Integrar a los empresarios a la Red Social del Mercosur
La única posibilidad que tienen las Pyme de saltar a cadenas de valor regionales es a través de la integración productiva. Para eso hay que tener enorme rigor técnico y sinceramiento de voluntad política, sostuvo Gerardo Caetano, secretario académico del CEFIR, en la presentación del libro “Mercosur, 20 años” en la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (ADIMRA), el pasado 29 de abril. En un contexto de rebalance del poder internacional, una pregunta fundamental es de qué manera pueden converger los sistemas de innovación, ciencia y tecnología de nuestros países, dado que hoy en día agregar valor ya no es sólo industrializar en el sentido tradicional sino que también se trata, por caso, de sumar alta y media tecnología a la producción de alimentos, reflexionó. Nunca existió para la región un contexto donde la posibilidad del desarrollo estuviera tan cercana, y que para ello se cuenta con relevancias estratégicas, que padecen de una falta de infraestructura que necesita políticas conjuntas para superarla.Se refirió además a la necesaria integración de los pequeños y medianos empresarios, que han encontrado dificultades para integrarse en las redes del Mercosur social.
En el marco del Encuentro Internacional “La integración productiva como eje de desarrollo regional” realizado en el auditorio de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (ADIMRA), Federico Gomensoro, secretario ejecutivo del Centro de Información de Integración Regional (CEFIR) se refirió a la importancia estratégica de esta institución en materia de formación, investigación y seguimiento de los temas regionales.
El CEFIR ha ido evolucionando junto con el Mercosur. Por ese motivo, mientras en una primera etapa su trabajo tenía que ver fundamentalmente con la formación de cuadros de gobierno para la integración, en la actualidad, cuando el bloque se ha extendido hacia lo social y lo político, la actividad se concentra en la “creación de comunidad”.
En esa línea se encuentra “Somos Mercosur”, el programa insignia del CEFIR, destinado a promover la participación de las organizaciones sociales en el sistema de integración regional y que está por cumplir cinco años de vida. Su mayor logro ha sido, justamente, la aprobación, en la cumbre de Foz Iguazú, de la creación de la Unidad de Participación Social del Mercosur, que le otorga un estatus oficial e institucional a una unidad destinada al relacionamiento de las organizaciones sociales en el marco de la integración.
Gomensoro consideró que el Mercosur tiene por delante dos grandes desafíos; por un lado, superar la primarización de su economía, que no es compatible con un desarrollo sustentable; y por otro, la asignatura pendiente de la formación, en materia de educación y cultura, como condición para ese desarrollo. Sobre estas dos cuestiones pivotea la actividad del CEFIR, en consonancia con las temáticas dominantes de las últimas cumbres presidenciales: integración productiva y participación social.
Las pequeñas y medianas empresas están llamadas a ocupar un lugar central, especialmente en lo que hace a la agregación de valor en las exportaciones. Por esa razón buena parte de los planes de capacitación y formación a distancia se destinan a asesorar a las Pyme y brindarles herramientas para que puedan implementar procesos de asociatividad con empresarios de otros países del bloque.
Rigor técnico y sinceramiento político
A su turno, Gerardo Caetano, secretario académico del CEFIR y coordinador del libro “Mercosur, 20 años” consideró que la mejor manera de defender la integración regional es apelando a una lógica de exigencia y de rigor técnico, dejando de lado una retórica vacía en la que las decisiones suelen convertirse en “cadáveres jurídicos”.
Precisamente una de las ventajas del escenario de la integración productiva es que permite bajar a términos concretos el discurso integracionista. Por ejemplo las Pyme, que generan el 70% del trabajo y forman el 97% del núcleo empresarial en la región, sólo pueden saltar a cadenas de valor a escala regional a través de la integración. Y para que eso ocurra es necesario tener un gran rigor técnico y sinceramiento de la voluntad política, mensurables en acciones como la creación de un fondo de garantía y una política pública regional convergente que les permita a las Pyme ofrecer lo que no pueden por sí mismas.
Para Caetano, uno de los principales problemas que ha tenido el Mercosur es la ausencia del sector empresarial. “Hablar de ´Mercosur social´ es también hablar de los empresarios” –dice–, especialmente de los pequeños y medianos. Y lamentablemente este sector ha tenido dificultades para integrarse en las redes del Mercosur social, por lo que solucionar este tema pendiente es una de las exigencias más importantes de la coyuntura.
En ese sentido el secretario académico del CEFIR consideró que es necesario establecer una agenda de corto y mediano plazo, desde una reflexión regional que no se limite a ser una suma de enfoques nacionales. Y también es necesario cruzar las diferentes agendas, para poder discutir aspectos como la historia del bloque, los debates sobre diversos modelos de integración, la discusión sobre si el Mercosur puede ser o no una unión aduanera, el marco institucional, su relación con el desarrollo, la situación del comercio intrazona y, como tema nodal, la mencionada cuestión de la primarización de la economía, dado que el alto crecimiento económico de nuestros países se sigue produciendo bajo una lógica de primarización.
A modo de ejemplo de lo anterior, Caetano citó el caso de Brasil y su relación con China, señalando que el 70% de las exportaciones brasileñas en 2010 a ese destino correspondió a materias primas y minerales sin procesamiento, mientras que el gran flujo de inversiones chinas hacia Brasil, de unos US$ 20.000 millones, se destinó a industrias extractivas.
En un contexto de rebalance del poder internacional, una pregunta fundamental es de qué manera pueden converger los sistemas de innovación, ciencia y tecnología de nuestros países, dado que hoy en día agregar valor ya no es sólo industrializar en el sentido tradicional sino que también se trata, por caso, de sumar alta y media tecnología a la producción de alimentos.
En otro orden, Caetano se refirió a la necesidad de discutir las asimetrías al interior del bloque y llamó la atención sobre algunas anomalías; tales como que todavía existe una capacidad ociosa de la represa de Itaipú que no es aprovechada por el Mercosur para resolver las demandas energéticas de Uruguay o incluso de Argentina, cosa que pasa también con Yacyretá. O el hecho de que la riqueza de la cuenca del Río de la Plata no esté sujeta a un manejo integrado de la cuenca a pesar de la vigencia de un tratado entre Argentina y Uruguay.
Como corolario, consideró que nunca existió para la región un contexto donde la posibilidad del desarrollo estuviera tan cercana, y que para ello se cuenta con relevancias estratégicas. Entre ellas identificó la existencia de la zona alimentaria más importante y eficiente del mundo en el marco de una perspectiva de crisis alimentaria a nivel mundial. En la misma línea señaló la existencia de abundantes recursos naturales estratégicos: agua dulce, minerales como el cobre –central en la era informática–, capacidad ociosa de producción de energía tradicional y no tradicional. Sin embargo, la falta de infraestructura conspira contra el aprovechamiento de estas ventajas y se hace fundamental contar con políticas conjuntas para superarla.
El CEFIR ha ido evolucionando junto con el Mercosur. Por ese motivo, mientras en una primera etapa su trabajo tenía que ver fundamentalmente con la formación de cuadros de gobierno para la integración, en la actualidad, cuando el bloque se ha extendido hacia lo social y lo político, la actividad se concentra en la “creación de comunidad”.
En esa línea se encuentra “Somos Mercosur”, el programa insignia del CEFIR, destinado a promover la participación de las organizaciones sociales en el sistema de integración regional y que está por cumplir cinco años de vida. Su mayor logro ha sido, justamente, la aprobación, en la cumbre de Foz Iguazú, de la creación de la Unidad de Participación Social del Mercosur, que le otorga un estatus oficial e institucional a una unidad destinada al relacionamiento de las organizaciones sociales en el marco de la integración.
Gomensoro consideró que el Mercosur tiene por delante dos grandes desafíos; por un lado, superar la primarización de su economía, que no es compatible con un desarrollo sustentable; y por otro, la asignatura pendiente de la formación, en materia de educación y cultura, como condición para ese desarrollo. Sobre estas dos cuestiones pivotea la actividad del CEFIR, en consonancia con las temáticas dominantes de las últimas cumbres presidenciales: integración productiva y participación social.
Las pequeñas y medianas empresas están llamadas a ocupar un lugar central, especialmente en lo que hace a la agregación de valor en las exportaciones. Por esa razón buena parte de los planes de capacitación y formación a distancia se destinan a asesorar a las Pyme y brindarles herramientas para que puedan implementar procesos de asociatividad con empresarios de otros países del bloque.
Rigor técnico y sinceramiento político
A su turno, Gerardo Caetano, secretario académico del CEFIR y coordinador del libro “Mercosur, 20 años” consideró que la mejor manera de defender la integración regional es apelando a una lógica de exigencia y de rigor técnico, dejando de lado una retórica vacía en la que las decisiones suelen convertirse en “cadáveres jurídicos”.
Precisamente una de las ventajas del escenario de la integración productiva es que permite bajar a términos concretos el discurso integracionista. Por ejemplo las Pyme, que generan el 70% del trabajo y forman el 97% del núcleo empresarial en la región, sólo pueden saltar a cadenas de valor a escala regional a través de la integración. Y para que eso ocurra es necesario tener un gran rigor técnico y sinceramiento de la voluntad política, mensurables en acciones como la creación de un fondo de garantía y una política pública regional convergente que les permita a las Pyme ofrecer lo que no pueden por sí mismas.
Para Caetano, uno de los principales problemas que ha tenido el Mercosur es la ausencia del sector empresarial. “Hablar de ´Mercosur social´ es también hablar de los empresarios” –dice–, especialmente de los pequeños y medianos. Y lamentablemente este sector ha tenido dificultades para integrarse en las redes del Mercosur social, por lo que solucionar este tema pendiente es una de las exigencias más importantes de la coyuntura.
En ese sentido el secretario académico del CEFIR consideró que es necesario establecer una agenda de corto y mediano plazo, desde una reflexión regional que no se limite a ser una suma de enfoques nacionales. Y también es necesario cruzar las diferentes agendas, para poder discutir aspectos como la historia del bloque, los debates sobre diversos modelos de integración, la discusión sobre si el Mercosur puede ser o no una unión aduanera, el marco institucional, su relación con el desarrollo, la situación del comercio intrazona y, como tema nodal, la mencionada cuestión de la primarización de la economía, dado que el alto crecimiento económico de nuestros países se sigue produciendo bajo una lógica de primarización.
A modo de ejemplo de lo anterior, Caetano citó el caso de Brasil y su relación con China, señalando que el 70% de las exportaciones brasileñas en 2010 a ese destino correspondió a materias primas y minerales sin procesamiento, mientras que el gran flujo de inversiones chinas hacia Brasil, de unos US$ 20.000 millones, se destinó a industrias extractivas.
En un contexto de rebalance del poder internacional, una pregunta fundamental es de qué manera pueden converger los sistemas de innovación, ciencia y tecnología de nuestros países, dado que hoy en día agregar valor ya no es sólo industrializar en el sentido tradicional sino que también se trata, por caso, de sumar alta y media tecnología a la producción de alimentos.
En otro orden, Caetano se refirió a la necesidad de discutir las asimetrías al interior del bloque y llamó la atención sobre algunas anomalías; tales como que todavía existe una capacidad ociosa de la represa de Itaipú que no es aprovechada por el Mercosur para resolver las demandas energéticas de Uruguay o incluso de Argentina, cosa que pasa también con Yacyretá. O el hecho de que la riqueza de la cuenca del Río de la Plata no esté sujeta a un manejo integrado de la cuenca a pesar de la vigencia de un tratado entre Argentina y Uruguay.
Como corolario, consideró que nunca existió para la región un contexto donde la posibilidad del desarrollo estuviera tan cercana, y que para ello se cuenta con relevancias estratégicas. Entre ellas identificó la existencia de la zona alimentaria más importante y eficiente del mundo en el marco de una perspectiva de crisis alimentaria a nivel mundial. En la misma línea señaló la existencia de abundantes recursos naturales estratégicos: agua dulce, minerales como el cobre –central en la era informática–, capacidad ociosa de producción de energía tradicional y no tradicional. Sin embargo, la falta de infraestructura conspira contra el aprovechamiento de estas ventajas y se hace fundamental contar con políticas conjuntas para superarla.
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