MERCOSUR, quo vadis?
El XVIII aniversario del Mercosur nos encuentra con la sensación de que hay poco para festejar. La situación de estancamiento, que ya amenaza las bases del acuerdo mismo, las renovadas señales y voces de alarma desde el interior, y la incertidumbre generada por una nueva crisis internacional, nos llevan a una cuestión central.
¿Dejarán pasar la oportunidad, otra vez?
Hoy estamos en un momento histórico y crítico a la vez, propicio para dar señales concretas en uno u otro sentido. ¿Será posible que nos encaminemos hacia un nuevo espejismo de la integración, basado en acuerdos lábiles, objetivos ambiciosos pero poco realistas y con reglas de juego que seguramente serán postergadas por coyunturas domésticas? No estaremos dejando pasar la oportunidad de profundizar los instrumentos de integración más perfeccionados, pero a la vez perfectibles, con los que ya contamos.
El primero de los caminos abre una alarma y un interrogante que no podemos dejar de señalar: ¿es razonable pensar en avanzar hacia un nuevo formato de integración, a partir de las heridas que dejaría un fracaso del Mercosur, sin que ello impacte negativamente en todos los sentidos? El segundo, a preguntarnos si no es hora de avanzar hacia procesos estratégicos, consistentes y sustentables que nos permitan aprovechar las oportunidades que ofrece un Mercosur consolidado para insertarse en un proceso global irreversible, pero a la vez, cada día más difícil e inestable.
Lamentablemente, poco se ha hecho en los últimos años para potenciar un espacio regional de integración tendiente a la generación de bienes públicos regionales, la integración de mercados bajo acuerdos, reglas de juego confiables y su cumplimiento, y un esquema de gobernabilidad regional de segunda generación, capaz de generar, además, una percepción positiva de la integración en la ciudadanía.
Y en este contexto, los intereses nacionales se imponen de manera excluyente sobre la construcción del esquema. Claramente ésta es una característica de los procesos intergubernamentales, es su naturaleza. No obstante, a mediano o largo plazo, llega el momento en que la categoría institucional adoptada, se transforma en un corsé tan ajustado que el proceso se ve impedido de alcanzar los objetivos para los que fue creado.
Estamos aún lejos de percibir la necesidad de creación de instituciones regionales capaces de pensar desde la perspectiva regional; de identificar intereses comunes; de asegurar el cumplimiento de los acuerdos y los compromisos salvaguardando el interés regional; y de encauzar y superar los problemas derivados de la integración económica. El conflicto por la instalación de las papeleras sobre el río Uruguay, puso claramente en evidencia, no solo la necesidad de contar con este tipo de instituciones, sino también el atraso en el tratamiento efectivo de los otros dos temas inherentes al desarrollo sustentable: es decir, los aspectos sociales y ambientales, a los que por cierto la ciudadanía, la sociedad civil y los ámbitos académicos consideran de máxima relevancia.
Hoy estamos en un momento histórico y crítico a la vez, sin dudas es necesario dar señales concretas en uno u otro sentido.
Un espacio para la integración y la convergencia
Entendemos que los procesos de integración regional deben ser concebidos y estructurados desde una visión superadora del mero intercambio comercial entre los Estados que los conforman. Por eso proponemos un enfoque que se nutre de las miradas de diversas disciplinas, prácticas y saberes de nuestros integrantes.
Somos en definitiva, una organización no gubernamental que, convencidos del universo de intereses comunes y afines por identificar y activar, espera contribuir a la consolidación del Mercosur, aportando las ideas y acciones que consideramos necesarias para el fortalecimiento de esta visión de la integración.
Oscar Casal y Alicia Moreno, presidente y secretaria de EPICA