El “extremo occidente”
Si bien tiene lugar en la región un inédito proceso de cooperación entre los diferentes Estados, esta vinculación tiene un carácter conflictivo. Organismos como el Alba y Unasur expresan programas no asimilables tanto en lo económico como en sus modelos de seguridad y defensa, afirmó la especialista Rut Diamint en un seminario organizado por Anu-Ar en noviembre.
En el marco del Seminario de Anu-ar “Pensando la seguridad y la defensa en América del Sur”, la especialista en relaciones internacionales Rut Diamint (UTDT) expuso acerca de los fundamentos de la paz en la sociedad latinoamericana.
La idea de “América Latina”, como categoría analítica poco rigurosa, reúne de manera ficticia un conjunto de países desiguales desde diversos aspectos. Como contrapartida, la expresión de Alain Rouquie, al referirse a la región como “extremo occidente” podría reflejar de un modo más adecuado el conjunto de similaridades basado en su posición extrema o externa respecto a las grandes decisiones globales, señaló Diamint.
Si bien tiene lugar en la región un proceso de vinculaciones bastante inédito entre los diferentes Estados, existe un carácter conflictivo en esta vinculación, que se expresa en las diferencias entre organizaciones Alba y Unasur, que expresan programas no asimilables en lo económico y en sus modelos de seguridad y defensa. Es por ello que aun cuando la región se caracterice por su apoyo manifiesto a la paz, no debe soslayarse que subsisten en ella elementos de tensiones no resueltas.
La investigadora de la Universidad Torcuato Di Tella hizo hincapié en el hecho de que pese a estas diferencias la región expresa un apoyo irrestricto a las instituciones democráticas, más allá de los diferentes matices que puedan tener los diversos regímenes políticos. La memoria común, internalizada en la ciudadanía, acerca de un pasado muy autoritario padecido por la región, fundamenta el activo papel que la misma tiene en la actualidad en relación con la defensa de la democracia en el orden global.
Un tema de algún modo vinculado, y que es concebido por Diamint como una derivación de ese pasado, es el del alto índice de violencia ciudadana. América Latina es una comunidad no segura, que se muestra incapaz de establecer criterios de paz al interior de su propio territorio. Sus altos índices de violencia urbana la convierten en la región más violenta del mundo.
Existen puntos de vista contrapuestos a la hora de pensar la realidad regional, ya sea enfatizando los aspectos cooperativos o bien resaltando las tensiones latentes. Ambos puntos de vista tienen, a juicio de la investigadora, un buen grado de verosimilitud. Se percibe una ostensible vocación de cooperación en los Gobiernos, pero al mismo tiempo que los organismos regionales se hacen más legítimos, ha habido una mayor compra de armamentos, que constituye una incipiente carrera armamentista. En un contexto internacional en el que a partir del 2001 vuelve a ponerse en la agenda la cuestión de la guerra y de la paz, varios países de América Latina se vieron incentivados no sólo a cooperar sino, al mismo tiempo, a desarrollar capacidades militares autónomas.
Si bien los temas de seguridad no suelen formar parte de de la agenda cotidiana, es necesario tener en cuenta que cuando un país define sus coaliciones y alianzas, está definiendo también de algún modo un lugar en el mundo, un modo de inserción política y económica en el plano internacional que conlleva necesariamente consecuencias internas. En el caso argentino, existe una decisión respecto de los gastos de defensa, que es la de no participar de ninguna carrera armamentista, en contraposición con lo que sucede en Brasil y otros países, que han duplicado su presupuesto y dado un salto tecnológico en esta materia.
Esta implicancia de los temas de la defensa en el plano interno, lleva a tomar en consideración el papel de la ciudadanía. Porque las cuestiones militares suponen finalmente decisiones que afectan la vida cotidiana, como puede ser el caso de destinar un mayor presupuesto para el área de defensa en desmedro de otras áreas de la Administración. Es en este sentido que en el marco de una creciente y diversa participación de la sociedad civil, el grado de institucionalización de esta participación resulta crucial para la calidad de la democracia, sostuvo Diamint. De allí que por eso que la oportunidad que tiene la región en términos de su capacidad para participar en la toma de decisiones sobre la seguridad global, no depende sólo de los Gobiernos sino del modo en que la ciudadanía logre involucrarse en estos temas.
La idea de “América Latina”, como categoría analítica poco rigurosa, reúne de manera ficticia un conjunto de países desiguales desde diversos aspectos. Como contrapartida, la expresión de Alain Rouquie, al referirse a la región como “extremo occidente” podría reflejar de un modo más adecuado el conjunto de similaridades basado en su posición extrema o externa respecto a las grandes decisiones globales, señaló Diamint.
Si bien tiene lugar en la región un proceso de vinculaciones bastante inédito entre los diferentes Estados, existe un carácter conflictivo en esta vinculación, que se expresa en las diferencias entre organizaciones Alba y Unasur, que expresan programas no asimilables en lo económico y en sus modelos de seguridad y defensa. Es por ello que aun cuando la región se caracterice por su apoyo manifiesto a la paz, no debe soslayarse que subsisten en ella elementos de tensiones no resueltas.
La investigadora de la Universidad Torcuato Di Tella hizo hincapié en el hecho de que pese a estas diferencias la región expresa un apoyo irrestricto a las instituciones democráticas, más allá de los diferentes matices que puedan tener los diversos regímenes políticos. La memoria común, internalizada en la ciudadanía, acerca de un pasado muy autoritario padecido por la región, fundamenta el activo papel que la misma tiene en la actualidad en relación con la defensa de la democracia en el orden global.
Un tema de algún modo vinculado, y que es concebido por Diamint como una derivación de ese pasado, es el del alto índice de violencia ciudadana. América Latina es una comunidad no segura, que se muestra incapaz de establecer criterios de paz al interior de su propio territorio. Sus altos índices de violencia urbana la convierten en la región más violenta del mundo.
Existen puntos de vista contrapuestos a la hora de pensar la realidad regional, ya sea enfatizando los aspectos cooperativos o bien resaltando las tensiones latentes. Ambos puntos de vista tienen, a juicio de la investigadora, un buen grado de verosimilitud. Se percibe una ostensible vocación de cooperación en los Gobiernos, pero al mismo tiempo que los organismos regionales se hacen más legítimos, ha habido una mayor compra de armamentos, que constituye una incipiente carrera armamentista. En un contexto internacional en el que a partir del 2001 vuelve a ponerse en la agenda la cuestión de la guerra y de la paz, varios países de América Latina se vieron incentivados no sólo a cooperar sino, al mismo tiempo, a desarrollar capacidades militares autónomas.
Si bien los temas de seguridad no suelen formar parte de de la agenda cotidiana, es necesario tener en cuenta que cuando un país define sus coaliciones y alianzas, está definiendo también de algún modo un lugar en el mundo, un modo de inserción política y económica en el plano internacional que conlleva necesariamente consecuencias internas. En el caso argentino, existe una decisión respecto de los gastos de defensa, que es la de no participar de ninguna carrera armamentista, en contraposición con lo que sucede en Brasil y otros países, que han duplicado su presupuesto y dado un salto tecnológico en esta materia.
Esta implicancia de los temas de la defensa en el plano interno, lleva a tomar en consideración el papel de la ciudadanía. Porque las cuestiones militares suponen finalmente decisiones que afectan la vida cotidiana, como puede ser el caso de destinar un mayor presupuesto para el área de defensa en desmedro de otras áreas de la Administración. Es en este sentido que en el marco de una creciente y diversa participación de la sociedad civil, el grado de institucionalización de esta participación resulta crucial para la calidad de la democracia, sostuvo Diamint. De allí que por eso que la oportunidad que tiene la región en términos de su capacidad para participar en la toma de decisiones sobre la seguridad global, no depende sólo de los Gobiernos sino del modo en que la ciudadanía logre involucrarse en estos temas.
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