OMC: ¿Fase final de la negociación o antesala de un fracaso?

Tras el fracaso de la reunión del Grupo de los 4 en Potsdam, la presentación de los documentos de compromiso elaborados en relación a la agricultura y a los productos industriales (Propuestas Falconer y Stephenson, respectivamente), abre una posibilidad de que finalmente las negociaciones multilaterales en el ámbito de la Organización Mundial del Comercio puedan concluir, sino este año al menos en 2008. No existe, sin embargo, demasiado optimismo al respecto. Por el contrario, aunque exagerada, la idea de que la Rueda Doha ya ha muerto sigue instalada en muchos medios. Lo cierto es que los interrogantes existentes en cuanto a las posibilidades de concluir con éxito estas negociaciones – aún cuando produjera un resultado lejano de los objetivos ambiciosos que se plantearon en 2001 en Doha -, torna recomendable para nuestro país – y especialmente, para sus sectores empresarios - analizar cuáles son las opciones existentes en la realidad, en el caso de un fracaso de la actual Rueda y asumir por otra parte iniciativas con países con intereses similares, como los del Mercosur y el Grupo de los 20, para el desarrollo de fórmulas alternativas en pos de lograr los objetivos originales de la Rueda Doha.


El análisis de tales opciones, no puede dejar de lado la consideración sobre el impacto que cualquiera de ellas puede tener en el Mercosur. Tal consideración sólo puede hacerse, en una perspectiva realista, considerando simultáneamente una gama diversa de factores políticos y económicos, muchos de ellos vinculados a la evolución más reciente de las relaciones entre los países que son parte del espacio geográfico regional sudamericano.

El 17 de julio de este año, los Embajadores Crawford Falconer y Don Stephenson, Presidentes de las negociaciones sobre agricultura y sobre productos industriales (NAMA en las conocidas siglas en inglés) en la Rueda Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC), distribuyeron en Ginebra sus respectivos proyectos revisados de “modalidades”.

El mismo día, Pascal Lamy, el Director General de la OMC, dio un claro respaldo a tales textos y señaló que comenzarían a ser examinados por los 150 miembros de la organización en la semana del 23 de julio.

Los conceptos principales de la declaración de Pascal Lamy – efectuada con la precisión que lo caracteriza - colocan los dos documentos de compromisos distribuidos en la perspectiva de las negociaciones en curso. Permiten, además, tener en cuenta lo que se ha avanzado y lo que falta avanzar aún para concluir con las negociaciones.

Al respecto, cabe resaltar los siguientes puntos que surgen de la declaración de Lamy:

• Los textos son la resultante de innumerables consultas con los países miembros de la OMC, para lograr transacciones que permitan alcanzar acuerdos en relación con el comercio de productos agropecuarios e industriales.
• En los documentos se hacen constar los progresos realizados hasta ahora.
• Lograr tales transacciones es siempre difícil, ya que ninguna delegación podrá obtener todo lo que desea.
• Pero esos textos son representativos de las opiniones de los países miembros, y constituyen una base justa y razonable para alcanzar acuerdos ambiciosos, equilibrados y orientados al desarrollo.
• Se trata de instrumentos de negociación que se revisarán y ajustarán a medida que los gobiernos sigan acortando sus diferencias.
• Los países miembros no estarán plenamente satisfechos con los textos.
• Pero lo que separa hoy a los países miembros es menos de lo que los une.
• Se tiene ya acumulado un impresionante conjunto de resultados.
• Es indispensable que, en las próximas semanas, los países miembros centren sus esfuerzos en superar esas diferencias y lograr acuerdos en los dos sectores que encierran la clave del éxito de la Ronda de Doha.
• La Ronda de Doha, iniciada en la capital de Qatar en 2001, comprende otras muchas negociaciones, entre ellas negociaciones sobre comercio de servicios, comercio y medio ambiente, medidas antidumping, subvenciones a la pesca, cuestiones específicas relacionadas con el desarrollo, propiedad intelectual relacionada con el comercio y facilitación del comercio.
• En los años transcurridos desde la iniciación de la Ronda, los países miembros han acordado ya, entre otras medidas, eliminar todas las formas de subvenciones a la exportación en el sector agrícola, suprimir los obstáculos al comercio respecto del 97 por ciento de las exportaciones de los países menos adelantados, reducir en mayor proporción los aranceles más altos aplicables a los productos agrícolas y las manufacturas y reducir las demoras en los trámites de aduana por motivos administrativos y burocráticos.
• Entre las diferencias que quedan por resolver en las negociaciones sobre la agricultura y los productos industriales (AMNA) figuran la magnitud exacta de los recortes arancelarios, la reducción de las subvenciones internas a la agricultura causantes de distorsión del comercio y el grado de flexibilidad que se concederá a los países en desarrollo en la apertura de sus mercados mayor competencia de las importaciones.

Ahora cada país deberá analizar en detalle lo que las propuestas significan en relación a sus específicos intereses ofensivos y defensivos. No hay mucho más espacio para generalidades. Es decir, deberán afinar sus números y estimar costos y beneficios concretos, tanto en el corto como en el largo plazo. Por cierto que ellos serán tanto comerciales como políticos y, estos últimos, en especial en el plano interno.

El hecho de que países como los Estados Unidos y la propia Argentina, estén encarando procesos electorales presidenciales, tendrá sin dudas una incidencia en tal evaluación de costos y beneficios.

Pero también cada país deberá examinar los márgenes de maniobra y las opciones concretas que tienen por delante, sea en este frente negociador de la OMC, sea en frentes complementarios o alternativos, como los que pueden resultar de acuerdos comerciales preferenciales.

Se estima que los gobiernos y sus negociadores esperarán hasta septiembre – tras el verano del Hemisferio Norte – para mover sus fichas. Sería, en tal caso, el momento para la negociación final. O para constatar el fracaso.

Los costos y beneficios para Argentina

Es por lo tanto el tiempo que deberá aprovechar la Argentina – y en especial sus empresarios – para completar la evaluación de las propuestas avanzadas en Ginebra. Ello debería permitir diseñar cursos de acción alternativos que contemplen, al menos, dos escenarios: el de la conclusión entre 2007 y 2008 de la Rueda Doha – eventualmente con objetivos menos ambiciosos que los planteados originalmente – o el de su prórroga por varios años, lo que probablemente será considerado como un escenario de fracaso.

Se abre entonces un período de un poco más de un mes para que dentro del país – y con sus socios del Mercosur – el gobierno y los sectores interesados – especialmente empresarios y organizaciones sindicales –, puedan tener un debate profundo sobre los costos y beneficios que para la Argentina tendría llegar a una conclusión de la Rueda Doha en los próximos meses o durante la primera parte del 2008 o, en su defecto, sobre cuáles serían opciones realistas en el caso de un eventual fracaso de la negociación – o su prórroga por un tiempo prolongado. Cabe tener presente que en este tipo de negociaciones comerciales internacionales, costos y beneficios pueden tener efectos en el mediano y largo plazo, traduciéndose en eventuales desplazamientos de ventajas competitivas para empresas que operan en el país o en efectos, a veces imperceptibles, en el comportamiento de los inversores.

La ventaja de los documentos presentados es que permiten que el debate se haga ahora en base a propuestas concretas y a la apreciación realista de los márgenes de maniobra que existen en términos de estrategias negociadoras.

Un aspecto central de la evaluación y del consiguiente debate, estará referido a las excepciones y, especialmente en el caso argentino, a las que puedan lograrse en materia de productos industriales. Al respecto, el efecto de tales excepciones tendrá que ser integrado a la evaluación del nivel de protección arancelaria – tanto en cuanto al arancel consolidado como al aplicado – que resultará de lo que finalmente se acuerde, tomando en cuenta además, los plazos en los que los resultados de la negociación entrarían en plena vigencia. Ello implica un análisis por sectores e incluso a nivel de líneas arancelarias.

Otro aspecto fundamental, será el de articular los intereses del país – incluyendo los de sus sectores agrícolas, agro-industriales e industriales – con los de sus socios del Mercosur, dado el hecho de que los cuatro socios – no así aún Venezuela -, se encuentran vinculados por el arancel externo común en el marco de la unión aduanera. Es una articulación que puede resultar compleja a la hora de definir sensibilidades y excepciones, pero también a la hora de apreciar el valor de lo concedido en agricultura por parte de los países industrializados.

El caso de Venezuela es diferente, ya que aún no se ha completado ni el proceso de su incorporación formal al Mercosur – siguen pendientes las ratificaciones del Protocolo de Caracas por parte de Brasil y del Paraguay , y se han exteriorizado notorias dificultades en obtener en ambos países las necesarias aprobaciones parlamentarias -. Tampoco se ha completado la negociación del cronograma de su incorporación a la unión aduanera y también en este plano se observan dificultades, especialmente en el plano interno de la propia Venezuela.

Cabe destacar, en tal perspectiva, que el problema más de fondo en relación a la Rueda Doha no sería tanto el que puedan fracasar o no las negociaciones actuales.

El verdadero problema es que no se perciben iniciativas orientadas a sustituir sus funciones. Esto es, a generar nuevos mecanismos y reglas de juego que permitan cumplir tres de sus objetivos principales:

• acortar a través del comercio la distancia entre incluidos y excluidos en la globalización de la economía mundial;
• facilitar la expansión de los flujos de comercio e inversiones internacionales en un marco de mayor equilibrio en la capacidad para obtener sus eventuales beneficios, y
• generar disciplinas colectivas basadas en reglas de juego que puedan ser efectivamente exigidas por todos los protagonistas, independientemente de su poder relativo.

Es un problema, por cierto, que se tornará más evidente en el caso de un eventual fracaso, sea en septiembre, sea más adelante.

Por tener intereses globales pero baja capacidad relativa para incidir en las reglas de juego del comercio mundial, a la Argentina le conviene el fortalecimiento de la OMC en todas sus funciones y la pronta conclusión de una Rueda Doha posible y razonable, al menos por sus equilibrios.

Pero también parece conveniente que nuestra diplomacia comercial internacional se prepare desde ya para navegar un mundo con una Rueda Doha, o muerta o en un estado de postración prolongada y, a la vez, a asumir con países con intereses similares – por ejemplo, los del Mercosur y los del Grupo de los 20 -, iniciativas orientadas a desarrollar fórmulas alternativas para lograr lo que fueron los objetivos originales de la Rueda Doha.

Las negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur, figuran en un lugar prioritario, al menos para el Mercosur, especialmente en el caso de un fracaso de la Rueda Doha. Pero si se las visualiza como una alternativa, el problema puede ser que, en tal ámbito, se reproduzcan muchas de las dificultades que han trabado las negociaciones multilaterales en la OMC.


Fuente: www.felixpena.com.ar


* Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación BankBoston, y del Módulo Jean Monnet y del Núcleo Interdisciplinario de Estudios Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero UNTREF).
Félix Peña