La asunción de Barak Obama
Hay analistas que han subrayado la idea de la menor capacidad de control de los Estados Unidos ante las inversiones globales de la política, la economía, los asuntos estratégicos militares. También la noción de que Obama asume de buena voluntad la tarea de elaborar una política exterior post hegemónica, renunciando al excepcionalismo norteamericano. Pero muy por el contrario, lo que el mandatario recién asumido ha planteado es la necesidad de un diagnóstico adecuado de cuáles son las condiciones de poder de Estados Unidos frente al mundo; la necesidad de tener una política exterior menos militarizada, tener más diplomacia, más diálogo. Sin embargo, los títulos de su discurso nunca hicieron referencia a la renuncia al liderazgo norteamericano, sino más bien a repensarlo en profundidad. Es parte del análisis de la investigadora Anabella Busso*, que en una ponencia cuyos principales fragmentos se reproducen, indica qué se puede esperar de los pretendidos cambios en el paradigma externo de Estados Unidos, a partir de la recién inaugurada gestión Obama.
Hay muchos autores que ven en el triunfo del demócrata Barak Obama, el fin del debate entre las tradiciones de pensamiento y su impacto sobre el modelo nacional norteamericano. Algunos dicen que después de 20 o 25 años de un fuerte impacto conservador y neoconservador, la guerra cultural terminó. El triunfo de la tradición liberal se produjo y ahora se trata de la tradición predominante. A pesar de que el triunfo de Obama se produce en un embate creciente contra esta corriente neoconservadora, no me atrevería a asegurar que ese debate cultural finalizó, senaló Anabella Busso en el marco de su ponencia en el Anuario de Política internacional desarrollado el pasado noviembre en Buenos Aires.
El punto que también se ha pretendido mucho en estos días es que Obama es el presidente de la crisis de la economía norteamericana, la crisis definitiva, los que hablan de fin del capitalismo, hasta el fin de la hegemonía de los Estados Unidos. Y creo que ahí también debemos ser cuidadosos, porque hay muchos analistas que han subrayado la idea de la menor capacidad de control de los Estados Unidos ante las inversiones globales de la política, la economía, los asuntos estratégicos militares, resaltó la investigadora del CONICET. Pero también han destacado como si fuese parte del discurso de Obama, la idea de que el mandatario asume de buena voluntad la tarea de elaborar una política exterior post hegemónica, que renuncie a la noción del excepcionalismo norteamericano. En ningún momento se produjo tal cosa. Por el contrario, lo que él ha planteado es la necesidad de un diagnóstico adecuado de cuáles son las condiciones de poder de Estados Unidos frente al mundo; ha planteado la necesidad de privilegiar otros instrumentos de la política exterior, esto es tener una política exterior menos militarizada, tener más diplomacia, más diálogo, que se amplíe la agenda de vinculación, esto es que no sólo se dialogue con el íntimo amigo sino que también a veces en las negociaciones uno tiene que hablar con quien es señalado como un enemigo o una contraparte muy conflictiva. También ha hablado de la necesidad de recuperar las alianzas tradicionales, y no sólo las coaliciones ad hoc con las que trabajó el presidente Bush. Pero los títulos de su discurso hacen referencia a repensar el liderazgo norteamericano, no a renunciar al liderazgo norteamericano, aseguró Busso.
Tanto mirado desde el centro como desde la periferia, se puede llegar a cometer un error de percepción si imaginamos un Estados Unidos decidido a renunciar a su liderazgo por la llegada de Obama al poder.
La llegada de la Generación X
Otra cuestión que se ha destacado es que la política exterior de los Estados Unidos va a cambiar y se va a modificar al igual que otras políticas públicas, en función de que ha llegado al gobierno una nueva generación, la llamada generación X, de los hombres nacidos en la década del 60, tipificados como hombres menos ideologizados, más pragmáticos, más auténticos, pertenecientes a una era post racial. Los que van a poner una impronta especial, una impronta muy moderna, muy tecnológica, muy de llegada a la gente, de diálogo permanente con el pueblo.
Es posible que esta característica tenga un impacto sobre la política exterior de la misma manera que la han tenido otras generaciones que tipificaron la política exterior norteamericana. La generación de los hombres sabios donde se destacaba una figura muy conocida como la de Kennan, que era la generación de los hombres que provenían de los grandes estudios jurídicos y de las grandes corporaciones financieras, o la generación de los mejores y los brillantes que es la que llegó en la década del 60, encabezada por Kennedy, donde lo más importante era su tradición universitaria, su experiencia compartida en el campus de Harvard; hubo otras clasificaciones por ejemplo las que hablan de los baby boomers, a los que pertenecen presidentes tanto de derecha como de izquierda, como el caso de Clinton o el caso del saliente presidente George W. Bush, nacidos después de la segunda guerra mundial y marcados fundamentalmente por la experiencia de la guerra de Vietnam, y con una connotación ideológica muy fuerte cualquiera fuese su opción.
Todos ellos tuvieron un impacto sobre la política exterior, pero ninguno, ninguna de esas generaciones, discutió como disminuir el poder de los EE.UU. en el mundo, muy por el contrario, todas discutieron en torno a los instrumentos de la construcción del poder americano y obviamente tomaron opciones distintas, pero no escaparon a las tradiciones culturales más importantes, resaltó la investigadora en su ponencia.
* Anabella Busso, Master en Relaciones Internacionales- investigadora del CONICET.