Deuda externa. El impacto de una negociación conjunta.

No tenemos una coordinación efectiva de nuestras políticas a nivel macro económico. La prueba irrefutable está en que Argentina y Brasil, dos países muy comprometidos con su endeudamiento, no han podido armonizar una estrategia común para enfrentar una crisis como la de la deuda. Atilio Borón, secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) sostiene que el Mercosur podría ser el marco adecuado para una negociación conjunta de la deuda externa, que produciría un impacto positivo en el desarrollo de ambos países. Y sustenta su posición en un elemento de fortaleza que nunca es tenido en cuenta a la hora de los análisis. “Somos excesivamente prioritarios para Estados Unidos. La prueba está en el planteo de la Doctrina Monroe, que se mantiene invariable en el tiempo, y vuelve a surgir en el proyecto del ALCA”. Claro que este mismo planteo despunta otro elemento analizado por Borón en el proceso del ALCA, al que percive como un proceso de integración dictado por una clara lógica militar.


Integración y lógica militar

Al referirse a los procesos de Mercosur y ALCA en una charla organizada por la Facultad de Derecho de la ciudad de Buenos Aires, el profesor Atilio Borón describió un escenario mundial pos guerra fría en el que, lejos de lo que esperaba, el derrumbe del orden bipolar no ayudó al fomento de la paz, sino que terminó potenciando conflictos.

Como lo señalan innumerables informes de distintos organismos de Naciones Unidas, la transferencia de los recursos liberados por el fin del conflicto bipolar a países en desarrollo, como los de América del Sur, permitiría resolver muchos de los más graves problemas económicos, políticos y sociales de la región.

Sin embargo, ese traspaso de recursos no se produjo, e incluso los dividendos para la paz no fueron empleados para su fomento sino para intensificar la carrera militar. En ese sentido, la lógica que prevalece en estos esquemas de integración alternativos, conflictivos, como son el Mercosur y el ALCA, es una lógica política, explicó el secretario ejecutivo de CLACSO.

En los EEUU, por ejemplo, algunos de los analistas más importantes han planteado que en realidad, los esfuerzos renovados a favor del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que lleva adelante el Presidente George W Bush, tiene mucho más que ver con una lógica militar, ya ni siquiera política, que con una de carácter comercial y económico. Está en juego mucho más que las ventajas para un conjunto de grandes empresas americanas que operan en América Latina, esto es un aliciente importante para ellas, pero es muy interesante ver los planteamientos que se hacen en el Departamento de Defensa sobre esta cuestión.

Los Documentos que hay en el Pentágono sobre el tema del ALCA, insisten en señalar la prioridad de las consideraciones militares por encima de consideraciones de carácter económico o empresarial. En uno de esos documentos se plantea claramente que la nueva doctrina estratégica norteamericana que fuera formulada en septiembre de 2002, plantea la necesidad de integración de ese espacio enorme que va desde Alaska a Tierra del Fuego. En este sentido, el ALCA debe ser visto entonces como una de las facetas económicas de ese proceso de integración dictado por una lógica militar.

El Mercosur es evidentemente, un proyecto que también tiene un contenido político muy claro. Tiene por una parte una racionalidad de corto plazo, que fue la que promovieron los sectores empresariales más vinculados al Mercosur. Es la de facilitar la realización de negocios en un espacio económico y territorial muy amplio y muy apetecible de América Latina. Y al mismo tiempo, oponer una cierta resistencia a las tendencias avasallantes que tienen los EEUU en esta parte del continente. En ese sentido, el Mercosur es visto por esta potencia regional como un obstáculo fuerte, pese a las enormes limitaciones que en la práctica concreta, el proceso del Cono Sur ha tenido en estos años de desarrollo.

Un pensamiento político estratégico no elaborado

El Mercosur no es un proyecto acabado, es más bien un proyecto en gestación, que hasta ahora no ha logrado avanzar a un ritmo lo suficientemente rápido. Brasil y Argentina han tenido una serie de problemas económicos o políticos de todo tipo, que impide plantear resueltamente un proceso de avance en el Mercosur. Y como nos lo enseña la experiencia europea, el tema de la integración funciona si es que hay una muy fuerte voluntad política de hacerlo funcionar.

No se puede pensar que un proyecto como el del Mercosur va a avanzar a partir de la motivación que le ofrecen los intereses económicos o las perspectivas de mejorar la tasa de ganancia. Lo que hizo posible la Unión Europea fue la decisión política tomada fundamentalmente por Francia, Alemania e Italia, de avanzar en el proceso de integración, al cual se subordinaron después los cálculos económicos de las empresas.

El problema que tenemos en el Mercosur es que ese pensamiento político – estratégico está subdesarrollado, por eso el Mercosur hasta ahora, si bien ha hecho avances importantes en materia de integración económica ofreciendo ventajas interesantes a algunos sectores empresariales de la Argentina y Brasil, ha estado muy al margen de las expectativas que se tenían. Tenemos un Mercosur comercial con graves dificultades, con socios que están permanentemente peleando y pensando en el corto plazo, atentos a la devaluación cotidiana de cada una de las monedas. Estamos en mora en el avance del famoso proceso de institucionalización del Mercosur, los progresos que se han registrado son muy endebles. No tenemos un Mercosur político, a pesar de que haya un interés de que exista. No tenemos una coordinación efectiva a nivel macro económico de las políticas de nuestros países.

Un marco para la negociación conjunta

La prueba está en que Argentina y Brasil, dos países muy comprometidos con su endeudamiento, tienen estrategias completamente diferentes para enfrentar una crisis como la de la deuda, cuando lo razonable hubiera sido que esos dos países hubieran llegado a armonizar una estrategia común. Esto demuestra una debilidad muy fuerte en el Mercosur, porque el problema de la Deuda Externa no es un problema menor para estas economías. Piensen lo que podría ocurrir en Argentina y Brasil si no tuvieran la sangría permanente del endeudamiento que obliga a pagar, en el caso de Brasil por ejemplo, cada semana una cifra superior a los 1.000 M de dólares para mantener la deuda más o menos controlada.

Entonces, ¿podría ser el Mercosur un marco adecuado para una negociación conjunta de la deuda?, se preguntó Borón.

Su respuesta positiva hizo hincapié en un elemento de fortaleza que no se tiene en cuenta en los análisis regionales. El Mercosur es excesivamente prioritario para Estados Unidos. Por algo es tanta la importancia que los estudios en EEUU le dan a América Latina, una política que se elabora hace casi dos siglos y se mantiene invariable todavía hoy. Si analizamos los dichos de Collin Powell, el Secretario de Estado de Bush, por ejemplo, percibimos que sigue haciendo un planteamiento absolutamente “monroista” de lo que significa el ALCA: “Es para nosotros el control indisputado, económico, política, militar para las empresas norteamericanas de todo el continente, desde Alaska hasta Tierra del Fuego”.

Un Mercosur que posibilite una negociación conjunta de la deuda, produciría a estos países una serie de ventajas muy evidentes, tendría un impacto mucho mayor que la negociación por separado, sistema que se aplicó a partir de 1989, y que produjo un aumento de la deuda en todos los países de la región. El Mercosur podría ser un camino alternativo para la negociación conjunta, pero hay mucho por avanzar, dijo.

Hay algunos temas específicos muy importantes. En primer lugar, insistir en el carácter político, en la fuerza y la gravitación decisiva que tiene la opción política por el Mercosur. Uno encuentra en los cuatro países del Mercosur síntomas que no son del todo tranquilizadores.

Uruguay, tiene muy poco interés en profundizar su vinculación con el Mercosur. Está siendo presionado con la vieja estrategia norteamericana de ofrecerle un aumento en las cuotas de importación, para que de alguna manera se vaya desentendiendo del Mercosur. En la Argentina hemos tenido oscilaciones pendulares, pero aún no hay una voluntad clara. Por otra parte, nuestro gran socio Brasil ha sido víctima de las mismas incongruencias, con la aparición cíclica de tendencias aislacionistas muy fuertes.

En segundo lugar, las dificultades de un proceso de integración en esta parte del mundo, en el sentido de América como el sector geográfico más directamente influenciable por la política de los EEUU. Estos no ven con agrado al Mercosur ni a ningún esquema de integración; han trabajado para dividir a nuestros países, para impedir cualquier proceso de conformación de un bloque sudamericano o hispanoparlante.

Por último, el momento histórico no es bueno para el Mercosur. Estamos en una coyuntura del sistema internacional en donde las tendencias hegemonistas de los EEUU son más fuertes que nunca, han llegado a un paroxismo guerrerista – militarista no visto desde hace mucho tiempo. Por cierto, la nueva doctrina de seguridad norteamericana es incompatible con el esquema de integración del Mercosur, concluyó el académico.

Atilio Borón es sociólogo, doctorado en Ciencia Política en la Universidad de Harvard, Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales -CLACSO-; profesor en la Universidad de California, en la Universidad Autónoma de México, y en la Universidad de Buenos Aires.

Graciela Baquero