Los flujos de inversión extranjera frente a la crisis global

El aumento de las barreras al movimiento de mercaderías es, sin dudas, una fuente de intranquilidad generalizada. Sin embargo, las restricciones al movimiento de capitales pueden tener implicancias más nocivas y estructurales para la economía mundial. Según un reciente informe de la UNCTAD, los flujos de inversión extranjera directa (IED) se contrajeron un 20 % durante 2008, respecto de 2007, y de acuerdo a las estimaciones más optimistas recién comenzarían a recuperarse en 2011. Los principales afectados durante el último año fueron los países desarrollados, con una merma del 33 % interanual. La gran necesidad de financiamiento de los países desarrollados, en este período de crisis, permite predecir una fuerte escasez de capital extranjero dirigido a los países en desarrollo. Esta coyuntura se ve agravada por medidas que impiden el libre movimiento de capitales, con el fin de mantenerlos dentro de cada economía nacional, lo que resulta perjudicial para la economía mundial en su conjunto, señala Nicolás Perrone en su trabajo.


Desde finales de 2008, el riesgo de una ola proteccionista como reacción a la crisis global es una preocupación compartida por gran parte de la opinión pública internacional, tanto es así que el mismo G-20 en su última reunión en Washington exhortó a los gobiernos a respetar los acuerdos internacionales y finalizar la Ronda de Doha en el ámbito de la OMC. No obstante, y si bien el sistema multilateral de comercio mantiene su integridad, muchas de las medidas incluidas en los paquetes de estimulo diseñados por los países desarrollados, incluyendo el ya famoso “Buy America”, tienen sesgos proteccionistas. En el mismo sentido, el número de investigaciones para aplicar medidas antidumping aumentó el 31 % en el año 2008, en relación con 2007. La finalización de la Ronda de Doha, por otro lado, difícilmente se concrete en el corto plazo.

El aumento de las barreras al movimiento de mercaderías es, sin dudas, una fuente de intranquilidad generalizada. Sin embargo, las restricciones al movimiento de capitales pueden tener implicancias más nocivas y estructurales para la economía mundial. Las inversiones extranjeras son el factor más dinámico de la nueva economía, con tasas de crecimiento mayores que el PBI y el comercio mundial. Tienen, de esta forma, un papel protagónico en el proceso de globalización económica, tanto por su rol en la formación de cadenas globales de valor como por el impulso que brindan al sistema financiero internacional. Por ello, parece razonable creer que una fuerte reducción de los flujos de capitales afectará el crecimiento de la economía a escala global.

Según un reciente informe de la UNCTAD, los flujos de inversión extranjera directa (IED) se contrajeron un 20 % durante 2008, respecto de 2007, y de acuerdo a las estimaciones más optimistas recién comenzarían a recuperarse en 2011. Los principales afectados durante el último año fueron los países desarrollados, con una merma del 33 % interanual. Esta coyuntura, junto con los serios problemas de liquidez, explica por qué muchos capitales, originarios de estos países, están siendo repatriados. Las necesidades de financiamiento y las condiciones de los salvatajes obligan a las entidades financieras a concentrar sus esfuerzos en sus mercados de origen. Pareciera, entonces, que lo peor de la crisis para los países en desarrollo aún está por venir.

Lamentablemente, a diferencia de lo que ocurre en el ámbito del comercio, no existe una estructura institucional que limite el accionar de los gobiernos frente a los flujos de inversiones internacionales. El acuerdo constitutivo del FMI apenas prohíbe las restricciones a los movimientos de fondos por transacciones corrientes, pero no liberaliza el movimiento de capitales.

Frente a este contexto, debemos analizar el presente comportamiento de los países exportadores e importadores de capital, con la salvedad de que los países desarrollados no sólo son la principal fuente, sino también los mayores receptores de esos flujos.

Con relación a la exportación de capital, los actuales paquetes de ayuda obligan a las entidades financieras a dedicar los fondos otorgados a recuperar el crédito para las pequeñas y medianas empresas locales. Si sumamos a esto la fuerte intervención estatal, todo hace pensar que los principales bancos no financiarán nuevos emprendimientos en países en desarrollo, dificultando o impidiendo tanto fusiones, como adquisiciones o inversiones “greenfield”. Esta situación se ve agravada porque los paquetes de ayuda sólo están dirigidos a los bancos locales, y dejan de lado a las sucursales de bancos extranjeros, acentuando en cada país la tendencia descripta.

Por otro lado, la actitud de los países destino de las inversiones tampoco es muy alentadora. A finales de 2008, los Estados Unidos revisaron su sistema para la aprobación de fusiones y adquisiciones de empresas locales por parte de inversores extranjeros, implementado un sistema que permite el veto de operaciones que pudieran afectar la “seguridad nacional”. Este tipo de trabas al ingreso de capitales también existe en otros países de la OCDE, con el principal objetivo de mantener a las empresas clave fuera del alcance de los extranjeros. El principal temor de los países desarrollados son los fondos de inversión soberanos de países como China y Rusia, que concentran gran parte de las reservas mundiales de capital por los excedentes de exportaciones acumulados.

En relación con la admisión de inversiones, existen reglas multilaterales, regionales y bilaterales que podrían limitar estas medidas proteccionistas. Tanto el GATS como varios tratados de libre comercio y algunos tratados bilaterales de promoción y protección de inversiones extranjeras brindan cierto grado de trato nacional para el establecimiento de inversiones. De esta forma, algunas de estas barreras podrían ser ilegales frente al Derecho Internacional.

La situación descripta tiene un impacto negativo para los países de Sudamérica, cuya inversión interna depende en forma sustancial de la inversión extranjera. Si bien la dependencia argentina de estos flujos ha sido relativamente baja desde la crisis de 2001, contar con un sector financiero extranjerizado, por las razones señaladas, presenta un riesgo importante para impulsar el crédito a nivel nacional. Al mismo tiempo, el superávit de balanza comercial se reduce o desaparece a causa de la menor demanda internacional y de la baja de los precios de los commodities, lo que erosiona la disponibilidad de ahorro interno.

La gran necesidad de financiamiento de los países desarrollados, en este período de crisis, permite predecir una fuerte escasez de capital extranjero dirigido a los países en desarrollo. Esta coyuntura se ve agravada por medidas que impiden el libro movimiento de capitales, con el fin de mantenerlos dentro de cada economía nacional, lo que resulta perjudicial para la economía mundial en su conjunto. Durante la década de los noventa, las principales economías predicaron que la integración al mundo y la apertura a la inversión extranjera eran pasos necesarios para el desarrollo. Más allá de lo acertado o no de aquella receta, existen señales de que los maestros de aquella lección parecen no estar dispuestos a seguir sus propias doctrinas en épocas de zozobra.

Investigador Asistente del Centro de Estudios Interdisciplinarios de Derecho Industrial y Económico (CEIDIE, UBA). PhD Award 2009/2010 London School of Economics. Email: N.m.perrone@lse.ac.uk.

Nicolás Perrone