De la complementariedad a la integración productiva
Un paneo de la relación bilateral argentino-uruguaya, y un análisis de la problemática de la integración en zonas de frontera, fue desarrollada por el licenciado Fernando Porta. Lo hizo al presentar el capítulo de integración productiva en áreas transferizas del trabajo del CEFIR-CEPES: “La relación estratégica Argentina-Uruguay. Desafíos de la integración fronteriza”. La presentación, desarrollada en Buenos Aires en el mes de octubre, arrojó como conclusión que si bien existen condiciones para la integración en las zonas transfronterizas, se hace necesaria para su consolidación la acción conjunta de los estados. Con mecanismos adecuados de encadenamiento e integración, sería incluso posible avanzar en la exportación común hacia terceros países, por ejemplo en actividades como la avícola y la forestal.
El excelente desempeño macroeconómico que tuvo y tiene lugar en Argentina y Uruguay se produjo en el marco de condiciones distintas para cada uno de los países, en relación con sus particularidades económicas y productivas. No obstante, respecto de la inserción internacional de ambos países, no se produjeron cambios sustanciales en su patrón, estructurado a partir de la exportación de commodities agroindutriales y, de modo creciente aunque todavía limitado, el buen desempeño en exportaciones industriales, fundamentalmente destinadas hacia el mercado regional. Esta incipiente cualificación del comercio exterior no tiene como base situaciones significativas de integración productiva, sino que mayormente se trata de productos complementarios, de tipo interindustrual.
Por esta razón, Fernando Porta señala una vez más la necesidad de intensificar los programas de integración productiva, con sus mecanismos de complementación y encadenamiento. En esa línea, resulta auspiciosa la tarea emprendida por los Ministerios de Industria de Argentina y Uruguay, que han relevado diferentes potencialidades en sectores tradicionales, como textiles, muebles o alimentos, como así también en otros de menor trayectoria, tales como tecnología, fármacos e industria aeronáutica.
Los sectores mencionados tienen poco que ver con la estructura productiva en las zonas de frontera, donde predominan las actividades primarias. Por añadidura, la pertenencia a un mismo ecosistema natural a ambas márgenes del Uruguay, sumada a que la producción está mayoritariamente volcada hacia los mercados internos o hacia la exportación extrarregional, históricamente dio lugar a que las zonas transfronterizas se hayan constituido fundamentalmente como espacios más competitivos que complementarios.
En este contexto, la intención de avanzar en mecanismos de complementación productiva en estos territorios requiere de la instalación de proyectos concretos que dependen, al menos en un primer momento, de la intervención estatal. En esa línea se cuentan la creación de los Comités de Frontera, la Comisión de Integración Argentino-Uruguaya y, en el marco del Grupo de Integración Productiva, el recientemente creado Grupo de la Cuenca del Río Uruguay.
Sectores de servicios potencialmente importantes y propicios para el desarrollo de mecanismos de complementación en zonas transfronterizas, como es el caso del turismo, también presentan escasos grados de integración. Se trata de un área que ha tenido un desarrollo desigual, más del lado argentino que del uruguayo, a nivel del aprovechamiento de las márgenes del río, y que constituye un espacio interesante en el que se podría avanzar, por ejemplo, a través de iniciativas como la creación de la "marca única" y la generación de rutas mixtas que combinen distintos atractivos turísticos a ambos lados de la frontera común.
Porta enumeró algunos otros sectores donde se encuentran potencialidades y perspectivas para la integración fronteriza. Existen posibilidades de cooperación técnica en dotación de recursos agrícolas, donde hay una capacidad instalada que permite la realización de proyectos mucho más ambiciosos que los que tienen lugar en la actualidad. Ambos países tienen mucho para enseñarse, a partir de ventajas diferenciales para uno y otro en relación con diferentes productos.
El establecimiento de convenios entre el INTA, el LATU y las Universidades, entre otros organismos, puede ayudar a mejorar los términos de las cadenas agroalimentarias, en las que ambos países enfrentan problemáticas similares y comparten el hecho de especializarse en segmentos donde las rentas tecnológicas son bajas. Tanto Argentina como Uruguay tienen el desafío de avanzar en la producción de los insumos básicos de esas cadenas, a partir de los desarrollos de la genética, y de agregar mayor valor en sus productos alimenticios. Esta necesidad común bien pude convertirse en un plafón para la integración binacional, con fuertes potencialidades.
En definitiva, si bien existen condiciones para la integración en las zonas transfronterizas, se hacen necesarias para su consolidación tanto la acción conjunta de los estados como un cambio importante de mentalidad que permita pasar de la lógica de la competencia a la lógica de la complementación. Con mecanismos adecuados de encadenamiento e integración, sería incluso posible avanzar en la exportación común hacia terceros países, por ejemplo en actividades como la avícola y la forestal.
Por esta razón, Fernando Porta señala una vez más la necesidad de intensificar los programas de integración productiva, con sus mecanismos de complementación y encadenamiento. En esa línea, resulta auspiciosa la tarea emprendida por los Ministerios de Industria de Argentina y Uruguay, que han relevado diferentes potencialidades en sectores tradicionales, como textiles, muebles o alimentos, como así también en otros de menor trayectoria, tales como tecnología, fármacos e industria aeronáutica.
Los sectores mencionados tienen poco que ver con la estructura productiva en las zonas de frontera, donde predominan las actividades primarias. Por añadidura, la pertenencia a un mismo ecosistema natural a ambas márgenes del Uruguay, sumada a que la producción está mayoritariamente volcada hacia los mercados internos o hacia la exportación extrarregional, históricamente dio lugar a que las zonas transfronterizas se hayan constituido fundamentalmente como espacios más competitivos que complementarios.
En este contexto, la intención de avanzar en mecanismos de complementación productiva en estos territorios requiere de la instalación de proyectos concretos que dependen, al menos en un primer momento, de la intervención estatal. En esa línea se cuentan la creación de los Comités de Frontera, la Comisión de Integración Argentino-Uruguaya y, en el marco del Grupo de Integración Productiva, el recientemente creado Grupo de la Cuenca del Río Uruguay.
Sectores de servicios potencialmente importantes y propicios para el desarrollo de mecanismos de complementación en zonas transfronterizas, como es el caso del turismo, también presentan escasos grados de integración. Se trata de un área que ha tenido un desarrollo desigual, más del lado argentino que del uruguayo, a nivel del aprovechamiento de las márgenes del río, y que constituye un espacio interesante en el que se podría avanzar, por ejemplo, a través de iniciativas como la creación de la "marca única" y la generación de rutas mixtas que combinen distintos atractivos turísticos a ambos lados de la frontera común.
Porta enumeró algunos otros sectores donde se encuentran potencialidades y perspectivas para la integración fronteriza. Existen posibilidades de cooperación técnica en dotación de recursos agrícolas, donde hay una capacidad instalada que permite la realización de proyectos mucho más ambiciosos que los que tienen lugar en la actualidad. Ambos países tienen mucho para enseñarse, a partir de ventajas diferenciales para uno y otro en relación con diferentes productos.
El establecimiento de convenios entre el INTA, el LATU y las Universidades, entre otros organismos, puede ayudar a mejorar los términos de las cadenas agroalimentarias, en las que ambos países enfrentan problemáticas similares y comparten el hecho de especializarse en segmentos donde las rentas tecnológicas son bajas. Tanto Argentina como Uruguay tienen el desafío de avanzar en la producción de los insumos básicos de esas cadenas, a partir de los desarrollos de la genética, y de agregar mayor valor en sus productos alimenticios. Esta necesidad común bien pude convertirse en un plafón para la integración binacional, con fuertes potencialidades.
En definitiva, si bien existen condiciones para la integración en las zonas transfronterizas, se hacen necesarias para su consolidación tanto la acción conjunta de los estados como un cambio importante de mentalidad que permita pasar de la lógica de la competencia a la lógica de la complementación. Con mecanismos adecuados de encadenamiento e integración, sería incluso posible avanzar en la exportación común hacia terceros países, por ejemplo en actividades como la avícola y la forestal.
Gustavo Sánchez/ Graciela Baquero