Profundizar conexión física de Argentina y Mercosur con grandes mercados del futuro

Una estrategia de inserción activa en los escenarios del comercio mundial, requerirá profundizar la densidad de la conexión física de Argentina y de sus socios del Mercosur, con grandes mercados del futuro, señala Félix Peña (*) en su último newsletter.


              Como hemos señalado en otras oportunidades, Amitav Acharya (en su libro “The End of the American World”, Polity Press, Cambridge-Malden 2014) con su idea de que el mundo es hoy “multiplex”, ayuda a entender la dinámica del entorno internacional en el que se inserta en la actualidad el comercio exterior de cada país.

              Acharya hace la analogía del mundo con una sala multiplex, en la que la oferta de es espectáculos es, a la vez, múltiple y diferenciada. Quien asiste a un espacio con tales características, puede elegir lo que más le conviene y se adapta a sus preferencias. Es la misma situación que tiene quien recorre un centro comercial moderno en una ciudad y, antiguamente quien recorría las ferias de un pueblo grande. La clave en cada uno de esos casos, es que quien está del lado de la demanda tenga una idea concreta de qué es lo quiere recibir y qué es lo que puede adquirir en un contexto de variedad de ofertas. De ahí la importancia del aporte de Ian Bremmer (en su libro “Every nation for itself. Winners and Losers in a G-Zero World”, Portfolio-Penguin, New York 2012), en el sentido de que en el mundo actual, que él caracteriza como Ground Zero, cada país va por las suyas. El problema, en tal caso, sería del país que no sabe lo que quiere y, en particular, lo que puede lograr en sus relaciones con otros países y en su inserción en el mundo.

            El crecimiento demográfico, el mayor número de países y regiones protagonistas del comercio internacional y, en particular, el acortamiento de las distancias físicas y culturales entre los distintos mercados, son entre otros, algunos de los factores que están acentuando las características multiplex del mundo actual.

             De esos factores, el que probablemente tendrá mayor incidencia en el diseño del futuro mapa del comercio mundial, será el del crecimiento de la población con su consiguiente impacto en la demanda, por ejemplo, de alimentos. Hacia el año 2050 la FAO ha estimado que con una población mundial de más de 9 billones de personas, se requerirá un salto en la producción de alimentos del orden del 70% con respecto al nivel actual. A ello debe agregarse el hecho de que se estima que unos 2 billones de personas se habrán sumado a las clases medias urbanas.

             Pero lo difícil del comercio internacional en un mundo multiplex –aunque parezca una paradoja-, será tener una idea precisa de cuáles son las opciones al alcance, tanto de quien ofrece como de quien demanda bienes, servicios o tecnologías. La información pasa entonces a tener una importancia relevante para los distintos protagonistas de un entorno comercial de múltiples opciones. De allí el espacio creciente que ocuparán los esfuerzos de inteligencia competitiva, como factor clave para la inserción comercial externa de empresas y de países.

             Y lo señalado es más cierto aún cuando se tiene presente la fuerte dinámica que caracteriza en la actualidad al comercio internacional, debido entre otros factores, a los desplazamientos de ventajas competitivas que producen los cambios constantes en las tecnologías de producción, de transporte y de información; en las reglas de juego nacionales e internacionales, por ejemplo, como consecuencia de la proliferación de acuerdos comerciales preferenciales, y en las preferencias de consumidores, especialmente los de la creciente clase media urbana, con clara conciencia del poder que están adquiriendo a la hora de seleccionar lo que desean comprar.

            Al menos tres consecuencias pueden extraerse con respecto a la inserción comercial de un país como la Argentina en un mundo que ofrece un cuadro de múltiples opciones.

             La primera tiene que ver con la conveniencia de trazar y ejecutar estrategias con múltiples direcciones simultáneas (“tout azimout”). Implica un esfuerzo de organización a nivel nacional y de concertación con otros países.  Es lo que se ha venido procurando en el sector agroalimentario a través del Grupo de Países Productores del Sur (GPS), cuyo objetivo es contribuir precisamente a la producción global sustentable de alimentos. Ha sido impulsado por el CARI y lo integran especialistas de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay (ABPU).

             La segunda se refiere a la agenda de negociaciones comerciales multilaterales. El fortalecimiento del sistema de comercio multilateral institucionalizado en la Organización Mundial del Comercio (OMC), es un objetivo que ha sido valorado por la Argentina y sus socios del Mercosur. Si los actuales esfuerzos para lograr avances posibles en las negociaciones de la Rueda Doha, no dieran el resultado procurado por Roberto Azevêdo, el Director General de la OMC, sería recomendable que nuestro país y sus socios de la región contribuyan con su liderazgo a procurar otras modalidades para avanzar en las negociaciones comerciales multilaterales. La X Conferencia Ministerial de la OMC, a realizarse en Nairobi (Kenya) los días 15 a 18 de diciembre próximo, brinda en tal sentido una oportunidad para tratar de abrir, si fuere necesario, otras opciones negociadoras.

 

Las negociaciones Mercosur-UE carentes de iniciativa política europea

              Y la tercera consecuencia práctica se relaciona con el frente de las negociaciones comerciales preferenciales. La principal negociación preferencial en la que participa la Argentina, junto con sus socios del Mercosur, es con la Unión Europea (UE). Resulta difícil visualizar un desenlace rápido en este frente negociador.

              El intercambio de ofertas sigue demorado y es creíble, que al menos esta vez, la pelota está detenida en el  campo europeo. En la actualidad, sólo se observan movimientos más orientados al típico “blame game”, que se practica cuando una negociación comercial internacional está estancada. Tampoco se observan, al menos por el momento, iniciativas orientadas a tornar más factible la negociación entre ambas regiones, a través de la flexibilización de los objetivos en términos de plazos y de cobertura del intercambio comercial objeto de desgravación arancelaria. Como se ha señalado en otras oportunidades, no es una flexibilización que encuentre obstáculo en una interpretación factible de lo previsto por el artículo XXIV del GATT. Pero asimismo, parece claro que ello implicaría una dosis de iniciativa política que por el momento no se observa.

               Nada impide hoy abrir otros frentes negociadores con los principales espacios regionales en el comercio mundial. China, por ejemplo, efectuó en 2012 una propuesta orientada a encarar el estudio de factibilidad para la negociación de un acuerdo de libre comercio con los países del Mercosur (ver al respecto este Newsletter del mes de marzo 2015). Al igual que con la UE y, eventualmente, con los EEUU, el concepto mismo de acuerdo comercial preferencial y sus modalidades, permite múltiples desdoblamientos que pueden ser compatibles con la normativa de la OMC. Parecería conveniente explorar tales alternativas en la perspectiva de lo que hemos denominado una “metamorfosis” del Mercosur, que implique conciliar flexibilidad con previsibilidad, a fin de avanzar en las estrategias de integración productiva y de inserción competitiva en el plano global y de los múltiples escenarios interregionales.

                   Una estrategia de inserción en múltiples escenarios del comercio internacional requerirá asimismo, profundizar la densidad de la conexión física del país y de sus socios del Mercosur con los grandes mercados. La multiplicidad de corredores de comercio y de transporte, en cierta forma los que se conocen como las nuevas “Rutas de la Seda”, serán hacia el futuro un factor clave en el desarrollo del comercio internacional de la región.  

                      El hecho de no ser la Argentina un país perteneciente al Océano Pacífico, no limita necesariamente las posibilidades de desarrollar múltiples corredores de transporte y de comercio, con otros espacios regionales que en el futuro serán activos protagonistas en la producción y el comercio agroalimentario, incluyendo por cierto los servicios y las tecnologías, tales como los del Asia y en particular China e India, los países árabes y los del África Subsahariana. Entre otros, los informes que ha producido Jan Hoffman cuando se desempeñó en la CEPAL y luego en la UNCTAD (ver, entre otros, su artículo “El potencial de puertos pivotes en la costa del Pacífico Sudamericano”, en: http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/12214/071121143_es.pdf?sequence=1),  permiten apreciar el grado de conectividad que tienen los puertos del Atlántico sudamericano con los más importantes puertos del Asia, especialmente a través de la ruta Atlántico-Indico.

                   En millas náuticas los puertos de Buenos Aires y Santos, por ejemplo, están más cerca de puertos como Hong Kong y Singapur, que puertos de Chile y de Perú en la costa del Oeste Sudamericano. Y el índice de conectividad física los favorece.

 

Texto completo en: www.felixpena.com.ar

(*) Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC;  Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales - Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); Miembro del Comité Ejecutivo del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI). Miembro del Brains Trust del Evian Group.

 

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