Uruguay debe ser percibido por sus socios como oportunidad de negocios

Una característica de la etapa actual en la integración, es la necesidad de una modificación profunda en el modo de entender el desarrollo, que normalmente fue concebido desde el punto de vista del desarrollo nacional y hoy se advierte que sólo puede lograrse desde una perspectiva regional. En este punto adquiere relevancia la cuestión de las asimetrías, sostuvo el profesor uruguayo Gerardo Caetano, secretario académico del Centro de Información de Integración Regional (CEFIR) en el cierre de la presentación del trabajo del CEFIR-CEPES, “La relación estratégica Argentina-Uruguay. Desafíos de la integración fronteriza”. En el caso de Uruguay la problemática de las asimetrías se expresa como resistencia a convertirse en una avanzada de perforación por parte de las economías vecinas más desarrolladas. Uruguay no puede ser simplemente la “pradera del Mercosur”, y para eso requiere que se la considere como zona de oportunidades para la construcción de cadenas de valor regionales que involucren la radicación de inversiones productivas en el país.


Si bien el concepto de agenda corta ha sido utilizado con frecuencia como modo de eludir los aspectos estratégicos de la integración, en esta nueva etapa se hace necesario dotar de un nuevo sentido a la agenda corta, e incluso de corto plazo, entendiéndolas desde la perspectiva de llevar las intenciones al plano de la implementación, con acciones e iniciativas concretas. En ese sentido se expresó Gerardo Caetano, académico del CEFIR, a la vez que destacó la importancia de los espacios de articulación que se van desarrollando más allá de los marcos institucionales del bloque regional.

Existe una brecha entre los liderazgos políticos y la sociedad que debe ser resuelta si lo que se busca es que los procesos de integración vayan adquiriendo un carácter de irreversibilidad. Porque si bien la voluntad política es una condición necesaria para la integración, que afortunadamente existe en la coyuntura actual –como queda claramente expresado en las distintas cumbres presidenciales–, no puede ser considerada como una condición suficiente. De allí el planteo de Caetano de que no es posible sustituir con la política aquello que depende de la acumulación de fuerzas sociales y convicciones culturales. En este contexto, también adquieren una inusitada relevancia los “mensajes culturales”.

Por otro lado, es necesario establecer prioridades con vistas a esta “segunda etapa” de la integración, que debe caracterizarse por la concreción práctica de las iniciativas. En muchos casos, ello consiste en el cumplimiento de acuerdos ya suscriptos pero que permanecen en el plano de la manifestación de intenciones. En otros, se trata de la creación de nuevos instrumentos o la modificación de los ya existentes, como la posibilidad de redefinir el Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM) para que pueda desempeñar un rol importante como facilitador de proyectos que provengan no sólo de cada uno de los Estados sino también de otros actores.

La agenda corta, de estudios y de iniciativas concretas, es uno de los aspectos de la etapa de implementación, que coincide felizmente con el hecho de que varios gobiernos de la región se encuentran en momentos de ejecución de su agenda, habiendo superado eficazmente la etapa de la disputa política. El otro aspecto destacado, el de la focalización, involucra tanto los aspectos temáticos como los geográficos y los referentes a los actores y alianzas entre actores que deben estar involucrados.

Así como no puede trabajarse simultáneamente sobre la totalidad de la agenda, debido a su extensión, tampoco es recomendable hacerlo sobre el conjunto de la zona de frontera. Es necesario identificar los sectores geográficos donde las realizaciones resulten más viables, teniendo en cuenta que las realizaciones en zona de frontera poseen un enorme potencial de amplificación. También resulta necesario articular un conjunto de actores locales y nacionales y pensar en la incorporación de actores regionales de nuevo tipo, creando instrumentos novedosos que la hagan posible.

Otra característica de la etapa es la necesidad de una modificación profunda en el modo de entender el desarrollo, que normalmente fue concebido desde el punto de vista del desarrollo nacional. Históricamente el nacionalismo ha moldeado el pensamiento sobre el desarrollo, pero actualmente se advierte con claridad que éste sólo puede lograrse desde una perspectiva regional. En este punto adquiere relevancia la cuestión de las asimetrías, porque evidentemente las diferentes características de las economías dan lugar a necesidades, enfoques y demandas distintas que pueden llevar a diagnósticos equivocados si no son interpretadas y asumidas por el conjunto de los actores involucrados.

En el caso de Uruguay –sostiene Caetano– la problemática de las asimetrías se expresa como resistencia a convertirse en una avanzada de perforación por parte de las economías vecinas más desarrolladas. Uruguay no puede ser simplemente la “pradera del Mercosur”, y para eso requiere que se la considere como zona de oportunidades para la construcción de cadenas de valor regionales que involucren la radicación de inversiones productivas en el país.

Teniendo en cuenta este conjunto de elementos y partiendo de lo manifestado acerca de que la política, si bien es un factor decisivo, no puede ser el único actor del proceso de integración, Caetano concluyó destacando la importancia de los espacios de articulación que, por no formar parte del andamiaje institucional, se adaptan con mayor flexibilidad a las circunstancias y operan como agentes facilitadores en el aprovechamiento de las oportunidades, incluso más eficazmente que los Comités de Frontera y los Comités de Integración.
Gustavo Sánchez