Uruguay, nuevo escenario y convergencia estructural
Con el triunfo de Tabaré Vázquez (EP-FA-NM) en las elecciones presidenciales del 31 de octubre, Uruguay inicia una etapa que se caracterizará por el fortalecimiento de su relación con los aliados regionales. Poco antes de su triunfo, Vázquez reconoció al eje Brasil-Argentina como el impulsor del bloque del Mercosur, emulando el modelo de la Unión Europea, que se vertebrara alrededor del tandem Alemania-Francia. El nuevo mandatario se refirió en sus declaraciones al “protagonismo”que debía jugar Uruguay en la construcción del Mercosur, aún reconociendo las asimetrías existentes en el bloque. Pocos días antes del desenlace electoral uruguayo, el académico de la Universidad de Punta del Este (UPE), Jacques Ginesta, desarrolló el tema de la necesidad de alcanzar la convergencia estructural en el bloque, atendiendo el problema de las pequeñas economías de la asociación del Cono Sur, en el marco del VI Encuentro de Regiones del Mercosur organizado por la Universidad de Rosario. El director del Instituto de Estudios Políticos Internacionales de la UPE, en un análisis comparativo del modelo de regiones de la Unión Europea, señaló la necesidad de crear fondos estructurales de desarrollo para los países menores. “Hay que evitar el agotamiento en el Mercosur, en tanto la transabilidad se relaciona con la capacidad de desarrollo”, afirmó.
En Mercosur se inició un proceso relacionado con el estudio de las asimetrías en bloque, a partir de la protesta de Paraguay y Uruguay, que plantearon el problema de que las asimetrías entre estos dos países y los restantes socios era demasiado grande. La decisión del Consejo de Mercado Común (17 de julio de 2004, Foz do Iguazú) sobre “convergencia estructural en el Mercosur y financiamiento del proceso de integración”, fue la de crear “un grupo de alto nivel con los objetivos de identificar iniciativas y programas para promover la competitividad de los Estados partes, en particular de las Soberanías menores, y la convergencia estructural del Mercosur; proponer fórmulas de financiamiento para la implementación de iniciativas y programas mencionados, así como el funcionamiento y fortalecimiento de la estructura institucional del Mercosur”.
El tema principal es el fondo a ser creado para alcanzar ese objetivo. Se están ensayando varias posibilidades: una es crear una tasa de integración del 1 x mil al 2 x mil del total de lo recaudado por concepto de aranceles sobre las importaciones de los países del Mercosur provenientes de personas o totales, que suman las primeras aproximadamente, 62.000 millones de dólares anuales y las segundas, 76.000 millones. Otra opción es la apropiación gradual de una parte de la renta aduanera generada por el cobro del arancel externo común, que sumaría unos 48.000 millones de dólares. En cualquiera de los casos, lo recaudado sería entre 62 y 152 millones de dólares. Con ellos, se financiaría la transición hacia una “Unión Aduanera perfecta”, pero es imposible establecer una tasa sobre una Unión Aduanera que no existe, de manera que yo creo que sólo la primer opción es viable.
El funcionamiento de las nuevas instituciones comunes, el Tribunal permanente de Asunción y la Comisión de Representantes Permanentes (dicha comisión está siendo financiada por Argentina, provisoriamente), tienen como destino principal la política de convergencia estructural, que requiere un programa de inversión en los países y regiones menos desarrolladas. Es evidente que esto es absolutamente insuficiente, pero que es un principio. Se habló de que también habría una cooperación transitoria de los fondos de cooperación europeos, y que se están buscando otras fuentes de financiación. De todos modos, si algo de esto se vuelca a alguna región, va a ser a aquellos peticionantes que tengan una organización y una capacidad de producción sobre el Mercosur.
El modelo de la UE
La creación de fondos estructurales de desarrollo para los países de menor desarrollo y de las regiones menos favorecidas, es un imperativo de los sistemas de integración maduros. En un proceso de integración debe existir esa contramedida de globalización. No sólo para reducir las diferencias existentes al iniciarse la integración, sino también para contrarrestar las que produce la integración del mercado. El estudio del tema en la Unión Europea muestra que no se trata solamente de igualar los modos de vida y las oportunidades de todos los habitantes del sistema (objetivo fundamental de la integración) sino de que la eliminación de los estrangulamientos estructurales favorece el crecimiento del conjunto.
La Unión ha desarrollado con éxito mecanismos de financiación y de participación de las regiones en la distribución de la ayuda comunitaria. El Mercosur presenta muy agudas asimetrías, casi terminales. A instancia de los países menos favorecidos, se comenzó a trabajar el tema a nivel de países y regiones con vistas a crear fondos destinados a promover la competitividad de los de menor desarrollo. Esto de “promover la competitividad” es un eufemismo interesante, es promover el estándar de vida y la capacidad de producción y de integración de los ciudadanos.
Regiones e integración
El proyecto, que se encuentra en sus inicios, no encara recursos suficientes para obtener resultados significativos. Las regiones menos desarrolladas de los países participantes (que aparecen como subespacios nacionales asimétricas en referencia a los subespacios nacionales más desarrollados, como la región del Gran Norte en Argentina) no estarían maduras aún para desarrollar una identidad propia, así como mecanismos de presión y representación ante el Mercosur, asunto que ni siquiera ha sido encarado.
El Uruguay, Estado Unitario, está escasamente preparado desde el punto de vista institucional, para crear identidades regionales. Sin embargo, diversos estudios señalan la existencia de regiones divididas en diferentes intendencias, las cuales sí tienen existencia institucional, aunque no personería internacional, y han encarado las posibilidades de integración biregional entre las regiones argentinas y uruguayas del litoral del Río Uruguay.
La noción de región aparece implícita en ciertos tratados y convenios bilaterales entre Argentina y Uruguay, que suponen zonas binacionales de radiación e influencia. Políticamente, hay un solo partido en Uruguay, el Partido Nacional, que presentó en su plataforma electoral un programa de descentralización basado en la Constitución de la República, Art. 230, que permite crear un Comité de Descentralización que propone una política regional, que es crear cinco regiones representadas por personas públicas o estatales, porque no existe en nuestro derecho otra posibilidad. En el caso de crearse un Movimiento regional autónomo para actuar ente el Mercosur, el país se encuentra en desventaja frente a por ejemplo, la Argentina para sacar provecho del tema. El Frente Amplio, no tiene ninguna idea sobre este proceso de descentralización, aunque sí tiene una idea de igualación de potencialidad de las regiones.
De todos modos, a pesar de que no veo en la actualidad del Uruguay, muchas posibilidades de aprovechar este proceso incipiente de regionalización, soy fundamentalmente adscrito a la regionalización porque es la forma de contrarrestar el proceso de globalización que implica la constitución de un mercado único, que fatalmente lleva a la concentración de la riqueza y la producción en los grandes polos de desarrollo.