Venezuela-Chavez, el vaso medio lleno
Finalmente se develaron todas las dudas, Hugo Chavez Frías será nuevamente el encargado de conducir el gobierno de Venezuela hasta el 2019, en lo que será su cuarto período presidencial consecutivo. El resultado electoral trae a colación una serie de análisis, que a mi juicio representan para Venezuela y el proyecto político bolivariano desafíos y riesgos.
En una jornada cívica ejemplar, con altos índices de participación ciudadana que superaron el 80% del padrón electoral, Hugo Chavez con el 54.42% de los votos se impuso sobre su competidor político Henrique Capriles quien obtuvo el 44.97% de los votos ciudadanos. El resultado electoral trae a colación una serie de análisis, que a mi juicio representan para Venezuela y el proyecto político bolivariano desafíos y riesgos.
Por un lado, aún para los más acérrimos enemigos del proyecto bolivariano (nacionales y extranjeros), debieran despejarse todas las dudas acerca de la legitimidad con que el pueblo venezolano ha elegido, una vez más, un proyecto político de características originales y singulares para América del Sur. Se podrá compartir o no la preferencia por el modelo bolivariano, lo que está ahora fuera de discusión es que el pueblo venezolano ha elegido una vez más “ese modelo político, social y económico de país”, y esa elección soberana debe ser respetada por toda la comunidad internacional, en especial por aquellos que se rajan las vestiduras proclamando su fundamentalismo por las libertades republicanas (eufemismo utilizado por las derechas desplazadas de sus privilegios). La gran afluencia ciudadana a las urnas, en un sistema donde el voto no es obligatorio, ha representado un verdadero record de participación cívica, de legitimidad y de transparencia del sistema electoral venezolano. La jornada electoral ha transcurrido en plena calma y tranquilidad, el resultado ha sido inmediatamente reconocido y aceptado por la fuerza liderada por Capriles, el sistema electoral a través del voto electrónico ha funcionado adecuada y eficientemente, el proceso electivo ha sido observado por organismos y fundaciones internacionales, ratificando sin ninguna excusa posible la voluntad soberana de la mayoría del pueblo venezolano.
Chávez ha sabido interpretar, fascinar y conducir a las mayorías populares conformadas por los sectores más humildes y las masas trabajadores de la sociedad, por varias décadas excluidos y marginados por la dirigencia política más conservadora. Chávez no es una anomalía política, es la consecuencia lógica y natural de años de destrato, exclusión e indiferencia hacia esos sectores. Su proyecto político de socialismo del siglo XXI efectivamente ha significado un cambio de tendencia hacia un sistema de mayor inclusión y participación popular, logrando grandes transformaciones en lo socio/económico y en lo político, llegando a disminuir los índices de pobreza y exclusión de manera significativa. La mejora de los indicadores sociales de Venezuela en la última década es un ejemplo a seguir, en una región que se caracteriza por ser la más desigual del planeta. Era inmoral e inconcebible que en un país asentado en las mayores reservas de petróleo del mundo la desigualdad, la pobreza y la exclusión social hayan sido parte de una matriz económica y política perversa.
No obstante, el proyecto político de Chávez se enfrentará a partir de su cuarto período al frente del gobierno, con nuevos y antiguos desafíos, tanto en el plano doméstico como internacional.
Por un lado la gran elección de Capriles, logrando capitalizar y aglutinar a un amplio sector político, social y económico, representa un reto a la futura gobernabilidad y a la cohesión y armonía sociales. La gran división y polarización de la sociedad debiera tener, por parte de todos los actores, una adecuada y serena lectura política para no profundizar una brecha hasta convertirla en irreconciliable. La responsabilidad y serenidad política del próximo período será clave para no tensionar la democracia hasta el límite de su “fatiga”. No sería de sabios desconocer que casi el 45% de la población tiene otra mirada.
Entre los desafíos domésticos pendientes, indudablemente Chávez se encuentra frente al dilema de transformar y diversificar la matriz económico/productiva venezolana, basada fundamentalmente en la explotación petrolera, y superar de este modo la “maldición intrínseca de los países ricos en recursos naturales”. El ordenamiento de las variables macroeconómicas es una asignatura pendiente del gobierno, en especial si la intención es seguir priorizando el bienestar de los sectores más humildes de la sociedad venezolana, quienes injustamente deben financiar una inflación cercana al 28% anual, la más alta en América Latina. La cuestión de la seguridad y la modernización de la infraestructura del país son otros de los ejes del saldo pendiente del actual gobierno, a la vez que continuar con las políticas sociales que han disminuido los índices de pobreza a casi la mitad de los que imperaban en la década del 90, posibilitando el acceso a la salud, la educación y al trabajo de grandes sectores de la población, aunque aún casi el 28% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza.
Uno de las críticas más precisas, que indudablemente deberá atender con mayor cuidado y atención en el próximo período presidencial, es el relativo a la irrefrenable pulsión que genera la acumulación del poder y la permanencia prolongada en la gestión pública, las tentaciones constantes de hegemonía dominante que de él se derivan y la formación de cuadros políticos con capacidad de liderazgo que fortalezcan la sustentabilidad del modelo. La fortaleza y continuidad de cualquier proyecto político colectivo, debiera trascender a su propio creador, mas aún debiera superarlo y sólo recordarlo como una anécdota histórica fundacional. Eso significaría madurez evolutiva y coraje estratégico.
En el plano regional e internacional Venezuela acaba de ingresar al Mercosur, formando parte permanente y estable de una sociedad de países que tienen el potencial de convertirse en un actor global relevante dentro de un esquema de poder mundial que está reformateándose inestablemente. En un momento histórico en que los nacionalismos vuelven a fortalecerse, haciendo dudar de los principios transformadores de los procesos de integración regionales; América del Sur y sus diferentes plataformas de integración, se encuentran frente al desafío de conceptualizar, redefinir y ejecutar, un paradigma de desarrollo integral, autónomo y diversificado, que defina y priorice con precisión los intereses comunes que las ventajas comparativas regionales ofrecen no solo para la actual coyuntura sino en prospección para este siglo. La convergencia de los intereses comunes regionales, a través de una metodología que reduzca al máximo las naturales tensiones y conflictividades producto de las diferentes visiones ideológicas y políticas, son un desafío del cual Venezuela debe ser parte de manera central.
Chávez tiene en esta próxima etapa, la oportunidad de demostrar su convicción de un mundo más justo y equilibrado, tanto como su voluntad de paz, su espíritu democrático y su capacidad de liderazgo regional. Habrá que esperar para observar si efectivamente tiene la capacidad de correrse del lugar que algunos lo han pretendido ubicar como parte de un problema global, para que, con las correcciones necesarias que el modelo bolivariano precisa, pueda ser considerado como parte de la solución.
*Oscar Casal es Presidente de EPICA – espacio para la integración y la convergencia -
Por un lado, aún para los más acérrimos enemigos del proyecto bolivariano (nacionales y extranjeros), debieran despejarse todas las dudas acerca de la legitimidad con que el pueblo venezolano ha elegido, una vez más, un proyecto político de características originales y singulares para América del Sur. Se podrá compartir o no la preferencia por el modelo bolivariano, lo que está ahora fuera de discusión es que el pueblo venezolano ha elegido una vez más “ese modelo político, social y económico de país”, y esa elección soberana debe ser respetada por toda la comunidad internacional, en especial por aquellos que se rajan las vestiduras proclamando su fundamentalismo por las libertades republicanas (eufemismo utilizado por las derechas desplazadas de sus privilegios). La gran afluencia ciudadana a las urnas, en un sistema donde el voto no es obligatorio, ha representado un verdadero record de participación cívica, de legitimidad y de transparencia del sistema electoral venezolano. La jornada electoral ha transcurrido en plena calma y tranquilidad, el resultado ha sido inmediatamente reconocido y aceptado por la fuerza liderada por Capriles, el sistema electoral a través del voto electrónico ha funcionado adecuada y eficientemente, el proceso electivo ha sido observado por organismos y fundaciones internacionales, ratificando sin ninguna excusa posible la voluntad soberana de la mayoría del pueblo venezolano.
Chávez ha sabido interpretar, fascinar y conducir a las mayorías populares conformadas por los sectores más humildes y las masas trabajadores de la sociedad, por varias décadas excluidos y marginados por la dirigencia política más conservadora. Chávez no es una anomalía política, es la consecuencia lógica y natural de años de destrato, exclusión e indiferencia hacia esos sectores. Su proyecto político de socialismo del siglo XXI efectivamente ha significado un cambio de tendencia hacia un sistema de mayor inclusión y participación popular, logrando grandes transformaciones en lo socio/económico y en lo político, llegando a disminuir los índices de pobreza y exclusión de manera significativa. La mejora de los indicadores sociales de Venezuela en la última década es un ejemplo a seguir, en una región que se caracteriza por ser la más desigual del planeta. Era inmoral e inconcebible que en un país asentado en las mayores reservas de petróleo del mundo la desigualdad, la pobreza y la exclusión social hayan sido parte de una matriz económica y política perversa.
No obstante, el proyecto político de Chávez se enfrentará a partir de su cuarto período al frente del gobierno, con nuevos y antiguos desafíos, tanto en el plano doméstico como internacional.
Por un lado la gran elección de Capriles, logrando capitalizar y aglutinar a un amplio sector político, social y económico, representa un reto a la futura gobernabilidad y a la cohesión y armonía sociales. La gran división y polarización de la sociedad debiera tener, por parte de todos los actores, una adecuada y serena lectura política para no profundizar una brecha hasta convertirla en irreconciliable. La responsabilidad y serenidad política del próximo período será clave para no tensionar la democracia hasta el límite de su “fatiga”. No sería de sabios desconocer que casi el 45% de la población tiene otra mirada.
Entre los desafíos domésticos pendientes, indudablemente Chávez se encuentra frente al dilema de transformar y diversificar la matriz económico/productiva venezolana, basada fundamentalmente en la explotación petrolera, y superar de este modo la “maldición intrínseca de los países ricos en recursos naturales”. El ordenamiento de las variables macroeconómicas es una asignatura pendiente del gobierno, en especial si la intención es seguir priorizando el bienestar de los sectores más humildes de la sociedad venezolana, quienes injustamente deben financiar una inflación cercana al 28% anual, la más alta en América Latina. La cuestión de la seguridad y la modernización de la infraestructura del país son otros de los ejes del saldo pendiente del actual gobierno, a la vez que continuar con las políticas sociales que han disminuido los índices de pobreza a casi la mitad de los que imperaban en la década del 90, posibilitando el acceso a la salud, la educación y al trabajo de grandes sectores de la población, aunque aún casi el 28% de la población se encuentra bajo la línea de pobreza.
Uno de las críticas más precisas, que indudablemente deberá atender con mayor cuidado y atención en el próximo período presidencial, es el relativo a la irrefrenable pulsión que genera la acumulación del poder y la permanencia prolongada en la gestión pública, las tentaciones constantes de hegemonía dominante que de él se derivan y la formación de cuadros políticos con capacidad de liderazgo que fortalezcan la sustentabilidad del modelo. La fortaleza y continuidad de cualquier proyecto político colectivo, debiera trascender a su propio creador, mas aún debiera superarlo y sólo recordarlo como una anécdota histórica fundacional. Eso significaría madurez evolutiva y coraje estratégico.
En el plano regional e internacional Venezuela acaba de ingresar al Mercosur, formando parte permanente y estable de una sociedad de países que tienen el potencial de convertirse en un actor global relevante dentro de un esquema de poder mundial que está reformateándose inestablemente. En un momento histórico en que los nacionalismos vuelven a fortalecerse, haciendo dudar de los principios transformadores de los procesos de integración regionales; América del Sur y sus diferentes plataformas de integración, se encuentran frente al desafío de conceptualizar, redefinir y ejecutar, un paradigma de desarrollo integral, autónomo y diversificado, que defina y priorice con precisión los intereses comunes que las ventajas comparativas regionales ofrecen no solo para la actual coyuntura sino en prospección para este siglo. La convergencia de los intereses comunes regionales, a través de una metodología que reduzca al máximo las naturales tensiones y conflictividades producto de las diferentes visiones ideológicas y políticas, son un desafío del cual Venezuela debe ser parte de manera central.
Chávez tiene en esta próxima etapa, la oportunidad de demostrar su convicción de un mundo más justo y equilibrado, tanto como su voluntad de paz, su espíritu democrático y su capacidad de liderazgo regional. Habrá que esperar para observar si efectivamente tiene la capacidad de correrse del lugar que algunos lo han pretendido ubicar como parte de un problema global, para que, con las correcciones necesarias que el modelo bolivariano precisa, pueda ser considerado como parte de la solución.
*Oscar Casal es Presidente de EPICA – espacio para la integración y la convergencia -
Oscar Casal