El vaso medio vacío y la anomalía de la paz en América Latina

Tomando distancia del eje de la cooperación y la integración como conceptos que agotan los problemas de la defensa en América Latina, Juan Batteleme, docente e investigador de la UADE y la UBA, discutió las posiciones de su colega Rut Diamint en el marco del Seminario organizado por Anu-Ar. “Las armas forman parte de la ecuación política porque la amenaza de la fuerza sigue siendo el elemento principal de la diplomacia”, señaló el catedrático.


Con un enfoque orientado a poner de resalto las condiciones anómalas de la paz en la región, Batteleme relativiza la importancia del eje de la cooperación y la integración a la luz del sostenido reequipamiento militar que han venido desarrollando varios países del cono sur. En este sentido, señaló que cuando se trata de compra de armamento, es necesario preguntarse por su alcance, el tipo de operación que tales armas pueden desarrollar y el lugar en el que se las despliega.

La modernización y la disuasión suelen ser los argumentos que esgrimen los Estados para justificar su política armamentista. Mientras que la primera no puede constituir una explicación por sí misma, respecto del carácter disuasivo del reequipamiento militar cabe preguntarse quién o quiénes serían el objeto de tal disuasión. Es evidente que no se trata de las grandes potencias militares mundiales, pero entonces, si se trata de los vecinos, no queda claro cuál es el papel de la cooperación y la integración estratégicas que fundamentan al Consejo Sudamericano de Defensa. Está claro, sostiene Juan Batteleme, que las armas forman parte de la ecuación política porque la amenaza del uso de la fuerza continúa siendo el elemento principal de la diplomacia en el Siglo XXI.

En rigor, aun cuando los avances en materia institucional no pueden negarse y existen señales objetivas de la intención de conservar la paz a nivel regional, no es menos cierta la necesidad de retomar la temática de las armas y su influencia en la política internacional, en particular en lo referido al concepto de “Estado en armas”.

Batteleme sostiene que el mantenimiento de la paz en la región puede ser explicado, más que por convicción, por factores históricos que han hecho de la guerra un mecanismo poco viable para la creación y/o fortalecimiento de los Estados. Las capacidades militares de los países tendieron equilibrarse y la variable geográfica dificultó las conquistas convirtiéndose en un factor de paz, a lo que se suma la orientación a la defensa de “enemigos internos” durante el Siglo XX. Las causas de la paz en América Latina, entonces, sólo en parte pueden explicarse por el apego al derecho. En este sentido es que se suele hablar de una paz anómala, no institucional, o “paz fría”, porque subsisten condiciones para el conflicto y periódicamente surgen crisis o epicrisis de carácter militar.

Internándose en la cuestión argentina, el investigador no duda en señalar lo problemático que resultaría en este contexto la falta de reequipamiento. Argentina estaría intentando convertir una creciente debilidad en una virtud, sin comprender que en la actual etapa internacional se ha puesto en cuestión la política de poder, la cual es impensable sin considerar el papel que cumplen las armas.

Independientemente del discurso integracionista al que dice suscribir, Batteleme insiste en que Argentina debería señalarle a sus socios latinoamericanos los límites del discurso frente a una realidad en la subsisten riesgos desde el punto de vista militar. En suma, Argentina debería reequiparse para mantener la paz en condiciones de equilibrio y no de debilidad, para desde ese lugar plantear a sus vecinos un Tratado de Fuerzas Convencionales en América Latina.

A modo de epílogo, Batteleme equiparó la importancia de los estudios estratégicos con la de los estudios de la paz, a los que considera complementarios. Como democracia, el país debe pensar que tiene legitimidad para darse su propia política de defensa. “Las democracias pueden negociar pero no se regalan nada”, sostuvo por último el investigador, preocupado por el futuro del país en el marco de lo que definió como “liderazgos endebles de América Latina”.
Gustavo Sánchez