Superar la apertura comercial para avanzar hacia la Integración productiva

En el MERCOSUR, eje estratégico de la inserción argentina, estamos trabajando por la construcción de un proyecto diferente, que potencie el desarrollo sustentable de sus socios, en el marco de un proceso “políticamente gobernado”, señaló el embajador Eduardo Sigal en su intervención en el Seminario por los 40 años de INTAL, en donde el titular del BID, Enrique Iglesias, había reclamado por una apertura comercial del bloque hacia las grandes economías. Tanto en este evento como en el II Congreso de Comercio Exterior celebrado por CAMBRAS-UB en la sede de la Universidad de Belgrano en Buenos Aires en estos días, Sigal se refirió al desarrollo de la competitividad en escala regional a través de la asociatividad, como la mejor fórmula para superar los conflictos comerciales intrabloque.


Hoy la integración es una propuesta que no se limita a la apertura comercial y al intercambio económico: es un proyecto político-cultural que tiene como referencia obligada en países como los nuestros la recuperación de niveles de igualdad social que nos hagan merecedores de la denominación de repúblicas. Cuando trabajamos para la integración regional, somos cada vez más conscientes de que no hay soluciones para nuestro subdesarrollo y para nuestras crecidas deudas sociales en una escala excluyentemente nacional. Nos convencemos cada vez más por nuestra propia y dura experiencia que el camino de la mera competencia entre nuestros países para atraer la inversión extranjera sobre la base de renunciar a las regulaciones y precarizar el trabajo nos conduce a una igualación hacia abajo. El supuesto atajo del aislamiento nacional o la búsqueda de convertirnos en “socios privilegiados” de los países más poderosos no es el camino para convertirnos en países modernos: más bien perpetúa nuestro atraso económico y social.

No sería justo ni inteligente, sin embargo, ocultar los problemas y las contradicciones que atraviesa el proceso de integración; la distancia que todavía existe entre sus formulaciones y sus alcances reales. Más allá de la espectacularidad que suelen asumir las diferencias comerciales entre nuestros países, es necesario reconocer el peso de intereses y conductas opuestas a la integración regional. O dicho con más precisión, intereses y conductas que prefieren la reducción de la integración a la apertura comercial. Somos conscientes de que existen legítimas demandas sectoriales pero éstas deben ser enfrentadas en la dirección de una creciente complementariedad productiva entre nuestros países.

Lo cierto es que estamos ante barreras que necesitamos superar. Y ello es particularmente cierto en el caso del MERCOSUR, eje estratégico de la inserción argentina. Hoy estamos trabajando por la construcción de un MERCOSUR diferente, que potencie el desarrollo sustentable de sus socios y que contribuya a la inclusión social de sus pueblos, a través de la definición de políticas funcionales a las acciones nacionales que cada uno de nuestros Gobiernos está llevando a cabo.

Por ello, impulsamos acciones para superar la apertura comercial y avanzar hacia la integración productiva. Tal vez sea justamente el avance en la integración productiva el que pueda reducir gradualmente nuestros conflictos comerciales. Porque el asociativismo empresarial, las cadenas de valor regionales, los proyectos de infraestructura comunes, los planes energéticos y la cooperación financiera construirían un verdadero sistema de desarrollo de la competitividad en escala regional que reduciría el dramatismo de diferencias sectoriales y coyunturales.

También es importante continuar avanzando en el tratamiento de las asimetrías. Recientemente hemos creado los Fondos para la Convergencia Estructural del MERCOSUR, instrumento que contribuirá a la reducción de las asimetrías existentes, la promoción de la competitividad y la cohesión social, en especial de los países y regiones menos desarrollados. Pero debemos ser conscientes de que es mucho lo que queda por hacer en este campo.

Otro de los obstáculos que tenemos que enfrentar y superar es el que separa la integración económica de la integración política y cultural. El desarrollo de la integración exige un fortalecimiento de la institucionalidad, un progreso de la articulación normativa y de la previsibilidad legal. Porque de lo que estamos hablando es de un proceso de integración políticamente gobernado, no del desarrollo espontáneo de las tendencias del mercado.

Al fin y al cabo, como lo hemos experimentado en los últimos años, la libertad del mercado es un concepto político; y suele esconder detrás de sí un compromiso concreto de los estados a favor de determinadas políticas. Si no hay articulación política el propio proceso de liberalización de los mercados entra en zonas de turbulencias. por eso estamos encarando un profundo y maduro esfuerzo de revisión y fortalecimiento de estos aspectos en el MERCOSUR. y particularmente en la relación entre Brasil y Argentina. Necesitamos instituciones supranacionales que cimenten una creciente confianza mutua que es el principal de los capitales con que debe contar el proceso de integración. el hecho de que se le haya puesto una fecha a la creación del parlamento del MERCOSUR elegido directamente por los pueblos de nuestros países y que esté abierto un debate acerca de sus formas y de su composición. esto puede estar señalando una inflexión histórica en este sentido.

Superar la barrera entre la integración económica y política significa también entrar decididamente en el capítulo de la integración ciudadana. No iremos más lejos en nuestro proceso de integración que lo que alcancemos en respaldo, motivación e impulso de nuestras sociedades. Si esto es así, necesitamos un proceso de integración visible y atractivo para las personas que viven en nuestros países. Que se concrete en oportunidades de empleo digno y bien remunerado. En facilidades para el ejercicio profesional. En oportunidades de negocios rentables. En la ampliación de los horizontes culturales. En la construcción de una trama sociocultural regional, que aproveche y potencie el patrimonio de cada una de nuestras culturas nacionales. El diálogo con las organizaciones sociales es, en este contexto, mucho más que una formalidad. Es la fuente más profunda de fortaleza de nuestra integración. Es un terreno de formación de cultura de integración y de solución de conflictos sectoriales con la perspectiva de un interés común democráticamente construido. Es por ello que la Argentina está abocada al fortalecimiento de la participación de la sociedad civil y, en particular, del Foro Consultivo Económico y Social del MERCOSUR.

Graciela Baquero