La economía argentina está creciendo a tasas insólitamente elevadas
El economista del Banco Ciudad Luciano Laspina analizó la coyuntura económica del país. Argentina crece a tasas elevadas por la recuperación del consumo privado. El problema del recalentamiento.
El pasado 29 de junio, durante el desayuno de actualización organizado por el Instituto Pyme del Banco Ciudad de Buenos Aires, el economista jefe de Estudios Económicos de esa institución se refirió a distintos aspectos de la actualidad económica nacional. En primer lugar, Laspina destacó que la economía está creciendo “a tasas insólitamente elevadas”. La variación interanual se ubica ya en el 7% y podría llegar al 9%, pero si se toma en cuenta la velocidad de crecimiento del cuarto trimestre del año pasado se obtiene una tasa de crecimiento anualizada del 13%. Este impresionante rebote de la recesión se explica principalmente por la recuperación del consumo privado, sobre todo de bienes durables, y por la expansión del gasto público. En la perspectiva de Laspina, esta situación configura un escenario de recalentamiento de la economía similar al de 2006-2008, caracterizado por exceso de demanda, escasez de oferta y aumento de las presiones de precios, ahora agravadas por la inercia inflacionaria.
En este último sentido, el economista señaló que según la consultora FIEL, dejando de lado los bienes regulados (tarifas), la inflación ronda el 24% interanual, con un promedio que se ubicaría en el 21%. El hecho de que la inflación tenga una velocidad crucero del 20% conlleva efectos de segunda ronda en la discusión salarial. Así, mientras el promedio de América Latina para la discusión salarial se sitúa en torno del 5%, hacia fin de año en Argentina tanto los salarios como la inflación rondarían el 25%.
Frente a esta contingencia, el Gobierno utiliza dos herramientas para intentar morigerar el alza de los precios: mantener planchado el tipo de cambio y moderar los ajustes tarifarios.
Siguiendo la argumentación de Laspina, tanto las expectativas de inflación como las demandas salariales y la expansión monetaria del propio BCRA convergen en el rango del 20 al 25 por ciento. El Banco Central aparece así convalidando de hecho el nivel de inflación, y si bien la preocupación por el alza de los precios parece haber descendido en el ánimo social –la sociedad puede convivir con una inflación de dos dígitos siempre que ésta se encuentre suficientemente indexada, como es el caso–, en términos macroeconómicos una tasa de inflación elevada supone incertidumbre y la falta de credibilidad. Los problemas de confianza se agravan ante la ausencia de voluntad política por parte del Banco Central para llevar adelante medidas de moderación de la base monetaria. Esta situación se vería agravada en la actualidad con respecto a la anterior gestión del Banco por razones ideológicas.
En suma, según el economista, tanto la inflación como la fuerte recuperación se deben a la combinación de políticas monetarias y fiscales extremadamente expansivas, en lo que constituye una definición filosófica de la política económica, que hasta ahora parece haber tenido resultados positivos. En lo atinente a la política monetaria, mientras que lo común es tratar de administrar el ciclo económico, buscando frenarlo o acelerarlo según las circunstancias, la estrategia argentina consiste en una permanente aceleración de la economía. Hasta el momento esta política no ha encontrado mayores barreras, excepto por el recalentamiento inflacionario que plantea un problema de difícil resolución que se estaría gestando a futuro. Argentina comparte con China e India los más altos niveles de aceleración, pero a diferencia de estos países tiene, según Laspina, una tasa de interés real extremadamente negativa, lo que genera una especial propensión al consumo. Y con un Banco Central despreocupado por la inflación, la única referencia efectiva para fijar expectativas inflacionarias en el mediano plazo sería la señalada por los sindicatos en la discusión salarial.
Por otra parte, en relación con la política fiscal, el gasto ha crecido a un ritmo del 35%, tanto en expansión como en recesión, destinándose buena parte de él a subsidios económicos y, en menor medida, sociales.
¿Equilibrio inestable y crecimiento volátil?
Este conjunto de elementos de la coyuntura implican para el economista jefe del Banco Ciudad tres tipos de riesgo de cara al futuro. En primer lugar, los riesgos fiscales, motorizados principalmente por el incremento del déficit consolidado. Si bien no se avizoran problemas de solvencia, pues la relación deuda/producto resulta óptima desde la reestructuración y la subestimación inflacionaria que afectó a los bonos ajustables por CER, sí pueden aparecer dificultades de liquidez y credibilidad por las complicaciones de acceso a los mercados internacionales. De hecho, al no estar garantizado el acceso a esa fuente de financiamiento, por razones de credibilidad antes que de solvencia, es posible que el año próximo se renueve el debate por la creación de un nuevo fondo de desendeudamiento.
En un segundo orden, Laspina alerta acerca de la utilización del tipo de cambio como ancla inflacionaria. En un contexto de expectativas inflacionarias “desbocadas” y un sector externo muy robusto –inflación en ascenso y dólar planchado–, tiene lugar la apreciación real de la moneda, es decir, la pérdida de competitividad del peso. Por el momento la Argentina se ve favorecida porque la relación con el real es todavía de 1 a 2 respecto a 2001, pero si el real llegara a devaluarse podrían surgir complicaciones para varios sectores.
Por último, el equilibrio inflacionario y el crecimiento resultan para Laspina inestables y vulnerables a shocks, tanto externos como internos. Argentina fue una de las economías que más cayó durante 2009 en Latinoamérica, y lo hizo con alta inflación. Es una economía extremadamente volátil al contexto externo. Si bien crece a un ritmo superior al promedio de los países de la región, lo hace con una inflación más alta. Por añadidura, la combinación de apreciación del peso e inflación elevada, en el contexto de un sistema financiero muy pequeño, hacen que la población tenga poca confianza en la moneda nacional, configurando un terreno fértil para corridas cambiarias que impactan directamente sobre el equilibrio y el crecimiento.
En este último sentido, el economista señaló que según la consultora FIEL, dejando de lado los bienes regulados (tarifas), la inflación ronda el 24% interanual, con un promedio que se ubicaría en el 21%. El hecho de que la inflación tenga una velocidad crucero del 20% conlleva efectos de segunda ronda en la discusión salarial. Así, mientras el promedio de América Latina para la discusión salarial se sitúa en torno del 5%, hacia fin de año en Argentina tanto los salarios como la inflación rondarían el 25%.
Frente a esta contingencia, el Gobierno utiliza dos herramientas para intentar morigerar el alza de los precios: mantener planchado el tipo de cambio y moderar los ajustes tarifarios.
Siguiendo la argumentación de Laspina, tanto las expectativas de inflación como las demandas salariales y la expansión monetaria del propio BCRA convergen en el rango del 20 al 25 por ciento. El Banco Central aparece así convalidando de hecho el nivel de inflación, y si bien la preocupación por el alza de los precios parece haber descendido en el ánimo social –la sociedad puede convivir con una inflación de dos dígitos siempre que ésta se encuentre suficientemente indexada, como es el caso–, en términos macroeconómicos una tasa de inflación elevada supone incertidumbre y la falta de credibilidad. Los problemas de confianza se agravan ante la ausencia de voluntad política por parte del Banco Central para llevar adelante medidas de moderación de la base monetaria. Esta situación se vería agravada en la actualidad con respecto a la anterior gestión del Banco por razones ideológicas.
En suma, según el economista, tanto la inflación como la fuerte recuperación se deben a la combinación de políticas monetarias y fiscales extremadamente expansivas, en lo que constituye una definición filosófica de la política económica, que hasta ahora parece haber tenido resultados positivos. En lo atinente a la política monetaria, mientras que lo común es tratar de administrar el ciclo económico, buscando frenarlo o acelerarlo según las circunstancias, la estrategia argentina consiste en una permanente aceleración de la economía. Hasta el momento esta política no ha encontrado mayores barreras, excepto por el recalentamiento inflacionario que plantea un problema de difícil resolución que se estaría gestando a futuro. Argentina comparte con China e India los más altos niveles de aceleración, pero a diferencia de estos países tiene, según Laspina, una tasa de interés real extremadamente negativa, lo que genera una especial propensión al consumo. Y con un Banco Central despreocupado por la inflación, la única referencia efectiva para fijar expectativas inflacionarias en el mediano plazo sería la señalada por los sindicatos en la discusión salarial.
Por otra parte, en relación con la política fiscal, el gasto ha crecido a un ritmo del 35%, tanto en expansión como en recesión, destinándose buena parte de él a subsidios económicos y, en menor medida, sociales.
¿Equilibrio inestable y crecimiento volátil?
Este conjunto de elementos de la coyuntura implican para el economista jefe del Banco Ciudad tres tipos de riesgo de cara al futuro. En primer lugar, los riesgos fiscales, motorizados principalmente por el incremento del déficit consolidado. Si bien no se avizoran problemas de solvencia, pues la relación deuda/producto resulta óptima desde la reestructuración y la subestimación inflacionaria que afectó a los bonos ajustables por CER, sí pueden aparecer dificultades de liquidez y credibilidad por las complicaciones de acceso a los mercados internacionales. De hecho, al no estar garantizado el acceso a esa fuente de financiamiento, por razones de credibilidad antes que de solvencia, es posible que el año próximo se renueve el debate por la creación de un nuevo fondo de desendeudamiento.
En un segundo orden, Laspina alerta acerca de la utilización del tipo de cambio como ancla inflacionaria. En un contexto de expectativas inflacionarias “desbocadas” y un sector externo muy robusto –inflación en ascenso y dólar planchado–, tiene lugar la apreciación real de la moneda, es decir, la pérdida de competitividad del peso. Por el momento la Argentina se ve favorecida porque la relación con el real es todavía de 1 a 2 respecto a 2001, pero si el real llegara a devaluarse podrían surgir complicaciones para varios sectores.
Por último, el equilibrio inflacionario y el crecimiento resultan para Laspina inestables y vulnerables a shocks, tanto externos como internos. Argentina fue una de las economías que más cayó durante 2009 en Latinoamérica, y lo hizo con alta inflación. Es una economía extremadamente volátil al contexto externo. Si bien crece a un ritmo superior al promedio de los países de la región, lo hace con una inflación más alta. Por añadidura, la combinación de apreciación del peso e inflación elevada, en el contexto de un sistema financiero muy pequeño, hacen que la población tenga poca confianza en la moneda nacional, configurando un terreno fértil para corridas cambiarias que impactan directamente sobre el equilibrio y el crecimiento.
Gustavo Sánchez