El dinamismo exportador de Brasil. Ejemplo y problema para Argentina.

A comienzos de 1999 Brasil devaluó su moneda impulsado por su elevado déficit externo, medida que tuvo impacto tanto en las importaciones como en las exportaciones, que cobraron un ritmo ascendente. La experiencia brasileña arroja varios resultados que pueden ser de interés para la Argentina. Jorge Schvarzer, director del Centro de la Situación y Perspectivas de la Argentina (CESPA), analiza junto a Hernán Filkenstein, las variables de evolución del comercio exterior brasileño. Ambos investigadores encuentran que Brasil diversificó sus exportaciones tanto en lo que se refiere a productos como a mercados de destino mientras ampliaba sus ventas, dinamismo que se puede explicar por la existencia previa de una estructura productiva capacitada para competir en el mercado mundial que salió a la luz con la devaluación. Fenómeno que no ocurre en la Argentina, aquejada por la destrucción de ramas fabriles provocada por la convertibilidad. Esa dinámica del país vecino está reduciendo la importancia argentina en sus operaciones, situación que plantea un interrogante para el futuro del MERCOSUR, señalan los investigadores en el trabajo en un trabajo publicado a fines de 2004 cuyos principales tramos se reproducen a continuación.


Las exportaciones brasileñas

La evolución de las exportaciones luego de la devaluación sorprende por su dinamismo. En un período de apenas cuatro años, entre 1999 (primer ejercicio posterior a la devaluación) y 2003 (último año de estadísticas completas en el momento en que se elaboró este trabajo), la colocación de mercaderías en el exterior trepó más de 50% en términos relativos. Si se toman las magnitudes absolutas los resultados no son menos sorprendentes. Las ventas al exterior pasaron de 10 mil millones de dólares en el primer trimestre de 1999 a 20 mil millones en el primer trimestre de 2004. y de cerca de 13 mil millones durante el tercer trimestre de 1999 a cerca de 27 mil millones durante el mismo período de 2004.

Esa expansión de las ventas al exterior se apoya en numerosos sectores y no se advierte un efecto mayor generado por un producto particular (como ocurre con la soja en el caso argentino) o por una mejora de precios en el mercado mundial. La mitad del aumento de las exportaciones entre 2003 y 1999 corresponde a productos manufacturados; cerca del 40% a bienes primarios (o básicos) y el resto a los llamados bienes semimanufacturados (de acuerdo a la clasificación de ese país). A su vez, dentro de cada uno de esos sectores hay una gran cantidad de rubros que presentan una evolución favorable.

Si se toma el total exportado, resulta que la soja (y sus derivados) explica cerca del 17% del incremento de las ventas al exterior. En segundo lugar aparece el rubro petróleo (y derivados), con más del 10% del aumento, al que le sigue la exportación de automóviles (y sus partes), que contribuye con otro 10%. Estos tres grandes rubros explican entonces, aproximadamente el 40% del aumento de las exportaciones brasileñas en esos cuatro años.

El incremento en la exportación de manufacturas por su parte, se origina en la expansión de numerosos rubros; se observa que alrededor del 10% del incremento de las exportaciones se explica por vehículos automotores y sus partes; a ellos se agrega un 4% generado por “aparatos de transmisión y recepción”. Luego sigue una larga lista de productos, aunque cada uno de ellos explica menos del 1% del incremento. Estos datos permiten destacar que el dinamismo exportador de Brasil es un fenómeno generalizado y no el efecto de alguna situación específica. La variedad de rubros con dinamismo exportador encuentra un reflejo similar en lo que se refiere a los mercados de destino. Estos también se diversificaron, resultado que señala que Brasil puede colocar su oferta en espacios crecientes en el mercado mundial.

Las importaciones brasileñas

Las importaciones de Brasil fueron alentadas por el atraso del tipo de cambio y el desarme de la protección a partir de 1994, de modo que a fines de 1996 se aproximaron a los 6 mil millones de dólares mensuales, o alrededor de los 70 mil millones de dólares anuales. Ese ritmo se mantuvo en 1997 y 1998, aunque con oscilaciones, generando un fuerte déficit comercial que provocó luego, la devaluación del Real de 1999.

La reacción de las importaciones luego de la devaluación de 1999 fue casi inmediata y estas cayeron a un umbral del orden de 4 mil millones de dólares mensuales durante todo el año 1999, en contraste con los 5 mil millones de dólares mensuales del año anterior. En 2000 iniciaron un ciclo ascendente, que se volvió a revertir con la recesión interna, pero que retomó impulso en los meses recientes.

Comparaciones macroeconómicas

Brasil experimento una estrategia de control de la inflación mediante el atraso del tipo de cambio que se llevo a cabo entre 1994 y 1998 con efectos claros sobre la evolución de los precios aunque con impacto negativo en las áreas productivas (dificultadas para competir con el exterior). El país vecino contó con la ventaja de que no implantó un sistema tan rígido como fue la regla de la convertibilidad en la Argentina y, por eso, salió de manera relativamente fácil de aquella trampa mediante una devaluación. De ese modo, puso punto final su modelo de estabilización basado en el atraso del tipo de cambio, pero sin la costosa carga que impuso a nuestro país salir de la convertibilidad.

Efectos para la Argentina

Durante el periodo en que los dos países incurrieron en un atraso del tipo de cambio de magnitud mas o menos semejante, el comercio reciproco creció a un ritmo notable. Ese fenómeno contribuyó a la integración de algunas ramas fabriles y dio lugar a un fortalecimiento de las relaciones regionales que no se puede ignorar.

Entre 1999 y 1998, por ejemplo, las exportaciones argentinas a Brasil pasaron de 1.500 millones de dólares a 8.000 millones. Ese aumento de 6.500 millones explica prácticamente la mitad del incremento de las ventas del país al exterior que fueron de 14.000 millones de dólares (porque pasaron de 12.000 a 26.000 millones); del aumento que resta por explicar las dos terceras partes se deben a las ventas de dos commodities, oleaginosas y petróleo, dato que remarca la importancia del mercado brasileño en esos momentos. La devaluación del Real aplicó un duro golpe a esa evolución aunque no se puede adjudicar la culpa al país vecino sino a la resistencia local a salir de la convertibilidad.

Un primer efecto apreciable de la nueva situación fue positivo. Este consiste en que los bienes industriales importados de Brasil no han subido de precio al ritmo de la devaluación local respecto al dólar (precisamente porque no hay devaluación efectiva frente al Real respecto a los valores observados hace ya casi diez años). Este fenómeno ha contribuido a mitigar el impacto inflacionario de la devaluación y se observa, especialmente, en numerosos bienes fabriles. Otro efecto es negativo, Argentina recibió en 2003 menos bienes desde Brasil que en 1999 (medidos en dólares) y fue uno de los pocos mercados donde las exportaciones de aquel país cayeron. En consecuencia, Argentina pasó de ser el segundo socio comercial de Brasil (que absorbía 11% de sus ventas) a compartir ese lugar con China y muy cerca de la proporción despachada a otra nación como Holanda, con menos de 6% de las exportaciones del país vecino en 2003. en términos absolutos, Brasil incrementó sus ventas a México, por ejemplo, en más de 1.600 millones de dólares en esos cuatro años y en otros mil millones a Chile mientras bajaban sus colocaciones en la Argentina.

Este fenómeno provoca que el mercado argentina tiende a resultar menos interesante para Brasil y ello puede reducir la importancia potencial que se le asigna normalmente al MERCOSUR. El tema se combina con la preocupación de los empresarios locales frente a la competencia brasileña (que sin duda, se debe más a la eficiencia alcanzada por sus plantas productivas que al tipo de cambio relativo con nuestro país) y plantea un quiebre peligroso si la estrategia regional estuviera centrada en la creación de un gran mercado integrado en nuestros países.

En definitiva, la experiencia brasileña, que es poco analizada en nuestro país, ofrece antecedentes y resultados que conviene considerar; también plantea desafíos que no se pueden ignorar en la confección de una política estable de desarrollo para el país y la región.

Graciela Baquero