Realidades, y no mitos, sobre la rentabilidad de las PyME

A partir de los relevamientos periódicos llevados adelante por la Fundación Observatorio PyME (FOP) surge que, desde finales de 2004, la principal preocupación de los empresarios PyME gira alrededor de los incrementos continuos de los costos de producción y la caída de los márgenes unitarios de rentabilidad. Desde la recuperación económica el incremento de productividad verificado entre las PyME industriales –por cantidades vendidas por ocupado- ha sido muy inferior al observado en el promedio de la industria manufacturera, impulsado por la gran empresa. Desde 2002, el crecimiento de la productividad del conjunto de la industria ha sido considerable: 26% (4,5% anual). No obstante, entre las PyME industriales el crecimiento fue de la mitad: 14,2% desde 2002 (2,4% anual). Esto se produce porque las PyME industriales son por su propia naturaleza importantes generadoras de empleo y más mano de obra intensivas que las grandes empresas. Sumado a un contexto de escasez de financiamiento para inversiones de capital, que obliga a crecer a través de la incorporación de mano de obra, cada vez más costosa.


Para esclarecer el escenario comencemos dando un primer paso: comparar la rentabilidad actual de las PYME con aquella de las mismas empresas durante la convertibilidad es un grave error de imprecisión. Es bien sabido que la convertibilidad tuvo dos períodos bien diferenciados. El primero, hasta mediados de 1998, y el segundo desde ese momento hasta la crisis de fines de 2001. Los resultados de las comparaciones son muy diferentes. Durante el último período de la convertibilidad, el país perdió casi el 30% de sus empresas, de manera que el nivel de rentabilidad empresaria de aquel período no puede ser considerado como punto de comparación. Las nociones básicas de estadística económica enseñan que las comparaciones intertemporales deben considerar como punto de partida un período de tiempo considerado “normal”. En este sentido, el primer período de la convertibilidad parecería más “normal” como punto de partida pero de todas maneras es necesario calibrar esta idea a la luz de lo ocurrido tiempo después: el nivel de rentabilidad de las PyME de este período no fue suficiente para evitar la debacle empresarial.

Entonces si de lo que queremos hablar es de desarrollo sostenible, los años noventa no constituyen un buen período para comparación estadística de la rentabilidad de las PyME. Para indagar sobre los niveles de rentabilidad adecuados para el desarrollo sostenible, lo correcto sería verificar si la rentabilidad empresaria actual es la adecuada para repagar el riesgo asumido por los inversores, tanto accionistas -que entre las PyME constituyen prácticamente el único actor- como acreedores financieros.

El segundo paso consiste en esclarecer el concepto de rentabilidad y algunas propias mediciones probadas en el tiempo. En un país como Argentina, prácticamente sin sistema financiero, y hablando específicamente de las PyME, la medición de rentabilidad más relevante es aquella referida a la de los accionistas. Es decir, el beneficio neto derivado de sus inversiones en la empresa con capital propio, reinversión de utilidades o aportes de nuevos socios. Esta medida, conocida como ROE (Return on Equity), mide los beneficios de los accionistas como proporción del patrimonio neto de la empresa.

Según los cálculos del Observatorio PyME que durante la última década registra sistemáticamente estas estadísticas a partir de los balances de las empresas, el ROE de las PyME industriales argentinas es actualmente (promedio 2006-2007) del 25%. El ROE de las PyME en el período más “normal” (promedio 1996-1998) de la convertibilidad era del 13,4%. Lamentablemente este juicio no puede ser conclusivo debido a que esta medida de rentabilidad está muy distorsionada por la imposibilidad que impone la legislación fiscal argentina de ajustar por inflación los estados patrimoniales de las empresas. La misma distorsión afecta a la otra medida de rentabilidad (ROA, Return on Assets) que mide los beneficios del conjunto de los inversores de la empresa (accionistas y acreedores financieros).

Para resolver este problema podríamos entonces intentar medir la rentabilidad de las PyME mediante un indicador más general pero no afectado por la distorsión inflacionaria antes mencionada. Se trata de medir los beneficios de los accionistas de las PyME como proporción de las ventas que sintetizan, en cierto sentido, los beneficios de los cuales tienen que cobrarse aquellos que han posibilitado el producto: los trabajadores, los proveedores de materia prima, bienes y servicios, los acreedores financieros, el Estado y finalmente los accionistas. Las estadísticas del Observatorio muestran que esta medida, conocida como ROS (Return on Sales), gira actualmente (promedio 2006-2007) alrededor del 7,5%. Este nivel es muy similar al valor promedio registrado por el Observatorio durante el trienio 1996-1998 (6,9%).
Octubre de 2008

Esta información -que refleja más que mitos, realidades de la rentabilidad de las PyME industriales en Argentina- se encuentra en línea con lo que se observa a nivel macroeconómico: una apreciación real del tipo de cambio nominal sin cambio estructural en la base del entramado industrial que plantea encendidos reclamos de nuevas devaluaciones del peso para el sostenimiento de la competitividad.

La sustancial estabilidad del ROS entre 1996 y 2007, significa que los beneficios del conjunto de los
participantes del proceso de producción entre los cuales se reparten los beneficios de las ventas de las PyME, aumentaron al mismo ritmo que los beneficios de los dueños de estas empresas.

Entonces la pregunta sigue siendo si el nivel de rentabilidad actual de las PyME, en cualquiera de sus medidas, es suficiente para compensar el riesgo de los accionistas y, en consecuencia, incentivar la inversión que hace sostenible el proceso de desarrollo industrial. De las comparaciones internacionales realizadas por el Observatorio entre las PyME argentinas y europeas surge un sustancial desalineamiento entre rentabilidad y riesgo: mientras que en Argentina, la rentabilidad (ROS) es el doble que en Europa, el riesgo empresarial, medido como la participación del costo financiero de las empresas sobre sus ventas, es el triple. Desde esta perspectiva, y si se considera la experiencia europea como paradigma válido de desarrollo para la Argentina, la rentabilidad actual de las PyME locales debería aumentar todavía en un 50%.

El tercer paso consiste en presentar algunos comentarios sobre el debate referido a la evolución de la productividad en las PyME y su impacto sobre la rentabilidad. Uno de los elementos de vital importancia a la hora de hablar de la rentabilidad está dado por la evolución de la productividad empresarial. Desde la recuperación económica el incremento de productividad verificado entre las
PyME industriales –por cantidades vendidas por ocupado- ha sido considerablemente inferior a aquel observado para el promedio de la industria manufacturera, impulsado especialmente por la gran empresa.

Efectivamente desde 2002, el crecimiento de la productividad del conjunto de la industria ha sido
considerable: 26% (alrededor del 4,5% anual). No obstante, entre las PyME industriales el crecimiento fue de la mitad: 14,2% desde 2002 (alrededor del 2,4% anual).

La explicación de este fenómeno se encuentra en que, a pesar de la gran heterogeneidad que caracteriza al segmento, las PyME industriales son por su propia naturaleza importantes generadoras de empleo y más mano de obra intensivas que las grandes empresas. Dichas características se refuerzan especialmente en un contexto en el que la escasez de financiamiento para mayores inversiones de capital plantea estrategias de crecimiento basado en la incorporación –cada vez más costosa- de mano de obra.

Es bien sabido que tras la Segunda Guerra Mundial la recuperación del entramado productivo de los países centrales estuvo dado en buena medida por la incorporación de capital por unidad de trabajo lo cual incrementó de manera continua la productividad de los trabajadores.

Un país como Argentina, limitado en su disponibilidad de trabajadores de distinto nivel de calificación, requiere de masivas inversiones en capital e innovación tecnológica para la agregación de valor. En los últimos tiempos, cada año sólo una de cada dos PyME industriales ha realizado inversiones en Argentina que han representado en promedio el 10% de las ventas totales. La heterogeneidad del segmento se ve reflejada en que, más allá de cuestiones sectoriales o regionales, un tercio de las PyME industriales ha logrado invertir todos los años mientras que otro tercio no lo hecho desde 2005. Esto repercute claramente en las posibilidades de sostener la rentabilidad global así como muchos otros importantes indicadores de desempeño y estructura empresarial.

mercosurabc