde claramente tenemos que salir a buscar nuevas ideas porque las viejas, no nos alcanzan.
“Pero como en todo proceso de transición, lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, y hoy estamos en ese momento: en que tenemos que bucear, y lo hacemos permanentemente, en las teorías, neoestructuralistas, marxistas, keynesianas, etc. En todo el pensamiento heterodoxo que también en nuestra región se ha venido acumulando y desarrollando, en muchos momentos con resistencia, sin financiamiento, como se ha podido; pero cada vez con una mayor centralidad para poder entender, diagnosticar y dar respuestas al momento histórico que hoy estamos viviendo. Por suerte nuestras propias experiencias de desarrollo reciente nos dan unas cuantas pistas para eso. En el caso de Argentina, pero también con matices en la región, el rol importante que ha tenido en la recomposición de la demanda interna y de la demanda regional como factor de crecimiento. La relevancia de tener un modelo que además tiene como eje la obtención del superávit de cuenta corriente como una forma de sostener el proceso de crecimiento y evitar los típicos ciclos de stop and go, tan amenazantes y dañinos para nuestros crecimientos económicos. La incorporación del rol del Estado como un agente que apunta y sostiene a la demanda agregada, tanto la demanda de consumo como, muy fuertemente, la demanda de inversión pública. O en una serie de elementos claves del crecimiento y que son factores comunes en la región, que nos ha demostrado que hay otros caminos a nivel nacional, a nivel de desarrollo económico y sostenimiento del modelo de crecimiento de nuestros países que es posible.
“Cuando pensamos en torno a los modelos de crecimiento regional, me da la impresión de que aún seguimos pensando el proceso de integración en términos de estas ideas que no terminan de morir. Y así como podemos hablar de que a nivel internacional están todavía en algún sentido vigentes, pero en disputa y en jaque, las ideas del Consenso de Washington (ojalá sólo fueran esas, sino que también las de los consensos de Frankfurt, de Bruselas y de Maastricht) lo que tenemos hoy en cuanto a modelos de integración regional es todavía una impronta muy fuerte aplicada a nuestro proceso de integración.
También, los que nos formamos en términos de las currículas oficiales, en términos de las teorías neoliberales y ortodoxas, estudiamos como único camino a la integración, el modelo europeo. La realidad es que la UE y la Europa unida es sin duda un patrimonio de la humanidad. Algo que Lula dijo hace un tiempo en Madrid, que me parece interesante porque, además, siempre es bueno tenerlo en perspectiva en términos del poder estabilizador en lo político, en términos de paz, de vigencia de la democracia en un territorio que tiene tras de sí una historia tan cruenta. Una Europa unida es esto y representa un patrimonio indiscutible de la humanidad, pero también el modelo de integración europea fue y, en muchos sentidos sigue siendo, presentado y enseñado como el único modelo posible. El evidente fracaso de ese modelo de integración que hoy estamos viendo de una manera dramática, día a día, cuando Europa profundiza en un sendero que sólo la lleva a alejarse más de la recuperación, también nos tiene que mostrar y alertar de los límites de las recetas fáciles de la liberalización como modo a la integración.
“Efectivamente, parecía que había un camino único, que era el modelo a seguir y venían y nos adoctrinaban sobre cómo teníamos que hacerlo. Incluso, Europa tenía modelos enteros dedicados a visitar diferentes países explicando cómo debían seguir su modelo. Un modelo que seguía un camino lineal y único, desde la zona de libre comercio, la unión aduanera, el mercado único y finalmente la unión monetaria como el paso último y más perfecto de la integración. Hoy vemos que esto hace agua por todos lados y la unión monetaria hace agua porque esconde y niega todas las diferencias de productividad, competitividad, desarrollo de infraestructura, capacidades estatales que existen al interior de una UE que reúne a 27 países. Su unión monetaria es de 17 países, pero sus diferencias no pudieron ser resueltas, ni abordadas, ni tratadas con una forma de integración que colocó la libre circulación como eje principal del proceso de integración. En un proceso que podemos decir integración de libre mercado o integración de mercado. Ese modelo de integración hoy, si teníamos alguna duda, evidentemente está visto que es un fracaso. Aun cuando la UE seguía y sigue teniendo, menos financiadas hoy, importantes políticas de integración y cohesión social al interior de ella, pero que funcionan como reparadoras de desigualdades pero de una manera casi de política social, casi asistencial, o sea no abordando desde el fondo las asimetrías. Y cuando las diferencias se encorsetan y no se abordan de una manera directa, evidentemente tarde o temprano aparecen las similitudes y comparaciones con la situación del final de la convertibilidad en Argentina, son importantes.
“El endeudamiento exacerbado al que han tenido que concurrir los países de la UE para solventar una falta de capacidad productiva y una falta de competitividad y para sostener la ficción de un Euro único, realmente recuerdan mucho al abuso del endeudamiento externo que tuvo Argentina en la época de los 90, lo que finalmente implosionó y porque no hay forma que el endeudamiento externo compense y resuelva problemas estructurales de falta de productividad y falta de industrialización propiamente internos.
“Una economía que no se industrializa, que no invierte en modernizar su aparato productivo, en innovación, en desarrollo tecnológico, que no incorpora a sus trabajadores al sistema productivo, difícilmente pueda competir a nivel internacional y más difícilmente aun pueda sostener un proceso de crecimiento económico.
Y esto es lo que estamos haciendo, a diferencia del modelo europeo, a nivel nacional todos los países de esta región. Apostando a tener una industria fuerte, a incorporar a nuestros trabajadores a los procesos productivos, a desarrollar capacidades científicas y tecnológicas. Y lo estamos haciendo con la absoluta convicción de que la integración es el camino.
“Pero creo que todavía en muchos sentidos, muy atados a la herencia del Consenso de Asunción también, a lo que fue sin duda la piedra fundamental del proceso de integración que sigue marcando la agenda del Mercosur.
“La UE nos muestra hoy a las claras que no hay un solo Euro, hay un Euro alemán, un Euro español, uno griego si acaso sobrevive. O sea, las diferencias no se pueden ocultar, sino que hay que abordarlas y trabajarlas. Y el modelo de integración basado esencialmente en una integración de mercado en lo comercial tiene los límites que el mercado establece. Ahora bien, ¿cómo estamos nosotros? Aquí ya se ha caracterizado por la trayectoria de estos primeros 21 años del Mercosur, desde su fundación hasta el año 2003, es una larga década de una integración mayormente guiada por el mercado, que ha tenido sus progresos pero que mostró rápidamente sus límites, una profundización de las desigualdades y además un proceso de integración no sólo guiado por el mercado en lo comercial, sino también guiado por el mercado en términos de que la integración productiva allí donde existió y, en muchos sentidos allí donde existe, es aquella que estructuran y organizan las empresas transnacionales que operan en la región. Pero con una ausencia notable del Estado para dirigir, regular y controlar estos procesos.
*Secretaria de Relaciones Económicas Internacionales, Cancillería argentina
“Quienes nos educamos y recibimos prácticamente de las universidades, pero ante todo nos formamos bajo el pensamiento hegemónico del neoliberalismo y bajo la visión de que en el mundo, en todo, está básicamente concentrado el Atlántico Norte; no deja de ser una sorpresa ver hoy esta reconfiguración, donde el poder se dispersa y empiezan a surgir otros actores relevantes. No sólo China que ya es la segunda economía mundial, sino también en el sur, en diversos continentes (por ejemplo el nuestro) donde ya han empezado a aparecer y a disputar espacios de poder a nivel internacional, países y regiones que antes nos conformábamos -o eso parecía ser- con mirar cómo los otros ejercían el poder global.
“Esta reconfiguración de poder, sin duda, refleja una reconfiguración de poder económico. Claramente, en la actualidad, el proceso de crecimiento a nivel global, con una crisis de cuatro años, que no termina de resolverse, es mucho tiempo. Una crisis internacional profunda y además estructural, que desde nuestra perspectiva está marcando el final de la etapa de la sociedad capitalista, el final de la especulación financiera como un eje ordenador del capitalismo neoglobal. Y el inicio potencial o la posibilidad de pensar en una etapa en donde la producción capitalista esté mucho menos aplicada a la especulación financiera, y más orientada al servicio de la comunidad real como posibilidad potencial. Porque está muy abierto el final y el resultado de esta crisis.
“Pero sin duda, en este contexto internacional, lo que tenemos es un liderazgo indiscutido de las economías emergentes en cuanto a sus tasas de crecimiento. El ritmo de crecimiento global hoy está siendo sostenido por países que, hasta hace algunos años, crecían a tasas mucho más modestas. Las perspectivas de crecimiento que se vienen para el año próximo, según el FMI, son las de que las economías ricas del mundo crecerán al 1,9% y las emergentes, esperamos, que al 5,9%. Es una diferencia enorme que marca dónde se está construyendo hoy a nivel global.
“Pero lo que es más interesante es que esto se refleja de manera gradual en diversos organismos internacionales y en diversas discusiones que están teniendo lugar a nivel internacional. Porque no sólo tenemos un cambio de poder, sino también de ideas. En esta crisis se está reflejando un gran fracaso de un pensamiento ortodoxo en todas sus dimensiones, no sólo en su forma de pensar, sino también en su forma de concebir las economías nacionales pero también el sistema económico internacional.
“No somos enteramente optimistas porque, si bien la discusión es profunda y el fracaso de las ideas neoliberales es contundente por sus resultados, todavía sabemos que resta mucho para llevar adelante en los organismos internacionales. El FMI nos debe aún una reforma profunda en su forma de funcionamiento.
La OMC sigue siendo un guardián inescrupuloso, por momentos, de los intereses de los países desarrollados y de la voluntad liberalizadora de ampliar y profundizar el libre comercio en el mundo, con independencia de la disolución de los proteccionismos validados dentro de organizaciones como la OMC.
“Todavía nos falta mucho por seguir discutiendo y profundizando. Pero está claro que el mundo como se pensaba, hoy está haciendo agua por todos lados. Incluso en la última región del G20 en Los Cabos, empezaron a aparecer algunos resquebrajamientos de este sistema de pensamiento único, que parecía hasta hace algunos años infranqueable. Y vemos en la declaración final de los presidentes, que así como se insiste en una manera que choca con la realidad en las recetas del ajuste y la reforma estructural como forma de salir de la crisis en algunos países, notablemente con la UE , empieza a aparecer como alternativa el impulso al crecimiento económico, a la demanda agregada, a la inversión en infraestructura, por lo menos como algo pensado y validado para las economías emergentes y aquellas que tengan capacidad de financiar y sostener, tanto en términos fiscales como en términos de sus cuentas corrientes, procesos de una intervención y conducción estatal más activa. Pero esto es también un arma de doble filo, porque si bien las economías emergentes sostenemos el proceso de crecimiento mundial, estamos siendo permanentemente víctimas y estamos amenazadas porque este proceso global implique mayor cantidad de bienes absorbidos por nuestras economías y mercados muy apetecibles, como los nuestros, utilizados y usufructuados por productores, vendedores y proveedores de otras latitudes. Por tal, es una excelente noticia estar creciendo a este ritmo alto, incluyente y que cada vez incorpora a más de nuestros millones de habitantes, en particular en América Latina. Pero cuidado, esto nos transforma en una región muy codiciada y más que nunca tenemos que tener como región una estrategia común de acción, pensamiento y actuación. Creemos también en estos organismos y foros internacionales.
“El primer fracaso que está claro, es el fracaso del modo de acumulación capitalista en su fase anterior, muy dominada por la especulación financiera en su eje pero también el fracaso de la teoría ortodoxa y sus soluciones. Para salir de la crisis claramente las recetas que insisten en llevar a cabo los líderes europeos y que insiste el G20 también en validar, están probando ser absolutamente inefectivas. El fracaso que estas políticas están teniendo, nos muestra que hay una necesidad clara de nuevas ideas y nuevos horizontes.
“Por otra parte, este pensamiento no sólo no está pudiendo dar respuestas para salir de la crisis, sino que tampoco ha podido anticiparla, no ha podido preverla, ni explicarla. Para la economía neoclásica ortodoxa, la crisis es directamente imposible. Es un concepto y un estado que sólo podría darse de una manera muy fugaz, muy transitoria, y que debería ser automáticamente corregido por las propias fuerzas del sistema capitalista. O sea, para la visión ortodoxa, el sistema capitalista vive básicamente en un equilibrio: equilibrio microeconómico, equilibrio macroeconómico, equilibrio social, equilibrio del mercado del trabajo, etc. Y lo que estamos viendo hoy es un mundo en desequilibrio en su núcleo central, que todavía sigue siendo donde está hoy colocado este inicio de la crisis: hace unos años fue en EE.UU, hoy en Europa. Hay desequilibrios estructurales sumamente importantes: 25 millones de desocupados en Europa son la evidencia social de estos desequilibrios.
“La teoría neoeconómica neoclásica no tiene mucho para decir al respecto, de hecho tiene bastante poco, porque el desequilibrio en general está asociado con la intervención estatal o la intervención de los sindicatos o con cualquier tipo de barrera que se considera antinatural, que impide que las fuerzas sanadoras del mercado lleguen a su completo equilibrio. Entonces tenemos hoy un mundo que no se puede explicar por las formas tradicionales que se han impuesto en las últimas décadas del pensamiento, y donde claramente tenemos que salir a buscar nuevas ideas porque las viejas, no nos alcanzan.
“Pero como en todo proceso de transición, lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, y hoy estamos en ese momento: en que tenemos que bucear, y lo hacemos permanentemente, en las teorías, neoestructuralistas, marxistas, keynesianas, etc. En todo el pensamiento heterodoxo que también en nuestra región se ha venido acumulando y desarrollando, en muchos momentos con resistencia, sin financiamiento, como se ha podido; pero cada vez con una mayor centralidad para poder entender, diagnosticar y dar respuestas al momento histórico que hoy estamos viviendo. Por suerte nuestras propias experiencias de desarrollo reciente nos dan unas cuantas pistas para eso. En el caso de Argentina, pero también con matices en la región, el rol importante que ha tenido en la recomposición de la demanda interna y de la demanda regional como factor de crecimiento. La relevancia de tener un modelo que además tiene como eje la obtención del superávit de cuenta corriente como una forma de sostener el proceso de crecimiento y evitar los típicos ciclos de stop and go, tan amenazantes y dañinos para nuestros crecimientos económicos. La incorporación del rol del Estado como un agente que apunta y sostiene a la demanda agregada, tanto la demanda de consumo como, muy fuertemente, la demanda de inversión pública. O en una serie de elementos claves del crecimiento y que son factores comunes en la región, que nos ha demostrado que hay otros caminos a nivel nacional, a nivel de desarrollo económico y sostenimiento del modelo de crecimiento de nuestros países que es posible.
“Cuando pensamos en torno a los modelos de crecimiento regional, me da la impresión de que aún seguimos pensando el proceso de integración en términos de estas ideas que no terminan de morir. Y así como podemos hablar de que a nivel internacional están todavía en algún sentido vigentes, pero en disputa y en jaque, las ideas del Consenso de Washington (ojalá sólo fueran esas, sino que también las de los consensos de Frankfurt, de Bruselas y de Maastricht) lo que tenemos hoy en cuanto a modelos de integración regional es todavía una impronta muy fuerte aplicada a nuestro proceso de integración.
También, los que nos formamos en términos de las currículas oficiales, en términos de las teorías neoliberales y ortodoxas, estudiamos como único camino a la integración, el modelo europeo. La realidad es que la UE y la Europa unida es sin duda un patrimonio de la humanidad. Algo que Lula dijo hace un tiempo en Madrid, que me parece interesante porque, además, siempre es bueno tenerlo en perspectiva en términos del poder estabilizador en lo político, en términos de paz, de vigencia de la democracia en un territorio que tiene tras de sí una historia tan cruenta. Una Europa unida es esto y representa un patrimonio indiscutible de la humanidad, pero también el modelo de integración europea fue y, en muchos sentidos sigue siendo, presentado y enseñado como el único modelo posible. El evidente fracaso de ese modelo de integración que hoy estamos viendo de una manera dramática, día a día, cuando Europa profundiza en un sendero que sólo la lleva a alejarse más de la recuperación, también nos tiene que mostrar y alertar de los límites de las recetas fáciles de la liberalización como modo a la integración.
“Efectivamente, parecía que había un camino único, que era el modelo a seguir y venían y nos adoctrinaban sobre cómo teníamos que hacerlo. Incluso, Europa tenía modelos enteros dedicados a visitar diferentes países explicando cómo debían seguir su modelo. Un modelo que seguía un camino lineal y único, desde la zona de libre comercio, la unión aduanera, el mercado único y finalmente la unión monetaria como el paso último y más perfecto de la integración. Hoy vemos que esto hace agua por todos lados y la unión monetaria hace agua porque esconde y niega todas las diferencias de productividad, competitividad, desarrollo de infraestructura, capacidades estatales que existen al interior de una UE que reúne a 27 países. Su unión monetaria es de 17 países, pero sus diferencias no pudieron ser resueltas, ni abordadas, ni tratadas con una forma de integración que colocó la libre circulación como eje principal del proceso de integración. En un proceso que podemos decir integración de libre mercado o integración de mercado. Ese modelo de integración hoy, si teníamos alguna duda, evidentemente está visto que es un fracaso. Aun cuando la UE seguía y sigue teniendo, menos financiadas hoy, importantes políticas de integración y cohesión social al interior de ella, pero que funcionan como reparadoras de desigualdades pero de una manera casi de política social, casi asistencial, o sea no abordando desde el fondo las asimetrías. Y cuando las diferencias se encorsetan y no se abordan de una manera directa, evidentemente tarde o temprano aparecen las similitudes y comparaciones con la situación del final de la convertibilidad en Argentina, son importantes.
“El endeudamiento exacerbado al que han tenido que concurrir los países de la UE para solventar una falta de capacidad productiva y una falta de competitividad y para sostener la ficción de un Euro único, realmente recuerdan mucho al abuso del endeudamiento externo que tuvo Argentina en la época de los 90, lo que finalmente implosionó y porque no hay forma que el endeudamiento externo compense y resuelva problemas estructurales de falta de productividad y falta de industrialización propiamente internos.
“Una economía que no se industrializa, que no invierte en modernizar su aparato productivo, en innovación, en desarrollo tecnológico, que no incorpora a sus trabajadores al sistema productivo, difícilmente pueda competir a nivel internacional y más difícilmente aun pueda sostener un proceso de crecimiento económico.
Y esto es lo que estamos haciendo, a diferencia del modelo europeo, a nivel nacional todos los países de esta región. Apostando a tener una industria fuerte, a incorporar a nuestros trabajadores a los procesos productivos, a desarrollar capacidades científicas y tecnológicas. Y lo estamos haciendo con la absoluta convicción de que la integración es el camino.
“Pero creo que todavía en muchos sentidos, muy atados a la herencia del Consenso de Asunción también, a lo que fue sin duda la piedra fundamental del proceso de integración que sigue marcando la agenda del Mercosur.
“La UE nos muestra hoy a las claras que no hay un solo Euro, hay un Euro alemán, un Euro español, uno griego si acaso sobrevive. O sea, las diferencias no se pueden ocultar, sino que hay que abordarlas y trabajarlas. Y el modelo de integración basado esencialmente en una integración de mercado en lo comercial tiene los límites que el mercado establece. Ahora bien, ¿cómo estamos nosotros? Aquí ya se ha caracterizado por la trayectoria de estos primeros 21 años del Mercosur, desde su fundación hasta el año 2003, es una larga década de una integración mayormente guiada por el mercado, que ha tenido sus progresos pero que mostró rápidamente sus límites, una profundización de las desigualdades y además un proceso de integración no sólo guiado por el mercado en lo comercial, sino también guiado por el mercado en términos de que la integración productiva allí donde existió y, en muchos sentidos allí donde existe, es aquella que estructuran y organizan las empresas transnacionales que operan en la región. Pero con una ausencia notable del Estado para dirigir, regular y controlar estos procesos.
*Secretaria de Relaciones Económicas Internacionales, Cancillería argentina
Graciela Baquero