Fiebre de Etanol
El tema del etanol y otros biocombustibles fue un asunto central en dos recientes seminarios sobre política comercial llevados a cabo en Washington, impulsado por el reciente discurso del Presidente George Bush, quien afirmó, como objetivo de la política energética de los Estados Unidos, una reducción del 20% en el consumo de naftas, en el plazo de diez años. Desde el sur del continente también se promueve esta fiebre, por un lado la iniciativa de Brasil para crear un mercado global para el producto, por medio de empadronamientos y medidas referidas a la transferencia de tecnologías; por otro el Régimen de Promoción para la Producción y Uso Sustentable de Biocombustibles aprobado en la Argentina, luego de un largo trajín parlamentario, acaba de ser reglamentado por el Poder Ejecutivo. Después de mucho escuchar a entusiastas y críticos, una conclusión posible es que aún sabemos poco respecto de la real materialización de las expectativas puestas en el etanol. Hay dudas sobre la verdadera capacidad de producción y la eficiencia en la modificación de la matriz energética, sostienen los investigadores Barral y Perrone en la nota que se reproduce a continuación.
El tema del etanol y otros biocombustibles fue un asunto central en dos recientes seminarios sobre política comercial llevados a cabo en Washington. En los debates, investigaciones y proyectos, hay etanol por todos lados.
El entusiasmo por la cuestión fue impulsado por el reciente discurso del Presidente George Bush, quien afirmó, como objetivo de la política energética de los Estados Unidos, una reducción del 20% en el consumo de naftas, en el plazo de diez años. Esta meta serviría tanto para reducir la dependencia norteamericana del petróleo importado, como para contribuir a la reducción del calentamiento global.
Desde el sur del continente también se promueve esta fiebre, por un lado la iniciativa brasileña para crear un mercado global para el producto, por medio de empadronamientos y medidas referidas a la transferencia de tecnologías; por otro el Régimen de Promoción para la Producción y Uso Sustentable de Biocombustibles aprobado en la Argentina, luego de un largo trajín parlamentario, acaba de ser reglamentado por el Poder Ejecutivo.
Después de mucho escuchar a entusiastas y críticos, una conclusión posible es que aún sabemos poco respecto de la real materialización de las expectativas puestas en el etanol. Hay dudas sobre la verdadera capacidad de producción y la eficiencia en la modificación de la matriz energética. Esas dudas se deben, en gran medida, a la enorme complejidad del tema y a la imposibilidad de prever todos los impactos –económicos y ambientales- que las iniciativas por el etanol podrían implicar en las próximas décadas.
En términos de complejidad, producir etanol no es apenas moler caña de azúcar por otros medios. Hay impactos relevantes en términos de la política regional, ya que uno de los objetivos declarados del gobierno de Bush es reducir su dependencia con relación al petróleo venezolano, en cuanto para Brasil también interesa depender menos de sus inestables vecinos. En cambio, la Argentina parece estar cómoda en su relación con Venezuela, y debe su interés a participar de un interesante negocio, aún cuando también existen allí riesgos de un desabastecimiento energético.
Quizás esta referencia explique por que Brasil ha dado un lugar privilegiado al tema en su agenda de política comercial, hecho que se verifica con las visitas reciprocas de Bush y Lula en las próximas semanas.
Es que si bien en la gira regional de días atrás encabezadas por Nicholas Burns, subsecretario de Asuntos Políticos y por Thomas Shannon, quién asumió hace un año y medio la Subsecretaría del Hemisferio Occidental, se subrayó el interés norteamericano de contar con la colaboración de los gobiernos de Lula y de Kirchner para la provisión de biocombustibles, no puede desconocerse que el acercamiento argentino a Venezuela debilita las posibilidades de una alianza entre Washington y Buenos Aires en este tema.
Sin embargo, el eventual escenario tiene aún más aristas que considerar, en lo que se refiere a la política comercial, la creación de un mercado mundial para el etanol requiere la negociación de temas espinosos como son los subsidios al maíz (principal fuente de etanol en los estados Unidos), y la reducción de tarifas aplicadas a ese comercio. Ambos son temas relevantes para los países de la región que, como es el caso de Brasil y Argentina, pretenden incrementar sus exportaciones de etanol en forma considerable.
La complejidad del mercado de etanol también deriva de cuestiones logísticas y productivas. En el caso de los Estados Unidos, no existe una red de transporte eficiente para el etanol de maíz (producido, en su mayor parte, en el Medio Oeste), mientras países como la Argentina y Brasil enfrentan una demanda creciente por infraestructura. Existen dudas también en cuanto a la capacidad de producción de los países de la región para hacer frente a la eventual demanda. En los Estados Unidos la producción es ínfima, aún cuando todo el maíz fuese destinado a su conversión en etanol, esa cantidad sólo cubriría apenas el 12% del consumo de naftas en ese país.
Tampoco hay mucha certeza en lo que se refiere al impacto de las nuevas tecnologías. Brasil avanzó mucho en productividad, desde el inicio de su programa de sustitución de la nafta (Proalcohol), pero los beneficios del sector todavía dependen del precio internacional del petróleo, lo que debería modificarse a partir del lanzamiento de automóviles a biocombustibles. En el caso de los Estados Unidos, hay fuertes inversiones para desarrollar, nuevas técnicas de extracción, sobre todo en etanol de celulosa. Cabe sumar a ello las inversiones que se multiplican por todo el mundo, desde las investigaciones del gobierno japonés hasta los emprendimientos norteamericanos de caña de azúcar en Perú. Este contexto puede reducir el precio mundial del producto, eliminando al mismo tiempo las ventajas comparativas de las exportaciones de países como la Argentina y Brasil.
Los impactos del consumo de etanol a escala mundial también son objeto de mucha especulación. En lo que se refiere a los impactos ambientales, hay dudas respecto de la efectiva contribución para la reducción en la emisión de gases en el mediano plazo, si se considera la frontera agrícola. Además, hay impactos considerables en lo que refiere a la producción agrícola, tanto en lo referido a la conversión cultural como al costo de los alimentos. Sólo para ejemplificar esta última afirmación: la reciente alza del precio del maíz en los Estados Unidos, en razón de su uso para producir etanol, triplicó el precio de las tortillas en México. Este elemento merece principal atención en el caso de la Argentina, donde la cuestión de la inflación se ha vuelto un tema de Estado, y podría desencadenar una mayor propensión a la suba de los alimentos en ese país.
El futuro del mercado para el etanol puede influenciar, en mucho, la política comercial brasileña y argentina. Es necesario realizar estudios que permitan solucionar dudas actuales y ponderar eventuales impactos negativos, para que la falta de planeamiento no estropee lo que puede ser una oportunidad de inserción de la región en el mercado internacional.