Roces políticos entre Argentina y Gran Bretaña por Malvinas

Desde que el pasado 20 de diciembre el Mercosur aprobara una Resolución en la que se prohíbe el ingreso a los puertos de los Estados Parte a embarcaciones con bandera de Malvinas, se ha producido una serie de intervenciones diplomáticas del Reino Unido en la región con el objeto de revertir o atenuar los efectos de la medida, explica Matías Pablo Arese* en la nota que se reproduce a continuación. Menciona como una de las posibles causas, la política interna de Gran Bretaña, que atraviesa una seria crisis económica. De esta manera, el gobierno conservador de David Cameron utiliza la “cuestión Malvinas” como una herramienta de propaganda populista para consumo interno.


En efecto, el canciller británico William Hague ha desplegado una actividad incesante que incluyó charlas telefónicas con sus pares de Uruguay, Brasil y Chile, además de exponer personalmente el punto de vista de su país en varios medios escritos, todo un símbolo de la alta prioridad que este año tiene Malvinas para el Foreign Office.

Las causas para el resurgimiento del interés británico por las islas se debe no solo a la citada decisión del Mercosur (similar a una medida anterior de la Unasur y a una posterior del ALBA), sino también debido a la cercanía del 2 de abril, fecha en que se conmemora el 30° aniversario del conflicto bélico con la Argentina.

Otras razones para esta incesante actividad diplomática puede hallarse en la política interna de Gran Bretaña, que atraviesa una seria crisis económica. De esta manera, el gobierno conservador de David Cameron utiliza la “cuestión Malvinas” como una herramienta de propaganda populista para consumo interno, desviando la atención de los problemas sociales. Cabe recordar al respecto la agitación popular que se desató en Londres y se extendió a otras ciudades el pasado agosto de 2011, a raíz de la muerte de un joven por el accionar policial. La profunda crisis económica que vive el país se evidenció en la rapidez con la que se expandieron las protestas y la facilidad con la que desembocaron en saqueos y enfrentamientos con la policía.

Junto a la situación de las islas, la administración Cameron agita el siempre presente euroescepticismo de sus ciudadanos, alejándose cada vez más de las decisiones de la Unión Europea. Gran Bretaña nunca adhirió a la moneda Euro y siempre se mostró reticente a ceder espacios de soberanía político-económica a la organización regional.

Del lado argentino, se insiste en que la diplomacia es la única salida para el conflicto de soberanía y en que la actual situación de desencuentros con Londres se debe a las continuas provocaciones británicas, haciendo referencia al envío de una nave de guerra de última tecnología a Malvinas y el arribo a las islas del príncipe William con el objeto de realizar tareas de entrenamiento militar.

En relación a la llegada del príncipe, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner emitió un comunicado de prensa particularmente duro, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores en el que se lee: “El pueblo argentino lamenta que el heredero real arribe a suelo patrio con el uniforme del conquistador y no con la sabiduría del estadista que trabaja al servicio de la paz".

A su vez, el canciller argentino Héctor Timerman también desplegó una actividad incesante en los últimos meses, buscando permanentemente el apoyo de los países de la región. Para ello, se entrevistó personalmente con varios mandatarios latinoamericanos y pidió -o en su defecto agradeció- el apoyo a la posición argentina. Asimismo, escribió numerosas columnas de opinión en diarios de prestigio del Reino Unido y Estados Unidos.

Un dato novedoso en la Argentina es el acompañamiento de la oposición a la postura del gobierno, unida fundamentalmente tras la expresión de Cameron en el Parlamento inglés, donde tildó de “colonialista” a la postura argentina. Dicho exabrupto fue duramente repudiado por todo el arco político argentino e incluyó una sesión especial del Comité de Relaciones Exteriores del Senado para tratar el tema y condenar la frase del Primer Ministro británico. A partir de allí, es común leer partes de prensa y oir declaraciones de la oposición condenando el militarismo inglés, en la misma sintonía que el oficialismo.

La intención argentina en estos últimos meses -más bien, desde el retorno a la democracia en 1983- es demostrar fehacientemente que la guerra fue llevada a cabo por una dictadura militar que avasalló los derechos humanos de sus propios habitantes y hasta de los soldados enviados a las islas, resaltando en cambio el actual compromiso por la paz y la democracia. Con ello se intenta persuadir al Reino Unido que retome las negociaciones diplomáticas (tal como dictamina la ONU a través de múltiples resoluciones) y despejar cualquier duda sobre segundas intenciones.

Para plasmar con actos concretos el compromiso democrático, el gobierno argentino ha ordenado desclasificar el llamado Informe Rattembach, un estudio encargado por la Junta Militar para indagar acerca de los motivos de la derrota en la guerra de 1982 y luego censurado por la propia dictadura.

Una comisión especial analizará el documento y, al cabo de treinta días, lo hará público, junto con sus conclusiones.

En relación al “espíritu belicista”, ahora es Argentina la que sostiene que está teniendo lugar, acusando a Gran Bretaña de militarizar el Atlántico Sur, algo que siempre sostuvieron los kelpers con respecto a los argentinos.

A partir de dicha tesis, la Presidenta Fernández de Kirchner anunció que instruyó al canciller Timerman para que presente la cuestión al Consejo de Seguridad y a la Asamblea General de Naciones Unidas, aduciendo como prueba el envío del buque de guerra británico HMS Dauntless a las islas. Sin embargo, la mandataria no hizo referencia al submarino nuclear que según medios londinenses también habría sido enviado a Malvinas.

Estos antecedentes evidencian que la escalada del conflicto es política antes que un mero cruce diplomático, ya que los poderes ejecutivos de ambos estados fueron los impulsores del estado de agitación reinante, sobre todo el británico. Además, la cercanía del trigésimo aniversario de la guerra repercute hondamente en los sentimientos nacionales de la ciudadanía de ambos estados, como siempre ocurre cada 2 de abril en la Argentina y el 14 de junio para los ingleses (fecha de la rendición argentina, celebrada en Gran Bretaña como el Victory Day).

Es tarea para los gobiernos de ambos países mantener la situación bajo control y no despertar en sus ciudadanos falsas posiciones chauvinistas que puedan devenir en una escalada inútil y agresiva.
* Lic. en Relaciones Internacionales (UNR)
Matías Pablo Arese