Colombia en paz: ¿Una utopía?

Luego de la inesperada pérdida viene el momento de las reflexiones sobre las repercusiones e implicaciones de la decisión para la gobernabilidad interna del Estado y la recopilación de enseñanzas de un proceso aparentemente fracasado. Se necesitará dar mayor interlocución a bloques como UNASUR, MERCOSUR Y CAN, espacios de diálogo fundamentales para la conformación de un efectivo territorio de paz más allá de las fronteras Colombianas, señala Andrea Del Pilar Naranjo Morales.


La reciente negativa en la aprobación de los acuerdos de negociación suscritos en Cartagena para la conjuración del conflicto armado en Colombia, parecieran ser el punto final de un proceso largo y tortuoso de concertación entre el Estado Colombiano y un grupo subversivo conformado hace más de sesenta años.

No obstante, luego de la inesperada pérdida viene el momento de las reflexiones sobre las repercusiones e implicaciones de la decisión para la gobernabilidad interna del Estado y la recopilación de enseñanzas de un proceso aparentemente fracasado.
 

¿Es posible un acuerdo Nacional?

A diferencia de lo que podría pensarse, quizá lo más saludable para la construcción de una paz estable y duradera era la negativa de la propuesta, porque no es posible un Estado en post-conflicto con la supresión de la oposición, asunto que se dejó a un lado durante la negociación.

Debe recordarse que uno de los orígenes de las guerrillas tanto de primera generación (Ejército de Liberación Nacional (ELN), Ejército popular de Liberación (E.P.L) Y FARC-EP) como de segunda generación (el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el M-19)[i] constituyó la respuesta a una sociedad excluyente y clasista, que se oponía a los espacios de concertación ciudadanos, luego del período de la violencia partidista[ii].

Así las cosas, si se hubiese aprobado el acuerdo de paz, sería el camino de una larga imposición a un sector amplio de la población en completo desacuerdo con lo pactado, en suma un nuevo foco de descontento con efectos imprevisibles y quizá catastróficos para la prosperidad del proceso.

Sobre esta perspectiva, resta erigir entonces unas reglas más amplias de participación que minimicen los riesgos del descontento, pero que acaten los objetivos y las bases de la negociación: el logro de la transición hacia la paz en un Estado en que no puede volver atrás.

Por su parte, la nueva convocatoria debe eso sí ser respetuosa de los puntos más sensibles de la negociación, especialmente aquellos referidos al reconocimiento de las grandes deudas históricas con la población rural y las victimas, así como el mantenimiento de una voluntad real encaminada a la protección irrestricta de los Derechos Humanos en todo el territorio.

El momento además deberá convocar de manera decidida a los ciudadanos, pues su vinculación no terminó con el escaso voto en el plebiscito, calificado como uno de los periodos electorales con más márgenes de abstencionismo con más del 60 por ciento[iii], ahora son los llamados a insistir en la necesidad de garantizar la continuidad del proceso y velar por su desarrollo futuro.   

Por su parte, llegar a un feliz término demandará la participación activa de la comunidad internacional, y especialmente de los Estados latinoamericanos afectados directa e indirectamente con la guerra colombiana.

La continuación de la mesa en el Estado Cubano o su relocalización en otro tercero Estado neutral, serán solo la insistencia de un acompañamiento renovado que vincule a todos los ciudadanos latinoamericanos, dando paso por ejemplo a una mayor interlocución por medio de los bloques de integración especialmente en el de UNASUR, MERCOSUR Y CAN, espacios de diálogo fundamentales para la conformación de un efectivo territorio de paz más allá de las fronteras Colombianas.

Así las cosas, la negativa por un estrecho margen[iv] solamente es muestra de la creciente y perjudicial polarización ciudadana sobre los temas más trascendentales de la Nación, ahora empieza la difícil etapa de reunir a los opuestos esperando que persista el ánimo conciliatorio, publicitado después de la “inesperada derrota” en un país que se debate en la incertidumbre pero que aún sueña con la Paz.

 

 

NOTAS

[i] Las guerrillas de primera generación nacen entre otras causas como efecto de la revolución cubana de los 60´s mientras que las de segunda generación se ubican durante la década de los 70s y 80s como respuesta al descontento político y a la ola revolucionaria de Centroamérica. Véase Francisco Gutiérrez Sanín, María Emma Wills O. Nuestra guerra sin nombre: transformaciones del conflicto en Colombia (Colombia: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales Universidad Nacional de Colombia- Editorial Norma, 2006): 174.

[ii] Periodo conocido como la Violencia, transcurre durante los años 1949 y 1958, se estima que resultaron muertas alrededor de 250.000 personas. Peter Waldmann. Guerra civil, terrorismo y anomia social: El caso Colombiano en un contexto globalizado. Monique Delacre Trad. (Bogotá: Editorial Norma, 2007), 244.

[iii] Para análisis de Ranking abstención, plebiscito 2016 ver http://plebiscito.registraduria.gov.co/99PL/DPLZZZZZRA_L1.htm.

[iv] Votación por el Sí: 49,78%, Votación por el No 50.21 %. Resultados Plebiscito 2016 disponible en http://plebiscito.registraduria.gov.co/

 

* Investigadora. Abogada de la Universidad La Gran Colombia, especialista en Derecho Constitucional de la Universidad del Rosario, magíster y candidata al doctorado en Relaciones Internacionales Iberoamericanas de la Universidad Rey Juan Carlos. andreanar1900@hotmail.com.Publicaciones: urjc.academia.edu/AndreaNaranjoMorales.

 

Andrea Del Pilar Naranjo Morales