Seguridad energética y alimenticia deben tener sitio prioritario en la agenda suramericana
Por vez primera Sudamérica, desde su emancipación política, tiene diferentes puntos de apoyo sobre los cuales asentarse: EUA, Europa y Asia, a lo que debe añadirse la palanca propia conformada por el MERCOSUR y la UNASUR que, por medio de una especie de “sintonía o afinidad política” de sus respectivos gobiernos, está gestando y acumulando poder en esta parte del mundo.
La implementación de iniciativas inscriptas dentro de un proyecto neodesarrollista evitaría la repetición de la denominada “enfermedad holandesa", que ocurre cuando un país se especializa en exportar materias primas y desalienta o destruye su sector manufacturero.
La política del 3º interesado, basculando entre los poderes fácticos que operan en nuestra geografía pareciera ser la respuesta apropiada para concebir e implementar un conjunto de proyectos plurinacionales y negociar con actores externos, procurando el beneficio del conjunto. Lo prioritario es apuntar al desarrollo de un mercado de dimensión continental suramericano, anclado en el eje geopolítico vertical norte-Sur Brasilia, Buenos Aires, Venezuela y horizontal Este-Oeste Atlántico-Pacífico. La alianza con los actores externos tendría que ser episódica y cambiante, conforme lo dicte el interés estratégico de los gobiernos y pueblos de la Región.
En todos los casos la negociación conjunta -no la individual o aislada –es la que debería seguirse. Por ejemplo, con la UE, la negociación del MERCOSUR y /o eventualmente la UNASUR no debería limitarse a una agenda exclusivamente agrícola, relacionada con los subsidios y el proteccionismo de aquella, sino incluir una agenda de desarrollo industrial y tecnológico que prevea la implantación del capital de la vieja tríada en determinadas áreas de América del Sur a escoger, instalando parques productivos ambientalmente sustentables. Ídem con los capitales y tecnologías chinas en biotecnología y en electrónica. Y con India y China en tecnologías farmacéuticas. Siempre la alianza con los actores externos tendría que ser una rueda de auxilio para la promoción del crecimiento y el bienestar de nuestras poblaciones.
Los países de América del Sur no califican en las categorías acuñadas por intelectuales orgánicos del denominado “primer mundo”. No son “Estados forajidos”, “fallidos” y tampoco “obedientes” porque muchos de ellos no adhieren a los TLCs, pero aún tienen que forjar una identidad propia, no prestada. Por ello es necesario y conveniente formular una agenda afirmativa que les otorgue un rol de “coalición de Estados constructores” de su propio futuro.
Los países andinos se caracterizan por su dotación de minerales metalíferos, mientras que los del MERCOSUR son agroalimentarios. Brasil es una excepción porque es agroalimentario y productor de minerales, aunque también posee energías convencionales y no convencionales, así como el principal parque industrial latinoamericano. Por estas razones es el país que se encuentra en mejores condiciones para proponer iniciativas de desarrollo industrial y agroalimentario de consuno con sus vecinos, tendiendo a la configuración de un sector empresarial preponderantemente suramericano.
Los países suramericanos se encuentran entre los principales exportadores de alimentos, probablemente se tornarán en una de las mayores zonas exportadoras de petróleo, además poseen el Acuífero Guaraní, así como las aguas de la Amazonia y la mayor reserva de biodiversidad del planeta. En estas circunstancias tendrían que plantearse otras hipótesis de conflicto para el resguardo de sus “recursos de poder” y el bienestar de sus poblaciones, re-equipando y modernizando a sus FFAA. Un Estado (o grupo de Estados) que necesita importar continuamente armamentos y municiones y navíos para su transporte no está en condiciones de enfrentar un eventual conflicto armado con otro Estado o entidad intergubernamental.
El viejo desarrollismo concedía prioridad a las actividades de fomento en el nivel micro y se despreocupaba de los equilibrios macro o de la administración o funcionamiento responsable de las empresas públicas, muchas veces olvidaba el rol que debía desempeñar el Estado y las empresas sobre las que tenía titularidad. La negligente gestión de estas últimas las llevó al quebranto, pavimentando el sendero hacia la privatización y desregulación de la década del 90.
El nuevo desarrollismo concede prioridad al nivel macro, o sea al equilibrio o superávit de distintas balanzas y a la política de acumulación de reservas, así como a la cancelación de deudas con los organismos internacionales y la banca transnacional. Asimismo resulta necesario potenciar las iniciativas o proyectos de infraestructura física, energía, transporte y productivos a escala bi o plurinacional, en los que también podrían participar los capitales chinos, como complemento o alternativa al financiamiento de la CAF, del BNDES, del BID y del BM, así como del Banco del Sur cuando comience a operar.
La imposibilidad en la era de la globalización de los mercados de sustituir importaciones a escala nacional, tendría que inducir a las elites suramericanas a planear una serie de iniciativas conjuntas que transformen sus respectivas estructuras económico-sociales. Por este motivo, las citadas elites tendrían que negociar de consuno con los gobiernos y conglomerados extra-regionales, así como con las matrices de ciertas corporaciones transnacionales.
Seguridad energética y alimenticia tendría que tener un sitio prioritario en la agenda suramericana
La integración y la autonomía Regional en materia de energía tendrían que garantizar el abastecimiento de las necesidades y expectativas de desarrollo suramericano. Las reservas actuales de América del Sur indican que se presenta una oportunidad estratégica para que la Región o la mayoría de sus países, a través de la coordinación y convergencia de sus actores gubernamentales, empresariales, sociales y políticos, orienten sus riquezas hacia el desarrollo económico y social sustentable de sus poblaciones.
La seguridad alimenticia implica que las poblaciones de nuestro continente tendrían que tener asegurada su dieta con las proteínas y vitaminas correspondientes. Por otra parte, aquellos países que disponen de un mayor desarrollo relativo en la producción de agroalimentos tendrían que transferir y compartir sus conocimientos con los más rezagados en este ámbito.
El debilitamiento del Estado, en tanto representante del interés general y del bienestar colectivo, en la inmensa mayoría de los países suramericanos, durante el auge neoliberal, llevó a su copamiento por grupos económicos transnacionales y locales hegemónicos que, a pesar de la vigencia del régimen democrático, alcanzaron una presencia corporativa inédita desde 1930.
Las políticas neoliberales agravaron la concentración de la renta, ampliaron el desempleo y la extranjerización de las economías, debilitando a los Estados y a los servicios públicos que se transfirieron a grupos corporativos privados. Además, nuestros países, salvo excepciones, no poseen grandes empresas capaces de internacionalizarse.
Sin embargo, en los últimos años surgieron gobiernos anclados en coaliciones electorales progresistas e inmersos en otro contexto internacional que posibilitaron que la ciudadanía y/ o grupos económicos y políticos comprometidos con la construcción de un proyecto Regional recuperaran o adquirieran representación y visibilidad. La mayoría de estos gobiernos tratan de mantener o alcanzar políticas de austeridad fiscal, intentando recuperar al Estado como agente suplementario del desarrollo y reducción de las disparidades sociales. Aún no es posible señalar si se trata de una tendencia que tiene probabilidades de profundizarse o si la Región se encuentra ante una situación meramente coyuntural. Debemos pensar y trabajar para que no sea así. (Fragmento de Ponencia presentada en V Encontro Nacional Associaciao Brasileira de Estudos de Defesa-Fortaleza, de 08 a 10 de agosto de 2011. Texto completo en dossier en edición)
• Alberto J. Sosa es argentino, abogado, egresado de la Universidad de Buenos Aires. Investigador de AmerSur, asociación que integra el Foro Consultivo Económico-Social MERCOSUR, Sección Nacional Argentina; consultor en diversos proyectos nacionales e internacionales y profesor invitado en universidades y entidades públicas y privadas de América Latina y Alemania.
La política del 3º interesado, basculando entre los poderes fácticos que operan en nuestra geografía pareciera ser la respuesta apropiada para concebir e implementar un conjunto de proyectos plurinacionales y negociar con actores externos, procurando el beneficio del conjunto. Lo prioritario es apuntar al desarrollo de un mercado de dimensión continental suramericano, anclado en el eje geopolítico vertical norte-Sur Brasilia, Buenos Aires, Venezuela y horizontal Este-Oeste Atlántico-Pacífico. La alianza con los actores externos tendría que ser episódica y cambiante, conforme lo dicte el interés estratégico de los gobiernos y pueblos de la Región.
En todos los casos la negociación conjunta -no la individual o aislada –es la que debería seguirse. Por ejemplo, con la UE, la negociación del MERCOSUR y /o eventualmente la UNASUR no debería limitarse a una agenda exclusivamente agrícola, relacionada con los subsidios y el proteccionismo de aquella, sino incluir una agenda de desarrollo industrial y tecnológico que prevea la implantación del capital de la vieja tríada en determinadas áreas de América del Sur a escoger, instalando parques productivos ambientalmente sustentables. Ídem con los capitales y tecnologías chinas en biotecnología y en electrónica. Y con India y China en tecnologías farmacéuticas. Siempre la alianza con los actores externos tendría que ser una rueda de auxilio para la promoción del crecimiento y el bienestar de nuestras poblaciones.
Los países de América del Sur no califican en las categorías acuñadas por intelectuales orgánicos del denominado “primer mundo”. No son “Estados forajidos”, “fallidos” y tampoco “obedientes” porque muchos de ellos no adhieren a los TLCs, pero aún tienen que forjar una identidad propia, no prestada. Por ello es necesario y conveniente formular una agenda afirmativa que les otorgue un rol de “coalición de Estados constructores” de su propio futuro.
Los países andinos se caracterizan por su dotación de minerales metalíferos, mientras que los del MERCOSUR son agroalimentarios. Brasil es una excepción porque es agroalimentario y productor de minerales, aunque también posee energías convencionales y no convencionales, así como el principal parque industrial latinoamericano. Por estas razones es el país que se encuentra en mejores condiciones para proponer iniciativas de desarrollo industrial y agroalimentario de consuno con sus vecinos, tendiendo a la configuración de un sector empresarial preponderantemente suramericano.
Los países suramericanos se encuentran entre los principales exportadores de alimentos, probablemente se tornarán en una de las mayores zonas exportadoras de petróleo, además poseen el Acuífero Guaraní, así como las aguas de la Amazonia y la mayor reserva de biodiversidad del planeta. En estas circunstancias tendrían que plantearse otras hipótesis de conflicto para el resguardo de sus “recursos de poder” y el bienestar de sus poblaciones, re-equipando y modernizando a sus FFAA. Un Estado (o grupo de Estados) que necesita importar continuamente armamentos y municiones y navíos para su transporte no está en condiciones de enfrentar un eventual conflicto armado con otro Estado o entidad intergubernamental.
El viejo desarrollismo concedía prioridad a las actividades de fomento en el nivel micro y se despreocupaba de los equilibrios macro o de la administración o funcionamiento responsable de las empresas públicas, muchas veces olvidaba el rol que debía desempeñar el Estado y las empresas sobre las que tenía titularidad. La negligente gestión de estas últimas las llevó al quebranto, pavimentando el sendero hacia la privatización y desregulación de la década del 90.
El nuevo desarrollismo concede prioridad al nivel macro, o sea al equilibrio o superávit de distintas balanzas y a la política de acumulación de reservas, así como a la cancelación de deudas con los organismos internacionales y la banca transnacional. Asimismo resulta necesario potenciar las iniciativas o proyectos de infraestructura física, energía, transporte y productivos a escala bi o plurinacional, en los que también podrían participar los capitales chinos, como complemento o alternativa al financiamiento de la CAF, del BNDES, del BID y del BM, así como del Banco del Sur cuando comience a operar.
La imposibilidad en la era de la globalización de los mercados de sustituir importaciones a escala nacional, tendría que inducir a las elites suramericanas a planear una serie de iniciativas conjuntas que transformen sus respectivas estructuras económico-sociales. Por este motivo, las citadas elites tendrían que negociar de consuno con los gobiernos y conglomerados extra-regionales, así como con las matrices de ciertas corporaciones transnacionales.
Seguridad energética y alimenticia tendría que tener un sitio prioritario en la agenda suramericana
La integración y la autonomía Regional en materia de energía tendrían que garantizar el abastecimiento de las necesidades y expectativas de desarrollo suramericano. Las reservas actuales de América del Sur indican que se presenta una oportunidad estratégica para que la Región o la mayoría de sus países, a través de la coordinación y convergencia de sus actores gubernamentales, empresariales, sociales y políticos, orienten sus riquezas hacia el desarrollo económico y social sustentable de sus poblaciones.
La seguridad alimenticia implica que las poblaciones de nuestro continente tendrían que tener asegurada su dieta con las proteínas y vitaminas correspondientes. Por otra parte, aquellos países que disponen de un mayor desarrollo relativo en la producción de agroalimentos tendrían que transferir y compartir sus conocimientos con los más rezagados en este ámbito.
El debilitamiento del Estado, en tanto representante del interés general y del bienestar colectivo, en la inmensa mayoría de los países suramericanos, durante el auge neoliberal, llevó a su copamiento por grupos económicos transnacionales y locales hegemónicos que, a pesar de la vigencia del régimen democrático, alcanzaron una presencia corporativa inédita desde 1930.
Las políticas neoliberales agravaron la concentración de la renta, ampliaron el desempleo y la extranjerización de las economías, debilitando a los Estados y a los servicios públicos que se transfirieron a grupos corporativos privados. Además, nuestros países, salvo excepciones, no poseen grandes empresas capaces de internacionalizarse.
Sin embargo, en los últimos años surgieron gobiernos anclados en coaliciones electorales progresistas e inmersos en otro contexto internacional que posibilitaron que la ciudadanía y/ o grupos económicos y políticos comprometidos con la construcción de un proyecto Regional recuperaran o adquirieran representación y visibilidad. La mayoría de estos gobiernos tratan de mantener o alcanzar políticas de austeridad fiscal, intentando recuperar al Estado como agente suplementario del desarrollo y reducción de las disparidades sociales. Aún no es posible señalar si se trata de una tendencia que tiene probabilidades de profundizarse o si la Región se encuentra ante una situación meramente coyuntural. Debemos pensar y trabajar para que no sea así. (Fragmento de Ponencia presentada en V Encontro Nacional Associaciao Brasileira de Estudos de Defesa-Fortaleza, de 08 a 10 de agosto de 2011. Texto completo en dossier en edición)
• Alberto J. Sosa es argentino, abogado, egresado de la Universidad de Buenos Aires. Investigador de AmerSur, asociación que integra el Foro Consultivo Económico-Social MERCOSUR, Sección Nacional Argentina; consultor en diversos proyectos nacionales e internacionales y profesor invitado en universidades y entidades públicas y privadas de América Latina y Alemania.
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