Una normativa MERCOSUR con visión regional

Los problemas comerciales sectoriales no parecen constituir el obstáculo mayor en el Mercosur. El verdadero desafío es definir una reglamentación Mercosur ágil para la aplicación entre los países del bloque de disciplinas multilaterales en relación con los incentivos a la producción y a la inversión con una visión regional, explicó el Secretario de Comercio y Relaciones Económicas Internacionales, Alfredo Chiaradia en el marco del II Seminario Regional sobre Integración Productiva Argentina-Brasil organizado por el Centro de Estudios Bonaerenses el 23 de Junio de 2005. El Embajador se refirió además a la red de seguridad ante eventuales problemas de adaptación sectorial frente a la apertura originada por la construcción del mercado común, un instrumento legítimo que nunca debió haber sido abandonado.


La pertenencia de la Argentina al MERCOSUR no es una opción sino un destino. Con nuestros socios compartimos dos atributos inmodificables: la proximidad geográfica y los lazos históricos y culturales. A estos –naturalmente- se suman una comunión de objetivos en lo económico, político y social.

Sin embargo hoy el proceso de integración enfrenta cuestionamientos derivados de problemas coyunturales y estructurales. Era ingenuo pensar que ello no fuese a ser así. Toda integración de la magnitud del Mercosur es intrínsecamente compleja y expuesta a marchas y contramarchas.

Pasando a la coyuntura bilateral, y desde la perspectiva del intercambio, vemos que en muchos ámbitos se observa con preocupación la aparente consolidación de un patrón de comercio que, tanto en volumen como en calidad, es visto como desfavorable para nuestro país.

Sin embargo, se pueden incorporar otros elementos al análisis, como el contexto en que se da el déficit con Brasil, de sólido superávit comercial global argentino, equivalente al 7% del PBI. Por otra parte, la mayoría de las importaciones argentinas desde Brasil remplazan compras que se hacían a otros proveedores externos. Por otro lado, Brasil juega un rol significativo para que el patrón de ventas argentino al mundo incorpore una mayor proporción de manufacturas de origen industrial.

Todo lo anterior, sin embargo, no significa desconocer los problemas reales que existen en algunos sectores del comercio bilateral. Por distintas razones, que no viene al caso analizar en este momento, hay sectores muy importantes que enfrentan dificultades.

En ese contexto, y si bien estamos procurando encontrar mecanismos más eficientes para encarar dichas situaciones, ya existen fórmulas para atenuar su impacto y el gobierno argentino ha dejado en claro repetidamente que continuará atendiendo prioritariamente tales dificultades puntuales. Por ello, desde nuestra óptica y a pesar de tales dificultades, los problemas comerciales sectoriales no parecen constituir el obstáculo mayor en lo bilateral o al interior del Mercosur. Son un síntoma pero no la enfermedad.

A nuestro criterio, el principal desafío allí es encarar la cuestión de las asimetrías en materia de inversiones. Las diferentes políticas públicas aplicadas por los socios en esta materia, sumadas a la persistencia de barreras no arancelarias al comercio intrabloque, impactan sobre las decisiones de localización y producción y, finalmente, en la esfera comercial.

El verdadero desafío, entonces, es encontrar fórmulas de consenso para equilibrar las condiciones de competencia, alentar la radicación de inversiones y permitir una distribución más equitativa de los beneficios de la integración.

En ese espíritu hemos iniciado un diálogo franco y profundo entre los socios, y en particular con Brasil. El tema está sobre la mesa. Precisamos un mayor dinamismo para lograr un salto de calidad en la integración.

Argentina ha tomado la iniciativa frente a los problemas derivados de la incompleta asociación entre economías de tamaños tan diferentes. Esto quedó claro en los últimos meses. Es una tarea difícil, más aún en momentos de gran escepticismo sobre el curso del proceso de integración. Pero es precisamente por eso que debemos alcanzarlo y hacer que el Mercosur continúe siendo un instrumento válido en las estrategias de desarrollo de nuestros países.

Nuestra tarea se verá potenciada en la medida en que se nutra de los aportes de la sociedad civil y de los sectores empresarios, encargados de realizar las acciones concretas que están implícitas en todo proceso de integración económica. En ese sentido, existe un conjunto de cuestiones que son claves para el perfeccionamiento del MERCOSUR, que esperamos abordar en forma simultánea y equilibrada, y que tienen que ver, además, con la falta de avances en materia de coordinación de políticas, y que repercuten de manera directa en la actividad económica.

Localización de inversiones y políticas tributarias

Como dijimos anteriormente, por su impacto productivo y comercial, la cuestión de las inversiones es el tema central de esta agenda. Necesitamos construir un Mercosur que aliente un esquema de inversiones beneficioso para todos sus miembros. No hay duda que debe superarse el actual patrón de localización, basado fundamentalmente en el tamaño de los mercados domésticos y en las políticas de incentivos nacionales.

Esto exige encarar tareas que son parte de las agendas internas de los países, y otras que deben resolverse en el ámbito regional. Respecto a estas últimas, y en primer lugar, deben definirse disciplinas comunes para la aplicación de los incentivos a la producción y a la inversión con una visión regional.

La complejidad y amplitud de esta temática ha llevado a la Argentina a proponer un abordaje paulatino de la cuestión, comenzando por aquellos incentivos en los que existe normativa multilateral.

Una reglamentación Mercosur ágil para la aplicación entre los países del bloque de disciplinas multilaterales podría constituirse en el primer paso de un cuerpo normativo que será necesario desarrollar, al igual que lo hizo la Unión Europea con las ayudas de estado.

Del mismo modo, se debería promover el establecimiento de un conjunto de reglas y recomendaciones para que las decisiones de las firmas -tomadas a nivel individual y en función de sus propias estrategias corporativas globales-, tengan en cuenta los impactos económicos y sociales que generan sobre nuestros países.

Otro aspecto que tiene influencia indirecta en la localización de inversiones, y que debe imperiosamente ser encarado, es la cuestión tributaria. La imposición indirecta genera efectos sobre las condiciones de competencia y las corrientes de comercio. El relevamiento de las diferencias y el inicio de un proceso de compatibilización de las normas de los impuestos es un camino que necesariamente debe transitar el Mercosur. Por supuesto que tenemos conciencia de que se trata de un objetivo que requiere arduas negociaciones para ser alcanzado en los procesos de integración; la experiencia europea así lo demuestra.

En otro orden de cosas, y dentro de los temas que tienen especial sensibilidad del punto de vista de la opinión pública, está la cuestión vinculada al diseño de reglas consensuadas de administración del comercio intrazona que permitan hacer frente a la situación de sectores específicos.

Redes de seguridad

Hasta tanto se alcancen los objetivos originales del Mercosur, Argentina ha propiciado establecer mecanismos que resguarden a aquellos sectores que puedan verse indebidamente afectados en el comercio intrazona. Se trata de un tema muy sensible, tanto en relación con el frente interno de nuestros países como en el plano regional, pero en donde es preciso brindar señales precisas al mercado.

Esta necesidad deriva de una construcción del Mercosur en la cual se avanzó rápidamente en la generación de interdependencia por la eliminación de aranceles intrabloque y por la definición de un Arancel Externo Común, pero que no previó el mantenimiento de una red de seguridad ante eventuales problemas de adaptación sectorial frente a la apertura.

En general, tales redes de seguridad son instrumentos legítimos dentro de los acuerdos comerciales regionales y útiles desde el punto de vista práctico, ya que pueden servir para dar mayor confianza para avanzar en el proceso de liberalización.

En todo caso, la experiencia demuestra que tales instrumentos son usualmente utilizados de la manera debida y no se transforman en sí mismos en obstáculos al comercio, al tiempo que permiten remplazar la discrecionalidad por normas transparentes y de alcance definido. A la vez de bajar el perfil de estos conflictos, estamos convencidos que una mayor institucionalidad en esta materia conllevaría un fortalecimiento de la integración al establecer reglas claras y previsibles para resolver problemas comerciales que actualmente no son contemplados por la normativa MERCOSUR.

En definitiva, no se trata de instrumentos que generan retrocesos en la integración, sino, por el contrario, son herramientas para facilitar los progresos en el fortalecimiento de la misma.

Por supuesto, ese tipo de medidas sólo podrán tener carácter transitorio hasta tanto se perfeccionen los mecanismos de coordinación que minimicen la volatilidad de las variables macroeconómicas y se eliminen las asimetrías en las políticas públicas.

MABC