El rol político internacional del MERCOSUR
Brasil, Argentina y el MERCOSUR tienen una naturaleza específica, en términos históricos, culturales y económicos, diferente de los países que participan de mega-Bloques en proceso de formación como el Tratado de Libre Cmercio de América del Norte (NAFTA) y la Unión Europea (UE). América del Sur, el MERCOSUR e inclusive Brasil por sí mismo, poseen una dimensión económica, territorial y demográfica que no pueden ser incorporados en ninguno de estos mega-Bloques con derechos y ventajas razonablemente iguales. En este marco, según lo señala el vicecanciller de Brasil Samuel Pinheiro Guimarães en un trabajo publicado por Amersur, uno de los primeros temas que deben ser abordados es la naturaleza de la participación del MERCOSUR y de América del Sur en la evolución del sistema mundial, político y económico, en dirección a una configuración multipolar y conflictiva. Una segunda cuestión, pero simultánea, es desarrollar una estrategia gradual para lograr que el bloque del Cono Sur devenga de un esquema neoliberal del tipo "integración abierta", en un esquema de desarrollo económico Regional. De acuerdo con el trabajo del funcionario de Itamaraty, cuyos principales fragmentos se reproducen a continuación, el MERCOSUR enfrenta desafíos de corto plazo en el proceso de articulación de un papel político autónomo, en el sistema mundial multipolar en gestación.
El MERCOSUR ha sido presentado en artículos académicos y en discursos diplomáticos como un instrumento político de Brasil y de Argentina (y de Uruguay y Paraguay) para defender sus intereses y promover sus objetivos en un nuevo (hostil, peligroso o benigno, como se prefiera) orden mundial. En estos artículos y discursos, no se presenta ninguna explicación detallada de cómo sucede o puede suceder esto en un escenario internacional complejo. La importancia del rol político del MERCOSUR, especialmente si éste incluyera otros países de la Región, parece ser considerado como una consecuencia natural del tamaño de su producto, territorio y población y de otros factores que, de acuerdo con los entusiastas del MERCOSUR, aún cuando son inferiores, como es el caso del PBI, podrían ser comparados con los datos correspondientes a la Unión Europea (UE) y al NAFTA.
El análisis de las condiciones, estrategia y táctica de la acción política del MERCOSUR debe ser precedido de una visión del sistema mundial en el cual esta acción política del MERCOSUR debe verificarse. Esta visión del mundo y de la sociedad brasileña no es, por cierto, la única imaginable y, por lo tanto, está abierta a discusión y contradicción y puede ser sustituida por otras visiones plausibles. Aún debe presentarse alguna visión comprensiva y abarcadora del mundo, antes de que se discuta el papel político del MERCOSUR.
La política exterior de EUA
La política exterior de EUA es, por naturaleza y necesidad, global y su política para América del Sur es apenas una parte de su abordaje estratégico general. Los fuertes lazos comerciales, financieros, militares y políticos entre cada país del MERCOSUR y EUA, hacen necesaria una presentación general de la política exterior, de las estrategias y de las tácticas de EUA antes de pensar el papel político del MERCOSUR.
En la altamente compleja política exterior (debido a la extrema diversidad de intereses estadounidenses en todos los países en los cuales, por su parte, tienen intereses Regionales y locales divergentes y conflictivos), los EUA se esfuerzan para crear una gobernabilidad informal global, política, económica y militar a través de estructuras hegemónicas de poder, las cuales son controladas por los países desarrollados. Esta “gobernabilidad global” es ejercida preferentemente a través de organizaciones internacionales de diferentes tipos, tales como el Consejo de Seguridad de la ONU, el FMI, la OTAN, la OEA, la OCDE, el TNP, el MTCR, la AIEA, el Banco Mundial, etc., en una red (al estilo anglosajón) de acuerdos y convenios multilaterales “impuestos” (a través de la persuasión, presión y coerción) a Estados nominalmente independientes pero que se transforman en Estados “renegados”, siempre que desafían la supremacía y la voluntad estadounidense.
La política exterior en relación a América Latina es radicalmente diferente de acuerdo con las áreas geográficas a las que se aplica: América Central y el Caribe; América del Sur, donde se encuentra el MERCOSUR.
La Región centroamericana (y el Caribe) son absolutamente vitales para la defensa del territorio de EUA y de las rutas marítimas entre la Costa Este y la Costa Oeste y entre el Golfo y la Región norte de América del Sur. Venezuela es el mayor proveedor individual de petróleo a EUA, en volúmenes superiores a las exportaciones de todos los países del Golfo Pérsico juntos, y de Colombia proviene el terrorífico flujo de drogas ilícitas, generado por la demanda no erradicada de los consumidores estadounidenses.
América del Sur, en especial el área al sur de Colombia y Venezuela, tiene un grado diferente y de menor prioridad en el contexto de la política externa de EUA y de su estrategia como un todo, lo que puede ser un hecho positivo para las aspiraciones políticas del MERCOSUR. Los mismos principios generales de estrategia estadounidense, también se aplican a esta Región con el agravante de que EUA está intentando legalmente incorporarla a la economía estadounidense, a través de las negociaciones del ALCA, de tratados bilaterales de libre comercio y del estímulo a la adopción de políticas de dolarización, manteniendo desmilitarizados los Estados de la Región, mientras al mismo tiempo, instalan tropas y material en algunas áreas de la misma.
La Política Exterior de la Unión Europea
Aunque nunca fue expuesta explícitamente, la prioridad suprema de la política exterior de la Unión Europea(UE) es recuperar el papel preeminente gozado por los países de Europa Occidental en la política mundial, volcado hacia los EUA y Rusia como resultado de dos Guerras Mundiales. Y para alcanzar este objetivo es esencial recuperar el control militar sobre todo el territorio europeo. Este objetivo requiere maniobras extremadamente complejas y delicadas debido a la presencia y creciente reafirmación del poder de la OTAN, a la influencia de círculos atlantistas (pro-EUA) que existen en cada país europeo, especialmente en el Reino Unido, y a los intereses de los países europeos orientales en la presencia estadounidense para contrarrestar en la Región la disputa tradicional por la influencia entre Alemania y Rusia.
Europa tiene como uno de sus objetivos necesarios promover la multipolaridad del sistema internacional, lo que significa en verdad, alcanzar un status equivalente para Europa con relación a los EUA en la escena mundial y en la “administración” del sistema global. Este objetivo, que requiere aflojar las garras de la hegemonía estadounidense, inclusive en las Américas, y el objetivo económico de mantener los mercados latinoamericanos (en extremo lucrativos), abiertos y “simpáticos” a sus productos e inversiones y aplacar la oposición con relación a la Política Agrícola Común (PAC), están por detrás de la aceptación de la UE, aunque de forma resistente, de ajustarse a las negociaciones de un acuerdo de libre comercio con el MERCOSUR. Dicho acuerdo debería, originalmente y en principio, incluir la remoción de los subsidios a la producción y exportación de productos agrícolas y de los obstáculos de acceso a sus mercados.
La política exterior de China y de Japón
La estrategia de la política exterior china ha tenido como principal objetivo de largo plazo consolidar su posición como Gran Potencia en un sistema mundial multipolar del cual Europa y los EUA necesariamente participarían, pero en el que no serían hegemónicos, en especial en Asia. La reincorporación de Taiwan al territorio chino es el más importante objetivo de corto plazo de China y al cual todos los otros objetivos están subordinados y a la luz del cual todas sus maniobras políticas (y económicas) deben ser analizadas.
Por su lado, el principal objetivo de Japón es recuperar su autonomía y el status de Gran Potencia política de que gozó en el pasado. Este status fue perdido con la derrota y la humillación al final de la Segunda Guerra Mundial, simbolizada por la Constitución redactada por los Ejércitos estadounidenses de ocupación, la castración de poder militar, la pérdida de identidad divina del Emperador y el establecimiento de bases militares estadounidenses permanentes en el territorio japonés.
Debido a estas razones políticas, geográficas y culturales, China y Japón tienden a ver a América del Sur y al MERCOSUR como distantes y exóticas Regiones, muy sometidas a la influencia de los EUA (y de Europa). A pesar de esto y debido a su permanente interés en la multipolaridad y su reconocimiento de la importancia del desarrollo industrial y tecnológico del MERCOSUR (especialmente de Brasil), ellos estarán interesados (como lo estuvieron en el pasado) en programas de cooperación científica y tecnológica consistentes, concretos y permanentes, especialmente en aquellos campos más restringidos y más celosamente guardados. Pero recientemente, la aceleración del desarrollo chino y su relativa escasez de tierras arables y de agua, hicieron surgir una posibilidad importante de complementación a través de inversiones en logística para expandir la producción y la exportación de productos agrícolas y minerales del MERCOSUR para China.
Un apunte sobre la India
La posición de India es extremadamente delicada en el escenario geopolítico y en el juego de poder en Asia, enfrentando a China al norte y a la inamovible rivalidad con Pakistán al occidente, la que apenas llegó a una nueva etapa con el status nuclear alcanzado por los dos países. La serena consideración de las potencialidades de su vasto territorio y población, la aspiración por una posición autónoma en el sistema mundial y los lazos históricos harán que la India se mueva políticamente hacia una alianza más próxima con Rusia y para la construcción de lazos con Africa del Sur. A pesar de las dificultades, puede haber una interesante oportunidad estratégica de largo plazo para Brasil, en el sentido de trabajar en dirección a la articulación de programas concretos de cooperación de naturaleza tecnológica y política entre el MERCOSUR/África del Sur/India. Esta es una iniciativa que puede complementar de forma útil los movimientos políticos del MERCOSUR en relación al Norte de América del Sur, lo que será una articulación política mucho más ardua de lo que podría parecer a primera vista porque ella tendrá que enfrentar, si se desarrollara con seriedad y éxito más allá del nivel de la retórica, la fuerte resistencia de los EUA y de los círculos bajo su tradicional influencia en aquella sub-Región.
Un apunte sobre la política externa de Rusia
La política externa rusa tendrá que concentrar su atención y preocupaciones en las próximas décadas en su “exterior próximo”, debiendo además tratar los extremadamente complejos movimientos separatistas dentro de la Federación Rusa y en sus relaciones con Europa y Asia. La estrategia de recuperación de la catástrofe de desarticulación económica doméstica, después del fin de la URSS, tornará difícil imaginar una política exterior rusa más activa en otras Regiones del mundo, inclusive en América del Sur, en especial luego de la pérdida del prestigio y de la imagen de Rusia durante los años 90. Incluso, la tendencia a la centralización política interna, la reafirmación gradual de la autoestima nacional y un gobierno más fuerte (autocrático?) en Rusia, que es una hipótesis que no debería ser fácilmente descartada, tendría profundas consecuencias para la escena política mundial y seguramente contribuiría a la multipolaridad y a abrir un espacio más amplio de maniobra para los grandes Estados de la periferia y para organizaciones como el MERCOSUR.
Un apunte sobre el mundo árabe
Fue la permanente confrontación árabe-israelí-norteamericana en el Oriente Medio la que ocasionó la extraordinaria multiplicación de precios del petróleo en 1973 y 1979 y que tuvo la consecuencia imprevista de implotar la articulación económica y política de los países periféricos (en el G77, en las Naciones Unidas, y el Movimiento No-Alineado) que tenía como objetivo una organización más democrática del sistema político y económico mundial.
Un apunte sobre África del Sur La política exterior sudafricana aún sufre las consecuencias de la herencia psicológica del régimen blanco del apartheid y la supuesta necesidad de mostrar un nuevo régimen negro africano como “confiable” y la “nueva” África del Sur como un país “normal”, bien educado y progresista, “amigo” en relación a las Grandes Potencias económicas y políticas. Esta actitud psicológica, la escasez de personal y las complejidades de la situación política en África sub-sahariana en general y en algunos de los países africanos vecinos, hacen difícil para la política exterior sudafricana articular una estrategia firme y persistente, más allá de sus relaciones con las Grandes Potencias y construir programas concretos de cooperación política y económica en dirección a Estados y organizaciones de la periferia no-africana, como Brasil y el MERCOSUR. La inestabilidad interna inherente, agravada por la audaz aplicación de políticas económicas conservadoras en un país con características étnicas de concentración de renta y fragmentación social y creciente frustración política, como es el caso de África del Sur, puede reservar algunas sorpresas para la futura orientación de la política interna y externa sudafricana.
Un apunte sobre la política exterior mexicana
La política exterior de México tiene especial importancia para la acción política del MERCOSUR en América del Sur, en América Latina y en el mundo y, por lo tanto, merece por lo menos un corto comentario.
El cambio radical de la política exterior mexicana, contribuyó a la desarticulación política de los países del Tercer Mundo en las negociaciones económicas multilaterales y Regionales. Además, este cambio radical tuvo importantes consecuencias políticas y afectó fuertemente las actitudes de América Latina con relación a los EUA en el Continente.
Después de su admisión en el NAFTA, México inició una agresiva campaña para convencer a los gobiernos latinoamericanos de que su naturaleza latinoamericana no se modificaría y de su situación especial como la “puerta para las inversiones y exportaciones latinoamericanas” para el mercado de los EUA. Las negociaciones mexicanas sobre libre comercio o acuerdos preferenciales bilaterales, con determinados países latinoamericanos – como Colombia y Venezuela, para formar el entonces G-3 – y el amplio acuerdo México-Uruguay, sin resultados comerciales pero que crea serias dificultades para el MERCOSUR, fueron parte de una estrategia para preservar las preferencias comerciales que México usufructúa en la ALADI, para amortiguar las reacciones al cambio radical en la política externa mexicana y hasta para abrir camino para las futuras negociaciones del ALCA.
El ejemplo de México fue importante para la toma de decisión de otros Gobiernos latinoamericanos, de aceptar la propuesta de EUA de negociaciones para la creación del ALCA. Sin embargo, la posición geográfica especial de México y el acceso (legal o ilegal) de su población al mercado de trabajo de EUA, con las consecuentes remesas de dinero de los inmigrantes, no son válidas para otros países latinoamericanos. Éstos, por lo tanto, se ilusionan cuando imaginan que, si aceptasen participar de un eventual ALCA o de acuerdos de libre comercio bilaterales (TLC), obtendrían los mismos “beneficios” que México supuestamente usufructúa, y que hoy cada vez más son criticados en el propio México, debido a los efectos del NAFTA (o de los no-efectos del NAFTA).
MERCOSUR: consideraciones generales
Para América del Sur, Región que posee el doble del territorio y una población mayor que la de EUA, es indispensable, para poder defender de forma efectiva sus intereses a largo plazo en un mundo inestable, violento y arbitrario, trabajar con firmeza cotidiana para el surgimiento de un sistema multipolar, en el cual debe aspirar a ser uno de los polos de este sistema, y no solamente una sub-Región de otro polo político o económico.
El centro de esta estrategia debe ser la construcción paciente, persistente y gradual de la unión política de América del Sur y una negativa firme y serena a políticas que sometan la Región a los intereses estratégicos de EUA. El MERCOSUR es un instrumento esencial para alcanzar este objetivo, en la medida en que Brasil y Argentina, ejerzan políticas externas aisladas y, lo que es peor, contradictorias, no podrán desempeñar un papel internacional efectivo, y tenderán a competir por influencia, de modo poco proficuo. Y obviamente, sin una cooperación próxima entre Brasil y Argentina, la acción política coordinada del MERCOSUR y, aún más, una acción política común en América del Sur serían totalmente imposibles. Esta acción requiere una actitud decidida y cuidadosa de no-hegemonía y una relación de socios iguales entre Argentina y Brasil, y un conjunto efectivo, real y concreto de mecanismos, para reducir las asimetrías entre los dos principales socios respecto de Paraguay y Uruguay y también de los demás países de América del Sur.
El MERCOSUR significa Brasil y Argentina, de la misma forma que la UE significa Alemania y Francia y el NAFTA significa EUA y Canadá. Una coordinación efectiva de las políticas externas de Brasil y Argentina, seguramente obtendría el apoyo, aunque resistente, de Uruguay y Paraguay, teniendo en cuenta la naturaleza de sus relaciones con los dos socios principales del MERCOSUR, y este apoyo sería posible, en caso de que se dé un verdadero tratamiento asimétrico a su favor, y necesario, por causa de su posición frágil frente a las concesiones “tentadoras” (aunque diminutas) de las Grandes Potencias (especialmente los EUA), hechas directamente o por medio de terceros países y aptas a fracturar eventuales posiciones comunes del MERCOSUR. Por esta razón, las políticas externas de Uruguay y Paraguay no serán aquí discutidas. Cuando pensamos en el MERCOSUR, tenemos que entender que Argentina y Brasil precisan construir, de forma activa, una identidad de visión de un mundo razonable, una percepción común de las posibilidades de acción, una fuerte cooperación y un sistema que promueva la “percepción” del equilibrio de costos y beneficios entre los dos países, lo que es esencial para la articulación de un papel político internacional afirmativo y positivo para el MERCOSUR (y para ellos mismos).
El Foro de Consulta y Concertación Política del MERCOSUR (FCCP) dio un gran énfasis a la implementación de la llamada “cláusula democrática”, lo que llevó a la adopción del Protocolo de Ushuaia por los países del MERCOSUR y Bolivia y Chile. Un segundo foco de atención para el FCCP fue el esfuerzo para desarmar (las ya desarmadas) Fuerzas Armadas de la Región en los campos nuclear, biológico y químico y también en el área de las minas terrestres y armas convencionales. La Declaración de Ushuaia, que menciona en su preámbulo el Tratado de Tlatelolco y la Declaración de Mendoza sobre Armas Químicas y Biológicas, transformó al MERCOSUR, a Bolivia y Chile en una Zona de Paz, libre de armas de destrucción masiva (sin, no obstante, mencionar el pasaje o la presencia de estas armas en navíos de guerra de terceros países). No hay mecanismos de coordinación permanente, más allá de la realización de encuentros políticos de alto nivel durante reuniones del MERCOSUR.
Es posible concluir que los esfuerzos de coordinación política de los países del MERCOSUR, han sido más exitosos con relación a dos tópicos de especial interés para los objetivos de la política de los EUA en la Región: el desarme de los países de la Región y el mantenimiento de regímenes formalmente democráticos, transparentes y abiertos a la influencia externa, en los planos político y económico. El compromiso democrático, o “cláusula democrática”, es un desvío del tradicional principio sudamericano de no-intervención en asuntos internos y puede generar, en el futuro, situaciones delicadas en el momento de su implementación, con una aplicación selectiva y manipulada por presiones externas. La coordinación política entre países del MERCOSUR fue bastante menos efectiva en lo que se refiere a iniciativas generales de las políticas externas de los dos principales miembros y a actividades de negociación, en los foros políticos internacionales del sistema de las Naciones Unidas, del sistema de la OEA y del Grupo de Río.
A pesar de los esfuerzos para coordinar las iniciativas políticas de los miembros del MERCOSUR (el llamado “MERCOSUR Político”) y en parte por causa de la falta de instituciones comunes permanentes para coordinar este papel militar/ político, lo que efectivamente sucedió en el período Menem/Collor/Cardoso no fue una acción política del MERCOSUR planeada conjuntamente, sino por encima de todo una serie de iniciativas conducidas sobretodo por Argentina de una forma osada y mediática, muchas veces recibido por Brasil de manera levemente crítica. Algunas de estas iniciativas, sin embargo, fueron toleradas o más tarde aceptadas y hasta seguidas de manera discreta, tradicional y “responsable”. Este proceso podría dar a un observador externo la ilusión de la existencia, desde 1990, de una actuación política coordinada y planificada del MERCOSUR.
MERCOSUR: La visión brasileña/argentina de la globalización
El período de 1990 a 1999 fue un período histórico excepcional, por causa de una interpretación similar del mundo, de la aceptación por un socio de algunas de las iniciativas políticas del otro y de la percepción de intereses de largo plazo y un equilibrio en las relaciones económicas Brasil-Argentina. Esto no significa que el énfasis, el entusiasmo y las tácticas de política externa fuesen iguales en los dos países y que no hubiese momentos de desavenencias, insatisfacción e irritación.
La visión política que predominó en Brasil y Argentina, en el período de 1989 a 1999, fue una consecuencia de la victoria repentina y sin derramamiento de sangre de los EUA sobre la URSS, lo que inauguraría un Nuevo Orden Mundial, según lo anunciado por el Presidente Bush. Este Nuevo Orden sería pacífico, con el fin de todos los conflictos, globales (Este vs. Oeste, Norte vs. Sur) o Regionales (América Central, Angola), ya que en el origen de todo conflicto había estado la influencia comunista. Había, sin embargo, en la visión de las Grandes Potencias, un resquicio de conflicto y la posibilidad de que ciertos países o grupos internos, en determinados países, no aceptasen el Nuevo Orden y lo perjudicasen. Como resultado, todos los esfuerzos deberían ser desarrollados, en los niveles multilateral, Regional y nacional, para desarmar el mundo, especialmente los países en desarrollo “menos responsables” y para evitar la proliferación de armas de destrucción masiva. Las confrontaciones entre países deberían ser sustituidas por cooperación y por la práctica diplomática que algunos analistas denominaron “nueva geometría del poder”. Conceptos e ideas, como ex colonias versus ex metrópolis, desarrollados versus en desarrollo, izquierda versus derecha, Norte versus Sur, deberían ser barridos de los discursos en las arenas política e ideológica. En esta “nueva geometría” diplomática, los países deberían buscar alianzas más allá de y sin preocuparse por sus identidades comunes, con países desarrollados o en desarrollo, ricos o pobres, pertenecientes a la misma Región o no. En la esfera política interna, la democracia liberal occidental habría probado ser más eficiente como sistema político y social que el socialismo y el autoritarismo. Por consiguiente, todos los Estados, por una cuestión de comportamiento lógico, deberían adoptar el modelo occidental de regímenes democráticos, con elecciones periódicas libres, sistemas legales occidentales, separación de poderes, líderes civiles democráticos y políticas y legislación eficiente de protección de los derechos humanos.
La visión económica del mundo era bastante similar en Argentina y Brasil. El capitalismo neoliberal, con el fin de la URSS y su conversión al capitalismo, probaría ser más eficiente, en términos tecnológicos y económicos, que el socialismo o cualquier otra forma de capitalismo. Para que el capitalismo neoliberal, sin embargo, pudiese dar todos los frutos, tendría que ser cultivado y florecer en un ambiente amistoso en cada país y entre todos los países. Los Gobiernos deberían adoptar políticas económicas clásicas, cuya aplicación exitosa fue interrumpida por los “accidentes” del Comunismo, del Nazismo, del colonialismo y por la extensa intervención estatal basada en el keynesianismo. Tendría que existir una creencia verdadera en la libre competencia en mercados libres y, por lo tanto, la reducción del tamaño y de la presencia del Estado debería ser un proceso rápido, irreversible y total. La desregulación de todos los mercados – trabajo, capital y tecnología – tendría que ser completa y ningún área podría permanecer “reservada” o fuera de los límites para las compañías privadas. No se podría aceptar discriminación entre compañías basada en tamaño o en nacionalidad y, por lo tanto, no podrían permanecer vigentes los límites para su acción o legislaciones antitrust. Deberían ser removidas las barreras a la libre circulación de bienes o capitales entre todos los países, para mayor eficiencia y bienestar de la economía mundial globalizada, lo que beneficiaría a todos los países por igual.
De acuerdo con esta visión, los regímenes militares habían sido estrictamente militares (no civiles) y responsables por el estancamiento económico, por la inflación, por la corrupción, por la reglamentación y burocracia, por el antagonismo a las empresas privadas, por programas voluntaristas de desarrollo, por la fuga de capitales, por el autoritarismo, por las violaciones de derechos humanos, por la confrontación con las Grandes Potencias. Por lo tanto, por razones políticas, económicas y estratégicas, las Fuerzas Armadas deberían reducir su tamaño y ser colocadas bajo control civil, desmitificadas a los ojos de la opinión pública y restringidas a actividades de seguridad interna, como policía y control del tráfico de drogas. En América del Sur, esas medidas evitarían una carrera armamentista y la competición (Brasil vs. Argentina), aventuras militares (Malvinas), el riesgo de conflictos (Argentina vs. Chile vs. Perú), y también promoverían la democracia, reducirían el antagonismo y la sospecha de las Grandes Potencias y, por lo tanto, atraerían su respeto y cooperación amistosa. Políticas externas basadas en “realismo periférico” y en la teoría gemela de la “escasez de poder”, evitarían confrontaciones con países poderosos e inevitables y terribles daños.
Conclusiones
Hay razones suficientes para reevaluar las políticas externas de Brasil y de Argentina y elaborar estrategias para la construcción de mecanismos a favor de una política externa común en el MERCOSUR. Una condición sine qua non para tornar efectiva esta política y redefinir una visión conjunta del mundo y del papel de América del Sur en el mismo.
Brasil, Argentina y el MERCOSUR necesitan enfrentar el hecho de que el sistema mundial real es más de naturaleza conflictiva, altamente competitivo y violento, con una fuerte y creciente concentración y cristalización de poder, que un sistema pacífico, cooperativo y benigno, moviéndose en dirección a una pax perpetua ideal. No hay evidencia real para mitos ampliamente creíbles y alardeados, tales como “naciones comerciantes”, “fin de las fronteras”, “la ciencia y la tecnología traen paz”. La reconstrucción de los viejos Imperios está prosiguiendo con énfasis y energía y sus estrategas e ideólogos, definieron el papel de “colonia moderna” que desean para los países de América del Sur: desarmados, dependientes, sin moneda propia, administrados por procónsules tecnócratas nativos.
Brasil, Argentina y el MERCOSUR, mientras tanto, tienen una naturaleza específica, en términos históricos, culturales y económicos, diferente de los países que participan de mega-Bloques en proceso de formación como el NAFTA, la UE y (tal vez) un “área de cooperación” china. América del Sur, el MERCOSUR e inclusive Brasil por sí mismo, poseen una dimensión económica, territorial y demográfica que no pueden ser incorporados en ninguno de estos mega-Bloques, inclusive en un futuro ALCA, con derechos y ventajas razonablemente iguales.
Así, uno de los primeros temas que deben ser abordados es la naturaleza de la participación del MERCOSUR y de América del Sur en la evolución del sistema mundial, político y económico, en dirección a una configuración multipolar y conflictiva. Obviamente, si insistimos en no reconocer este proceso de multipolaridad evolutiva o insistimos en considerar la hegemonía norteamericana, como una característica permanente del sistema mundial (lo que es una hipótesis diferente de reconocer el status preeminente de EUA por un largo período en cualquier sistema) o que no existe un ejercicio de la “hegemonía conjunta” por los países centrales, la cuestión de la estrategia política del MERCOSUR no debería ser considerada. En esta visión idealizada del mundo, Brasil, Argentina y el MERCOSUR, apenas podrían seguir los movimientos “naturales” y “benéficos” de un sistema político y adaptarse a ellos, supuestamente sin asimetrías severas, o podrían resignarse al papel inevitable de simples seguidores del hegemón o inclusive ser “absorbidos” por él.
Un mundo multipolar, sin embargo, no es un pensamiento utópico sino un proceso real, en curso, y es, en sí mismo, una configuración política mejor para Brasil, el MERCOSUR y América del Sur que un sistema unipolar. Países subdesarrollados, que necesitan de capital, que son relativamente débiles en términos económicos, políticos y militares y, al mismo tiempo, precisan superar disparidades sociales extremas, fuertes tensiones sociales y vulnerabilidad externa, se beneficiarán de un mayor equilibrio de Poder y dispersión por causa de un número mayor de posibilidades de alianzas múltiples para defenderse de la violencia arbitraria, de las presiones políticas y económicas, y para atraer capital en mejores condiciones y desarrollar programas científicos y tecnológicos. Y para un país con las dimensiones de Brasil, participar en un sistema multipolar, como parte subordinada de un Bloque, es una situación política y económica incluso peor que ser un país solitario (lo que no significa ser un país autárquico, aislado o “renegado”) en un sistema unipolar.
Una segunda cuestión, pero simultánea, es desarrollar una estrategia gradual para transformar el MERCOSUR, de un esquema neoliberal del tipo “integración abierta”, en un esquema de desarrollo económico Regional. Este esquema de desarrollo debería tener, antes que nada, mecanismos de compensación y políticas compensatorias para anticipar y reducir fricciones que surgen, a lo largo del tiempo, entre los Estados miembros y permitir la recuperación del espíritu de cooperación indispensable para el éxito de un proceso efectivo de integración. Sin la reducción de las tensiones comerciales (y las consecuentes fricciones políticas) será difícil, si no imposible, avanzar en la elaboración de políticas comerciales, industriales, científicas y tecnológicas comunes y, más aún, de una política externa común.
Al abordar la cuestión de la reconstrucción del MERCOSUR y trabajar políticamente para la emergencia de un sistema multipolar, existe la necesidad urgente de desarrollar un “nuevo pensamiento”, en el campo de la producción y del comercio agrícolas. Brasil, Argentina y el MERCOSUR han insistido en que su primera prioridad de política comercial internacional es la reducción y aún la eliminación del proteccionismo agrícola de la UE (y de EUA). Esta posición ha sido reiterada en las negociaciones de la OMC, en las negociaciones sobre el acuerdo de libre comercio entre la UE y el MERCOSUR, y en el ALCA.
Argentina y Brasil participan activamente del Grupo de Cairns articulado por Australia, Canadá y Nueva Zelanda, el cual es visto por Europa como un instrumento auxiliar de la estrategia diplomática de EUA contra la PAC. Por otro lado, el G-20 se articuló como un Bloque más representativo y competente para la participación en la Ronda de Doha.
Sin embargo, a pesar de todo el “buen sentido” y de los esfuerzos diplomáticos ya desarrollados respecto a este tema, es necesario considerar los siguientes aspectos de la cuestión del comercio agrícola:
a) la estrategia de largo plazo de la UE no es organizar un grupo económico neoliberal en un mundo neoliberal, pacífico y cosmopolita sino una Unión política, con instituciones estatales supranacionales, con Fuerzas Armadas comunes, y una moneda común, en un mundo multipolar (que será muchas veces violento). No puede, por lo tanto, la UE, desorganizar o fragilizar el sector agrícola de la economía europea y pasar a ser totalmente dependiente del comercio mundial y del suministro de alimentos por parte de países como EUA, Canadá, Australia, etc;
b) la inclusión de países del Este europeo en la UE, necesariamente reforzará la PAC, dado que son países exportadores tradicionales o potenciales exportadores agrícolas para los países de Europa Occidental;
c) si la UE “liberalizase” su sector agrícola, los mayores beneficiarios serían probablemente EUA y Canadá, que son proveedores más “eficientes”, y no sólo Argentina y Brasil;
d) el “déficit alimentario” estructural, crónico es tan elevado en Brasil, que cualquier política agrícola razonable y urgente para reducir este déficit tornaría al MERCOSUR en un mercado suficiente para toda la posible producción agrícola, presente y futura, de Brasil y Argentina;
e) la insistencia en la liberalización del comercio agrícola es una fuente permanente de desavenencias entre el MERCOSUR y la UE, y perjudica la articulación de programas concretos de cooperación en campos estratégicos y puede llevar a un exceso de concesiones del MERCOSUR y a la propia consolidación de la PAC. El MERCOSUR (y Argentina y Brasil) enfrentan tres desafíos de corto plazo en el proceso de articulación de un papel político autónomo, en el sistema mundial multipolar en gestación:
a) resistir a una absorción en la economía y en el Bloque político norteamericanos, que está avanzando rápidamente, de manera disfrazada, por medio de las negociaciones del ALCA, de los TLCs y de la dolarización gradual;
b) enfrentar una posible intervención militar externa en Colombia y eventualmente en toda la Región amazónica;
c) recuperar el control sobre sus políticas económicas, doméstica y externa, en el momento bajo control del FMI (y de la OMC). 80. Esta redefinición de una visión global y la elaboración cuidadosa de un conjunto de iniciativas concretas y articuladas, por parte del MERCOSUR, requeriría mecanismos de coordinación permanentes entre las organizaciones responsables, en Brasil y Argentina, para la formulación y ejecución de la política externa y militar. Para construir una visión del mundo idéntica y políticas comunes, Brasil y Argentina tendrían que desarrollar mecanismos pragmáticos y efectivos de coordinación para:
a) promover la renegociación inmediata de los mecanismos del MERCOSUR, de forma de aumentar la flexibilidad y proveer fondos de compensación y reorganización industrial con recursos adecuados y permanentes, proporcionales al incremento del comercio intra-Zona;
b) organizar programas comunes de investigación y desarrollo en campos seleccionados, adecuadamente financiados con recursos seguros y permanentes;
c) organizar reuniones informales, frecuentes y reservadas, de autoridades de las Cancillerías, de los Ministerios de Defensa y de los Ministerios de Hacienda, en diferentes niveles de responsabilidad;
d) organizar programas conjuntos para el entrenamiento de funcionarios diplomáticos y militares, en diferentes niveles de carrera;
e) desarrollar estudios conjuntos sobre temas internacionales específicos;
f) evitar la dispersión de esfuerzos diplomáticos y definir países prioritarios (no Regiones o continentes), para concentrar recursos diplomáticos escasos y establecer alianzas estratégicas operativas;
g) desarrollar un esfuerzo de política comercial conjunta para remover obstáculos a las exportaciones industriales del MERCOSUR, en terceros países;
h) coordinar iniciativas en foros políticos existentes, tales como OEA, Grupo de Río, Cúpula Iberoamericana, Conferencias de Ministros de Defensa, de forma de garantizar un frente negociador común.
Es necesario integrar a la totalidad de los Gobiernos en la ejecución de la política de integración e informar, de hecho, a la sociedad sobre sus objetivos, sus desequilibrios eventuales y su importancia decisiva para los dos países y para América del Sur. Esta política, para ser exitosa, torna indispensables programas vigorosos en las áreas de educación y cultura, de libre tránsito, de empleo libre de nacionales del MERCOSUR en los cuatro países y, finalmente, una participación efectiva de los partidos y de los parlamentos en el proceso de toma de decisión del Bloque, cuestión ardua debido a las asimetrías radicales de población, territorio y producto. Las reuniones periódicas de Presidentes, por más importantes que sean, no pueden y no deben sustituir la difícil tarea de analizar, de manera permanente y detallada, los escenarios globales y Regionales, para desarrollar percepciones estratégicas comunes y organizar iniciativas en las cuatro áreas estratégicas para el papel político del MERCOSUR.
Hay cuatro cuestiones estratégicas de largo plazo vitales, para el papel internacional del MERCOSUR, y estas pueden ser clasificadas como políticas, militares, tecnológicas y económicas.
En el plano económico, las cuestiones centrales son la reducción de la vulnerabilidad externa y de las disparidades sociales internas y la recuperación de la capacidad de formular y ejecutar políticas de forma autónoma. Sin la reducción de la vulnerabilidad en el campo financiero y en el campo de la “economía real” (por ejemplo, en la cuestión de la energía), será extremadamente difícil que el MERCOSUR pueda desarrollar un papel activo e importante. Las disparidades sociales no pueden ser reducidas por programas asistenciales paliativos, aunque generosos, y precisan ser enfrentadas por medio de programas que creen empleos y aumenten la productividad y por medio de grandes inversiones en saneamiento básico y salud pública. La sumisión de políticas económicas internas a la visión económica del desarrollo del FMI (y a sus intereses) y a sus controles rígidos, crea una situación de soberanía nacional reducida que transborda y se desparrama sobre el terreno político propiamente dicho.
En el campo tecnológico, existe la necesidad urgente de juntar recursos y esfuerzos en los dos terrenos estratégicos de la tecnología de la información (y comunicaciones) y de la biotecnología (e ingeniería genética), incluso para mantener la capacidad de competir en la economía y en el sistema político/militar mundiales. La remoción de “embudos económicos”, debería ser el foco de los programas conjuntos de ciencia y tecnología del MERCOSUR.
En el terreno militar, las dos cuestiones básicas son el desarrollo de una capacidad autónoma de defensa, tanto en el campo convencional como en el campo de tecnologías altamente desarrolladas, y la negativa serena de cualquier tentativa de establecer bases militares extranjeras en territorio sudamericano. El éxito en lidiar con estos dos temas será esencial para la defensa de los intereses del MERCOSUR en el exterior y para el pleno ejercicio de la soberanía, en un mundo de creciente inestabilidad, arbitrariedad e intervencionismo.
En el terreno político strictu sensu, las cuestiones vitales son la condición de miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la competencia del Consejo. Se puede esperar, de forma razonable, que el sistema de la ONU no será descartado o radicalmente remodelado en líneas democráticas, por causa de la participación privilegiada en el Consejo de las Grandes Potencias, que no tienen la más remota intención de desistir de este privilegio. Habrá un espacio abierto para adecuar a la segunda y tercera potencias económicas, que están hoy fuera del Consejo, o sea, Alemania y Japón, y ya hay consenso global sobre la conveniencia de su admisión como miembros plenos y permanentes, con derecho a veto. La mecánica del proceso de reforma del Consejo, sin embargo, hace posible y necesario que sean incluidos la India, segundo país más populoso del mundo y potencia atómica, y países que representen a África, el mundo árabe y América Latina.
La competencia del Consejo de Seguridad será expandida, de manera gradual e informal, para incluir tópicos de gran interés para Brasil y para el MERCOSUR, como el medio ambiente, drogas, terrorismo, regímenes políticos, pobreza. El Consejo se tornará el centro de la gobernabilidad global, cualquiera sea el nombre que se de a esta estructura de poder informal. La reforma del Consejo, sería una oportunidad única de consolidar el papel político del MERCOSUR y de permitir una defensa efectiva de sus intereses. Brasil y Argentina deberían coordinar activamente sus políticas para este fin. La capacidad, el poder y la influencia de Argentina, de Brasil y del MERCOSUR, para actuar en todas las futuras cuestiones internacionales, dependerá de la obtención, o no, del status de miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Este status conferirá, inmediatamente, la posibilidad de tornarse miembro del G-8 y otros mecanismos internacionales importantes de coordinación del sistema mundial; pero no viceversa, o sea, tornarse miembro del G-8 no tendrá, como consecuencia, obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.