La agenda birregional América Latina –Unión Europea

Contribución de Félix Peña (*) al Seminario UE y América Latina: caminos hacia una nueva agenda organizado por la Fundación Konrad Adenauer en Brasil en alianza con la Universidad de Brasilia, la Delegación de la Comisión Europea en Brasil y el Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (CEBRI), celebrado en Brasilia, el 22 y 23 de mayo de 2006. El trabajo desarrolla algunas de las cuestiones más relevantes y las modalidades de trabajo a incluir en una agenda bi-regional que permita seguir construyendo, gradualmente, una asociación estratégica entre los países de América Latina y la Unión Europea, como corolario de la pasada Cumbre de Viena. En 2008, una nueva reunión UE – Al y C se desarrollará en Perú.


Tras la reciente Cumbre de Viena, ¿cuáles pueden ser algunas cuestiones más relevantes y las modalidades de trabajo a incluir en una agenda bi-regional que permita seguir construyendo, gradualmente, una asociación estratégica entre los países de América Latina y la Unión Europea?

Cualquier intento orientado a responder tal pregunta debe ser colocado en la perspectiva de tres cuestiones vinculadas entre sí. La primera se relaciona con los resultados logrados en Viena; la segunda con el estado actual de la integración latinoamericana y sus proyecciones futuras y, la tercera, con la evolución futura de las agendas globales de seguridad y de negociaciones comerciales internacionales – estas últimas, sea en el plano multilateral o en el preferencial -. En estas notas nos referiremos sólo a las dos primeras.

Que las dos primeras cuestiones están estrechamente vinculadas lo ponen de manifiesto muchos de los comentarios de prensa que reflejaron lo ocurrido en Viena.

Quizás el siguiente titular de El País de Madrid, sintetiza la esencia de lo que en Viena se puso en evidencia: “La crisis de la integración latinoamericana devalúa la Cumbre con la Unión Europea” (El País, sábado 13 de mayo 2006, página 4).

Pero el titular del mismo diario del día siguiente agrega otro elemento indispensable al diagnóstico: “La Europa paralizada chocó con la América Latina dividida” (El País, domingo 14 de mayo 2006, página 5). El primer párrafo de la nota así titulada brinda elementos para profundizar el análisis de lo puesto de manifiesto en la Cumbre: “Una Europa paralizada por la malparada Constitución y una ampliación mal digerida se ha dado cita esta semana en Viena con una América Latina fracturada por corrientes políticas de enfrentamiento. ¿Resultado? Una Cumbre sin grandes avances y con conocida retórica, de la que los latinoamericanos se van con la sensación de que Europa no muestra el suficiente interés por ellos, y la UE con la idea de que hasta que al otro lado del Atlántico no se pongan de acuerdo entre sí y se unan en bloques regionales sólidos no habrá negociación política y comercial posible”.

Más allá de esta impresión sobre el hecho político y mediático que constituye toda Cumbre, ¿cuáles son, sin embargo, las principales conclusiones que surgen de Viena y que permitirían eventualmente señalizar un camino realista orientado hacia el objetivo de una asociación estratégica bi-regional?

En una primera aproximación al tema – realizada sólo en base a la información que se ha hecho pública -, pueden avanzarse algunas conclusiones preliminares de la IV Cumbre Bi-regional:

• La presencia de un amplio número de líderes políticos de ambas regiones, pone de manifiesto un evidente interés en las relaciones bi-regionales.

• La Declaración de Viena contiene pocos elementos nuevos. Abundan términos como “reafirmar” y “reiterar”, esto es, volver a señalar lo ya manifestado en Cumbres anteriores, especialmente la de Guadalajara. En pocos párrafos los líderes políticos dan instrucciones que puedan interpretarse como impulsos hacia nuevas acciones. Uno de los pocos ejemplos es el párrafo 53, dentro de un capítulo que es quizás uno de los mejor elaborados del texto final (referido a “Conocimiento compartido y desarrollo de capacidades humanas: educación superior, investigación, ciencia y tecnología y cultura”).

• El método de las mesas de trabajo demostró, una vez más, su utilidad. Es en sus relatorías donde es posible encontrar indicaciones sobre las cuestiones dominantes en la agenda bi-regional del futuro (ver textos en:

http://www.uealc.at/en/The_Council_Presidency/EU_LAC_Summit_Vienna/UE-ALCespagnol/Wichtige_Dokumente/index.html).

• Un resultado bien concreto es el del inicio de las negociaciones de libre comercio entre los países centroamericanos y la Unión Europea. Han sido posiblemente estimuladas tanto por los progresos alcanzados en la integración de esa sub-región, como por el hecho que los países centroamericanos han firmado – y en varios casos puesto en vigencia – el CAFTA con los Estados Unidos. Se repite, en tal sentido, el precedente de los acuerdos celebrados oportunamente con México y con Chile, donde la UE parece actuar impulsada por la preocupación por desplazamientos de ventajas competitivas que, para sus empresas, puedan resultar de los acuerdos preferenciales de países latinoamericanos con los Estados Unidos.

• Tanto en el caso de la Comunidad Andina de Naciones como del Mercosur, en cambio, en Viena se pusieron de manifiesto – incluso a veces en el plano simbólico – las dificultades que al momento atraviesan los respectivos procesos de integración. Son, sin embargo, situaciones diferentes – dado el hecho que tres países de la CAN están concluyendo acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos – y también puede ser diferenciada la evolución futura de las respectivas relaciones bi-regionales.

• Una cuestión que es central en las relaciones bi-regionales, especialmente entre la UE y el Mercosur, como es la de las negociaciones multilaterales de la Rueda Doha en el ámbito de la Organización Mundial de Comercio, recibió en la Declaración final un tratamiento quizás poco acorde con su importancia y con las perspectivas sombrías de poder concluirlas, tal como fuera previsto, antes del vencimiento del plazo otorgado por el Trade Promotion Authority al Presidente de los Estados Unidos. No parecería ser una cuestión que concentró mucha atención de la Cumbre, aún cuando su tratamiento habría sido más detenido en algunas de las mesas de trabajo.

• Sin perjuicio de otras cuestiones incluidas en la agenda de la Cumbre que también recibieron atención reflejada en la Declaración final, la energía - sea en su potencial de conflicto como de integración -, surgió como una de las cuestiones centrales, tanto en el desarrollo de ambas regiones como en sus relaciones recíprocas. Probablemente seguirá siendo, con la anterior, la que más condicionará la evolución del interés recíproco y, por consiguiente, de la agenda bi-regional en el período que conduce a la próxima Cumbre que tendría que realizarse en Perú en 2008. Fue una cuestión relevante en algunos de los talleres de trabajo y recibió un tratamiento especial en el párrafo 30 de la Declaración Final. La cooperación en esta cuestión – en su triple dimensión de infraestructura, eficiencia y fuentes alternativas - fue encuadrada en dos objetivos que pueden ser o complementarios o contrapuestos: por un lado, el reconocimiento de los derechos de cada país de administrar sus recursos naturales y, por el otro, en la necesidad de asegurar transparencia en beneficio de los consumidores y a fin de atraer inversiones. Hacia el futuro inmediato – esto es el camino que conducirá hacia la proyectada Cumbre de Lima -, tres aspectos de la nueva realidad regional latinoamericana – y especialmente sudamericana – merecen especial atención:

• El primero es que ella no puede ser entendida a partir de enfoques generales, tales como sostener que América Latina se vuelca a la izquierda o al populismo. Por el contrario, la región presenta un cuadro diferenciado, en el que cada proceso nacional tiene sus propias lógicas y características.

Eventualmente pueden efectuarse abordajes sub-regionales. Pero incluso en una región como la andina, las diferencias son notorias de país a país. Categorías y enfoques del pasado no permiten captar todos los matices de una realidad rica en diversidades.

• El segundo es que se observan, sin embargo, rasgos comunes que permiten vertebrar lo que parece un mosaico heterogéneo. Tres pueden destacarse. Por un lado, la búsqueda de nuevas respuestas a problemas que tienen raíces profundas, como es el de la desigualdad social y el de la insatisfacción popular ante respuestas que por momentos han predominado en las políticas públicas. Por el otro, la apertura de una ventana de oportunidad en el creciente interés de China en la economía regional y, en especial, en sus cuantiosos recursos naturales. Ella ha creado un cuadro económico externo favorable a casi toda la región. Y, finalmente, la importancia creciente que tiene la cuestión energética – como problema o como oportunidad – en las políticas económicas, en la interdependencia regional – especialmente en América del Sur – y en la relación con inversores extranjeros.

• El tercero es la metamorfosis en los procesos de integración regional. Son fáciles de ilustrar con los casos de la Comunidad Andina de Naciones y del Mercosur. Se ha instalado la necesidad de potenciar la vocación por una mayor integración con nuevas metodologías de trabajo conjunto, inyectando criterios novedosos de geometría variable y de múltiples velocidades. Cómo conciliar la profundización de vínculos preferenciales entre países de la región, con el pleno aprovechamiento de las oportunidades que se brindan en el espacio económico global, es uno de los desafíos apremiantes que se observan, al menos en los dos casos antes citados. Es un desafío que requerirá de mucha flexibilidad en el diseño de procesos de integración viables.

¿Qué se puede esperar de Europa ante la nueva realidad regional? Es ésta quizás una cuestión central en el desarrollo de una agenda bi-regional realista y positiva.

Sin perjuicio de otros, los siguientes parecen ser algunos cursos prioritarios de acción recomendables a la luz de lo ocurrido en Viena:

• Efectuar una evaluación que permita perfeccionar la metodología de preparación de las Cumbres bi-regionales, a efectos de evitar un deterioro de su eficacia y de transformarlas en factor de un efectivo impulso político a cursos de acción concretos. En tal sentido, no sólo puede capitalizarse la experiencia acumulada desde la Cumbre de Río de Janeiro, pero también las de las Cumbres de la Unión Europea con los países del Asia, así como la de las Cumbres de las Américas.

• Perseverar en la concreción de los acuerdos de asociación estratégica con los actuales procesos de integración sub-regionales, a pesar de las dificultades que algunos de ellos confrontan. En particular, el futuro acuerdo de la UE con Centroamérica merece una atención especial, por el contraste que se puede observar – y que requiere un análisis detenido – entre la estrategia que los países de esta sub-región están llevando adelante, a fin de conciliar sus objetivos de integración, con acuerdos de libre comercio, a la vez, con los Estados Unidos y con la Unión Europea.

Tal experiencia puede ser de utilidad en la perspectiva de dificultades actuales, tanto de la CAN como del Mercosur. En el caso concreto del Mercosur – su importancia reside en su dimensión económica y en los intereses económicos europeos en juego en esta sub-región –parecería que no es necesario ni conveniente pretender cerrar todos los aspectos de un proceso que tendrá que ser incremental y de largo plazo. En tal sentido, existe consenso en que los nudos principales deberán esperar a lo que ocurra finalmente en la Organización Mundial del Comercio. Sin embargo, un acuerdo de contenido flexible y evolutivo, incluso con enfoques específicos en sectores como el automotriz y el de la energía, no sólo permitiría estimular el propio proceso de integración en el Mercosur, pero también podría abrir el camino para una más estrecha vinculación con el ya concretado acuerdo de libre comercio que la Unión Europea tiene con Chile.

En su marco, cabría otorgar un espacio destacado a la sinergia empresaria resultante de la presencia de fuertes intereses europeos en la región y, en tal sentido, el actual foro empresario UE-Mercosur debería tener un protagonismo creciente, con la efectiva participación de empresarios representativos de ambas regiones.

• Fortalecer la participación europea en el abordaje del desarrollo de las redes de integración física de la región y en el pleno aprovechamiento del potencial energético. En este último plano, Europa puede contribuir por su propio, difícil e inconcluso aprendizaje. También puede hacerlo con financiamiento, incluyendo el del Banco Europeo de Inversiones y con su aporte a reglas que generen seguridad para las inversiones, en la línea del Tratado de la Carta de la Energía.

• Capitalizar en función de algunos de los nudos que se han hecho evidentes especialmente en el Mercosur, la rica experiencia europea en el desarrollo de marcos reguladores que facilitan un abordaje conjunto de la cuestión ambiental en sus múltiples desdoblamientos.

• Promover programas de cooperación trilateral entre la Unión Europea y los países de mayor desarrollo económico de América Latina, por un lado, y los países con economías pequeñas y menor desarrollo relativo. Tales programas – de los cuales la UE tiene experiencia en la región del Asia-, tendría que tener el objetivo de contribuir a la preparación de esos países – en función de sus propios programas nacionales de transformación productiva - para participar en los espacios económicos ampliados que resulten, tanto de los acuerdos regionales de integración – tal el caso del Mercosur – como de los resultados de las negociaciones en la OMC, y de los acuerdos de libre comercio que se concluyan con la propia UE y otros países industrializados. La experiencia de la UE en materia de “transición asistida” a países candidatos a ser miembros plenos o a asociarse, puede ser valiosa en este campo.

• Concentrar mayores recursos humanos y financieros – tanto de la UE como de sus países miembros - orientados a tratar de decodificar dinámicos procesos de cambio en la región, que suelen estar llenos de matices y en los que, a veces, resulta difícil distinguir lo real de lo mediático, dado el recurso frecuente a sofisticados fuegos de artificio. La cooperación académica europea debería ser ampliada a tal efecto.

(*) El autor es Profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) y de su Módulo Jean Monnet, y Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación BankBoston. Es miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI)

Félix Peña